XXXI
LA WICCA
—Veo que me conoces bien. —Sonrió Taenya.
—He oído historias. —Bramé con dureza. Era asombroso el parecido que compartía con su hermano, desde sus orbes esmeralda hasta la forma recta de su nariz o sus labios carnosos.
Ella iba a abrir la boca para replicar, pero en ese instante, aparecieron la otra bruja y Respen. Taenya pareció consternada cuando lo vio aparecer, apretó los puños a sus costados, procurando no mirarlo.
—Elasha, ¿qué te dije sobre el chico? —Siseó, molesta.
—Hemos creído que sería una buena pieza para nuestra negociación con el rey. —Respondió Wyniel, en vez de Elasha, quien solamente agachó la cabeza.
—No hay espacio para la creencia, Wyniel —Le
lanzaba dagas con la mirada—, para eso ya tienes a la Wicca. Yo doy órdenes y tú las acatas, ¿sí?
—Perdón. —Murmuró ella, agachando su cabeza.
Fuera lo que fuese Taenya, estaba claro que tenía poder e influencia en las altas esferas de los aquelarres de brujas. Era aterradoramente bella y por lo visto, carismática también.
—Luego, os comunicaré vuestro castigo. —Escupió la líder, observándolas a ambas con una chispa de rabia encendida en sus orbes esmeralda.
Ambas brujas asintieron haciendo que Taenya se relajara un poco; sin embargo, Respen a mi lado seguía tenso, angustiado.
—Deberíamos quitarle... —Susurró Wyniel para Taenya, en un tono suficientemente alto como para que todos lo oyeran.
—Eso no servirá de nada.
—Sería por precaución. —Insistió ella.
—No seas estúpida. —Le gruñó Elasha a la bruja impertinente.
La fría y calculadora mirada de Taenya ya no estaba sobre sus brujas, ahora estaba directamente sobre nosotros, investigándonos.
—La maldita y el príncipe sin corona. —Se burló aún con el semblante serio.
—Cuando Rhys venga... —La amenacé, pero me hizo callar con un gesto de manos.
—No quieres ver una pelea familiar, ¿verdad? —Prosiguió cuando vio que no iba a responder— Entonces, no creo que tu cazador vaya a enterarse.
Alzó su dedo índice y corazón mientras me observaba. Muy tarde entendí que estaba realizando un hechizo, uno que me quitaba mi espada sin siquiera tener que tocarme. Si tan solo me hubiera dejado puesto el colgante, ahora no estaría tan indefensa de mente contra ellas. Había subestimado su poder, creía que podía simplemente largarme al mundo humano cuando no me gustaran las cosas y por ello, ahora Respen estaba en peligro. Por mi culpa.
—¿Qué es lo que quieres? —Le pregunté, conteniendo las lágrimas.
—Os lo explicaré.
Hizo un movimiento de su cabeza hacia sus dos brujas y echó a andar. Compartí una mirada rápida con el príncipe antes de seguirla.
No sabía exactamente en qué punto de la Corte Oscura nos encontraríamos, pero era, sin lugar a dudas, un sitio hermoso. Las frondosas copas de los árboles verdosos bañaban el cielo nocturno pintado de estrellas mientras que miles de luciérnagas iluminaban el camino. La hierba húmeda acariciaba mis pies y me hacía querer rodar sobre ella. Era un bosque pequeño, pero indiscutiblemente hermoso. La casa de las brujas.
—Sentíos afortunados —Replicó Taenya con desdén—, no suelo invitar a mucha gente a mi dulce hogar.
Fruncí el ceño cuando miré a mi alrededor y no vi ni una sola casa. Estaba a punto de cuestionarla cuando Taenya hizo un extraño gesto con sus dedos y el mencionado hogar apareció frente a nosotros, como si hubiera estado oculto entre la tierra hasta que llegara su dueña. Detrás de éste, miles y miles de otros edificios empezaron a brotar del suelo. Era uña espectáculo mágico.
—Quitad esa cara de bobos. —Protestó Wyniel, ganándose un codazo por parte de Elasha y una mirada escéptica de su jefa.
Taenya abrió la puerta de la primera casita que salió y se adentró al interior sin mirar atrás. Yo no podía dejar de contemplarlas, eran increíbles. Estaban separadas por un muro con trazos dorados que habíamos atravesado sin problema. Las casitas eran blancas con torres y tejados verdosos y grandes ventanales aportándole luz al interior.
—No tenemos todo el día. —Nos gruñó Taenya a Respen y a mí.
Todavía anonadaos, el príncipe heredero y yo las seguimos, pero, a pesar de las maravillas visuales, el pánico todavía paralizaba nuestros cuerpos.
Atravesamos un par de pasillos con paredes blancas y suelo de madera hasta llegar a una gran sala. Constaba de una mesa, varias sillas y algunos muebles más de relleno. Taenya se sentó en una de las sillas y nos invitó al resto a imitarla.
—Te preguntarás porque estás aquí. —Empezó ella, sonriendo sin buenas intenciones.
—Yo también me lo pregunto. —Fue Respen quien respondió. La bruja apretó los labios, pero no hizo contacto visual con el príncipe.
—El dios astado y la diosa triple te han traído a nosotras. —Explicó Wyniel, con sus ojos llorosos.
No pude hacer más que adoptar una postura confusa. Nadie había mencionado a esos dioses antes, de hecho, yo sólo conocía a la diosa de la guerra, la de la curación, el del tiempo y el de las almas.
—Es la religión de las brujas —Me susurró Respen por lo bajo— , la Wicca. No está relacionada con las creencias de Shianekdom, es independiente.
—Veo que sabes mucho sobre brujas. —Era la primera vez que Taenya miraba al rostro del príncipe heredero y lo hacía con rabia fundida en sus rasgos.
—Lo justo y necesario. —Le contestó, seco. No había ni un rastro de furia o enfado en él, sólo una indiferencia gélida.
—No quiero estar aquí —Dije, interrumpiendo su batalla de miradas—, no pertenezco a este lugar.
—Te equivocas.
—Tampoco Respen debe estar aquí —La ignoré y proseguí—. Y quiero mi espada de vuelta.
—Te la daremos cuando tengamos la certeza de que no nos vas a cortar en dos —Soltó la hermana de Rhys, siseando. Luego, adoptó una mueca burlesca—. En cuanto al pobre príncipe heredero..., no entraba en mis planes, pero si ya está aquí, haremos que nos sea útil.
—No. —Me puse en pie abruptamente y traté de caminar hacia ella, pero su magia me hizo quedarme atada al suelo, inmóvil.
Respen agarró mi brazo, calmándome, pero yo no podía dejar de observar a la jefa de las brujas, la que tanto había dañado a Rhys y ahora también iba a lastimar a Respen. Quería borrar su estúpida sonrisa del rostro.
—Será mejor que te sientes o esto no acabará bien para ti. —Me amenazó.
Sacándole los dientes, iracunda, hice lo que me pidió. No podía ir de orgullosa si la vida de Respen estaba en juego, así que tragué mi orgullo y planté mi trasero en la silla cuando su poder me liberó.
—Como iba diciendo —Volvió al ataque, con la mirada fija de todos en la mesa—, estás aquí por un gran motivo. Queremos que seas parte de la guerra que se avecina al frente.
—Ya soy parte de la maldita guerra —Bufé, molesta—. No tenías que tomarte tantas molestias para eso.
La jefa de las brujas arrugó su nariz, disgustada con mi contestación.
—Estás en el bando equivocado. —Fue Wyniel quien habló. Elasha se tensó a su lado.
—Jamás cambiaré de opinión —Le escupí—. Nunca toleraré a tu rey injusto y egoísta.
—No es nuestro rey —Me contradijo Elasha, insegura—, nosotras no nos regimos por las normas de los hantex, no tenemos nada que ver con ellos.
—Pero estáis planeando una alianza con la Corte de la Luz. —Acusó Respen.
—Ese Vesstan Dunkel es un bocazas. Aún no entiendo cómo compartimos sangre. —Rió Taenya, despreocupada ante las confesiones de su primo.
—No me voy a aliar con la Corte de la Luz —Resumí mientras me levantaba de la silla y arrastraba a Respen conmigo—, si eso era lo que necesitabais, no va a pasar.
Les di la espalda y procedí a salir de aquella casa del terror.
—Entonces, alíate con nosotras. —Pidió Taenya.
Me giré lentamente hacia ella, la rabia hirviendo en mis venas cuando la vi caminar hacia nosotros, sosteniendo mi espada entre sus sucias manos.
—¿Por qué me aliaría contigo? —Le arrebaté a la Perversa bruscamente— No has hecho nada bueno en tu vida, nadie habla bien de ti, ¿por qué trabajaría con alguien que sólo busca guerra? Eres una tirana en un imperio infame.
Mis palabras parecieron golpear a la jefa de las brujas, que frunció el ceño y ladeó la cabeza. Incluso Respen pareció suavizarse a mi lado.
—Te he ayudado desde que pusiste ese maldito pie en Shianekdom —Su voz salió como un hilo fino—, yo he sido la que te ha sacado de todos los malditos problemas en los que te ha metido mi hermano, pero a él lo amas y yo soy la mala.
Avancé hacia ella, únicamente frenada por la mano de un preocupado Respen y apunté con un dedo a su rostro.
—Tú sólo me has usado a tu favor —Siseé, sintiendo mi cara arder—, me has atraído hacia ti como un peón más en tu juego. No pienses que voy a agradecerte por eso.
El rostro de Taenya estaba blanco de ira, también el de sus dos brujas lucía igual.
—No te atrevas a hablarle así —Me amenazó Wyniel, que trataba de librarse del agarre de Elasha—, tú no tienes ni idea de la mitad.
—No necesito saber más —Les gruñí—, sois una especie envenenada.
—¿Y qué crees que eres tú, ingenua? —El poder salía disparado hacia ningún lado del cuerpo de Wyniel, perdida en sus emociones— ¿Crees que la Espada de la Perversión te ha elegido a ti por ser alguien ejemplar? Estás hecha de lo mismo, Encantadora del Mal.
Perdí los estribos. Me libré de los brazos de Respen y traté de saltar hacia ella, directa hacia la yugular de la bruja malhablada; sin embargo, la voz de Taenya me hizo frenar, razonar.
—Ya es suficiente. Ella tiene razón.
—¿Qué? —Gritamos Wyniel y yo a la vez, confusas a la par que sorprendidas.
—Somos malvadas —Admitió, sin permitirse verse desolada aunque lo estuviera. Cuadró sus hombros y obligó a su voz a sonar firme—, llevamos siglos haciendo el mal. Es normal que no quiera unirse a la causa.
—Pero, entonces, nos aliaremos a la Corte de la Luz. —Finalizó Elasha por ella.
—No entiendo que objetivos tendríais en común. —Admití.
—Queremos tomar Rhysterland —Confesó Wyniel, ya capaz de controlar sus poderes—, y con el favor del rey si nos aliamos, acabaremos con los cazadores de brujas.
Abrí la boca, sorprendida. Por lo visto, no estaba en los planes de Taenya que yo me enterara de tanta información porque con una sola mano, elevó a Wyniel y la estampó varias veces contra la pared. La bruja cayó al suelo, mareada. Elasha sólo podía lamentarse en silencio.
—Contra tu propio hermano —La acusé, incrédula—, contra cientos de humanos que no te han hecho nada.
—No lo entenderías. —Fue lo único que me respondió.
Decepcionada, le di la espalda y salí de su casa. No había remedio o solución para la maldad de las brujas, eran rabiosas e implacables y yo desde ahora había decidido que no quería tener nada que ver con ninguna de ellas. Ahora entendía perfectamente la decisión de Rhys acerca de ser cazador, la decisión de absolutamente todos ellos, incluso de su malvado jefe, Luther.
—Mi padre planea vender a todos los cazadores a las brujas —Murmuró Respen una vez llegamos fuera, pálido—, no podemos dejarlo, tenemos que avisar a Vesstan y a Rhys.
—Lo haremos, tranquilo.
—¿Sabes por dónde ir?
Miré la inmensidad del bosque, molesta y cansada.
—No, ni idea —Me sinceré—. No sé dónde podemos estar, la Corte Oscura es enorme y Rhys nunca mencionó nada de la ubicación exacta del aquelarre de Taenya.
Sin embargo, en la negrura nocturna, un susurro de viento nos envolvió, algo nos estaba observando y ambos lo sabíamos.
—No te separes de mí. —Le ordené, él asintió sin apartar su mirada de los frondosos árboles, en busca de algún movimiento que delatara alguna presencia. Pero nada se movió.
Cuando empezamos a caminar bosque adentro, el viento nos volvió a susurrar, esta vez, revelando una figura frente a nosotros.
—Lo siento. —Escuché murmurar a Taenya.
Acto seguido, una mano se enroscó en el brazo de Respen y se lo llevó, esfumándose entre la espesura de la noche.
Todo se quedó quieto y en silencio cuando ambos desaparecieron.
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