Capítulo 35

A la mañana siguiente durante el desayuno apenas hablaron. Sirius tenía demasiadas cosas en la cabeza y Violeen había dormido mal y estaba cansada. La única de un humor excelente era Aqua, que volvió de su excursión nocturna y se metió a su terrario gigante a descansar.

Ese día transcurrió similar al anterior: Sirius salió a desempeñar misiones de la Orden y Violeen vagueó entre la cama y el jardín.

Violeen pensaba en Bellatrix más de lo que le gustaría. ¿Estaría bien? ¿La echaría de menos? Igual ya ni siquiera pensaba en ella... Pese a haberla defendido delante de Sirius, ella también sospechaba que seguía viva por error, que falló al matarla. Quería creer que trató de darle la oportunidad de vivir y huir, pero no tenía ninguna certeza. Pasaba horas contemplando el galeón que le regaló y rememorando los momentos juntas; los buenos, claro. Que tampoco fueron tantos. Si quitaba las discusiones del principio, la tensión y la incertidumbre a las que siguieron el dolor y la tristeza de las últimas semanas, quedaban pocos días bonitos. Pero aun así los hubo.

Violeen nunca había querido así a ninguna pareja, aunque eso no fuese necesariamente bueno. Quizá era preferible menos deseo e intensidad y más estabilidad...

Contempló a Aqua, durmiendo en una cueva dentro de su terrario y pensó que le gustaba la vida de su serpiente.

—¡Ya está la cena! —gritó Sirius desde el comedor.

La chica se sobresaltó, ni siquiera se había enterado de cuándo había vuelto. Se desplazó hasta el comedor y cenaron juntos.

—Hoy tengo que vigilar el Callejón Diagon, tememos que estén intentando atacar Ollivarder's... ¿Te apetece venir? —le ofreció Sirius.

Violeen deseaba decir que sí. Ir con él para hacerle compañía y ayudar si era menester. También porque sabía que la intención era tratar de animarla. Pero sentía miedo, angustia y sobre todo una enorme pereza. Sirius lo supo leer y retiró la oferta con educación, diciendo que mejor se quedase en casa con Aqua y ya saldrían otra noche. Ella le dio las gracias.

*     *     *

—Dumbledore ha avisado de que vendrá luego a tomar el té contigo —avisó Sirius a Violeen cuando ella apareció para el desayuno.

—Ah, vale —respondió ella sin mucho entusiasmo.

No obstante, se esforzó por sonreír y ser amable cuando el director apareció a media mañana. Respondió a sus preguntas asegurando que sí, que estaba bien, que no quería cambiar de aires, que ya se animaría cuando terminara la guerra... Ni ella misma creyó sus palabras, así que dudó mucho que Albus lo hiciera, pero al menos se abstuvo de replicar.

Viendo que no lograban animarla, Sirius pasó a un enfoque más práctico:

—Hoy tengo la noche libre. Vamos a beber —declaró después de cenar.

Por no dejarlo solo, Violeen le acompañó al salón. Sirius había tenido el detalle de comprar un litro de zumo de raíces amargas porque sabía que le gustaba. Él se sirvió whisky de fuego.

—Échame un chorro —pidió la chica extendiendo su vaso.

Sirius la miró sorprendido y obedeció mientras murmuraba:

—Creía que no tomabas alcohol.

—Me acostumbré —murmuró ella con la vista perdida en el ventanal junto a ellos que mostraba los campos y la luna sobre ellos.

Sirius asintió sin decir nada. Estuvieron varios minutos bebiendo en silencio y por un momento, Violeen se sintió un poco mejor.

—¿Cómo era? —preguntó Sirius de repente—. Es decir, ¿cómo conseguiste soportarla?

No la miraba, tenía la vista perdida en el fuego que crepitaba en la chimenea, pero lo preguntó sin acritud. Violeen imaginó que igual Sirius pensaba que la ayudaba hablar de ello. O quería mostrar interés, en cualquier caso agradeció el gesto.

—Al principio solo discutíamos... Bueno, ella quería discutir, yo no solía seguirle el juego y ella se enfadaba —empezó Violeen en un susurro—. Pero... le gustaba que la ayudara, que me preocupara por ella después de las misiones y eso. Supongo que porque nadie lo había hecho antes por ella.

Sirius seguía bebiendo sin mirarla, pero le prestaba toda su atención.

—Nadie le había dicho nunca que la quería.

Violeen añadió ese dato porque seguía resultándole antinatural. Bellatrix no siempre había sido una asesina múltiple y aun así, el trato que había recibido siempre fue similar.

—¿Tú se lo dijiste? —preguntó Sirius.

—Un montón de veces —respondió Violeen sin asomo de vergüenza—. También compartí mis recuerdos con ella, cuando aún tenía mis pociones. Y ella me enseñó algunos también. Tuvo una infancia horrible.

—Con nuestra familia no hay otra opción —murmuró él.

La chica asintió comprendiendo que para Sirius no habría sido mucho mejor. Aunque él tuvo a sus amigos en Hogwarts y eso le salvó.

—¿Y cómo lo sobrellevabas? —le preguntó Sirius al rato—. Estar... lo que sea con Bellatrix y a la vez saber que le estás mintiendo porque vas con el otro bando.

—Fue duro —reconoció Violeen—. Pero he tenido las cosas claras en todo momento: Voldemort debe ser derrotado.

El mago asintió sin poder disimular el alivio al sentir la sinceridad en sus palabras.

—Yo pensaba... mi idea era... Sé que Bellatrix ha hecho cosas muy malas y tendría que pagar por ello —admitió Violeen—. Pero pensaba conseguir que tuviera un juicio justo y que fuera a una cárcel buena, sin dementores ni nada de eso y poder ir a visitarla. Aunque ahora ya no querrá verme, así que...

No hubo más palabras, solo bebieron. Cuando ambos vieron que se estaban quedando dormidos, Sirius murmuró que era hora de irse a la cama, ya recogerían al día siguiente. Antes de marcharse a su dormitorio le dijo a Violeen:

—Lo siento. No por ella, ella ha tenido suerte... Pero siento lo que te ha tocado a ti.

—Gracias, Sirius —respondió sabiendo que le costaba decir eso.

La tarde siguiente Violeen estaba tomando el sol en la hierba del jardín —Aqua, estirada sobre su estómago, hacía lo mismo— cuando Sirius salió de la casa corriendo.

—¡Ataque de mortífagos!

No dio más datos, salió del área protegida y se apareció al punto. Violeen agradeció que no la hubiese invitado, pues la idea de reencontrarse así con Bellatrix le daba terror. Se suponía que estaba muerta y prefería seguir así.

No obstante, pasó unas horas terribles, muy nerviosa porque a Sirius le pasase algo... O a Bellatrix. Porque ahora no estaba ella para protegerla. Nunca la había necesitado, pero a Violeen le daba tranquilidad estar ahí.

En cuanto el sol se fue, entró a casa. Trató de distraerse leyendo y picoteando algo, pero no funcionó. Nada la relajaba desde que no podía fabricar ni consumir pociones. Se tumbó en la cama contemplando el terrario y así pasó el rato. Cuando Aqua se despertó, se mudaron al sofá del salón y ahí estuvieron jugando. Ambas se levantaron sobresaltadas cuando se escuchó la puerta; Violeen se levantó, Aqua elevó la cabeza.

—¿Ha ido todo bien? —preguntó un poco más tranquila al ver que Sirius estaba bien.

—Sí... Ha sido cerca de Hogsmeade, están intentando entrar a Hogwarts ahora que creen que no está Dumbledore. No creo que tarden mucho en conseguirlo. Quiero sacar a Harry de ahí pero él se niega, que quiere luchar dice... —masculló Sirius con rabia mal contenida.

Violeen lo miró y asintió. Seguía nerviosa, pero no se atrevía a preguntar. Sirius se dio cuenta y añadió entre burlón y amargo:

—Tu viuda no estaba.

A la chica no le molestó, asintió procesando la información. ¿Era bueno o malo? Quizá Bellatrix ya no apoyaba tanto a Voldemort... No, eso era una estupidez, ella nunca se perdía una misión. ¿Le habría pasado algo? ¿Voldemort la habría castigado por algo? Esperaba que no, esa idea la aterrorizó. Quizá simplemente estaba en una misión más importante... La voz de Sirius interrumpió sus pensamientos:

—¿Por qué está la alfombra manchada de...? Ah, que estoy sangrando.

Lo comentó con desinterés mientras se quitaba la capa y contemplaba la mancha ensangrentada en su camisa oscura. Violeen sospechó que, al igual que su prima, no se iba a molestar en curarlo.

—Ven aquí, quítate la camisa.

—Nah, deja, es solo...

—Quítatela para ver si es grave.

Sirius se negó un par de veces más. Violeen pensó que Bellatrix esa orden la acataba mucho más rápido. Pero al final consiguió que el mago se quitara la camisa y se sentara en el sofá.

Se trataba de una quemadura bastante fea de la que había brotado sangre. Violeen se concentró y colocó sus manos sobre él.

—¿Qué se supone que...?

Sirius se interrumpió porque la vio muy concentrada. Aqua los contemplaba a ambos intentando discernir qué pasaba.

—Ya está —suspiró la chica aliviada unos minutos después.

Limpió la zona con un conjuro de agua y el mago se asombró al ver que no había rastro. Le dio las gracias muy sorprendido. Ya con eso solucionado, Violeen lo contempló con calma.

—Llevas un montón de tatuajes.

—Me los empecé a hacer de adolescente para fastidiar a mis padres —comentó él.

—¿Eso es un ciervo?

—Sí, por James —explicó Sirius—. ¿Le puedes pedir a tu serpiente que me libere? Me quiero duchar.

Aqua se había enroscado en su brazo y desde ahí frotaba la cabeza contra su pecho mientras siseaba algo.

—Le gustan tus tatuajes —tradujo Violeen.

—Ah... Vale... Me alegro. Ahora si no le importa...

—Quiere que te la tatúes a ella. Dice que quedaría muy bien en azul.

Sirius la miró pensando que bromeaba, pero no era así. La serpiente le miraba a los ojos sin apartar la vista.

—Eh... Los llevo todos en negro —murmuró Sirius.

—Por eso cree que necesitas uno a color. Y su azul es muy bonito.

En ocasiones Sirius pensaba que igual la serpiente no decía nada y simplemente Violeen estaba pirada. Pero no tenía ninguna certeza. Así que sacudió la cabeza y prometió con rapidez que si ganaban la guerra, se lo pensaría.

—Ahora no tengo tiempo para tatuajes —zanjó el tema desenroscando a Aqua suavemente.

Mientras él se alejaba, la serpiente miró a Violeen. «Sí, sí, se lo hará» la tranquilizó y Aqua se marchó muy contenta a cazar.

A la mañana siguiente acababan de desayunar cuando apareció Albus. Sirius se sorprendió, no lo esperaban. El mago sonrió y respondió:

—Venía a felicitar a Violeen.

—Gracias, Albus, pero prefiero obviarlo.

—Siempre te encantó celebrar tu cumpleaños —recordó el director.

—¿Es tu cumpleaños? Podíais haber avisado, no te he comprado nada... —protestó Sirius.

—No quiero hacer nada, solo fingir que no está pasado —insistió Violeen.

El director respondió que lo respetaba y no tenían que hacer ninguna fiesta. Pero aun así tenía un regalo para ella. Sacó un paquete envuelto de una elegante papelería que claramente era un cuaderno. Violeen se imaginó que era otro diario bidireccional y Dumbledore lo confirmó:

—Así podemos seguir en contacto.

—Te lo agradezco, pero... a mí me gustaba el anterior y...

—Violeen, tienes que dejar de idealizar el pasado —la interrumpió Albus para su sorpresa—. Te gustaba ese cuaderno porque te lo regalé cuando eras pequeña y piensas que todo entonces era mejor. Pero te prometo que ahora también puede haber cosas buenas y te irá mejor si no te atas a tu pasado.

Molesta por el comentario, Violeen desenvolvió el cuaderno. Le sorprendió que era azul brillante y en la portada tenía el dibujo de una serpiente muy sonriente. Era precioso. Y supo que Albus lo había hecho así para demostrarle su argumento anterior. Le fastidió, pero a la vez sonrió, le dio las gracias y reconoció que era precioso.

—¿El tuyo es igual?

Dumbledore negó con una sonrisa y extrajo el suyo del bolsillo de su túnica, era rojo brillante y lucía un fénix en la portada. Los probaron y constataron que podían volver a utilizarlos para mandarse mensajes. Violeen le dio las gracias, aunque en esos momentos no le urgía porque no solía tener ganas de hablar.

—Y hay otra cosa...

Albus no sonó en ese momento tan convencido, pero aun así sacó otro librito de su túnica, este con aspecto más antiguo y usado.

—No sabía si dártelo... A decir verdad no quería hacerlo. Pero me temo que tienes que pasar página a tu ritmo y sería mucho más sanador si fueses tú la que decidieras abandonarlo y no el destino quien te obligara, así que...

Con gran curiosidad, Violeen abrió el cuaderno. Su corazón se aceleró al ver las recetas de los filtros oníricos que tanto amaba con letra de su madre. Más adelante había incluso algunas con su propia caligrafía, por ejemplo la que alteró para que Bellatrix y ella se pudiesen conocer con cinco años. Cuando consiguió despegar la vista, miró a Dumbledore casi llorando de emoción.

—Tu madre sabía cómo de valioso era y por supuesto me dio una copia. Ambas estaban ligadas: lo que escribías en el tuyo, se actualizaba en este.

—¿Pero solo tenías...?

—Ya he hecho varias copias más —se adelantó Albus a su pregunta—. Puedes quedártelo.

Violeen saltó del sofá y le abrazó eufórica, quizá con demasiada fuerza para alguien tan anciano. Pero no le importó. Apenas le escuchó cuando le pidió que lo usara con cabeza. Sirius, que había contemplado la escena, repitió con vergüenza que él no lo sabía y no le había comprado nada.

—¡Puedes hacerlo ahora! —exclamó Violeen al punto—. ¡Podemos ir juntos de compras!

Sirius se sorprendió porque Violeen nunca quería que gastara dinero en ella. Hasta que comprendió que quería un caldero e ingredientes para poder realizar sus pociones. Él no era quién para juzgar las obsesiones y traumas de nadie, así que alteró el aspecto de Violeen y fueron a un boticario a conseguirlos. Optaron por uno diferente al que solía ir Violeen para no la reconociera.

Cuando volvieron a casa con sus compras, la chica estaba mucho más contenta. Sirius murmuró que él tenía asuntos que gestionar y ella asintió distraída. Salió al jardín y lo preparó todo para fabricar ahí sus pociones. Sintió escalofríos de emoción al volver a disfrutar del proceso, de la concentración requerida, de los olores que emanaba, de la magia brotando de su cuerpo... Se sintió por fin un poco menos rota.

Las horas se le pasaron sin darse cuenta. Cuando terminó, entró las pociones a la casa con cuidado, requerían varios días de reposo y elaboración. Sirius volvió poco después. A Violeen le emocionó ver que había comprado una tarta para celebrar su cumpleaños. Colocaron a Aqua sobre el mantel y la compartieron los tres.

El día en que el primer lote de pociones oníricas estuvo listo, Violeen lo preparó todo en el jardín con mucha ilusión. Sirius la contemplaba de brazos cruzados sin decir nada, le alegraba que estuviese un poco más animada.

—Pruébalo conmigo —le invitó.

—No, gracias —respondió Sirius que no se fiaba de esas pociones.

—Albus también las ha consumido alguna vez, son seguras —insistió Violeen.

Sirius la había apoyado en el proceso y le había comprado todo lo necesario. Gracias a él, había fabricado también pociones comunes y había podido venderlas y ganar algo de dinero (que Sirius se había negado a aceptar). Por eso le hacía ilusión devolverle el favor.

—Puedes despedirte de tu amigo James. Saber qué piensa, decirle que Harry está bien...

Ante eso, notó que la actitud de Sirius cambiaba: sin duda estaba más interesado, aunque también tenso.

—No será real, será solo una fantasía —replicó el mago.

—Las cosas pueden ser lo reales que tú quieras, tú controlas tu cerebro. Y te sentirás mejor.

Sirius se lo pensó, pero al final respondió que mejor más adelante. Violeen asintió y murmuró que entendía que le diera miedo. Comentó de pasada que a su prima también se lo dio al principio, pero ella sí lo probó. Al momento, con el orgullo herido, Sirius se sentó a su lado y le preguntó cómo funcionaba. Violeen se lo explicó y se tumbaron juntos en la hierba.

—Pero... ¿tú también estarás ahí?

—No —respondió Violeen sabiendo que él prefería la privacidad—, no nos daremos la mano para viajar juntos, cada uno iremos al lugar que imaginemos. Pero estaré aquí al lado y descuida que si sucede algo, te sacaré.

Sirius asintió no muy convencido, pero procedieron a ello. A Violeen no le sorprendió que a ese Black también le costase mucho relajarse y dejar la mente en blanco, pero al final lo lograron.

Ella como siempre se refugió en sus recuerdos con sus padres y su tribu y ahí pasó casi una hora para calmar las angustias de los últimos meses. Cuando volvió a la realidad, Sirius seguía con los ojos cerrados. Se le veía un poco tenso pero mostraba una ligera sonrisa burlona. Todo iba bien.

Violeen se entretuvo haciendo crecer florecillas en la hierba hasta que Sirius despertó. Le advirtió que se incorporara lentamente y el mago obedeció.

—Ha sido... ha sido...

—¿Intenso? —le ayudó Violeen y él asintió—. ¿Has podido... hablar con ellos?

—Sí, he podido despedirme y saber que volveremos a vernos. Muchas gracias, Violeen.

La chica asintió y le respondió que de nada. Observó como el mago volvía a entrar en casa y sintió gran admiración al saber que él ya no querría —no necesitaría— volver a consumir sus filtros. Tenía la fortaleza necesaria para haber hecho las paces con su pasado y seguir adelante. Ella ya había perdido la esperanza de poseerla algún día.

A la mañana siguiente, cuando se despertó, Sirius ya no sonreía. Violeen le preguntó si sucedía algo y él le pasó el periódico. La chica sintió un escalofrío al leer la noticia de que había habido una nueva fuga masiva en Azkaban. Rodolphus Lestrange y otros nueve mortífagos estaban libres.

—La guerra ha empezado.

—¿Qué? —preguntó Violeen asustada.

—Es lo que significa esta noticia, el mensaje que manda Voldemort —aseguró Sirius—. Hemos tratado de postergarlo para que Albus recuperara su magia, pero me temo que vamos a tener que hacerlo sin él. La guerra ha empezado —repitió poniéndose en pie porque necesitaba hacer algo.

Violeen se quedó ahí asustada, rezando porque se equivocara. Pero Sirius tenía razón: la última batalla acababa de empezar.

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