25- MARTÍN LUTERO, EL HOMBRE QUE DIVIDIÓ EUROPA.
«Si quieres cambiar el mundo, toma tu pluma y escribe».
Martín Lutero
(1483-1546).
La familia de Martín Lutero se dedicaba a la minería, pero él se apartó de esta ocupación porque en 1501 comenzó los estudios en la Universidad de Erfurt. Allí recibió el grado de bachiller en 1502 y una maestría en 1505. Siguió los deseos de su padre y se matriculó en la facultad de derecho de la misma universidad.
Pero en julio de 1505 —tenía 22 años— quedó atrapado en una tormenta y lo alcanzó un rayo. Tan cercana a la muerte fue la experiencia, que no se sentía preparado para enfrentarse a Dios. En medio del pánico invocó a Santa Ana —la patrona de los mineros— y cuando se salvó decidió cambiar por completo el estilo de vida. Dos semanas después de este acontecimiento se presentó en el claustro agustiniano de Erfurt y pidió que lo aceptaran en la orden.
Cuando llevaba casi dos años en el monasterio Lutero ingresó en el sacerdocio y profundizó en la enseñanza teológica. Más adelante efectuó un viaje como enviado a Roma y se enteró de la difícil situación financiera que atravesaba la curia debido a la construcción de la basílica de San Pedro. Para financiar las obras vendían indulgencias, es decir, el perdón de los pecados a cambio de dinero.
Al enterarse de los entresijos de la Iglesia —tan opuestos a las enseñanzas de Jesús— Lutero comenzó a tener grandes dudas, en especial sobre la importancia que se le daba a la palabra del papa por encima de la Biblia.
En 1517 como profesor de teología planteó un debate en torno a la venta de indulgencias, pero nadie participó. Así que le mandó sus tesis al cardenal Alberto de Bandeburgo —elector y arzobispo de Maguncia— y en la puerta de la iglesia del palacio de Wittenberg hizo públicas las 95 tesis con sus críticas. Enseguida las tradujeron al alemán, las copiaron y las imprimieron.
En dos semanas se difundieron de una punta a la otra del Sacro Imperio Romano Germánico, y, pasados dos meses, por toda Europa. Cuatro años después fue expulsado y debía abjurar de sus tesis en una Dieta Imperial en Worms ante el emperador Carlos V.
En 1520, mientras Carlos V se dirigía al Sacro Imperio para la Dieta de Worms, se produjo una gran tensión. En mayo promulgó el papa la excomunión de Lutero en tanto él, ayudado por Hutten y Sickingen, enviaba panfletos en los que invitaba al pueblo a lavarse las manos con la sangre de los romanos. Y apelaba a la nobleza germánica. Federico de Sajonia rechazó las peticiones papales y en diciembre, después de la llegada de Carlos, Lutero contestó a los pronunciamientos emitidos en su contra mediante la quema pública de la bula pontificia.
El nuncio del papa, Alejandro, escuchó todas las seguridades que le dio Carlos de ser un buen papista, pero a su salida de Worms comunicó la noticia de que todo el pueblo germano estaba en plena sedición religiosa. Y que un noventa por ciento se adhería a Lutero.
Hutten y Sickingen significaban una amenaza para el emperador. Así que al primero de ellos le otorgó una pensión para sacárselo de encima. Al observar la actitud de los príncipes, decidió recibir a Lutero en audiencia. Aquel encuentro fue bastante dramático.
En la primera entrevista —que tuvo lugar en un pequeño salón— Martín Lutero movió la cabeza de forma extraña. Solo le hicieron dos preguntas a las que debía responder sí o no: si los libros que había sobre la mesa eran suyos y si aceptaba retractarse de lo que decía en ellos. Por contestación pidió un aplazamiento, que Carlos V le concedió.
El emperador comentó:
—Este hombre no hará nunca de mí un luterano.
Al día siguiente se reunieron en un salón más grande y frente a un numeroso público. Martín Lutero empezó con una disertación, primero en latín y luego en el alemán común del pueblo. Les explicó acerca del contenido de sus libros y afirmó que él mismo estaba dispuesto a quemarlos si se probaban sus errores mediante las Escrituras.
Cuando le preguntaron si se retractaba o no respondió:
—A menos que me convenzan con argumentos extraídos de las Escrituras o por medio de una razón evidente (no confío en el papa ni en los concilios, pues es sabido que se han equivocado a menudo y hasta se han contradicho), me debo a las Escrituras que cito y mi conciencia es presa de la palabra de Dios. No quiero retractarme de nada, pues no es seguro ni justo obrar contra la propia conciencia.
Se formó un alboroto y ante las amenazas y los insultos sus amigos lo protegieron. Cuando Carlos no quiso escucharlo más el monje movió el brazo en el aire con gesto amenazador y se marchó. Sus palabras se extendieron enseguida por todo el Sacro Imperio.
A la siguiente jornada Carlos se puso de pie y leyó el ultimátum. Lo acompañaba el representante del pontífice. El papa León era aliado de Francia, pero la orden imperial le resultaba necesaria para su campaña contra Lutero y por eso le dio la espalda a Francisco I. Hubo un acuerdo más o menos secreto en el que el emperador reconocía los derechos papales sobre Nápoles y en el que se comprometía a capturar Parma y Plasencia para los Médicis. Además, restablecería en el ducado de Milán a Francisco Sforza. En resumen, hicieron causa común para echar a los franceses de la Lombardía.
Carlos V estaba encantado de que las derrotas de Sedán y de Lesparre recayeran sobre Francisco y que este apareciera como el responsable de quebrantar la paz justo en el momento en el que perdía el apoyo del papa y estaba a punto de recibir el arbitraje de Wolsey.
Quedó constancia por escrito de que el emperador exclamó:
—Dios mío, os doy las gracias de que no haya sido yo quien declarara esa guerra y que ese rey de Francia se empeñe en hacerme más grande de lo que soy. Gracias siempre que, dentro de poco, o yo seré un pobre emperador o él un pobre rey de Francia.
Volviendo a Lutero, como su mensaje ya era conocido y seguido por una inmensa mayoría no se retractó.
Abandonó Worms con un salvoconducto que le había concedido Carlos V para que regresase a Wittenberg, pero antes de llegar a su destino lo secuestraron unos hombres encapuchados y lo llevaron hasta el castillo de Wartburg, en las proximidades de Eisenach. Era un montaje organizado por el príncipe Federico de Sajonia para proteger a Lutero sin provocar la furia del emperador.
Se refugió allí y vivió apartado del mundo. Para protegerse se cambió el hábito de monje por un vestido de hidalgo, se dejó crecer el pelo y la barba. Se hacía pasar por el caballero Jorge y hasta se sumó a una partida de caza de nobles de la zona. Durante los seis meses que pasó allí tradujo el Nuevo Testamento al alemán. Tanto el pueblo como muchos gobernantes del imperio asumieron sus enseñanzas.
En una carta escribió:
«Aquí estoy, sentado como un tonto y endurecido por el ocio, rezo poco, no acudo a la iglesia del Señor y ardo de fuego en mi cuerpo sin domar. Resumiendo, debería arder mi espíritu, pero arde mi cuerpo, lo que se traduce en lujuria, pereza, ocio e insomnio».
En otra misiva puso que «en realidad no estoy solo, porque me acompañan muchos astutos demonios; me "divierten", como dice uno de ellos, y me perturban».
Décadas después se difundió la historia de que mientras Lutero estaba en Wartburg recibió la visita inesperada de un monje. Este, tras entablar una conversación con él, se reveló como demonio. Furioso, Lutero le tiró el tintero que tenía encima de la mesa. A los numerosos visitantes les contaban este mito y les mostraban la marca que había dejado en la pared.
En cuanto al pensamiento de Martín Lutero, este exigía que en lugar de lograr una redención de los pecados por medio del dinero el creyente demostrara un arrepentimiento interior. El conflicto entre la Iglesia tradicional y los reformistas creció hasta la separación. Esta dividió a Europa y fue la causa de la Guerra de los Treinta Años, de 1618 a 1648.
Sostenía que cada persona estaba unida de manera directa con Dios y por eso podía prescindir de la mediación de un sacerdote. Así la autoridad más importante era Jesús y relativizaba la relevancia del papa.
Otra diferencia radicaba en el número de sacramentos. En la Iglesia Católica eran siete: el bautismo, la confirmación, la eucaristía, la penitencia, la unción de los enfermos, la ordenación sacerdotal y el matrimonio. Entre los protestantes, en cambio, los sacramentos eran dos: el bautismo y la eucaristía.
El concepto de la eucaristía era distinto en ambos cultos. En el catolicismo, el pan y el vino se transubstanciaban en el cuerpo y la sangre de Cristo, pero para los luteranos Cristo solo se hallaba presente.
Lutero se casó en 1525 con la monja Catalina de Bora. Esta boda dio inicio al matrimonio sacerdotal dentro de muchas corrientes cristianas.
Tres años antes de morir escribió un tratado de antijudaísmo cristiano llamado Sobre los judíos y sus mentiras. En él exhortaba al uso de rabinos para trabajos forzados, incitaba a asesinar a judíos y a quemar las propiedades y las sinagogas.
Tenía razón Erasmo de Róterdam, quien al principio había simpatizado con Lutero, pero que enseguida había comprendido que la enseñanza de este solo conduciría a la lucha y a la intolerancia. Así que Erasmo abandonó ambos partidos —católico y luterano— a su suerte y se hizo neutral.
Martín Lutero (1483-1546).
Erasmo de Róterdam (1466-1536), humanista destacado, enseguida intuyó que la intolerancia de Lutero solo provocaría divisiones y se mantuvo al margen.
Si deseas profundizar más puedes leer:
📚Historia de Europa. La Europa del Renacimiento. 1480-1520, de J. R. Hale. Siglo XXI de España Editores, S.A, 2012, Madrid.
📚Cuatro príncipes. Enrique VIII, Francisco I, Carlos V, Solimán el Magnífico y la forja de la Europa moderna, de John Julius Norwich. Ático de los Libros, España, 2020.
📚Francisco I de Francia, de Francis Hackett. Editorial Diana, S.A., México, 1959.
📚Quién fue Martín Lutero y por qué provocó una ruptura en el catolicismo, artículo del Diario Clarín actualizado al 26 de febrero de 2023.
📚5 consecuencias inesperadas de la revolución de Martín Lutero, el movimiento protestante que cambió al cristianismo, artículo de Fernando Duarte para la BBC, de fecha 31 de octubre de 2017.
📚Lutero, el padre de la reforma, artículo de Mario Escobar para National Geographic Historia, revista número 166, edición 12 de 2017.
📚Todo sobre la reforma, Revista Vive la Historia número 38 del 6/2018.
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