Capítulo 33

Sentía mucho frío, dolor generalizado y un mareo que lo nublaba todo. Abrir los ojos requería un esfuerzo que no se veía capaz de hacer.

Despierta... Despierta... Me dijiste... estar conmigo siempre...

Lo primero que distinguió, completamente aturdida y febril, fue un mechón de cabello oscuro y una piel muy pálida. Y al momento pensó en Bellatrix.

Solo que las manos que la sujetaban eran demasiado ásperas y los ojos grises que la miraban con preocupación tampoco correspondían a los de la mortífaga... Cerró los ojos, así se estaba mejor. Pero escuchó a Aqua sisear de nuevo y se obligó a abrirlos.

Distinguió por fin a Sirius, que movía la boca; le estaba hablando pero ella no entendía nada. El mago se había quitado la capa y la había envuelto en ella, además ejecutaba sin parar conjuros de aire caliente... pero Violeen sentía frío. Intentó olvidar eso y centró todos sus sentidos en escuchar a Sirius.

—... llevas muchas horas y...

Violeen logró articular un suave murmullo. Sirius lo recibió con alivio. Sobre su pecho, Aqua la miraba fijamente y pese a ser un reptil, se percibía su inmensa preocupación. El mago le preguntó entonces si le entendía y ella asintió.

—Ahora que por fin estás consciente, tengo que sacarte de aquí, no es un lugar seguro. Voy a aparecernos, ¿crees que puedes hacerlo?

—S-sí.

—Muy bien.

Primero Sirius cogió a Aqua con total confianza, tras lo sufrido en las últimas horas ni recordaba lo letal que era. Después, sin ningún esfuerzo levantó a Violeen en brazos, se concentró y los apareció.

El viaje fue tremendamente desagradable para Violeen, estaba tan mareada que al llegar hizo amago de vomitar. No pudo porque no tenía en su cuerpo nada que expulsar, llevaba días sin comer.

Estaban en una hermosa zona entre colinas y praderas fértiles, a lo lejos se distinguía un pueblo, pero en esa zona no había ninguna construcción. Hasta que Sirius dio un par de pasos y al reconocer su magia una casa de campo apareció ante ellos. Tenía un amplio jardín delantero, una piscina en un lateral e incluso un pequeño campo de quidditch. Podía odiar su apellido, pero Sirius mantenía los gustos caros de los Black.

Violeen no pudo contemplar más porque sin soltarla, Sirius entró a casa. La acomodó en el sofá más próximo y una vez ahí la tapó con varias mantas. Una vez hecho eso, no parecía decidir cuál era el siguiente paso.

—Voy a avisar a Albus, ahora vuelvo. ¿Te importa quedarte sola un par de minutos?

—No... Pero ¿dónde...?

—Estás en mi casa. La construí yo mismo para vivir con Harry, para que pudiera crecer aislado del mundo mágico pero cerca de los Weasley, viven al otro lado de esta colina. Por eso esta casa está muy protegida, apenas cinco personas podemos entrar. Estás a salvo, ¿vale?

Violeen asintió.

—Ahora vuelvo —repitió Sirius—. Te dejo con tu fiel serpiente.

Aqua se había acomodado sobre una de las mantas sin dejar de mirarla. Sirius se metió en la chimenea y desapareció.

Violeen apenas pudo contemplar el salón. Seguía teniendo la vista nublada, todo se movía. Con torpeza, acarició a Aqua y le dio las gracias por estar con ella. Por lo poco que distinguió por la ventana y un reloj sobre la chimenea, calculó que había transcurrido casi un día desde su último momento consciente en la mansión Black.

Sirius cumplió su palabra: un minuto después, la chimenea le escupió de vuelta y después de él, a Dumbledore, visiblemente pálido y preocupado. Se acercó presuroso al sofá, le cogió la mano helada a Violeen y la contempló con detenimiento. Mientras, Sirius se alejó para preparar una infusión.

—¿Recuerdas quién eres? —le preguntó Dumbledore—. Dímelo, por favor.

—Sí. Me llamo Vio-leen, ten-tengo veintiocho a-años —respondió la chica con voz temblorosa, cada palabra le suponía un esfuerzo.

—¿Qué es lo último que recuerdas?

—Vol-voldemort le ordenó a... Be-Bellatrix que...

Dumbledore experimentó gran alivio al ver que no le habían borrado la memoria, al menos no toda: recordaba los nombres clave. Asintió y la animó a seguir. Con esfuerzo, logró contarle que Voldemort le ordenó a Bellatrix incendiarle la casa y como eso la hundió y además la temía por acabar con Dumbledore, la siguiente orden fue que la matase. Lo último que recordaba era a Bellatrix lanzándole un maleficio que impactó contra su pecho.

—Muy bien. ¿Tienes lagunas en la memoria? ¿Hay algo que no recuerdes o te resulte extraño? Exceptuando las últimas horas, claro.

Violeen lo meditó para estar segura, pero conocía bien los caminos de su mente. Todo estaba en orden... en el orden caótico habitual. Así que negó con la cabeza. Dumbledore recibió ese dato también con alivio.

Sirius volvió al salón y le colocó la infusión entre las manos. Violeen agradeció enormemente el calor y el sabor afrutado.

—Es de la botica del callejón Diagon. Las toma Harry para calmarse después de tener pesadillas o momentos malos.

Violeen dio un sorbo y al momento se sintió un poco mejor. Dumbledore aprovechó y le pidió a Sirius su versión; había aparecido en Grimmauld Place gritando que Violeen se moría, pero sin dar más datos porque era urgente.

—Hace unas horas... A primera hora de la tarde —intentó concretar Sirius— estaba volviendo a casa después de visitar a Moody en San Mungo. He visto algo que brillaba y se agitaba en el suelo y era Aqua. No estaba seguro de si era la misma serpiente, pero estaba claro que le sucedía algo. No sabía qué hacer, entonces se ha dado la vuelta y ha empezado a alejarse. Al poco ha parado y se ha girado, como si...

—¿Quería que la siguieras? —aventuró Dumbledore sabiendo que Sirius se sentía ridículo ante la idea.

—Eso me ha parecido, aunque suene raro. He pensado que por seguirla un par de metros no había mucho riesgo. Me ha guiado por el campo a tal velocidad que he tenido que transformarme en perro para poder seguirla.

—Las serpientes crótalo mágicas pueden multiplicar su velocidad cuando están en peligro —explicó Dumbledore—. También poseen un extraordinario sentido de la orientación.

Sirius asintió y continuó su relato. Explicó que tras casi tres horas habían llegado a una zona boscosa en la que Sirius nunca había estado. Y ahí, en el suelo, completamente inmóvil estaba Violeen.

—Estaba muerta, no le latía el corazón ni respiraba. Aunque no parecía... no parecías un cadáver —continuó Sirius con un gesto de disculpa—, he creído que ya no podía hacer nada. Pero Aqua no paraba de agitarse, sisear y moverse, como exigiéndome que hiciera algo. Para intentar calmarla y que comprendiera la situación, he probado varios conjuros revitalizadores y contramaleficios para eliminar conjuros de sueño, petrificación o desmayo. Como esperaba, nada funcionaba. Pero Aqua no se calmaba. Así que he seguido probando todo lo que recordaba...

Violeen lo contemplaba ahora ya con nitidez gracias a la infusión y a que por fin estaba entrando en calor.

—Y de pronto, con un contramaleficio que mi madre me obligó a aprender con diez años, me ha parecido que volvía a respirar.

—¿Qué maleficio? —inquirió Dumbledore al punto.

—Uno que creó una tatarabuela de los Black. Hace que el corazón y la respiración se detengan. Pero no llega a matarte del todo hasta que transcurre un día. Hasta entonces, mantiene un hilo de vida mágico que permite resucitar a la persona si se conoce el contramaleficio que vuelve a activar los sistemas.

—Nunca lo había oído —reconoció Dumbledore.

—Porque solo los Black lo conocemos. Igual ni siquiera todos, dudo que mi madre se lo enseñara a Regulus... Y mi tía igual, no tenían paciencia para enseñar —comentó Sirius con amarga ironía.

—¿Bellatrix lo conocería?

Sirius iba a responder que seguramente sí, pero Violeen se adelantó:

—Sí. Me lo enseñó hace unos meses.

Ambos la miraron sorprendidos por la información. Los tres sabían que ahí había mucho que hurgar, pero no era el momento. Violeen necesitaba recuperar fuerzas. Por suerte, como responsable legal de Harry Potter, Sirius poseía un nutrido botiquín.

—Dale una poción sanadora, una general, que reactive su cuerpo. Habrá pasado varias horas en el bosque y estamos en marzo, hace frío. También una energizante para que recupere fuerzas. Y le vendría bien comer algo...

—Marchando —respondió Sirius levantándose del sillón.

Volvió poco después con las pociones mencionadas y Violeen se las tomó. Después, preparó una buena cena y la sirvió en la mesita del salón para que Violeen no tuviese que levantarse del sofá. Cuando terminó, Sirius la acompañó al baño para que se diera una ducha caliente. Finalmente la llevó al cuarto de Harry para que pudiera acostarse, era más rápido que preparar el de invitados.

—Descansa, mañana lo verás todo mejor —le aconsejó Albus con una sonrisa cálida—. Me quedo aquí esta noche por si necesitas algo.

Violeen asintió y les dio las gracias, especialmente a Sirius por salvarle la vida. El animago le quitó importancia con un gesto de la mano y le deseó también buenas noches.

Esa noche, pese a sus costumbres, Violeen se acostó con pijama. En concreto con uno térmico que le dejó Sirius.

Muchas gracias, Aqua... Me has salvado... Eres la mejor. Te quiero.

Juzgó que lo había dicho bien porque la serpiente frotó su cabeza contra su cuello y se quedó con ella. En esta ocasión no se movió en toda la noche. A Violeen le costó un rato dormirse porque no tenía a su peluche ni a... Además seguro que Sirius y Albus pasaban la noche en vela debatiendo sobre ella, eso la incomodaba. Dejó de pensar. Estaba demasiado cansada hasta para eso, al día siguiente ya gestionaría los nuevos conflictos. Vació su mente y se agarró al pensamiento feliz de que Aqua y Sirius le habían salvado la vida.

Cuando despertó, durante los primeros segundos no recordó nada y eso le dio paz. Su ánimo decayó cuando los recuerdos volvieron a su mente. Miró a su alrededor. El reloj de la mesilla marcaba las nueve de la mañana. Estaba en la habitación del legendario Harry Potter, repleta de posters de quidditch y fotos de sus padres y padrino. Había también una estantería con libros y un montón de artilugios mágicos de último modelo. Sin duda Sirius lo cuidaba bien.

—Buenos días, Aqua —susurró con voz adormilada.

La serpiente se acercó a ella tras haberla vigilado toda la noche.

—Ahora puedes dormir tú —añadió acariciándole la cabeza, pues como todas las serpientes, Aqua era nocturna y prefería dormir por el día.

—Qué bien que estés despierta —la saludó Sirius asomándose—. Ven, acabo de preparar el desayuno.

La chica asintió y se levantó lentamente, analizando qué partes del cuerpo le molestaban. Era un dolor generalizado por todo el cuerpo, pero nada intenso, podía sobrellevarlo sin problema. Aqua se acurrucó en el espacio de la cama que había dejado caliente y ahí se ovilló para dormir.

Violeen tomó aire antes de abandonar la habitación sospechando que sería un día duro. Aunque probablemente menos que el anterior... y desde luego menos que el anterior al anterior. No le habían enseñado la casa e ignoraba dónde estaría el comedor, pero escuchó al fondo la voz grave de Sirius y allá se dirigió.

La estancia era muy bonita y luminosa, con una zona de cocina y otra de comedor y una amplia ventana que dejaba entrar la luz.

—Buenos días, Violeen. ¿Has podido descansar? —la saludó Albus con amabilidad.

Él y Sirius estaban ya sentados a la mesa. Ella asintió y ocupó el lugar junto a Sirius, que le sirvió un plato con bacon, huevos revueltos y salchichas. Violeen nunca desayunaba tanto.

Apenas hablaron mientras comían, hubo alguna mirada nerviosa, especialmente por parte de Sirius, pero nadie quería abordar el tema con el estómago vacío. Cuando terminaron Violeen quiso ayudar a limpiar, pero Sirius lo solucionó rápido con un par de giros de varita que apilaron los platos bajo el grifo y se fueron lavando solos.

Pasaron después al salón, Violeen se medio tumbó en un sofá tapándose con la manta, Sirius se sentó en otro y Dumbledore en una butaca. Los dos hombres la miraron y fue el director quien hizo la pregunta:

—¿Qué ha pasado estos últimos días? Dejaste de responderme en el diario y me preocupé. Sirius fue a comprobar que estuvieras bien y tu casa estaba destruida hasta los cimientos.

Violeen asintió con tristeza. Lentamente, les fue explicando todo lo sucedido desde que presuntamente mató a Dumbledore. Terminó con la escena de Bellatrix matándola y después aclaró los cabos sueltos.

—Y cuando estuve en la mansión Black... Estaba tan triste por haber perdido mis pociones para siempre que no conseguía ni salir de la cama. No fui capaz de salir para ir a verte y tampoco tenía otra forma ya de comunicarme porque también perdí el diario. Lo siento, Albus.

—No te preocupes, conseguiremos otro. ¿Qué maleficio empleó Bellatrix para matarte? ¿Pudiste verlo? —preguntó Dumbledore con interés.

—No... O sea, sí que estaba despierta y la vi hacerlo, pero solo vi que me apuntaba con la varita... y ya. No recuerdo ninguna luz ni que pronunciara ningún hechizo.

—¿La viste hacerlo? ¿Te inmovilizó o cómo...? —quiso saber Sirius.

Violeen valoró si mentir. No, ya no había nada que proteger, ya todo estaba perdido. Esos dos hombres eran lo único cercano que tenía ahora.

—No, no me inmovilizó. Tampoco me defendí.

—¿Cómo que no? —inquirió Sirius.

—Me daba igual morir, casi lo deseaba... No tengo mis pociones, no tengo mi cuaderno, no tengo ya nada de mi pasado... Si no lo hice fue por no dejar sola a Aqua.

Ambos magos la miraron con preocupación, Sirius incluso con desconfianza. Él perdió a sus mejores amigos y nunca pensó en suicidarse. Debía cuidar a Harry. Claro que Violeen no tenía humanos a su cargo... pero aun así...

—¿No querías vengarte? ¿No quieres vengarte? —inquirió.

—No, Sirius. Nunca he creído en la venganza ni en el odio —respondió mirándolo a los ojos.

—Cada uno procesamos las vivencias de forma diferente y todas son válidas, aunque debamos esforzarnos en pulir nuestras aristas —intercedió Dumbledore—. Pero es interesante saber que pese a que cree que me mataste para protegerla, Bellatrix trató de asesinarte sin titubear.

—No es interesante, es obvio a poco que conozcas a mi prima —se burló Sirius.

—Se enteró de que soy una traidora.

La miraron sorprendidos y le preguntaron cómo fue posible. Violeen les explicó que la pilló, decidió sincerarse antes de morir y le enseñó varios recuerdos.

—¿Está al corriente entonces de que no he muerto? —preguntó Dumbledore.

—Eso no se lo mostré... Pero igual lo deduce porque sí vio lo importante que eres para mí.

El director no dijo nada, pero sus ojos brillaron con emoción. Decidió que no importaba: si Voldemort creía que estaba vivo y con sus poderes, les venía bien. Y si pensaba que estaba muerto, también. Mientras no supiera que ahora no podía ni ejecutar un accio... Violeen y Sirius lo meditaron y consideraron que tenía razón. Entonces pasaron al tema clave, al que los dos magos habían pasado la noche debatiendo. Estaban ansiosos por conocer su opinión (sobre todo Dumbledore, Sirius tenía muy clara la realidad).

—¿Crees que estás viva por error? ¿O que por algún motivo Bellatrix decidió perdonarte la vida?

—No lo sé —respondió Violeen con sinceridad.

—No le perdonó nada. Cuando la encontré le quedaban pocos minutos de vida. Y si la hubiese encontrado cualquier otra persona del mundo, hubiese muerto. Bellatrix quería matarla, no tengo ninguna duda.

—¿Y por qué no lo consiguió? —quiso saber Dumbledore—. Es una bruja extraordinaria, no suele fallar en esos menesteres... Podía haber empleado la maldición asesina, ¿por qué arriesgarse con algo que tarda más?

—Quizá para torturarla mientras... o por cualquier motivo extraño que le dijeran las voces de su cabeza —argumentó Sirius, que no veía capaz a su prima de ninguna decisión racional.

Era el mismo debate que habían tenido durante horas, pero no les importaba repetirlo con Violeen delante, necesitaban que ella arrojase luz al asunto.

—No lo sé —repitió la chica—. Ha dedicado muchos meses a entrenarme, he estado en fiestas de su familia, he vivido en su casa, charlado con su elfo... Igual me tomó el cariño justo para que en un avada fallase el deseo de matarme.

Sirius masculló que esa mujer nunca le había tomado cariño a nada. Dumbledore simplemente la contempló en silencio. Violeen le devolvió la mirada. Sabía cuál era su angustia, lo que deseaba saber desde hacía varios meses. Entonces sintió rabia. Le quería, pero estaba así por culpa de Albus. Y él era muy listo, seguro que intuyó que podía suceder. Violeen también necesitaba respuestas.

—Sabías que sucedería —le acusó mirándole a los ojos—. Me enseñaron a querer a todo el mundo, a ver la luz en cualquier persona... Tú lo sabías. Sabías que pasaría.

—Confiaba en que Bellatrix no colaborara —reconoció Albus con pesar al ver confirmados sus peores presagios.

—¿Colaborar en qué? —quiso saber Sirius notando la intensidad en el ambiente.

Hubo varios segundos de silencio tenso, hasta que Violeen respondió:

—En que me enamorara de ella.

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