XXXVIII
TRUCOS INFALIBLES
Salté a la izquierda, esquivé por la derecha y lancé una estocada que dio únicamente al aire. Estreché los ojos, agudizando mis sentidos.
—Kiara, estás más lenta de lo normal. —Me gritó Kyrtaar, yo gemí, frustrada.
Rhys había intentado echarlo como
ocho veces, pero el pelirrojo se había empeñado en ver nuestro entrenamiento, que por cierto, iba fatal para mí.
—No estás concentrada —Me acusó Rhys—. He podido matarte diez veces ya.
—No he dormido bien. —Me excusé, aunque era la verdad.
Cuando Taenya se marchó ayer, me dediqué a sollozar sobre Rhys hasta que mis ojos se secaron de puro agotamiento. Luego, traté de comer un poco (por indicación de él) y me acosté.
—Será mejor que paremos, entonces. —Sugirió él, yo asentí, agradecida.
Me senté al lado de Kyrtaar y traté de no pensar en el desastre de vida que me había tocado.
—Hueles a preocupación. —Gruñó Kyrtaar, alejándose un poco.
—Sólo estoy cansada.
Ninguno de los dos me creyó, pero tampoco se atrevieron a contradecirme. La suerte estuvo de mi parte por una vez cuando Syndra, Devdan y Naexi entraron al campo de entrenamiento, que por cierto, era enorme, al aire libre y lleno de pistas para correr y saltar.
—¿Ya te han partido el culo, Kiara? —Bromeó Devdan, viendo la incómoda posición que había adoptado mi espalda.
—Rhys es un tipo duro. —Dije como respuesta.
—Ya lo creo —Siguió él, codeando a Syndra—, te has pedido al entrenador mas gruñón... ¡Ay! —Chilló cuando Rhys golpeó su nuca.
—Interesante. —Comentó Naexi mientras observaba la mueca de dolor que tenía Devdan plasmada en el rostro. Luego, sacó su piedra y se puso a entrenar lejos de nosotros. Una parte de mí jamás sabría si nos quería o nos odiaba.
Syndra se paró frente a mí, me hizo una extraña reverencia entre risas y extendió su mano en mi dirección.
—¿Me concedes este duelo?
Mis músculos gimieron cuando acepté su invitación y me levanté, rogándome que no lo hiciera, pero nunca había peleado con Syndra y me pareció una buena idea.
—Por supuesto, cazadora.
—Veamos si Rhys te ha enseñado como es debido.
Yo sonreí, maliciosa y empuñé a la Perversa, lista para cortar en dos lo que se me pusiera por el medio.
Syndra, ágil como un gato, blandió su espada plateada hacia mi costado, veloz; pero yo la frené a tiempo, haciéndola trastabillar. La cazadora, lejos de rendirse, volvió a lanzar una estocada, intrépida. Otro golpe fallido y luego otro.
—Estás en las últimas, Syndra. —Criticó Kyrtaar, ella desvío la mirada un segundo para sacarle los dientes, tiempo suficiente para que yo la atacara.
Mi espada hizo un corte perfecto en su camisa blanca, rajando la tela. Ella retrocedió, sorprendida y me miró con reconocimiento. Antes de que pudiera estrechar su mano, saltó hacia Kyrtaar y ambos se envolvieron en una pelea a golpes.
—Esa fue buena. —Me reconfortó Rhys.
—El mejor maestro, ¿no? —Traté de mostrarme feliz, pero no me salió. Llevaba demasiada carga sobre mis hombros.
—Por supuesto —La sombra oscura que formaban sus ojeras me hacía saber que Rhys tampoco estaba en su mejor momento—. Debes estar hambrienta.
—Algo así. —Me encogí de hombros. Estos últimos días, había perdido todo mi apetito y si no fuera por la insistencia de Rhys, quizás, no habría comido nada.
Mi respuesta fue suficiente para el ojiverde, que tomó mi mano y nos guió hacia el comedor real. Yo no me atreví a contradecirlo, cualquier cosa hoy era mejor que entrenar otra hora más.
Los joviales susurros de los sirvientes, el repiqueteo de sus pasos por toda la tarima del castillo junto con el rechinar de la cerámica cuando chocaba un plato con otro, fue suficiente bienvenida para mí. Mi ánimo creció cuando pensé en la deliciosa comida que servían en este palacio, lejos de todo lo que yo había conocido alguna vez. Ni siquiera Misha y Marthos la podían igualar.
—Se te está cayendo la baba. —Me molestó Rhys.
—No es cierto. —Le contradije, pero pasé el dorso de mi mano por las comisuras de mi boca para asegurarme. Él rió.
—Necesitas comprobarlo para estar segura —Arqueó las cejas mientras abría las puertas del comedor para mí—. Las Encantadoras primero.
Le dediqué una mala mirada, pero pasé por delante de él, echándole mi melena dorada en su cara, con orgullo. Él me miró, entre molesto y divertido.
Sonriente, tomé asiento en la mesa más cercana a los ventanales. Desde esta altura, se podía observar casi toda la Corte Oscura, iluminada por la ostentosa luz del sol. ¿Cómo había sido tan necia para comer encerrada en mi cuarto? La frondosa extensión de los bosques, las miles de casitas hogareñas junto con las rocosas montañas bañadas en dorado hacían que mis ojos no quisieran despejarse del ventanal jamás. Sin embargo, el humeante olor dulce de la comida me sacó de mi obnubilación.
—¿Qué van a querer, señores? —Nos preguntó una mujer vestida de negro con el pelo recogido en un moño perfecto. Ella miraba a Rhys como si fuera el último pedazo de tarta— Oh, disculpe, su alteza, no lo había reconocido.
Yo fruncí el ceño, pero no comenté nada, no hasta que ella no se fuera.
—Yo querré un plato de guisado, una tarta de manzana y una crema Crecy. —Enumeró él bajo la atenta mirada de la camarera.
Abrí la boca, sorprendida ante todo lo que planeaba comer él sólo. Pero me atraganté cuando sentí el peso de las dos miradas fijas en mí, Rhys y la camarera estaban esperando a que yo dijera lo que quería comer, ésta última un poco más impaciente y molesta que el cazador.
—Yo..., eh, lo mismo. —Tartamudeé, avergonzada. Ella asintió lentamente, echando un último vistazo a Rhys y desapareció entre las puertas del gran comedor.
Suspiré más relajada cuando dejé de sentir la antipatía que desprendía hacia mi persona.
—Te ha costado, ¿eh? —Me picó él.
—Oh, calla —Bufé—. Entonces, eres algo así como un..., ¿príncipe?
Rhys se removió incómodo en la silla, pero contestó de igual manera.
—No me consideraría uno.
—Pero, ¿lo eres? —Insistí.
—No como tú crees.
Jugueteé con el borde del mantel, planeando mi próxima jugada. Supe que estaba pisando terreno pantanoso por la información que Taenya ya me había dado, pero eso Rhys no lo sabía, así que jugué a la inocente.
—¿A qué te refieres?
El negó repetidas veces con la cabeza.
—Taenya te ha revelado algo, ¿no es así? —El cazador no me dio tiempo para responder— Todavía no me has contado que te dijo ayer.
—Tampoco tú me has dicho que pasó con Respen. —Ataqué, realmente dolida porque no tuve ni un segundo para hablar con el príncipe heredero.
—Estaba demasiado preocupado por ti como para escucharlo realmente —Admitió, arrugando sus cejas—, pero, a grandes rasgos, nos informó de que estaba bien y que apenas estaba viendo a Taenya, que ella lo evitaba como si fuera fuego.
—¿Nada de torturas? —Bromeé yo.
—Ni una sola —Admitió, como si todavía estuviera haciéndose a la idea—, y ni siquiera se veía como si lo hubiera obligado a decir eso. Parecía..., sano.
Quizás, Taenya no fuera tan mala después de todo, pensé para mis adentros. Al final, la bruja parecía haber demostrado tener un corazón, aunque sólo fuera por ahora.
—Puede que Taenya no tenga ningún interés en dañar a Respen. —Me encogí de hombros, escéptica.
—No —Rhys entrecerró sus orbes esmeralda—, aquí hay algo más. Lo presiento.
—¿Instinto femenino? —Me burlé de él.
—Muy graciosa —Protestó, gruñendo—. Hablo en serio.
—No le des tantas vueltas —Le sugerí—. Taenya es una mujer compleja, una estratega. Mientras que no dañe a Respen, lo que sea que esté maquinando su mente nos da igual.
—Siento que ella quiere involucrarte a ti. —El pánico cruzó su rostro por una fracción de segundo.
—No la dejaré —Mentí a conciencia—, trataré de mantenerme al margen.
—Te conozco, aunque no lo creas. Sé que jamás te quedarás de brazos cruzados si una guerra está por venir.
—No te preocupes por mí, ¿sí? —Le rogué— Me las sé apañar.
Él fue a replicar, a contradecirme de mil maneras, pero, por fortuna, la camarera nos interrumpió cuando abrió las puertas causando un crujido y dejó varios platos humeantes frente a nosotros.
—Que lo disfruten. —Murmuró antes de volver a marcharse.
Mi boca se hizo agua ante la jugosa carne del guisado. La primera cucharada supo a gloria en mis papilas gustativas.
—Entonces, dime —Decidí retomar el tema, esta vez, en un tono más jovial y despreocupado—, ¿eres el principito de la Corte Oscura?
—No. —Su voz sonó seca, gutural.
—¿No? —Arqueé las cejas, sorprendida— Pero si me habías dicho que... —Me cortó.
—Soy el príncipe de la Corte de las Tinieblas.
Mis ojos se abrieron como platos. Cuando Taenya me había dicho que ella misma encerró a su padre en la Corte de las Tinieblas para alejarlo de nosotros, jamás me imaginé que fuera porque él era el rey de ese lugar. Simplemente, pensé que era el lugar más tenebroso y apartado que pudo encontrar. Ahora me daba cuenta de lo compleja que era la joven bruja.
—Creí que odiabas el lugar. —Recordé cuando, en su casa, me había contado que era un lugar horrendo y terrorífico.
—Lo odio —Comentó mientras devoraba su tarta de manzana—. Está plegado de monstruos y pesadillas, pero es mi casa.
—Cuando te..., marchaste —Pronuncié con dificultad—, ¿por qué no buscaste a Vesstan? Él te habría ayudado, ¿no crees?
—No supe que Vesstan era mi primo hasta que él mismo vino a buscarme hace unos pocos años —Casi sonrió, nostálgico—. Ni siquiera él sabía que tenía familiares en la Corte de las Tinieblas.
—¿Cómo sucedió?
—Un mensaje de una pitonisa.
—¿Qué? —Reí suavemente.
—Le pagó a una pitonisa para conocer su futuro y ésta le aseguró que su destino estaba ligado a sus primos de la corte más tenebrosa de las tres. Estuvo meses investigando hasta que dio conmigo y más tarde, con Taenya.
Asentí, asimilando todo.
—¿Por qué nunca me lo contaste? Tu pasado, quiero decir.
—Mi intención es mantenerte lo más alejada posible de ese lugar.
—No puedes protegerme de todos los males del mundo, ¿lo sabías? —Casi me atraganté con el guisado.
—Haré lo que pueda.
Y me dolió. Mi corazón se hizo pedazos porque yo sabía que estábamos irremediablemente malditos y él no tenía ni idea y yo quería con todas mis fuerzas contarle lo que Taenya me había revelado sobre nosotros, pero si eso significaba poner al resto del mundo en peligro, entonces, yo callaría hasta que fuera oportuno y tragaría mi dolor.
—Estoy segura de eso. —Removí la comida en mi plato, incómoda.
—¿Qué quiere mi hermana de ti?
—De momento, sólo quiere que entrene mis poderes con ella. —Me sentí aliviada porque, al menos, eso no era mentira.
—Bueno, eso no es malo —Alcé una ceja, sorprendida—. ¿Qué? Podría ser peligroso para ti si no aprendes a emplearlos como es debido, aunque admito que me gustaría que tu entrenadora fuese cualquier otra persona.
—En mi defensa, diré que la ayuda se la pedí a Wyniel y a Elasha.
—Pero Taenya, como no, se entrometió. —Adivinó él, yo asentí.
Mi comida ya se había acabado y el salón estaba comenzando a llenarse de nobles hambrientos que nos miraban por encima del hombro, así que me preparé para murmurar una excusa barata y marcharme directa a mi cuarto. Sin embargo, cuando fui a levantarme, la mano de Rhys se enroscó en mi brazo. Alcé mi barbilla para verlo, con las pupilas dilatadas y las mejillas sonrojadas.
—Kiara. —Mi nombre salió como un suspiro ronco de su garganta.
—Rhys.
—¿Has...? —Sacudió su cabeza, como si estuviera contrariado— ¿Sabes algo sobre el vínculo?
—Todavía estoy en ello.
Su agarre perdió fuerza y sus ojos de marchitaron levemente. Mordí mi labio para controlar la desilusión porque yo quería gritarle que sí, que aceptaba el vínculo, pero mi parte más racional sabía que eso podía afectar fatalmente a la maldición que teníamos de por medio.
Así que mastiqué mi desazón y me alejé apresuradamente del cazador que iba a hacerme perder la cabeza.
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