Capítulo 19

—Hoy tengo que ir a hacer la compra. Puedes venir, pero es un supermercado muggle, te tendrás que esconder en el bolsillo, ellos no están acostumbrados.

Aqua asintió con su cabeza y se deslizó a la palma de Violeen que la introdujo con cuidado en el bolsillo de su abrigo. Contrariamente a lo que creyó, a la serpiente le encantaba ir de excursión. Le gustaba ir siempre con ella e incluso cuando le pedía que se ocultase, asomaba la cabecita de vez en cuando para otear el panorama. Se entendían bien aun cuando Violeen no utilizaba el parsel; lengua que estaba intentando aprender a imitar mejor y para ello se había hecho con un par de libros siniestros en el Callejón Knocturn.

Hicieron la compra y a la vuelta Violeen la dejó junto a su casa para que investigara un rato. A la serpiente le gustaba salir a explorar, pero solía hacerlo de noche.

Violeen no había tenido contacto con ningún humano durante esos días, ni de un bando ni de otro. Pero esa tarde era la que había acordado entrenar con Bellatrix en la Mansión Malfoy, así que se preparó y allá acudió, con gran puntualidad porque sabía que a la mortífaga le exasperaba lo contrario.

—Demasiada puntualidad —murmuró Violeen cuando se vio sola ante las verjas de la mansión.

Estas no se abrían y ahí no parecía haber nadie. Llamó haciendo sonar la pesada aldaba pero tampoco hubo respuesta. Miró el reloj nerviosa. Faltaban unos minutos para la hora acordada, pero quizá se había equivocado. Tal vez a Bellatrix le habían surgido otros planes y no había podido comunicárselo porque no tenía forma (salvo aparecerse en su casa, que requería más tiempo). Decidió esperar hasta la hora en cuestión y después marcharse.

Dos minutos después escuchó aliviada el crack de la aparición. No le gustaba estar sola ante esa mansión tan siniestra. Le sorprendió que el sonido fue doble. No sonrió al ver que se trataba de Narcissa Malfoy, a esa mujer no le caía bien y no se esforzaba en disimularlo.

Imaginó que el chico rubio de rostro pálido y aire altivo era su hijo, se parecían notablemente. Llevaba una maleta, estaba ahí por las vacaciones de Navidad. «¿Ya estamos en Navidad?» se preguntó Violeen. El tiempo pasaba rápido... solo para algunas cosas.

—¿Qué haces tú aquí? —le preguntó Narcissa sin apenas mirarla.

—Había quedado con... Madame Lestrange. ¿Sabe si lo ha anulado? —preguntó Violeen con educación (pero sin ningún tipo de miedo porque esa mujer no se lo daba, sabía distinguir cuándo el poder era fachada).

Narcissa no la miró ni respondió mientras las verjas se abrían, pero al final murmuró con desgana:

—Algo mencionó. Pasa.

Violeen asintió y los siguió, comprendiendo que pese a que la despreciaba, no se atrevía a contradecir a su hermana. Narcissa echó a andar con decisión y la cabeza excesivamente alta, con un brazo sobre los hombros de su hijo.

—Soy Draco, Draco Malfoy —se presentó el chico ligeramente incómodo porque no los hubieran presentado.

—Yo Violeen. ¿El sobrino de Bellatrix? Me ha dicho que eres muy buen mago.

—¿En serio? ¿Mi tía ha dicho algo bueno de mí? —replicó el joven con incredulidad.

—Bueno, técnicamente te usa para insultarme cuando me dice que "hasta mi sobrino de quince años lo hace mejor". Pero siendo ella, me lo tomaría como un cumplido.

Draco sonrió y coincidió en que tenía razón.

—Sube a dejar tus cosas, Draco, y luego vienes al salón que pronto llegará tu padre —le dijo Narcissa con cariño.

Al momento ella desapareció por los pasillos de la oscura mansión. Draco se giró hacia Violeen —de nuevo incómodo— pero considerando que no podía dejarla ahí sola. Además tenía curiosidad.

—¿Y qué relación tienes con mi tía? Mi madre mencionó algo en una carta, pero... Me escribe varias veces a la semana, no puedo recordar todo —reconoció el chico casi avergonzado.

En ese momento Violeen le concedió a Narcissa que pese a ser una persona fría y estirada, era buena madre.

—No lo tengo claro —admitió—. Estoy pensando en unirme a los mortífagos y es algo así como mi... maestra.

Notó que Draco sentía un escalofrío ante la mera idea. Ese chico no era valiente y aunque apoyase la causa, prefería no hacerlo con su vida.

—Bueno... Eh... Tengo que...

—Claro, claro, obedece a tu madre —sonrió Violeen.

—¿Necesitas algo o...? —empezó a preguntar Draco, tenía los suficientes modales para no abandonarla en el oscuro recibidor.

—¿Tenéis biblioteca?

—Por supuesto, la puerta del fondo —respondió Draco aliviado de darle salida.

Violeen le dio las gracias y hacía ahí encaminó sus pasos. Confirmó sus sospechas: eran casi todo libros sobre artes oscuras. Le venía bien, era lo que necesitaba. Pasó varios minutos ahí, perdida entre los libros, sin recordar si quiera su cita con Bellatrix.

—¿Crees que este estará bien? No explican cómo pronunciarlo... —murmuró contemplando un manual cuyas tapas estaban formadas por escamas grises.

—¿Con quién hablas?

Violeen dio un respingo y se giró al escuchar la voz de Bellatrix. Acababa de llegar tras una misión y sentía la magia de su mascota en la zona, así que Narcissa la había guiado y ahí estaban las dos, contemplándola entre el desconcierto y el desprecio.

—Perdón —murmuró Violeen dejando el libro—. Draco me ha dicho que podía...

—Da igual —la cortó Narcissa—. No pensé que te gustara leer.

—Suelo leer cuentos o novelas de fantasía, es lo que más me gusta.

Narcissa frunció el labio con desprecio, acaso juzgando que sus gustos eran demasiado infantiles (o incluso muggles), pero a Violeen le dio igual.

—Con quién hablabas —repitió Bellatrix, esta vez con palpable desconfianza.

—Ah, con Aqua —murmuró Violeen extendiendo el brazo izquierdo.

Al principio pensaron que se trataba de un brazalete de zafiros. Solo que se movía, enroscándose y siseando suavemente en la muñeca de la chica. Violeen, como madre orgullosa, se acercó a ellas para que la vieran mejor. Ambas la miraron con horror y Narcissa retrocedió dos pasos.

—Qué... qué es eso —susurró Bellatrix.

—Es Aqua, mi compañera —sonrió Violeen.

—Está loca —masculló Narcissa sin apartar los ojos del animal, como temiendo que le saltara al cuello.

—¿Qué pasa? ¿No os gustan las serpientes? —preguntó Violeen desconcertada—. Es muy bonita y pequeña, nunca había visto una así.

Dado que la de Voldemort medía varios metros y era casi más gruesa que el propio mago, imaginaba que estarían acostumbradas. No entendía que hubiese problema con la suya.

Bellatrix tomo aire con pesadez, como superada por la discípula que le había tocado, y se lo explicó:

—Eso que llevas en tu muñeca es un crótalo azul. Por lo brillantes que son sus escamas, es de origen mágico. Y pese a su tamaño, tiene uno de los venenos más mortíferos del mundo. Un pequeño mordisco y estás muerta en pocos segundos.

—¿En serio? —inquirió Violeen sorprendida—. No lo sabía. ¿Eres venenosa, Aqua? ¿Tienes veneno... tú?

Al ver que le hablaba en parsel, las hermanas Black se miraron completamente lívidas. Esa chica parecía en esos momentos una versión de Voldemort más inocente (y con más pelo). Cuando vieron que la serpiente asentía en contestación, aún se inquietaron más.

—Ah, qué bien, podrás ayudarme a hacer pociones entonces —respondió Violeen contenta.

—¿Has adoptado una serpiente sin saber siquiera qué especie es? —inquirió Narcissa desde el pasillo (seguía retrocediendo).

—Sí. No soy racista de serpientes, señora Malfoy.

Se abstuvo de añadir que de humanos tampoco, en esa casa estaba mal visto. Las dos hermanas seguían mirándola con ojos desorbitados. Al final, Bellatrix sacudió la cabeza y trató de enfriar su mente.

—No me atrevo a lanzarle un maleficio así porque te podría dar a ti —empezó a decir en voz baja—. Así que sujétala por el cuello, desenróscala con cuidado y...

—¡Eh! —protestó Violeen al comprender sus intenciones—. ¡Qué dices! ¡No le vas a hacer daño a Aqua!

Se indignó tanto que se olvidó de guardar las formas y de tratarla con respeto. Bellatrix la miró alzando las cejas con incredulidad, pero a Violeen le dio igual. No, no le dio igual: seguía ofendida.

—Pídele perdón —ordenó alzando a la serpiente ante Bellatrix.

Narcissa murmuró algo de que eso era demasiado absurdo y se alejó (no sin antes pedirle a su hermana que practicasen en los jardines y no dentro de la mansión). Violeen y Bellatrix supieron que huía por miedo, pero no les importó. Tenían asuntos más importantes.

—No seas ridícula...

—Te he permitido que me insultes todos estos meses y me trates... no muy bien, pero no vas a hacer lo mismo con Aqua. Nadie va a decir una palabra mala de ella.

Bellatrix la miraba preocupada por su salud mental. A Violeen la alarmó que Bellatrix —¡Bellatrix!— pensase que no estaba bien de la cabeza. Era verdad que tenía problemas de apego, igual estaba vertiendo sobre esa pequeña serpiente todo el cariño que llevaba años sin dar ni recibir... Pero le daba igual: sus traumas, su serpiente, sus normas. Le repitió que se disculpara con Aqua o su relación terminaba ahí.

La mortífaga nunca la había visto tan firme con nada. Se mantuvo altiva y con expresión despectiva, pero empezó a dudar. No sabía cómo manejar la situación, era todo extraño (más teniendo en cuenta cómo había sido su anterior encuentro). Optó por tomar un desvío:

—No hablo parsel, no me va a entender.

—Sí lo hará, es muy lista.

Hubo un duelo de miradas, incluso la serpiente miraba fijamente a Bellatrix con sus ojos dorado-rojizos. Y como eso la inquietaba profundamente... optó por confiar en su discípula.

—Perdón, serpiente —masculló con frustración.

Violeen dudó si era suficiente, pero parecía que Aqua había perdido el interés en el asunto porque volvía a moverse por su brazo. Decidió que bastaba.

—Genial. Ya podemos entrenar entonces —sonrió Violeen como si no hubiese pasado nada.

Bellatrix la contemplaba cada vez más desconcertada. La siguió de forma mecánica cuando Violeen se dirigió a los jardines para cumplir los deseos de la señora Malfoy. Una vez ahí, depositó a Aqua en la tierra para que se fuese a explorar. Pero la serpiente no lo hizo, se acomodó sobre una roca para enterarse de qué iba aquello. La mortífaga se aseguró de colocarse lo más lejos posible.

—¿Has... has practicado estos días? —le preguntó sin dejar de mirar de reojo al animal.

—Sí, los maleficios seccionadores de la última vez —respondió Violeen.

—Ya... Vale...

Le costó unos minutos, pero al final Bellatrix se concentró y retomaron sus entrenamientos. A mitad de la sesión Rodolphus y Lucius llegaron a la mansión. Las saludaron con un gesto desde el camino principal y no se acercaron. Sabían que no era buena idea interrumpir a Bellatrix.

—Este maleficio ralentiza el corazón y la respiración hasta provocar la muerte, solo los Black lo conocemos pues lo inventó una antepasada. Pero es muy importante hacerlo bien.

Violeen se ahorró recordarle que no quería matar a nadie y le preguntó qué diferencia había entonces con la maldición asesina.

—Este es más lento y tiene un contrahechizo, podrías deshacerlo si llegases a tiempo —explicó la mortífaga—. Es bueno para torturar a gente y cosas así.

A la joven eso le daba escalofríos, pero aun así prestó atención cuando la mortífaga lo probaba con una araña que tuvo la mala suerte de pasar por ahí. Dos horas después, cuando estaba demasiado oscuro para ver nada, Bellatrix dio la sesión por concluida.

—Es todo por hoy.

Violeen asintió y se sentó en el suelo para recuperar el aliento. Las clases con Bellatrix solían resultar extenuantes. Al momento Aqua reptó hasta ella y se enroscó en su cuello apoyando la cabeza en su hombro y dejando la cola colgando al otro lado.

—He conocido a tu sobrino Draco, parece buen chico —comentó Violeen.

Bellatrix se tensó repentinamente.

—¿Te gusta mi sobrino?

—¿Que si me gusta? —replicó Violeen desconcertada—. Creo en el amor libre, Bellatrix, no en la corrupción de menores. Tengo trece años más que él.

La mortífaga se encogió de hombros como si le diera igual y cambió de tema:

—¿Cómo...? ¿Cómo...?

Incapaz de formular la pregunta de cómo había sucedido aquello, Bellatrix señaló a la serpiente. Violeen le explicó con alegría cómo se habían conocido y la mortífaga comprobó que le brillaban los ojos al hacerlo.

—Supongo que te ha elegido como compañera... —murmuró la bruja, que seguía sin estar convencida de su inocencia.

Violeen asintió feliz.

—¿Puedo enseñarle los jardines o le molestará a la señora Malfoy?

—Haz lo que quieras y si le molesta, mejor —respondió Bellatrix con un gesto de desinterés—. Estos días haremos una pausa por Navidad. ¿Vas a Italia a celebrarlo ahí o...?

—No, me quedo aquí. No tengo ningún plan.

—Afortunada tú —masculló la mortífaga—. En fin, ya te avisaré cuando pueda retomarlo. Que os... vaya bien el paseo.

La joven le dio las gracias y se internó en los jardines para que su serpiente los contemplara. Estuvieron en eso varios minutos hasta dar por terminada la exploración. De vuelta en el camino de salida, Violeen vio que se acercaba alguien.

—Buenas noches, Violeen. ¿Cómo te trata la vida? ¿Qué tal con mi encantadora esposa? —preguntó con sorna Rodolphus Lestrange.

—Bien, todo bien —respondió la chica con amabilidad.

Como estaba oscuro, el mago no se fijó en la serpiente que volvía a estar enroscada en su muñeca.

—Iba a salir a tomar una copa, a que me dé el aire... ¿Te apetecería acompañarme? —le ofreció Rodolphus.

—Bueno... De acuerdo, ¿pero a dónde?

No tenía mejor plan. Quizá a Rodolphus podría sacarle más información útil que a Bellatrix, lo consideraba mucho menos inteligente. El mago dibujó una amplia sonrisa satisfecha. Se acercó más a ella y le preguntó por sus preferencias para beber.

Mientras respondía, Violeen se dio cuenta de que para ella tomar copas con desconocidos nunca había sido un problema. Pero igual para Bellatrix sí que lo era que lo hiciese con su marido. Y no quería enfadarla. Aunque si no se enteraba...

—¿A dónde vais?

Pues sí, se había enterado.

—A tomar una copa, mi amor —respondió Rodolphus burlón, crecido porque Violeen hubiese aceptado la cita.

—Vamos a ir los tres —comentó Violeen acariciando la cabecita de Aqua—. Ven tú también.

A Rodolphus le molestó que invitase a su mujer como si eso fuese una quedada de amigos. Y esa molestia fue lo único que apaciguó a Bellatrix.

—Tú no vas a ninguna parte —le espetó a su marido—. Tenemos cosas que hacer.

—¿Qué cosas? —masculló él.

—El Señor Oscuro sigue necesitando a alguien para que vaya a Minsk a negociar con los gigantes. Yo no puedo porque soy imprescindible aquí, pero...

—¡Yo no quiero ir a Minsk! —exclamó Rodolphus con horror—. ¡Y menos tratar con gigantes!

Violeen aprovechó la pelea conyugal para escabullirse. «Mejor vamos solo nosotras» le indicó a Aqua. Y lo hicieron. Fueron al pub El Druida y Violeen colocó a su serpiente sobre la mesa. Como el dueño ya la conocía y le caía bien, no le dijo nada; aunque quizá ni siquiera distinguió lo que era.

Cuando volvió a casa, sacó su cuaderno bidireccional y compartió con Dumbledore la información sobre los gigantes bielorrusos, por si acaso servía de algo. «Me es extremadamente útil, muchas gracias» fue la respuesta del director.

Al día siguiente Violeen aprovechó la nueva información obtenida y buscó una receta que requiriera veneno de serpiente. Preparó el caldero y los utensilios y colocó a Aqua sobre la mesa. La serpiente disfrutó mucho escupiendo su veneno directamente al caldero. Cuando Violeen probó la poción, comprobó que era más potente de lo habitual y felicitó a Aqua por ser tan poderosa. La serpiente quedó muy satisfecha con su nuevo trabajo.

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