Leonardo da Vinci, el sabio que rompió el molde cuando nació.
Leonardo constituye la mejor encarnación del hombre universal renacentista por la multiplicidad de sus conocimientos y la diversidad de intereses. Fue también un rebelde. Supo mostrar como científico, como ingeniero y como artista su independencia frente a las corrientes intelectuales de la época que le tocó vivir. Y en su obra se anticipó tanto en el tiempo que algunos de los inventos tardaron siglos en ser comprendidos y aplicados.
Leonardo nació en 1452 en una pequeña aldea llamada Anchiano —a pocos kilómetros de Vinci— en los dominios de la ciudad de Florencia. Era hijo natural de un notario llamado Ser Piero da Vinci y de una campesina de la zona, de nombre Caterina. Al nacer su padre lo dejó al cuidado de una nodriza, pero después lo educó su madrastra.
Se formó en las artes, las técnicas y la observación de la naturaleza en el taller de Andrea del Verrocchio, bajo la protección de Lorenzo el Magnífico.
En 1476, cuando era pintor independiente, lo acusaron de forma anónima de sodomía junto con otros personajes vinculados a los Médicis. La homosexualidad era un delito que se castigaba con la hoguera o con la mutilación o con el destierro. Se salvó de estas penas luego de estar varios meses detenido. Y no porque la acusación fuera falsa, pues las tendencias homosexuales de Leonardo son aceptadas por los biógrafos del artista. Estos se basan en testimonios indirectos y en algunos dibujos de claro erotismo masculino, aunque también existen evidencias de su contacto amoroso con mujeres. Se cree que la delación se debía a la campaña de desprestigio contra los Médicis. Y estos fueron quienes lo ayudaron a salir del problema.
A principios de 1482 y tras este episodio, le escribió una carta al duque Ludovico Sforza, El Moro, en la que enumeraba sus méritos y se ofrecía para entrar a su servicio. En ella le mencionaba diez puntos con sus capacidades —entre ellas como ingeniero militar e inventor de instrumentos bélicos— y recién al final se refería a sus dotes artísticos.
La misiva le sirvió para entrar al servicio de Sforza y trasladarse a la corte de Milán. Sabía a la perfección que su saber técnico era lo que más le interesaba al duque. Como ingeniero militar Leonardo proyectó una total renovación del armamento terrestre y del naval. Partía de la reciente aparición de las armas de pólvora y sus experimentos de balística le permitieron aumentar el volumen del fuego y la velocidad de la carga de las bombardas. También creó nuevos proyectiles ojivales, granadas explosivas, cañones y espingardas, este último el antecedente de la escopeta. Baste decir que Sforza no tenía la sensibilidad artística de los Médicis.
En los cuadernos de esa época Leonardo escribió:
«Dar órdenes es cosa de caballeros; obedecer, es cosa de siervos».
Allí lo sorprendió la invasión de Italia por Carlos VIII de Francia en 1494. El objetivo del monarca francés, aliado de Sforza, consistía en apoderarse del reino de Nápoles. Y Leonardo se relacionó enseguida con los franceses.
El 6 de octubre de 1499 el nuevo soberano francés, Luis XII, entró en Milán. Y quiso reclutar a Leonardo como artista. Le encargó al gobernador de Milán —Carlos II de Amboise— que lo hiciese volver y este presionó a las autoridades de Florencia. Y lo consiguió. Leonardo dejó su ciudad en 1508 y se puso al servicio de Luis XII como «Nuestro pintor e ingeniero de plantilla». Debía terminar para el rey una Santa Ana con la virgen y el niño en la que trabajaba desde hacía años y la segunda versión de la Virgen de las rocas —la que en la actualidad está en la Galería Nacional de Londres—, pues el monarca la necesitaba para sustituir la pintura original y quedarse con ella —es la que hoy se encuentra en el Museo del Louvre, en París—, a pesar de que Leonardo la había pintado para la iglesia de la Hermandad de la Inmaculada Concepción en Milán.
En 1509, para festejar la nueva estancia de Luis XII en esta ciudad, Leonardo creó un león mecánico que se paraba sobre las patas, se abría el pecho y de él extraía bolas azules con flores doradas de lis, el emblema de la monarquía francesa. Pero los Sforza recuperaron la ciudad en diciembre de 1512 y en septiembre del año siguiente Leonardo se fue a Roma como protegido de los Médicis. No le fue como esperaba.
Cuando el siguiente rey de Francia —Francisco I— reanudó la guerra contra Milán, Leonardo volvió a disfrutar de las atenciones de la corona francesa. En julio de 1515 el monarca se detuvo en Lyon mientras iba camino de Italia y los representantes de Florencia le ofrecieron un banquete donde lo homenajearon con otro león mecánico inventado por Leonardo. En octubre Francisco I entró en Milán —ocupada antes por sus tropas— y en diciembre de aquel mismo año conoció a Leonardo, cuando este arribó como miembro del séquito del papa León X.
Leonardo da Vinci llegó a Francia a finales de 1516. Venía desde Roma, decepcionado porque no había gozado del favor ni de los encargos que esperaba. La muerte de su protector —el papa Giuliano de Médici— y cómo lo relegaban frente a artistas más jóvenes como Rafael o Miguel Ángel determinó que aceptase la oferta de Francisco I de trasladarse a Francia como primer pintor, primer ingeniero y primer arquitecto del rey.
El monarca galo sentía una gran admiración por Leonardo y quería que trabajara para él en exclusiva. Los mecenas eclesiásticos no comprendían las amplias inquietudes del genio y lo consideraban un trabajador inconstante porque dejaba numerosos proyectos a medias. El rey francés, en cambio, le dio al artista libertad total para hacer lo que le viniese en gana. Así, se liberó de la presión de los encargos que lo limitaban y pasó los tres últimos años de su vida dedicado a lo que le apetecía.
Leonardo aceptó la invitación que Francisco I y su madre Luisa de Saboya le habían hecho el año anterior para un traslado a Francia definitivo. Debía transportar sus bienes a través de los Alpes, entre ellos sus amados cuadros. El viaje fue un suplicio, pues tenía 64 años. Además, sufría las secuelas de un ictus cerebral que le impedía la movilidad de la mano derecha. Se estableció en Amboise, en el valle del Loira, junto con sus fieles colaboradores Francesco Melzi y Salaì. Francisco le había cedido la finca de Cloux —hoy conocida como le Clos Lucé—, la que se situaba a quinientos metros del castillo de Amboise, una de las residencias reales.
En 1517 Leonardo da Vinci recibió la visita del cardenal Luis de Aragón y de su secretario —Antonio de Beatis—, que escribió acerca del artista:
«ha obtenido del rey de Francia una pensión de 1.000 escudos al año para él y otros trescientos para su discípulo».
También de Beatis explicó que su producción artística era más bien escasa debido a la parálisis que sufría en su mano derecha por un ictus anterior:
«ya no podemos esperar de él ninguna otra gran obra, pues tiene la mano derecha paralizada».
Pero añadía que, aunque Leonardo ya no «pueda colorear con aquella dulzura que le era propia, aún sigue dibujando y enseñando a otros».
De Beatis decía que Leonardo tenía consigo:
«escritos de anatomía que ha ilustrado con numerosos dibujos de las partes del cuerpo, tales como los músculos, los nervios, las venas o las marañas intestinales, y es esta una forma de comprender el cuerpo de los hombres y las mujeres que hasta ahora nadie había intentado».
Y que:
«También ha escrito, como él mismo dijo, un sinfín de volúmenes sobre la naturaleza de las aguas, sobre diversos tipos de máquinas y sobre varias otras cosas más».
Leonardo y Melzi recibieron un salario del rey. Francisco le tenía cariño al genio, lo admiraba y le gustaba conversar con él. Esta familiaridad dio lugar a la leyenda del «pasaje secreto», un túnel entre el castillo de Amboise y Cloux que facilitaba sus encuentros y que, al parecer, nunca existió.
Como te he comentado antes, Leonardo tuvo en Francisco un mecenas que le proporcionaba una generosa paga sin la obligación de ejecutar ninguna obra en concreto, lo que lo liberaba de las presiones. Esto le permitió poner su inventiva al servicio del monarca como escenógrafo de la corte y montar cuatro espectáculos. En mayo de 1518, para conmemorar la batalla de Marignano, escenificaron el asedio y la toma del castillo de Amboise, con gran estruendo y humareda. Había culebrinas y bombardas que disparaban «globos que rebotan al caer en la plaza, para gran placer de todos y sin causar daño alguno a los presentes: un invento muy novedoso y magníficamente ejecutado».
En junio celebraron la «Fiesta del paraíso» en los jardines de Cloux. El artista volvió a representar la obra celebrada en Milán para Ludovico el Moro en 1490, que se basaba en textos del poeta Bernardo Bellincioni. Una cubierta de tela azul con estrellas doradas —que imitaba el firmamento— cubría casi 700 metros cuadrados y se extendía sobre el estrado donde se sentaron los invitados. Iluminados por cientos de antorchas, los asistentes fueron testigos de una representación que incluía actores disfrazados de planetas y un portento mecánico, un orbe que se abría y mostraba el paraíso. Fue la última fiesta que Leonardo organizó.
El 23 de abril de 1519, cuando Leonardo intuyó que se aproximaba la muerte, hizo testamento. Dispuso su sepultura en la iglesia de Saint-Florentín de Amboise. Durante el funeral sesenta pobres a los que se pagaría llevarían cada uno un velón. En su memoria dirían tres misas mayores y treinta menores. A Francesco Melzi —su ejecutor testamentario— le dejó ropa, dinero, libros, documentos, dibujos «sobre su arte e industria de pintor». Un tesoro inestimable de hojas encuadernadas y sueltas, que se dispersaron muy pronto. Dividió la viña que poseía en Milán entre Salaì —que se había construido una casa en aquel terreno— y un joven sirviente de Leonardo, Battista de Villanis. A Maturina —la cocinera de Cloux— le dejó dos ducados y piezas de ropa. A sus hermanastros, con los que no se llevaba bien, les dejó 400 escudos en depósito en Florencia, en el Hospital de Santa María Nueva. Los cuadros quedaban fuera del testamento porque ya se los había vendido a Francisco I y por eso hoy París es la ciudad con la mayor cantidad de pinturas de Leonardo.
Al final apenas se dedicaba a la contemplación y a realizar algunos bocetos, entre ellos de gatos en actitud juguetona. Dijo Vasari que «estuvo enfermo muchos meses», sin especificar de qué, y que su fallecimiento «causó extraordinario pesar entre quienes le habían conocido, pues jamás había existido un hombre que diera tanto brillo a la pintura».
A finales del siglo XVI coleccionistas como el escultor Pompeo Leoni formaron códices —manuscritos encuadernados—, alguno de ellos con más de mil folios, como el Códice Atlántico. Desmontaron los cuadernos originales y a veces cortaron las hojas para adaptarlas al nuevo formato. Algunos cuadernos todavía conservan en parte el carácter unitario original de Leonardo, como el Códice sobre el vuelo de los pájaros o los códices Madrid I y II, que llevan una numeración parcial de los folios debida a la mano de Leonardo.
Encontraron un acta en el Archivo de Estado de Florencia en la cual consta que se le concedía la libertad a Caterina, «hija de Jacob y esclava procedente de la Circasia». Se trataba de una zona al norte del mar de Azov y que hoy en día forma parte del territorio ruso.
Lo más importante, firma el documento el notario Piero da Vinci —padre de Leonardo— el 2 de noviembre de 1452, cuando el niño ya tenía seis meses de edad. La propietaria de Caterina era una dama llamada Ginebra, que había cedido a la esclava como nodriza.
Carlo Vecce, el escritor que escribió La sonrisa de Caterina dice que:
«la madre de Leonardo era una joven de la Circasia que en un cierto momento fue raptada y vendida como esclava, llegando desde Constantinopla a Venecia y después a Florencia, donde conoció al padre de Leonardo da Vinci».
Vecce cree que el progenitor de Leonardo la conoció cuando la joven contaba con quince años y servía en el Palazzo Castellani. La dejó embarazada y luego la dama Ginebra —por voluntad propia o porque Piero da Vinci la persuadió— liberó a Caterina.
Leonardo da Vinci vivió sus primeros diez años con la madre, que puede que lo criase junto a un hijo que ya tenía. Piero da Vinci se casó con una mujer de su posición y Caterina con un marido a su altura. No obstante, los documentos de la época mencionan a Leonardo como «el sobrino» de Piero da Vinci, término que se utilizaba en aquella época para los hijos ilegítimos.
Leonardo era el prototipo perfecto del hombre universal renacentista por la multiplicidad de sus conocimientos y por la diversidad de sus intereses. También era un rebelde porque mantuvo la independencia frente a las corrientes intelectuales de la época que le tocó vivir. Su obra estaba repleta de anticipaciones geniales, muchas de las cuales tardaron siglos en comprenderse y en aplicarse.
Partió de la idea de Leon Battista Alberti, el gran teórico del Renacimiento. Este sostenía que había que conocer en profundidad la naturaleza para poder imitarla a través de las artes y de las ciencias. Por este motivo se oponía a la concepción medieval y a la sumisión a los dogmas del cristianismo. Para mencionar tan solo un ejemplo, los estudios que efectuó con cadáveres humanos lo llevaron a tener muchos problemas con la Iglesia.
Leonardo dibujaba y escribía sobre el papel todo lo que le entraba por los ojos. Como humanista del Renacimiento necesitaba comprender la naturaleza en todos los aspectos. Su idea se convertía en algo material, en un concepto visual sobre el papel. El dibujo, que antes era solo un medio para realizar la obra de arte final, se convirtió en una obra acabada y con valor propio.
A esto le sumamos lo que te comenté antes sobre sus actividades como ingeniero militar, porque durante la etapa en Milán Leonardo profundizó en sus estudios científicos. Observó el vuelo de las aves y se planteó la posibilidad de que los hombres lo imitaran. El sabio dedicó a este tema años y lo analizó, incluso, cuando regresó a Florencia entre 1500 y 1506. Experimentaba con una máquina para volar. El fracaso en el intento de mantener el cuerpo humano en el aire se debió a la falta de un motor de explosión, porque sin él le resultaba imposible lograr la propulsión necesaria para el sostenimiento de un peso. También se interesó por la botánica, por la luz y por los efectos atmosféricos, por la ingeniería, por el urbanismo, por la anatomía y por las emociones humanas.
Estudió los fenómenos naturales para explicar sus misterios. Su obsesión por la experimentación lo llevó a diseccionar cadáveres, porque el análisis de las esculturas antiguas y de los viejos tratados le resultaba insuficiente. Consiguió cuerpos de condenados a muerte en los hospitales o en los cementerios y a tales efectos sobornó a los sepultureros.
Puso en el centro de su estudio el Universo, pues decía que:
«No hay nada en la Naturaleza que no sea parte de la ciencia».
También hay bocetos y dibujos de mecánica, de matemáticas, de astronomía, de geografía, de física, de botánica, de química y de anatomía. Junto a ellos aparecen sentencias morales, anotaciones gramaticales, diseños heráldicos, alegorías y bestiarios. Leonardo fue un maestro en la música y diseñó nuevos instrumentos en busca de timbres que hasta ese momento nunca se habían oído.
En su Tratado de la pintura estableció los principios básicos de la dendrocronología, es decir, el uso de los anillos de crecimiento de los árboles:
«Los círculos de los troncos de los árboles cortados muestran el número de sus años y si han sido más húmedos o más secos, según sea su grosor mayor o menor».
Los fósiles también fueron su objeto de estudio. Por aquel entonces creían que los fósiles marinos que se descubrían en lo alto de las montañas eran restos del diluvio universal. Leonardo observó que algunos fósiles de moluscos bivalvos mantenían unidas las dos mitades del caparazón. Dado que en vida ambas mitades se encontraban unidas por un tejido elástico que se descomponía después de la muerte llegó a la conclusión de que no podían haber sido arrastrados a lo alto de las montañas por el diluvio, pues sus mitades se habrían separado, sino que habían quedado sepultados en el mismo lugar donde vivían. El biólogo Stephen Jay Gould dice que Leonardo anticipó conceptos que la paleobiología solo ha establecido de modo riguroso en el siglo XX. También describió de manera correcta el proceso de erosión, el de sedimentación y la acumulación que hoy los geólogos conocen como el ciclo de las rocas.
Las observaciones anatómicas que efectuó significaron un hito en su época. En contra de lo que sostenían las autoridades médicas en el llamado Manuscrito G escribió que el corazón era un músculo y que no tenía dos cavidades, sino cuatro. Desde Galeno —el famoso médico del siglo II— se creía que el movimiento activo del corazón era la diástole —cuando el corazón se expande— porque decían que se llenaba del aire que procedía de los pulmones. Leonardo fue el primero en comprender que el movimiento activo del corazón era la sístole —su contracción— que expulsaba la sangre hacia los vasos sanguíneos. Dicho movimiento coincidía, como observó el genio, con el pulso y con la percusión del corazón sobre la pared torácica.
Leonardo también describió de forma correcta el funcionamiento de las válvulas cardíacas. Realizó unos dibujos tan precisos de la válvula que abre y cierra la arteria aorta que se asemejan a las fotografías contemporáneas obtenidas a alta velocidad.
Se sintió atraído por los procesos que rigen la luz y el sonido. Entendió que tanto la luz como el sonido se propagan a través de ondas y comprendió correctamente la disipación de la energía.
Escribió en el Manuscrito A, cómo una bola en movimiento pierde paulatinamente su potencia.
Y reconoció la relatividad del movimiento en el Códice Arundel:
«El movimiento del aire contra un objeto quieto equivale al movimiento de un objeto móvil contra el aire quieto».
En el Códice Atlántico describió lo que hoy conocemos como tercera ley de Newton:
«A cada acción corresponde una reacción igual y opuesta».
Y anotó que tanta fuerza ejerce el ala del águila contra el aire como el aire contra el ala del águila.
Leonardo elogiaba las «obras maravillosas de la naturaleza» y escribía que «nunca se encontrará invento más bello, más sencillo o más económico que los de la naturaleza, pues en sus inventos nada falta y nada es superfluo».
Intuyó lo que hoy llamamos «cadenas alimentarias» y los ciclos tróficos, como deja constancia en este fragmento del Códice Atlántico:
«El hombre y los animales son un medio para el tránsito y la conducción de los nutrientes».
También comparó en otros textos a los organismos con sistemas abiertos que mantienen su identidad a partir de un continuo intercambio dinámico con el medio.
Alrededor de 1503 Leonardo comenzó La Mona Lisa. La versión más extendida establece que el retrato era de Lisa Gherardini, la esposa del mercader florentino Francesco del Giocondo. Se cree que encargó el cuadro para conmemorar el traslado de la familia a su nueva vivienda o el nacimiento de su segundo hijo en 1502. Sin embargo, muchos no estaban de acuerdo y especulaban con la identidad de la modelo.
En 2005 se dieron a conocer unas notas del florentino Agostino Vespucci en el margen de una obra de Cicerón —se conserva en la biblioteca de la Universidad de Heidelberg— de octubre de 1503. Escribía que Leonardo pintaba el retrato «del busto de Lisa del Giocondo». También criticaba a Leonardo por su costumbre de dejar las obras sin terminar.
Se hizo famosa enseguida y la copiaron muchas veces. Rafael en 1504 efectuó un dibujo de ella que se conserva en el Louvre, que tomó como base para su retrato de Maddalena Doni de 1506.
Giorgio Vasari en su obra Vidas, publicada en 1550, escribió de esta pintura de Leonardo:
«Todo aquel que quisiera ver en qué medida puede el arte imitar a la Naturaleza lo podría comprender en su cabeza, porque en ella se habían representado todos los detalles que se pueden pintar con sutileza. Los ojos tenían ese brillo y ese lustre que se pueden ver en los reales y a su alrededor había esos rosáceos lívidos y los pelos que no se pueden realizar sin una gran sutileza. (...) La nariz, con todas esas aperturas rosáceas y tiernas, parecía de verdad. La boca, con toda la extensión de su hendidura unida por el rojo de los labios y lo encarnado del rostro, no parecía color, sino carne real. En la fontanela de la garganta, si se miraba con atención, se veía latir el pulso. Y en verdad se puede decir que fue pintada de una forma que hace estremecerse y atemoriza a cualquier artista valioso».
Lo relevante era la perfección de la pintura en su imitación de la realidad. La técnica empleada por Leonardo, el sfumato, reducía el peso del dibujo y difuminaba los contornos. Además, fundía las sombras y producía la apariencia de objetos poco definidos, fruto del aire que existía entre el observador y el observado.
Escribió de ella Leonardo da Vinci:
«El mucho aire impide la evidencia de la forma de esos objetos y, en consecuencia, sus más menudos detalles resultan imperceptibles e irreconocibles».
Pero tan impresionante como esto es que el retrato se adentra en la psicología de la modelo y muestras las cualidades y el esbozo de la alegría en la enigmática sonrisa.
Esta pintura de Leonardo siempre da que hablar. Hace poco descubrieron que está pintada con una técnica denominada spolvero, que permite transferir un dibujo previo al soporte definitivo de la pintura. El cuadro es —al menos en parte—, una calcomanía.
Es lo que sostienen el ingeniero Pascal Cotte —fundador de Lumière Technology— y Lionel Simonot —especialista en propiedades ópticas de los materiales del Instituto Pprime de la Universidad de Poitiers— en el artículo que ambos suscribieron para la revista Journal of Cultural Heritage tras encontrar puntos negros de carbón impregnados en la tabla, que son propios de esta técnica pictórica.
El spolvero consiste en dibujar la imagen en un cartón y agujerear el contorno con un punzón para luego ponerlo sobre una hoja encima del soporte final de la obra —en el caso de La Mona Lisa era de madera de álamo— y a continuación empapar los agujeros con polvo de carbón traspasando el contorno del dibujo a la madera. Este procedimiento se utilizó mucho durante el Renacimiento sobre todo cuando se realizaban obras en serie o frescos, pues estos últimos no permitían efectuar rectificaciones debido al rápido secado de la pintura. Leonardo utilizó la técnica en otras de sus obras —en La dama del armiño, por ejemplo—, pero es la primera ocasión en la que se demuestra que la usó en La Mona Lisa.
El estudio se realizó con las técnicas de escaneo de alta resolución, que eran capaces de detectar la luz más allá del espectro visible para el ojo humano. Encontró el spolvero en las muñecas y en la frente.
La pintura final retoma en las manos el dibujo de los puntos preparatorios. En la frente los puntos de carbón se enlazaron por Leonardo, pero después no respetó la silueta en el velo ni en la frente porque en la pintura los desplazó hacia la izquierda. En el proyecto inicial el rostro de La Mona Lisa estaba orientado más hacia la derecha.
La tecnología empleada no halló restos de spolvero en otras zonas de la pintura, quizá porque en las partes más oscuras la capa de pintura es muy absorbente. No obstante, el estudio encontró otro detalle oculto: una pequeña mancha de carbón del tamaño de una aguja que el pintor dibujó a mano alzada a la derecha de la cabeza y que no mantuvo en el diseño definitivo.
Cuando la pintó tenía cejas y pestañas —igual que la obra gemela del Museo del Prado—, pero desaparecieron en alguna de las muchas restauraciones. También le cambió la posición de algunos dedos y al principio pintó a la modelo con el rostro más ancho y la sonrisa menos misteriosa.
Técnica denominada spolvero y detalles de La Mona Lisa.
La Mona Lisa del Museo del Louvre.
Mona Lisa de Isleworth (incacabada), se cree que fue la primera que pintó Leonardo.
Mona Lisa del Museo del Prado. La hizo uno de los alumnos mientras el maestro pintaba el original.
Algunos han dicho que la modelo de la Mona Lisa era Isabella del Este. Otros estaban convencidos de que era la madre de Leonardo y hay quienes han creído que era el artista travestido.
Carla Glori —historiadora de arte de la Universidad de Turín— sostiene que el fondo difuminado del cuadro del Louvre corresponde a un paisaje real. Según ella sería el de la localidad de Bobbio —en la provincia de Piacenza— y considera que la modelo retratada era una dama de esa región.
Según ella, el pequeño viaducto que Leonardo pintó en el paisaje a la izquierda es el Puente Jorobado de Bobbio. El retrato estaría hecho desde el castillo de Malaspina dal Verme, ubicado en lo alto de la colina que domina toda la zona. La mujer sería Bianca Giovanna Sforza, esposa de Galeazzo Sanseverino —marqués de Bobbio—, miembro de la familia propietaria del castillo. Y, lo más importante: Leonardo estaba en la región en la época en la que pintó el retrato.
Galeazzo Sanseverino era mecenas de Leonardo y condotiero de confianza de Ludovico Sforza — duque de Milán y también patrocinador del artista—, por lo que podría haber encargado el retrato de su esposa.
Confirma su tesis un reciente estudio dirigido por el paleontólogo de la Universidad de Génova Andrea Baucon que sitúa a Leonardo da Vinci en la cercana localidad de Pierfrancesco di Gropparello durante el período en el que comenzó a pintar La Mona Lisa. Dejó constancia de que efectuaba estudios geológicos y de fósiles. Había descripciones anotadas por Leonardo en sus cuadernos sobre curiosas formas en la piedra, que coinciden con el registro fósil de la región de la que hablamos. Baucon ha confirmado que son las mismas formaciones rocosas reproducidas en La Mona Lisa.
Detalle del puente en La Mona Lisa. Esta obra es única por el excelente manejo de la perspectiva.
Debido a que Leonardo en la época de pintarla se encontraba en la zona, muchos creen que se trata del Puente Jorobado del Bobbio.
Si ya era una obra famosa, cuando la robaron se convirtió en un icono. Pero ¿cómo ocurrieron los hechos?
La mañana del martes 22 de agosto de 1911 el personal del Museo del Louvre se percató de que la Mona Lisa había desaparecido. Antes nadie lo descubrió porque el lunes era día de cierre del museo. Además, solían mover las obras para fotografiarlas y al principio a nadie le llamó la atención el hueco vacío. No obstante, el miércoles la noticia de que habían robado el cuadro se conocía en medio mundo. Y copaba las portadas de los diarios del planeta entero.
Detuvieron e interrogaron a Apollinaire y a Picasso, artistas de vanguardia y rebeldes que habían estado implicados en la sustracción de alguna pieza del museo. Pero nada, los meses transcurrían y el cuadro seguía desaparecido.
Tras la reapertura del museo, los curiosos hacían cola para visitar el espacio vacío que antes ocupaba La Mona Lisa. Reproducían la obra por todos lados: ocupaba las páginas de la prensa —seguían las noticias sobre el robo día a día—, la empleaban como reclamo publicitario y hasta se filmaron películas sobre el robo.
En 1913 habían perdido toda esperanza de hallar el cuadro y hasta lo habían quitado del catálogo del Museo del Louvre. Pero a fines de noviembre un acontecimiento surrealista dio un vuelco a los hechos: citaron al director de la Galería de los Uffizi y a un marchante de arte en un hotel de Florencia por una persona que se hacía llamar Leonardo. El individuo decía que tenía La Mona Lisa. Acudieron a la cita y al analizar la obra comprobaron que era auténtica. Efectuaron la correspondiente denuncia a las autoridades y estas detuvieron al ladrón.
El delincuente era italiano —Vincenzo Peruggia— y ex trabajador del Museo del Louvre. Se defendió con el argumento de que el robo tenía una razón política porque la intención era devolver el cuadro a Italia. Solo estuvo 7 meses detenido.
Creía que formaba parte de las obras de arte que Napoleón había sustraído y llevado a Francia. Antes de volver expusieron la obra en Florencia, en Roma y en Milán, con lo que consiguió captar la atención de la multitud. Recién el 4 de enero de 1914 regresó a París.
Pese a las circunstancias el ladrón la cuidó. Los franceses tomaron nota y décadas más tarde, durante la ocupación alemana de Francia en la Segunda Guerra Mundial, la evacuaron del museo y la trasladaron a distintos lugares secretos del país para evadirla de la insistente persecución de los nazis.
Además, la pintura sufrió otros ataques rocambolescos aparte del robo. En 1956 un desequilibrado le lanzó una piedra. Esta rompió el cristal de protección de la obra y le desprendió la capa pictórica a la altura del codo izquierdo. Se puede apreciar a simple vista a pesar de la restauración.
Después los conservadores del Museo del Louvre aumentaron las medidas de seguridad y sustituyeron el cristal protector por otro blindado a prueba de balas. De este modo escapó sin daños en 1974 de un nuevo ataque. Durante la exhibición del retrato en el Museo Nacional de Tokio, una mujer le arrojó pintura roja para protestar contra la política de esta institución, que dificultaba el acceso a las personas discapacitadas. Los responsables del Museo del Louvre decidieron que la obra nunca más saldría de sus instalaciones.
En 2009 una mujer rusa le lanzó la taza que acababa de comprar en la tienda del museo. Era un acto de protesta porque las autoridades le habían denegado la ciudadanía francesa. El cristal blindado la protegió y la taza de porcelana quedó hecha añicos.
El domingo 29 de mayo de 2022 un hombre le lanzó una tarta ante la sorpresa de los centenares de visitantes. La pintura no sufrió daños gracias a la protección del cristal blindado y el personal del museo limpió con rapidez los restos de la crema. Este fue el último ataque... Por ahora. El individuo iba disfrazado y ocultaba el rostro con una peluca. Entró con una silla de ruedas para quedar en primera línea.
Mientras los miembros del equipo de seguridad del museo se lo llevaban gritó:
—¡Hay gente que intenta destruir la Tierra! ¡Pensad en la Tierra! Es por ella que he hecho esto.
Así quedó la Mona Lisa en 2022, después del ataque rocambolesco con una tarta.
Si visitas el castillo de Clos-Lucé podrás ver a escala la mayoría de los inventos de da Vinci.
Leonardo le escribió a Ludovico Sforza:
«Tengo planos de puentes muy ligeros y fuertes y que se pueden cargar con mucha facilidad... Cuando un lugar está bajo asedio, sé cómo cortar el agua desde las trincheras y cómo construir una cantidad infinita de escaleras y otros instrumentos... (...) Y si cualquiera de las cosas anteriormente mencionadas pareciera imposible o impracticable a alguien, me ofrezco para hacer demostración de ellas en su parque o en cualquier lugar que a su Excelencia le plazca, y a usted me encomiendo con toda la humildad posible».
Diseñó y mejoró una gran cantidad de artilugios. Desde máquinas de guerra hasta objetos de uso cotidiano o artefactos que en aquellos tiempos parecían de ciencia ficción, como máquinas voladoras, carros automóviles o trajes submarinos.
Leonardo también desarrolló mecanismos para automatizar algunas tareas pesadas, como cortar la leña, batir metales o moler cereales. Una de las más célebres era la grúa giratoria, que elevaba objetos pesados sin necesidad de colocarlos justo debajo. Muchos de estos mecanismos funcionaban a base de engranajes y de muelles. Y, lo fundamental, aprovechaban las propias fuerzas mecánicas, lo que hoy llamaríamos energía limpia. Durante el tiempo que pasó en Roma ideó un mecanismo para calentar el agua que utilizaba lentes cóncavas.
Creó prototipos de los primeros automóviles, aunque ninguno de ellos llegó a pasar de los bocetos. También inventó una draga para retirar el fango de los canales y una caja de velocidades con engranajes de distintos tamaños, el primer cambio de marchas de la historia.
Leonardo da Vinci (1452-1519). Se dice que este es el retrato más fiel. Lo pintó en 1510 un discípulo suyo, Francesco Melzi, quien más adelante sería su ejecutor testamentario.
Si deseas saber más puedes leer:
📚Leonardo da Vinci y su época, Muy Historia Biografías.
📚Leonardo da Vinci, el genio visionario, artículo escrito por Inés Monteira para la revista National Geographic Historia, actualizado a 23 de febrero de 2022.
📚Leonardo da Vinci, un visionario de la ciencia, artículo escrito por Jordi Pigem para National Geographic Historia, actualizado a 12 de abril de 2023.
📚Los cuadernos de Leonardo da Vinci, artículo de Eloi de Tera para National Geographic Historia, actualizado a 9 de septiembre de 2021.
📚Leonardo da Vinci: los últimos años del genio del Renacimiento, artículo escrito por Cristina Acidini para National Geographic Historia, actualizado a 7 de mayo de 2019.
📚La Mona Lisa es una especie de calcomanía (pero muy elaborada), artículo de Àlex Sala escrito para National Geographic Historia, actualizado a 7 de octubre de 2020.
📚Mona Lisa, los enigmas de la obra maestra de Leonardo da Vinci, artículo escrito por Jesús F. Pascual Molina para National Geographic Historia, actualizado a 23 de marzo de 2023.
📚Mona Lisa, la obra más enigmática de Leonardo da Vinci, artículo escrito por Jesús F. Pascual para National Geographic Historia, actualizado a 23 de febrero de 2022.
📚El robo del siglo, la desaparición de la Mona Lisa, artículo de redacción de National Geographic Historia, actualizado a 30 de mayo de 2022.
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📚Los últimos años de Leonardo da Vinci, la agonía de un genio, artículo de Àlex Sala para National Geographic Historia, actualizado a 4 de mayo de 2023.
📚Una casa de subastas francesa descubre un dibujo de Leonardo da Vinci, artículo de Alec Forssmann para National Geographic Historia actualizado a 21 de diciembre de 2016.
📚Desvelado el secreto del 'Salvator Mundi' de Leonardo da Vinci, artículo de Carme Mayans para National Geographic Historia, actualizado a 13 de enero de 2020.
📚Dudas sobre El salvator mundi de Leonardo, el cuadro más caro de la historia, artículo de Àlex Sala para National Geographic Historia, actualizado a 6 de mayo de 2022.
📚La última obra maestra de Leonardo da Vinci, artículo de Javier Flores para National Geographic Historia, actualizado a 22 de mayo de 2019.
📚La última cena, la delicada obra maestra de Leonardo da Vinci, artículo de Àlex Sala para National Geographic Historia, actualizado a 2 de marzo de 2023.
📚Los fabulosos inventos de Leonardo da Vinci, artículo de Abel G.M. para National Geographic Historia, actualizado a 23 de marzo de 2023.
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