XXXVII
LLAMADA DEL PASADO
La sala estalló en alaridos y gruñidos cuando Respen apareció en nuestro campo de visión. Tanto Vesstan, como Rhys y yo saltamos de nuestros asientos para abrazarlo y hablar con él.
Desde lejos, lo observé, su pelo plateado que antes le rozaba la barbilla, ahora estaba cortado a la altura de sus orejas; lucía impecable y limpio, incluso más sano. Tenia frente a mí, la figura de un verdadero rey formado.
El primero en llegar a él fue Vesstan, que lo abrazó con ímpetu. Sin embargo, cuando sus brazos rozaron el cuerpo del joven rey, éste se disipó en el aire.
—Ups. —Soltó Taenya, tapándose la boca.
El rey oscuro se volvió hacia ella como una furia, como un remolino dispuesto a llevársela por delante.
—¿Qué has hecho con él?
—Yo también tengo un trato para ti, rey oscuro. —Sonrió la bruja.
—Habla. —Le escupió de malas formas, seguramente, deseoso de quebrar su cuello.
—Quiero hablar con la Encantadora.
—No —Gruñó Rhys, interponiéndose entre ella y yo—. Jamás.
—Entonces, no volveréis a ver a Respen.
Maldije entre dientes porque supe lo que ella estaba haciendo al instante. Taenya hablaría conmigo antes o después, pues ella se reuniría conmigo por la noche para practicar mi magia; sin embargo, estaba presionándolos a ellos para conseguirlo exactamente cuando ella quería, sin máscaras ni escondrijos.
—Rhys, por favor. —Le pidió su primo.
—No, imposible.
—La decisión es mía —Alcé la voz—, no vuestra.
Entonces, cuando vi una chispa de esperanza en los profundos ojos de Vesstan Dunkel, supe que no era momento de jugar a mantener el orgullo. Él necesitaba hablar con su amigo de la infancia y no sería yo quien se lo impidiera.
—Kiara, no sabes cómo es, no te haces a la idea. —El pavor de Rhys era tan palpable que tuve que respirar hondo varías veces.
—Rhys, no soy ninguna cría —Empleé tono dulce—, puedo gestionarlo. Te lo prometo.
Él endureció el gesto y se volvió hacia su hermana, iracundo y gélido a la vez.
—Tienes veinte minutos exactos, los estaré contando —Le aseguró—. Ah, y debe salir sin un sólo rasguño o me aseguraré en persona de que Elyon Lightcrown se entere de todo lo que estás haciendo, aunque sea lo último que haga.
La bruja les hizo una reverencia burlesca y luego, trajo de vuelta a Respen. Lo último que vi antes de que Taenya me arrastrara fuera fue la cálida y reconfortante sonrisa del príncipe heredero.
Nos adentramos en la sala de al lado, que era idéntica a la anterior. No sabía porqué Taenya parecía tener tanta prisa, había pensado que sólo quería llevarme a solas para molestar a su hermano, pero la tensión en su rostro me indicaba lo contrario.
—¿Pasa algo? —Ladeé la cabeza.
—No planeaba hacer esto, pero... —Titubeó, nerviosa—, los bandos están cambiando, la guerra pronto será inestable e impredecible.
—Sí, eso ya lo sé.
—Quería contarte esto cuando hubieras entrenado más conmigo, pero me temo que debes saberlo cuanto antes.
Mi pulso se aceleró tanto que tuve que apoyarme en la mesa redonda, presa de los nervios y del pánico.
—¿Qué?
—Kiara, tu madre era una bruja, la líder del clan de los Vástagos, el que yo dirijo ahora —Sentí como el mareo y las náuseas me golpeaban— . Su nombre era Cyrena Nym.
—No, no es cierto. —Retrocedí, asustada.
—Ella se enamoró de un humano —Siguió ella—. Docenas de sacerdotes le advirtieron que ella era la elegida y que si concebía a un hijo, sería la maldita.
—Yo —Sollocé—, yo soy la maldita.
Ella asintió y prosiguió con su historia.
—Su poder y gracia eran inigualables —Sonrió con nostalgia—, yo era una cría cuando ella murió, pero todavía la recuerdo vagamente.
—¿Cómo fue?
—Ella arriesgó toda su vida para tenerte a ti, te quería más que a nada. Cyrena ya le había contado sobre Shianekdom al humano del que se enamoró, tu padre, y los dos ignoraron las advertencias sobre concebirte. Ambos creyeron que sería suficiente si te ocultaban en el mundo humano.
—Esto es..., demasiado, por favor. —El aire dejó de pasar por mis pulmones, haciendo que estos quemaran.
—Pensaron que podían manejarlo hasta que empezaron a llegarles amenazas hasta su puerta, los iban a cazar.
—Basta. —Le rogué.
—Ellos te dejaron en la puerta de sus vecinos, una pareja simpática que te criaría como si fueras suya. Y así fue.
Las náuseas me hicieron tener arcadas, pero ella no frenó.
—Cuando Cyrena murió, le pidió al clan de los Vástagos que nadie jamás te encontrara, que tú nunca pusieras un pie en Shianekdom —Confesó—, y fue así durante años, hasta que Rhys te encontró y te trajo. Necio e ignorante.
—No lo culpes a él. —Me manejé para decir.
—Todo iba perfectamente, íbamos a conseguir romper la maldición —Atisbé la esperanza floreciente en sus ojos—, hasta que él se interpuso por el medio.
—Nada de lo que conozco es verdad —Sorbí mis mocos—, he vivido en una mentira.
—Cyrena quiso protegerte.
—¿Rhys lo sabía? —Cuestioné aguantando el dolor de mi corazón— Dímelo.
—No lo sabe —Sentí que pude respirar de nuevo—, y no puede saberlo bajo ningún concepto.
—¿Qué?
—Hay partes de la maldición que ni siquiera a las brujas más antiguas de mi clan conocen —Me informó, cautelosa—, estamos estudiándola. Hasta ahora, sabemos que Rhys forma parte de ella.
—Rhys está maldito. —Murmuré más para mí que para ella, tratando de asumirlo todo.
—Exacto —Asintió Taenya—, él, al igual que tú, lleva renaciendo de diferentes madres elegidas durante 5503 años. Si él se enterara de la maldición, no sabemos qué podría pasar.
—No, no puede ser —Mordí mis uñas—. Rhys es bueno, Rhys...
—Tú sabes que eso no es verdad —Me contradijo ella—. Tú y yo sabemos porqué no has querido mirar su alma.
—Mentirosa. —Le rugí.
—No lo soy —Trató de calmarme en vano—. Una parte de ti, reconoce que si mirarás su interior, lo verías tan negro como el mío es.
—¡Cállate! —Le grité.
—Tampoco tú eres un alma pura, ¿no es así? —Tocó un mechón rubio de mi cabello— Tanto rencor y soledad...
—¡Basta! Ya es suficiente —Sequé mis lágrimas bruscamente—. Sólo dime qué quieres de mí.
—Según mis fuentes, esta reencarnación te ha hecho más poderosa —Echó un vistazo a la Espada de la Perversión—, jamás ha existido una Encantadora del Mal en el mundo.
—No lo pillo. —La apresuré.
—Las leyendas antiguas cuentan que sólo una vez en la vida, una Encantadora con sangre de bruja vendría para frenar el mal, aunque ella misma fuera el propio mal. La leyenda dice que ella sería la elegida, la reina maldita de las brujas.
—Ni hablar. —Me aparté de ella como si quemara.
—Las brujas te necesitamos, la guerra que se avecina va a acabar con todo.
—Estoy del lado de la Corte Oscura.
—Encantadora, no lo estás entendiendo —Me tomó por los hombros, severa—. Las brujas creen que podrán matar a los cazadores cuando ganen la guerra, pero eso jamás pasará. Cuando ellas se enteren, el caos interno que vendrá será arrasador.
—No es problema mío —Le di la espalda—, no soy parte de vosotras.
—Sí lo eres, sí —Gruñó, incrédula ante mi actitud—, ¿vas a darle la espalda a tu propia especie?
—Yo soy una humana, yo no... —Caí de rodillas al suelo.
—Ya no eres una humana más, de hecho, nunca lo has sido —Me escupió con rudeza—. Es hora de que lo asimiles.
—Todo es muy repentino, no puedo.
—Las brujas ya saben de ti, no lo he podido ocultar más tiempo —Dejó caer como si nada—. Ellas llevan siglos esperándote, para ellas, eres un milagro de la Wicca, para mí, una cobarde.
La crudeza con la que se expresaba hacía que me doblara de dolor.
—Planeas obligarme a reclamar un trono que no sabía que existía y que, ciertamente, no quiero. —La ataqué.
—Es tu destino —Afirmó la bruja sin titubear—, y si no espabilas, acabarás muerta otra vez, reencarnando en un nuevo cuerpo en cada vida, condenada a lo mismo, ¿quieres eso?
—No, joder. —Le grité, harta.
—Entonces, continúa entrenando conmigo por las noches y, cuando estés preparada, yo misma te llevaré hasta ellas para que asumas tu corona.
—Déjame pensarlo, por favor.
—No faltes a ningún entrenamiento.
—Está bien.
—Él te ha contado que maté a mi... —Se corrigió y eliminó todo rastro de sentimientos que yo pudiera hallar en su rostro—, a nuestra madre, ¿no es así?
—Sí —Admití, confusa—, lo hizo.
—Te dijo que lo hice para entrar en el aquelarre, pero no es así —Apartó su vista de la mía—. Lo hice porque ella supo que concebiría a un maldito y lo permitió. Lo hice porque juntó su sangre con la de un poderoso demonio para crear a Rhys.
—¿Rhys tiene sangre de demonio?
—Así como yo la tengo —Alzó la barbilla—. de ahí viene nuestra inmensidad de poder.
—¿Por qué no le dijiste la verdad? Él, quizás, no te odiaría si lo hubieses hecho.
—No se lo dije porque no pude matar a mi padre —La ira la nubló durante unos instantes— y, mientras él crea que nuestro padre nos odia por lo de nuestra madre, no tratará de ir tras él porque créeme, nuestro padre es un hombre peligroso.
—¿Crees que Rhys querría matarlo si conociera la historia real?
—Sin lugar a dudas —Su mirada se oscureció—. Está encerrado en la Corte de las Tinieblas por un poderoso hechizo que yo misma realicé antes de que nos echara. Si se rompiera, vendría directo a por él.
—Por los dioses —Me había quedado sin aliento—, ¿qué crees que quiere de él?
—Quiere consumar la maldición para robar tus poderes, así como mi madre también quería. Nuestra sangre demoníaca es la que nubla nuestras almas.
—Oh, esto es horrible. —Traté de alcanzar su mano, pero ella se apartó.
—No necesito tu pena, sólo quiero que entrenes y asumas tu trono, en ese orden.
—Vas a ayudarme a romper mi maldición.
—Voy a ayudarte a frenar el ciclo del mal que se extenderá en el mundo si la maldición vuelve a cumplirse. Pero, para ello, necesito tu cooperación.
—La tendrás —Ella asintió, relajando el peso que parecía cargar en sus hombros, pero cuando fue a salir, no pude evitarme formular una última cuestión—. Taenya.
—¿Sí?
—Si su nombre era Cyrena Nym, ¿entonces, yo...?
—¿Te preguntas si tu apellido real es Hayes? —Asentí, sintiéndome algo acongojada— No, no lo es. Tampoco tu nombre es Kiara.
—¿Cómo me llamo? —Cuestioné, a media voz por el agotamiento que se cernía sobre mí.
Ella sonrió sin mostrar sus dientes y se paró frente a la puerta de madera, todavía sin abrirla.
—¿Estás segura de que quieres oírlo? Mi hermano está a punto de tirar la puerta abajo.
—Por favor, dímelo. —Le supliqué. Necesitaba saber quien era, mi verdadera identidad que tantas noches me había dejado en vela.
—Tu nombre es Eila Nym, una leyenda viva y la heredera del trono de las brujas.
Justo cuando terminó de pronunciarlo, la puerta estalló en pedazos tal y como ella predijo. Entonces, como si de humo se tratara, Taenya se disipó en el aire, desapareciendo, al instante.
Un Rhys preocupado atravesó el umbral como una bala, buscando a su hermana y también, restos de heridas en mí. Cuando me preguntó si estaba bien, sólo pude lanzarme a sus brazos y dejar que mis lágrimas resbalaran sobre él.
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