Capítulo 27

—Será esta noche... en Hogsmeade... Iremos a casa de Abeforth y...

—¿A su casa? —replicó Violeen—. ¿Es que ya no respetamos nada?

—Está más apartada que... el bar ese —le explicó Bellatrix—. No necesitamos que todo el pueblo... se entere...

—O podemos quedarnos aquí y no ir— sugirió Violeen mirándola.

—Deja de decir tonterías y sigue —ordenó la mortífaga volviendo a empujarla entre sus piernas.

La joven había ido a la mansión de su maestra con la intención de continuar con sus clases. Al principio había sido así.

En esa ocasión entraron en casa, pues para ensayar conjuros para borrar la memoria no hacía falta el aire libre. Violeen estaba prestando atención —siempre lo hacía con Bellatrix—, pero aun así no le gustaba la idea de borrar los recuerdos de alguien. Estaban practicando con un viejo auror de los que hacían guardia intentando apresar a la mortífaga: había tenido la desdicha de que ella lo apresase primero. Ahora el hombre estaba bajo imperio y no recordaba ni su nombre.

—No quiero —protestó Violeen.

—Nunca sabes cuándo lo vas a necesitar.

—Si lo necesito algún día, sabré hacerlo. Me lo has explicado muy bien, no necesito practicarlo.

—¡Sí que lo necesitas! Debo estar segura —insistió la mortífaga subiendo el tono con desesperación.

—¡No! ¡No quiero practicar con otro humano! ¡Sé que no le hace daño ni nada, pero no quiero!

Hubo unos segundos de rabia y desesperación en los ojos de Bellatrix. Después, completamente seria, miró a Violeen y le dijo:

—Si lo haces bien te dejo practicarme sexo oral.

Hubo unos segundos de incredulidad por parte de la chica. Seguidamente, con un gesto de su mano, el auror olvidó quién era la persona a la que veía reflejada en el espejo del fondo. Bellatrix sonrió satisfecha. Llamó a Kreacher para que se lo llevara y el elfo obedeció. Violeen quiso preguntarle a dónde lo iban a llevar y qué iba a pasar con él. Pero no pudo porque Bellatrix la empujó del hombro y Violeen se vio de rodillas bajo la falda de la mortífaga. A ella misma empezaba a preocuparle lo adictivo que resultaba eso.

Como a Bellatrix la excitaba mucho practicar magia y conseguir lo que quería, Violeen ya tenía medio trabajo hecho. Y completó la misión enseguida. Dieron la sesión por concluida y subieron al dormitorio porque hubiese sido absurdo hacer otra cosa.

Y ahí estaban, Violeen repitiendo la estrategia para subir nota y Bellatrix explicándole la misión de esa noche porque iban justas de tiempo.

—Entonces iremos y... Han aumentado los aurores, así habrá más diversión hasta que... Llegue el Dumbledore que nos... interesa —jadeó la mortífaga—. ¿Cómo es posible que me haya perdido esto toda mi vida?

—Porque no le has dejado a nadie hacértelo —aseguró Violeen dejando de succionar por un segundo—. Estás increíblemente buena (en todos los sentidos) para lo mala que eres luego.

Bellatrix sonrió burlona y orgullosa ante eso. No obstante, le comentó que con su marido hubiese sido difícil, dado que nunca tuvo claro dónde estaba cada cosa. Violeen no la escuchó, desconectaba siempre que hablaba de Rodolphus, como si así dejase de existir.

—Vale, para ya —exigió Bellatrix varios minutos después.

Había llegado al orgasmo y aun así Violeen seguía chupando porque adoraba como sabía. A la mortífaga se le hacía extraño que alguien la adorase en ese aspecto (aunque no tenía quejas).

—Creo que es porque siempre he llevado una alimentación natural —razonó Violeen tumbándose junto a ella—. Ya sabes, me gustan los zumos de frutas, tés de bayas, batidos naturales... Es casi evidente que tenía que gustarme como sabe tu...

—¡No termines esa frase! —advirtió la mortífaga.

Pese a su estado actual y a que habían hecho cosas bastante poco elegantes juntas, seguían quedándole resquicios del recato que le inculcó su familia.

Violeen sonrió y obedeció. Al poco Bellatrix la agarró del brazo, la colocó sobre su cuerpo y la besó mientras le arañaba el trasero. La joven se dejó besar, un poco aturdida porque esa situación no parecía real. Pero lo era, el corazón de Bellatrix latía con fuerza.

—Ven.

—¿Mmm? —replicó Violeen aturdida—. Ya estoy aquí.

Bellatrix puso los ojos en blanco. La sujetó por la cintura y como tenía sorprendente fuerza no le costó nada colocar el sexo de su amante sobre su boca. Que su maestra le metiera la lengua en el coño le pareció a Violeen una forma excelente de terminar la lección del día.

—Tengo que irme.

—¿Qué? —replicó Violeen.

Hacía quince minutos del orgasmo, estaban tumbadas en la cama perdidas en sus pensamientos y disfrutando del placer recibido.

Violeen contempló a Bellatrix vestirse con rapidez. La mortífaga le explicó que todavía tenía que acordar detalles del evento de esa noche con sus compañeros y también tenía que hacer algunas gestiones.

—Ya sabes, por si muero esta noche —ironizó Bellatrix—. Con el viejo loco de Dumbledore nunca se sabe y si sale bien, esta noche habrá dos.

—No me gusta que muera gente a la que quiero —replicó Violeen con seriedad.

La mortífaga la miró sorprendida y al final sonrió. Se inclinó sobre la cama, la besó mientras le estrujaba un pecho y murmuró: «Entonces intentaré no hacerlo».

Tras varios minutos de besuqueos y meterse mano, de nuevo acalorada, Bellatrix se obligó a parar. «Quédate aquí, quédate hasta que tengamos que ir esta noche» le ordenó. Violeen empezó a verbalizar un 'pero'; Bellatrix fue más rápida: alegó que así era más cómodo y que Aqua estaba muy feliz jugando en el jardín. Como era verdad —su serpiente amaba ese lugar— Violeen aceptó. Se quedó en la mansión y Bellatrix se marchó.

Violeen deseaba comunicarse con Dumbledore, informarle de que el ataque sería esa noche y que su hermano debía estar preparado. Pero le daba miedo abandonar la mansión y que aquello fuese una trampa (no podía bajar la guardia, era su vida y muchas otras lo que estaba en juego). Se tranquilizó al recordar a Snape: él también formaba parte de la operación y era espía. Él informaría a los Dumbledore.

A mediodía Kreacher la avisó de que estaba la comida. Violeen no tenía hambre. Ahora, sola —y con la angustia de haber sumado otro acto de profundo amor, deseo y lujuria con quien no debía— no se sentía tranquila. Pero comió algo para no desilusionar al elfo. Después salió al jardín y pasó la tarde jugando y practicando parsel con Aqua.

—Seguramente te tendrás que quedar aquí esta tarde y esta noche. No te voy a llevar porque es peligroso. ¿Te parece bien? Tú quedarte aquí... hoy... esta noche.

La serpiente levantó y bajó la cabeza en un entusiasta asentimiento. Realmente adoraba esos árboles. Se tumbó en la hierba junto a ella, cerró los ojos y trató de relajarse para lo que se venía esa noche.

Cuando Bellatrix regresó ya había anochecido y ella estaba en su modo mortífaga: mucho más seria, acelerada y con un brillo salvaje en los ojos.

—Vamos.

Violeen solo asintió temblorosa. No se atrevió a decir que tenía miedo, que no quería ir, que no le gustaba esa vida.

Bellatrix le arrojó la capa que siempre le daba para ocultar su rostro en las misiones y Violeen se la puso mientras salían. Esta vez aparecieron en un lateral del pueblo: a la derecha estaba la última casa de piedra de una callejuela y a la izquierda ya todo era campo con arbustos y malas hierbas. Había muy poca luz, pues solo la calle principal del pueblo tenía buena iluminación. Se respiraba una calma tensa, solo se escuchaban ruidos lejos de la naturaleza.

De nuevo habían llegado las primeras. Bellatrix era una ansiosa cuando se trataba de cumplir las órdenes de su maestro. No dijeron nada, la mortífaga muy ocupada inspeccionando el terreno y Violeen tratando de no temblar.

La joven iba a abrir la boca para sugerir que igual se había cancelado cuando vio que Bellatrix se tensaba repentinamente.

—¿Q...?

Eso fue todo lo que logró articular antes de que Bellatrix la hiciese callar con una mirada asesina. Le indicó con un gesto que se quedase ahí. Violeen asintió y la observó alejarse con paso felino, sin hacer ningún ruido, con su varita preparada. Había sentido el rastro mágico de alguien... de alguien que conocía.

Cuando la vio desaparecer de su campo de visión, Violeen optó por desobedecer. No quería quedarse sola ahí. Corrió intentando no hacer ruido, pero pronto dejó de esforzarse: oía gritos y veía haces luminosos de hechizos rebotar. Se mantuvo a cierta distancia y por eso no distinguía bien quiénes eran. Dos mujeres, eso sí. Y las dos luchaban contra Bellatrix, se notaba la tensión. La mortífaga estaba tan centrada en atacar que ni reía ni se burlaba como en otras ocasiones. No pensaba fallar.

—¡Mamá, vete! ¡Te dije que te quedaras en casa!

Al escuchar esa frase y acercarse un poco más, Violeen comprendió que se trataba de la auror metamorfomaga... No conseguía aprenderse su nombre. La otra era su madre; la hermana de Bellatrix. Y Violeen nunca había visto a su maestra tan determinada a matar a alguien, ni siquiera con Sirius.

Por los gritos Violeen dedujo que la chica había cometido el error de hablarle a su madre de la misión en Hogsmeade (de la que efectivamente Snape se había chivado) y Andrómeda no pensaba dejarla sola. En sus tiempos ella también fue buena bruja, aunque ahora hiciese poco más que cuidar a su familia. Había también determinación en sus ojos, dispuesta a matar a cualquiera que hiciera daño a su hija. No obstante, no era tan hábil como Bellatrix y por eso la mortífaga igualaba las fuerzas de ambas sin mucho problema.

—¡Incarcerous!

En esta ocasión, ocupada en desviar un maleficio dirigido a su madre, Tonks no pudo defenderse. Cayó al suelo presa de unas gruesas sogas (que paradójicamente amortiguaron la caída) y al momento Bellatrix la aturdió.

—¡Nymphadora! —gritó Andrómeda con horror.

No supo si atender a su hija o continuar con el duelo... Y ese momento de duda era un lujo que no podía permitirse con esa oponente. El resultado fue que Bellatrix la desarmó e inmovilizó.

—Bien, bien... —murmuró la mortífaga acercándose a ella—. ¿Cómo prefieres morir? ¿La maldición asesina? Es un clásico, pero no duele... ¡No podemos permitir eso!

Su voz era burlona entrelazada con veneno. La mirada de Andrómeda era de absoluta frialdad, pero también había miedo. No contestó, parecía atragantarse con su propia rabia.

—Deberías darme las gracias... —susurró Bellatrix—. Te he dado muchos años extra de vida, has incluso mancillado nuestra estirpe todavía más —comentó señalando a Tonks con desprecio.

—Cómo te atreves... —siseó Andrómeda en un tono muy parecido.

—¿Cómo me atrevo? —replicó Bellatrix con incredulidad—. ¡Pensarás encima que eres inocente en todo esto! —exclamó dándole una patada en las costillas.

Andrómeda ahogó un grito de dolor y replicó:

—¡Claro que lo soy! ¡No es mi culpa que mi hermana esté loca!

—¿Ah no? No estaba tan mal a los dieciséis, ¿sabes? Cuando tú decidiste fugarte con el sangre sucia.

Andrómeda no contestó. Su hermana, con la respiración pesada por la furia, continuó:

—Narcissa y yo no te delatamos aunque lo sabíamos desde el principio. Te pedimos que no lo hicieras, que al menos esperases a cumplir dieciocho... Pero no podías, ¿verdad? Porque nunca te ha importado nadie más que tú. No te importó que por tu culpa yo tuviera que casarme al momento con el estúpido de Rodolphus para silenciar la noticia de tu traición. Ni que además tuviese que tomar la marca y unirme a los mortífagos mucho antes de estar segura porque la otra opción que el Señor Oscuro les dio a nuestros padres era que te asesinaran. Nada de eso te importó.

—No sabía eso —respondió Andrómeda, manteniendo el odio pero sin mirarla.

—¡Claro que lo sabías! —le espetó Bellatrix que detestaba que la tomaran por tonta. Con un gesto furioso de su varita, un corte apareció en la mejilla de Andrómeda—. ¡Por supuesto que lo sabías! ¡Nos explicaban lo que pasaría en caso de traición desde que nacimos! Narcissa y yo te advertimos que las decisiones de una repercutían en las otras. Pero a ti te dio igual. Y has preferido olvidarlo, ¿verdad? Apuesto a que hasta sacaste esos recuerdos de tu mente para seguir siendo la inocente y maravillosa hermana Black a la que su familia desterró...

La mirada incómoda de Andrómeda confirmó que tenía razón. Bellatrix la miró con odio y le escupió. Violeen comprendió que nunca habían hablado de aquello —que no habían vuelto a hablar desde que la mediana se fugó— y se sintió mal por estar escuchando. También comprendió a Bellatrix un poco más.

La mortífaga pronto perdió la paciencia y decidió finiquitar el asunto:

—Dame las gracias porque no vas a sufrir... por mucho que lo merezcas. Avada...

—¡No lo hagas! ¡Por favor, Bellatrix! ¡No lo hagas! —suplicó Violeen agarrándola del brazo.

Bellatrix la miró con una furia que la aterrorizó, pero no retrocedió.

—¡Lárgate! Te he dicho que te quedaras ahí —le espetó soltándose de un golpe.

—¡Por favor! ¡Tiene una hija! —insistió Violeen, viendo como la auror que acababa de despertar las miraba aterrorizada, casi llorando al ver a su madre.

Pareció que Bellatrix iba a replicar, pero entonces sonrió.

—Tienes razón... Tiene una hija... Por lo que tengo entendido de los sentimientos humanos... sufrirá más si la mato a ella.

—¡No! —suplicó Andrómeda cambiando de tono radicalmente—. ¡Mátame a mí! ¡Tienes razón, tienes razón en todo! ¡Sí que hice todo esto, sí que fui egoísta! Yo solo quería salir de ahí, sabía que tú lo pasarías mal, en Narcissa nunca hubo tanta presión, pero... estaba enamorada y... ¡Lo siento! Te juro que tengo pesadillas a diario, las he tenido todo este tiempo. Mátame como prefieras, pero por favor, ¡déjala ir!

Nadie supo leer en el rostro de Bellatrix qué había sentido ante esa confesión. Pero estaba dudando. Sobre a quién matar primero, por supuesto.

—¡Bella, ya han llegado los demás! —exclamó Violeen.

Había tanta tensión en esa escena que solo ella escuchó los gritos y explosiones en la callejuela del pueblo que habían dejado atrás. Bellatrix se giró sobresaltada y comprendió que así era.

—¡Vamos, tenemos que ir! ¡Fracasarán si no estás tú! —insistió Violeen.

—Las mato rápido y...

—No es feliz, Bellatrix, ¡mírala! ¡Es mucho peor vivir así que morir! Créeme, morir es una liberación. Puedes matarla en cualquier otro momento y vivirá con ese miedo. Bella, por favor...

Había una rabia inmensa en la mirada de la mortífaga porque tratara de manipularla. Violeen lo estaba expresando en positivo, sin amenazas. Pero Bellatrix entendía que si las mataba, su discípula ya no querría seguir. Y eran demasiados meses de entrenamiento para echarlos por la borda ahora...

Tonks aprovechó esos momentos de duda para aflojar las cuerdas, era parte de su formación de auror. Cuando lo consiguió, no se molestó ni en levantarse. Se arrastró a toda velocidad, agarró a su madre y desaparecieron.

—Vas a pagar por esto.

Violeen asintió asustada y dolida por el odio en la voz de Bellatrix. No pudo replicar porque la mortífaga corría hacia el escenario principal. Necesitaba matar a alguien y ya le daba igual a quién.

La batalla se había desplazado a los campos circundantes: una docena de figuras se arrojaban y desviaban hechizos. Solo los fogonazos de colores y un par de farolas lejanas iluminaban la escena. Era difícil saber quién iba con quién.

A Violeen la tranquilizó ver a Albus, siempre causaba ese efecto en ella. Solo que después vino la intranquilidad, pues si estaba ahí, corría el riesgo de que insistiera en la tontería de fingir su muerte. Y también estaba Voldemort. Eso destruyó por completo su paz.

—Hay destinos peores que la muerte, Tom —le decía Dumbledore a Voldemort mientras intercambiaban conjuros.

Bellatrix se percató de que era la misma idea que acababa de transmitirle su discípula.

—¡Nada es peor que la muerte! ¡Y es ahí a dónde vas! —aseguró el mago oscuro.

El basilisco de fuego que Voldemort arrojó contra Dumbledore fue tan potente que varias parejas dejaron de combatir para gritar asustadas. Pero la forma en que el director, con un par de giros de varita lo convirtió en una ventisca de hielo que atrapó al Señor Oscuro fue tan potente que hizo temblar el suelo. Violeen tuvo claro quién iba a ganar. Y de un vistazo a su rostro ensombrecido supo que Bellatrix también.

—¿No me dijiste que...? —empezó a preguntarle Violeen a Bellatrix.

No necesitó mentar el truco bajo la manga de Voldemort porque se desveló en ese momento. Tras liberarse del contrahechizo de Dumbledore, la varita de Voldemort se prolongó convirtiéndose en una serpiente que apresó a Snape y lo dejó caer a sus pies. El profesor de pociones intentó liberarse, pero Voldemort destruyó su varita y lo inmovilizó.

—He cazado a tu espía. Entrega tu varita o muere —fue la oferta del Señor Oscuro.

Bellatrix abrió los ojos con sorpresa y con emoción. ¡Por fin su maestro la escuchaba! Por la expresión en el rostro de Dumbledore quedó claro que no esperaba ese giro. Hubo tensión, la escena se detuvo y el mundo con ella.

—¡Crucio!

Snape se retorció de dolor ante la maldición de Voldemort y al momento Dumbledore bajó el brazo. Iba a soltar su varita cuando un hechizo en una dirección que nadie esperaba surcó el aire hacia Voldemort. El mago oscuro desintegró el expelliarmus con un gesto vago, pero sus ojos brillaron al ver a Harry Potter correr hacia él.

—¡Harry! ¡Qué haces aquí! —gritó Sirius con rabia.

—¡Nadie más va a morir por mi culpa! —bramó el chico.

Se había enterado del conflicto por Dobby, que había espiado conversaciones en Hogwarts y se lo contaba todo a su libertador. Y había decidido intervenir.

A Dumbledore le fastidió verlo ahí, pero aprovechó el despiste para liberar a Snape y volver a atacar a Voldemort. No bastó para distraerlo: el mago oscuro había perdido interés en el director. Corrió en post de Harry; Sirius y McGonagall hicieron lo propio tras él. A Violeen le hubiese resultado cómico... de no ser porque casi lloraba de la angustia.

Entonces Dumbledore se giró hacia ella. La miró a los ojos y Violeen supo lo que quería. Ella negó con la cabeza. El director le arrojó un conjuro vago. Violeen no tuvo ni que desviarlo porque Bellatrix se colocó delante de ella y se lo devolvió multiplicado. Al momento el director empezó a combatir contra Bellatrix, a quien le costaba más que a su maestro seguirle el ritmo. Pero aun así se mantenía en el duelo. Violeen la ayudó sin saber qué hacer, a dónde atender. Miró a su alrededor pero prácticamente se habían quedado solos.

—Los dementores te esperan, querida, llevan años haciéndolo —declaró Dumbledore cuando logró desarmar a Bellatrix.

La mortífaga le insultó y le miró con tremendo odio.

—Aunque con lo escurridiza que has resultado ser... igual no debería arriesgarme a dejarte en manos del Ministerio...

Violeen no comprendió sus palabras hasta que Dumbledore alzó la varita. La joven no supo qué maleficio era, pero vio que Bellatrix no podía respirar. Abría la boca intentando recibir oxígeno pero no lo conseguía. Sus pulmones ardían, se sujetaba las costillas con tremendo dolor y no lograba levantarse del suelo.

Con un gesto de su mano, Violeen arrojó una corriente eléctrica contra el director. Pero apenas permitió que Bellatrix respirara durante los dos segundos que a Dumbledore le llevó desintegrarlo.

Violeen se sintió muy inútil. No sabía qué hacer, ella nunca quiso estar ahí. No la criaron para eso. La joven temblaba, miraba a su alrededor en busca de ayuda, de una solución. Voldemort luchaba contra Harry, Sirius y McGonagall no muy lejos de ahí. Lo suficiente para que Violeen le pidiera ayuda. Pero la sola idea la paralizaba. Y además... ese ser no las ayudaría.

—Ve... vete —susurró Bellatrix con la vista nublada y los labios azulados por la falta de oxígeno.

En cuanto sus miradas se encontraron, Violeen alzó la mano. Gracias a su maestría en el control de la mente, pudo elaborar un pensamiento sobre el efecto que deseaba aplicar en su hechizo: "Quiero que se desmaye y parezca muerto por una luz verde. Y que no pueda hacerle daño a Bellatrix". La segunda parte Violeen no la había previsto, pero su mente se desbocaba en situaciones extremas y actuó por su cuenta. Confió en que no afectase al resultado.

El rayo verde impactó en el pecho del director más rápido que cualquiera de los hechizos que se habían lanzado esa noche. Incluso de haberlo deseado él, Violeen dudaba que hubiese podido frenarlo. Al momento, Albus Dumbledore cayó al suelo inerte.

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