XXXIII
VERDADES DOLOROSAS
Alguien iba a echar la puerta abajo. Me di cuenta cuando desperté al lado de Rhys, que ya estaba alerta y alejándose de mí. Adiós a un despertar tranquilo y bonito.
—¡Kiara! —Me gritó Vesstan Dunkel a través de la puerta, iracundo.
Rápidamente, cubrí mi cuerpo con las primeras prendas que encontré por el suelo, justo antes de que Rhys le abriera la puerta al loco de su primo.
—¿Se puede saber a qué viene tanto alboroto?
Antes de que el rey oscuro pudiera abrir la boca, Devdan emergió por la entrada, interrumpiéndolo.
—¿Porqué llevas unos pantalones enroscados al cuello? —El moreno me contemplaba entre curioso y divertido. Cuando miró a su amigo, semidesnudo de cuerpo para arriba, pareció entender todo— Oh, ya entiendo. Que oportuno eres, Vesstan.
—La humana ha abandonado a Respen a su suerte. —Sus ojos me lanzaban dagas.
—No es cierto.
—Bien, ¿dónde está Respen, entonces? —No dejé que su gran altura me intimidara.
—Se lo ha llevado Taenya, pero eso no es culpa mía —Objeté, furiosa—. Ella nos secuestró a los dos y luego, se llevó a Respen.
—¿Y tú qué hacías mientras? —Bramó, apuntándome con su dedo índice.
—¿Qué hacías tú, Vesstan? —Sentía mis venas hervir como fuego— Yo no tengo nada que ofrecer contra un grupo de brujas, Taenya lo transportó y lo perdí.
—Ellas están aliadas con la Corte de la Luz, ¿sabes lo que significa eso?
—Ya vale, Vesstan —Gruñó Rhys, poniéndose una camiseta blanca—. Ella no está entrenando para enfrentarse a Taenya, no es su culpa.
—Ella lo convenció de ir al mundo humano. —Rebatió el rey, obtuso.
—Taenya se lo habría llevado de igual forma —Lo calmó Devdan, poniendo una mano en su hombro—, ya sabes como es.
Las palabras parecieron hacer mella en él, aunque la furia y el dolor no hubiera abandonado por completo sus facciones.
—Debemos encontrarlo. Cuanto antes. —Gruñó.
—Sus dos brujas me dieron su palabra de que Taenya no lo llevaría ante el rey Elyon Lightcrown —Confesé, pero me vi obligada a fruncir el ceño, molesta y confusa, cuando los tres muchachos se echaron a reír—. ¿Qué?
—La palabra de una bruja no vale nada —Murmuró Rhys, paciente—, no conocen la lealtad.
—Sólo entre ellas. —Siguió Vesstan.
—Tampoco el rey la conoce —Intervine bruscamente—. Planea cooperar con las brujas en la guerra y a cambio de su favor, les dará a los cazadores en bandeja.
Los rostros de Rhys y Devdan pasaron de la confusión al entendimiento en pocos segundos para luego tornarse entre pálidos y verdes.
—¿Va a vender a nuestro grupo de cazadores? —Preguntó Devdan para sí mismo, incrédulo. Antes de que alguien le respondiera, el moreno abandonó la habitación a grandes zancadas.
—Necesitamos organizar una reunión —Pidió Rhys a su primo, luchando internamente por mantener la calma—, convencer a Luther para que abandone sus alianzas con la Corte de la Luz y las haga contigo.
—Si él te ve aquí, sabrá que eres un traidor.
—Eventualmente, se iba a enterar igual.
—Lo arriesgarías todo —Le advertí—. Dejarás que Luther se entere de tu parentesco con la Corte Oscura.
—Es eso o dejar morir a los míos —Desde lejos, pude notar el cansancio mental que lo hacía arrastrar sus palabras—, se podría decir que no tengo opciones.
—¿Estás seguro?
—Lo estoy —Asintió sin titubear—. Organízala junto con la líder de las brujas, pero no avises a ninguno de los dos de la presencia del otro.
—¿Estás loco? —Bramé hacia él.
—Quieres que se maten entre ellos y quemen mi castillo de paso, ¿no es así? —Le recriminó Vesstan al hantex.
Pensándolo en profundidad, era insano juntar en la misma sala al líder de los cazadores de brujas, que habían masacrado a cientos de ellas, con la líder de las brujas, que disfrutaría inmensamente si pudiera sacarle los ojos a Luther.
—Es matar a dos pájaros de un tiro —Nos observó a los dos como si fuéramos estúpidos—, Taenya contará el trato que tiene con el rey y Luther cambiará de bando y, de paso, conseguiremos información acerca del paradero de Respen.
—Y tú serás desterrado, no te olvides. —Bromeó su primo.
—Me necesitan —Aseguró el ojiverde, testarudo—, no me echaran. Por lo menos, no cuando se acerca una guerra.
—Si lo tienes tan claro —Suspiró Vesstan—, la empezaré a organizar ya, pero a cambio... —Sus ojos perspicaces revolotearon sobre mí.
—Oh, ya empezamos. —Protestó Rhys.
—A cambio, quiero que entrenes a la humana extraña —Ignoró la mueca de burla que hice hacia él—. Todos los días.
—Está bien —Se encogió de hombros—, de todos modos, ya entrenábamos antes.
—Esta vez, será en mi campo de entrenamiento, durante dos horas y mucho más intenso. —Ordenó autoritariamente antes de desaparecer del cuarto.
Suspiré aliviada cuando sus ojos examinadores dejaron de verme con curiosidad.
—Puede ser un grano en el culo cuando quiere.
—Lo es. —Suspiré.
—Oye, Kiara, yo... —Inició él, acercándose a mí, pero lo interrumpí.
—¿Desde cuándo lo sabes?
—¿El qué?
Formé una tensa línea con los labios, impaciente. Él permaneció en silencio.
—Esto. —Tomé el borde de su pantalón holgado y lo bajé unos pocos centímetros, lo suficiente para ver la marca que reposaba sobre su cadera.
Sentí como mis piernas sufrieron un temblor cuando comprobé lo que ya sospechaba, lo que el medio círculo dibujado en su cadera me confirmaba. Rhys era mi pareja eterna.
—¿Quién te lo ha contado? —Apartó mis manos de su ropa.
—Eso no importa —Hablé entre dientes, molesta—. ¿Creías que nunca me iba a enterar? ¿Hay algo en lo que no me hayas mentido?
—No era el mejor momento para contártelo —Trató de tocarme, pero me aparté antes de que pudiera lograrlo—, nunca pude encontrar el momento para decírtelo.
—Les has prohibido que me hablaran del tema, que me ocultaran cosas sobre mi propia vida.
—Solamente yo debía decírtelo cuando fuese el tiempo y el lugar correcto.
Bufé mientras negaba con la cabeza, incrédula ante sus excusas.
—¿Y si nunca lo hubiera sido, Rhys? —El dolor tiñó mi voz— ¿No me lo habrías dicho jamás, entonces?
—Lo he intentado muchas veces —Bajó la voz—, más de las que imaginas, Kiara, pero me... daba miedo que no te gustase la idea o que no me quisieras como yo te quiero.
—Tú sabías que te quería a pesar de todo —No pude contener las lágrimas que resbalaron por mis mejillas—, y aún así, no me dijiste la verdad. ¿Si quiera fue casualidad que nos cruzáramos aquella noche en Moonlight?
El tenso silencio que se extendió por la sala fue suficiente respuesta. Le lancé una mirada cargada de furia y traté de irme, pero Rhys me tomó del brazo, impidiéndomelo.
—Kiara, por favor —Su voz sonó grave y afectada—, era imposible decírtelo antes. Acababas de conocer Shianekdom, necesitabas encontrar a Respen, llegar hasta aquí para saber la verdad.
—Pudiste haberlo hecho todo tan sencillo —Odié que sonara tan rota—, pero elegiste complicarlo todo.
—No fue esa mi intención —Intensificó su agarre en mi brazo—. Tú sabes en el fondo que lo habrías pasado mal si te lo hubiera contado cuando tu cabeza tenía precio.
—Mi cabeza sigue teniendo precio —Siseé—. Estoy en el mismo punto donde empecé, lo
único que cambia es que ahora sé que sólo sabes mentir y ocultar secretos.
Me solté de su agarre y salí del cuarto lo más rápido que pude. Porque se había acabado lo de pasar de mis problemas, porque debía hacer frente a lo que venía y si él me volvía a confundir, entonces estaría perdida.
No supe cómo lo hice, pero el próximo lugar al que llegué fue al gran salón, donde se encontraban el resto de cazadores reunidos, con rostros serios y demacrados. Cuando Syndra me vio aparecer, saltó directa a mis brazos.
—Por los Dioses, Kiara —Lloriqueó en mi hombro—, eres una experta en asustar a tus seres queridos.
—No seas dramática. —Me burlé al tiempo que me separaba de ella y tomaba asiento junto a los demás.
—¿Cómo ha sido? ¿Qué tal? —Cuestionó Naexi, guardando su piedra de música.
Yo contuve un sollozo y aclaré mi garganta.
—Ellos..., nadie me advirtió que el tiempo en Shianekdom no era igual que en el mundo humano.
—¿De qué hablas? —Kyrtaar frunció el ceño.
—Cuando yo fui al mundo humano, ellos ya no tenían mi edad. —Hice el mayor esfuerzo de mi vida para ignorar los pinchazos que amenazaban con partir mi corazón.
Los cazadores compartieron una mirada confusa y silenciosa entre ellos.
—Interesante. —Susurró Naexi.
—Kiara, no sabemos de que nos hablas —Me informó Syndra en tono sútil, dulce—. El tiempo es igual en todos sitios, según la ciencia.
—No es posible —Gruñí, rabiosa—. Cuando volví, mis amigos tenían veinte años más que yo.
—Mañana, iremos al templo del dios del tiempo, ¿sí? —Me ofreció Devdan, la sombra de la preocupación opacando sus ojos.
—No he perdido la cabeza —Exploté contra ellos—, sé lo que vi.
—Kiara, calma —Pidió Syndra—, puede simplemente haber sido un error en el portal.
—En el templo, nos explicarán que pasó y quizás, puedas ver a tus amigos. —Me intentó animar el moreno.
Pero yo ya no sabia si quería verlos o no. Me daba miedo volver a intentarlo y fracasar, ver que el tiempo seguía pasando para ellos, pero no para mí por estar atascada en este lugar. Ellos habían crecido y habían seguido sus vidas sin mí, quizás, con la eterna pregunta viviendo en sus mentes acerca de dónde había ido yo o porqué había desaparecido de la nada. Yo les haría daño si volvía a aparecer sin una explicación, así como a mí me dolería no poder volver cuando yo quisiera. Contenta o no, estaba atada a Shianekdom y las cosas del mundo humano simplemente se habían alejado de mi alcance.
—Ya no quiero volver. —Sentencié, ganándome una mirada incrédula por parte de todos.
—¿Qué?
—Iré al templo del dios del tiempo para acabar con mi curiosidad, pero no volveré a verlos. —Mi voz se volvió fría como un témpano de hielo.
Ninguno de los cazadores supo cómo responderme, ni siquiera Syndra. Yo no soportaba sus miradas de lastima puestas en mí, así que me fui, me alejé de ellos a grandes zancadas como si la distancia fuera a borrar mi pena.
Me encerré en mi cuarto durante toda la hora de la cena, pues no estaba de humor ni para comer ni para hablar con nadie. Pero cuando dio la media noche, mis pies se movieron solos fuera de mi cuarto. Sentía su presencia y sabía a dónde tenía que ir.
Caminando a hurtadillas por los estrechos y eternos pasillos del castillo, seguí su dulce aroma, intrínseco en mi ser. Ascendí por varias escaleras hasta llegar a donde me había dicho. La torre más alta del castillo de Vesstan Dunkel.
Atraída por su mera presencia, sonreí cuando la vi, parada frente a la ventana mientras observaba la inmensidad de la oscuridad nocturna, únicamente pintada por las brillantes estrellas.
—Taenya.
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