XXXV
EL TEMPLO DEL TIEMPO
Al final, me terminé el maldito plato de guisantes. Lo dejé a la mañana siguiente en el fregador de la cocina, causando un estruendo que alertó a varios sirvientes.
Los cazadores se habían tomado muy en serio lo
de ir hoy al templo del tiempo para ayudarme con mis preguntas, así que había tenido que ducharme y vestirme en tiempo récord o Kyrtaar iba a tirar mi puerta abajo. La impaciencia le temía a ese hombre.
Con ayuda de mi memoria fotográfica, logré hallar la salida del palacio sin ayuda de nadie y sin perderme. Los cazadores ya estaban esperándome, enfundados en sus ropas de combate, listos para una nueva aventura.
—¿Vamos? —Cuestionó Rhys cuando me vio aparecer.
El grupo asintió y comenzamos a descender por una cuesta escarpada, llena de matojos y frondosos árboles espinosos. El sol ya lucía radiante en el cielo, subiendo las temperaturas del lugar.
—¿Dónde queda el templo? —Pregunté a media voz, entre curiosa y aburrida.
—No muy lejos de aquí.
—Tus piernitas de humana lo soportarán. —Criticó Kyrtaar, sus violáceos ojos escudriñando mi reacción.
—Eres el último en enterarte de que no soy humana, por lo visto.
—Jamás creeré eso. —Respondió, tajante.
Yo rodé los ojos y pasé de él. Naexi, ya con una mueca de molestia por tener que soportarnos, sacó su piedra de música y nos dio la espalda a todos.
—¿Estás nerviosa? —Syndra se colocó a mi lado, apartándome un poco de Rhys, quizás, al notar la tensión que manábamos.
—No, no demasiado.
Parecía como si alguien hubiera sumergido mis emociones bajo el agua, a mucha profundidad porque, esa mañana, no parecía sentir nada de lo que usualmente me emocionaba o me daba pavor... Estaba vacía, como un cascarón roto.
—Lo estarás cuando los sacerdotes te cuenten una rayada sobre el tiempo. —Me aseguró Devdan, con su usual sonrisa bailando en las comisuras de su boca.
—A Devdan le encanta hablar mierda sobre nuestra religión. —Comentó Rhys, aparentemente afable.
—Yo sólo opino con palabras malsonantes, no es lo mismo.
—Sí, sí es lo mismo. —Protestó Syndra, atacando a su amigo con un pequeño puño.
—¡Ah, mujer! —Gritó el moreno, dramático— Me quieres matar.
Ambos rieron al unísono mientras Kyrtaar bufaba exasperado. Rhys se mantuvo todo el camino impasible, lanzándome alguna mirada furtiva de vez en cuando, pero disimulaba rápidamente su nuestros ojos se cruzaban.
Me dediqué a seguir el resto del camino en silencio, a veces, admirando el paisaje; otras veces, simplemente disfrutando de la quietud y la paz que me proporcionaba el ambiente, solamente interrumpida por las carcajadas de Devdan y Syndra. A la quinta carcajada, la vena de Kyrtaar ya se marcaba en el cuello.
—Estamos llegando. —Informó Rhys, calmando un poco al pelirrojo.
Posé mi mirada al frente y efectivamente, a lo lejos podía divisar el templo del tiempo. Quedé maravillada ante su enorme estructura marfil y gótica, llena de torres terminadas en pico, arcos apuntados y sobretodo, lo que más llamó mi atención fueron los miles de relojes negros que bañaban la fachada, algunos incluso torcidos o del revés.
—Si este templo te gusta, deberías ver el de las almas. —Susurró Rhys, de nuevo cerca mío.
—¿Dónde está? —Me vi obligada a preguntar.
—Muy lejos de aquí.
—Sé más específico. —Me desesperé con su actitud hermética.
—Está en la Corte de las Tinieblas. —Aclaró Kyrtaar, mirando a su amigo con disgusto.
—Que horror. —Expresé desilusionada. Jamás iría a verlo, entonces.
—Si la situación de la corte mejora, lo visitaremos. —Me prometió el ojiverde, aunque no lo tomé muy en serio.
Fue una fortuna que cuando iba a responder, nuestros pies ya estaban frente a la fachada del templo, así, pude omitir mi respuesta.
Compartimos una mirada insegura entre todos, nadie quería llamar a la puerta. Al final, Naexi rodó los ojos, exasperada, y tocó sonoras veces la madera.
—Sois unos críos. —Nos gruñó mientras guardaba su piedra en el bolsillo de su pantalón.
—Y tú una anciana cascarrabias. —Le devolvió Devdan.
—Orden. —Les pidió Rhys, severo, cuando vio que Naexi estaba a punto de lanzarse a la yugular del moreno.
Milagrosamente, la puerta se abrió con un agudo chirrido y reveló el misterioso interior de aquel sagrado templo. Tanto las paredes como el suelo estaban completamente pintados de un oscuro negro espeso, imposibilitando la visión.
Tragué saliva, asustada y solamente entré cuando vi a Rhys hacerlo con total confianza. Una vez que la puerta se cerró cuando todos pasamos, la oscuridad reinó en la estancia. Sentí un leve temblor en mis piernas, que cesó cuando alguien tomó mi mano. Rhys.
—¿A qué habéis venido, cazadores? —Nos preguntó una voz, sonora y potente.
—Necesitamos respuestas. —El cazador ojiverde tomó la palabra.
—No somos un centro de preguntas.
—Lo sabemos, pero es de suprema urgencia.
—Esperemos que realmente sea algo importante —Amenazó aquella potente voz. Luego, las luces se encendieron de repente—. Bienvenidos al templo del tiempo.
Había sido un hombre alto, encapuchado, enfundado en una túnica grisácea perfectamente planchada e impecable. No podía ver su rostro, pero casi podía imaginar su belleza.
—Gracias. —Le dijo Syndra con total sinceridad al hombre, él le dio un leve asentimiento.
Echamos a andar por los pasillos hasta llegar a una enorme sala que contenía un reloj enorme en la pared con la hora exacta y en el centro, una maqueta del planeta. Me recorrió un escalofrío cuando vi la bola girar.
—Decidme, ¿cuál es el problema?
Los cazadores me miraron, mandándome un claro mensaje, querían que fuera yo la que contara la historia. Me armé de valor y apreté la mano de Rhys, lista para empezar.
—Fui al mundo humano hace como una semana —Mi voz sonó rasposa—; sin embargo, hubo un problema temporal. Todos tenían aproximadamente veinte años más.
—Si sabes que el tiempo funciona exactamente igual en todo el planeta. —Asumió él, estricto.
—Lo sé, pero estoy muy segura de lo que vi.
El sacerdote guardó silencio durante unos instantes, luego, de apartó de nosotros y caminó hasta la bola del mundo. Le seguí, ansiosa por descubrir cómo funcionaba.
—Esta maqueta nos indica cuando se produce un fallo temporal —Explicó, manipulándola— o cuando alguien trata de romper alguna norma del tiempo, viajar en él...
—¿Y bien? —Cuestioné, mordiendo mis uñas.
—Lleva sin detectar anomalías un mes entero.
La realidad cayó en mí como un balde de agua fría. Ahora, todos pensarían que estaba loca, que tenía visiones o que estaba armando este show para llamar su atención.
—Pero..., no es posible, yo lo vi —Tragué el gran nudo que se formaba en mi garganta—, todos habían crecido, incluso algunos tenían hijos ya. Mis amigos..., yo...
—Puede haber sido una confusión. —Repuso él, sin dar su brazo a torcer.
—Ella ya te ha dicho que no lo es. —Bramó Rhys, acercándose al sacerdote amenazante. Lo agarré del brazo para que el altercado no llegara a más.
—Kiara, ¿estás segura? —Me preguntó Kyrtaar, escéptico. Yo asentí con frenesí, sin titubear ni una vez.
—La chica miente —Declaró el sacerdote con autoridad—, la bola no ha fallado en siglos. No me hagáis perder mi tiempo.
—Señor, por favor... —Le supliqué, sollozando.
—No puedo ayudarte. —Sentenció, girando la maqueta una última vez.
Entonces, un silencio sordo se instaló en la sala. El hombre giró y giró la bola, frenético.
—¿Pasa algo? —Cuestionó Syndra, preocupada. Una chispa de esperanza se asentó en mi corazón.
—No puede ser... —Murmuró el sacerdote, fuera de sí.
—¿Lo ha encontrado, verdad? —Dije yo, ilusa— Ha visto una anomalía.
El sacerdote dejó caer su capucha, revelando a un hombre joven y apuesto, pero pálido y asustado.
—¿Está usted bien? —Le preguntó Naexi, cautelosamente.
—No.
—¿Qué es? —Pronuncié con el miedo latente en mis venas.
—Alguien ha robado la bola del tiempo —Susurró a media voz, incrédulo—, esta es una falsa, una réplica.
—Eso es imposible. —Los ojos de Kyrtaar se abrieron como platos mientras contemplaba la supuesta réplica.
—Eso creía yo también —Repuso el sacerdote, que lucía como si fuera a vomitar—. Debéis iros y guardar silencio, esto es algo muy grave.
—¿Qué crees que ha pasado? —Le pregunté.
—Alguien está intentado paralizar el tiempo en Shianekdom —Su rostro se tornó verde—. No lo repetiré, debéis marcharos.
—¿Crees que ha podido ser...? —Dejé la pregunta en el aire.
—Elyon Lightcrown. —Finalizó Devdan por mí.
—No podemos acusar a la ligera —Nos advirtió Rhys—. Volvamos al palacio y lo estudiamos con calma.
—Señor —Lo llamé—, ¿ha venido el rey Elyon Lightcrown o algún soldado suyo aquí recientemente?
—No sé —Se agarró del pelo—. Fuera, volved a casa.
Alzó ambas manos para empujarnos del lugar, tenso, pero yo no lo dejé, nuestra reunión no había terminado todavía.
—Una última cosa, sacerdote. —Le pedí.
—Chica, ahora no —Nos llevó por el pasillo hasta la puerta de salida—, este no es un buen momento. Mis compañeros y yo debemos solucionar este grave error antes de que sea tarde.
—Será breve. —Luché contra el agarre de Rhys.
—Por favor. —Dijo él.
—¿Cuánto tiempo llevo viva?
Tanto el sacerdote como los cazadores me miraron como si estuviera loca de atar, pero sabía que Taenya me había dado esa información por algo importante.
—No tengo tiempo para juegos. —Se negó a darme la información.
—No es un juego, lo prometo. —Y recé porque así fuera.
El sacerdote, viendo que no planeaba rendirme, suspiró sonoramente y tomó mi mano mientras cerraba los ojos. Un minuto más tarde, los volvió a abrir, con peor aspecto que antes.
—Vete. Ahora mismo. —Nos gruñó.
—Responde y me iré. Lo juro.
—Debe ser algún problema... No... —Balbuceó, mirando las palmas de sus manos con desesperación.
Entonces, tomó la mano de Syndra con cierta brusquedad. Con ella, tardó mucho menos tiempo, pero permaneció igual de confuso.
—Sólo dilo. —Lo presioné.
—Llevas viva 5503 años.
La confusión junto con la angustia me golpearon a la vez, provocándome un ligero mareo. Cuando fui a replicar, a decirle que estaba mintiendo, el sacerdote cerró la puerta en mi cara.
Yo, Kiara Hayes, llevaba 5503 años viviendo, dando vueltas por el mundo sin saberlo.
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