XXVIII
UNA CORTE TERRORÍFICA
Nuestro recorrido fue corto. No habíamos salido de la Corte Oscura cuando el grupo de cazadores nos interceptaron y nos obligaron a bajar del caballo, sin dañarlo, por fortuna.
Sostuve la correa del caballo, acariciando distraídamente su crin al tiempo que él relinchaba. Oh, le había cogido cariño a este animal y no llevaba ni una hora con él.
A mi lado, Respen Lightcrown lucía desesperado, con ganas de esconderse en un vástago de oscuridad y no salir jamás. Yo no compartía el sentimiento, pues una furia gélida se había apoderado de mí cuando posé de nuevo mis ojos en Rhys.
—No puedo dejar que os vayáis. —Susurró él, cuando Vesstan Dunkel llegaba detrás de él, en su carruje real. Era negro entero, con apenas algunos detalles en dorado como el mango de las puertas o el filo de las ventanas. Cuando salió, la imagen del rey impoluto que había mostrado antes estaba quebrada, ahora sólo era un rastro de molestia e ira.
—¿Cómo una simple humana ha podido mandar mis planes al carajo así de rápido? —Sus ojos me recorrían con una mezcla de asombro y desprecio. Tapé mis pechos expuestos con fuerza cuando sentí que llegaba a ese lugar.
—Ten cuidado en cómo le hablas. —Lo amenazó Rhys antes de quitarse su camisa y pasármela para que me cubriera. A pesar del rencor que sentía por él, no pude negarme y la tomé.
—Oh, primo —Sonrió falsamente, socarrón—, ¿tu corazón se ha ablandado por una humana?
Rhys sacó sus dientes, listo para pelear, pero fue interrumpido.
—Basta —Todos se giraron sorprendidos hacia Respen, que había alzado la voz desde la penumbra. Sus ojos plateados fijos en el rey oscuro—. No la metas a ella en esto, no es su culpa. Quiero volver a casa, Vesstan.
—Lo siento, su alteza, pero eso no es posible. —Gruñó él. Pero Respen no dio el brazo a torcer.
—Eras mi amigo y ahora has arruinado mi vida —Sentí mi corazón crujir ante el dolor que él estaba mostrando—. Déjame ir.
Vesstan no quiso, pareció que ni lo había escuchado cuando se acercó a él a grandes zancadas y trató de arrastrarlo hacia el carruaje. Por instinto, me coloqué entre medio de los dos, ganándome una mirada helada de su parte.
—No tienes derecho, no es tu vida. —Le hablé con todo el descaro del mundo.
—¿Qué vas a saber tú de nada, humana ingenua? —Hizo el amago de echarme a un lado— Ocúpate de tus asuntos, que no son pocos.
Sus palabras me abofetearon. Él quería dañarme, que yo me fuera corriendo entre lágrimas, pero jamás lo conseguiría. Como efecto contrario, reafirmé mi posición.
—Vete. —Escupí entre dientes, tocando la empuñadura de la Perversa por si fuera necesario.
Pero el se rió de mí, abiertamente y antes de que yo pudiera cometer algún disparate, los brazos de Syndra me envolvieron y me alejaron del pleito real. Varios cazadores parecieron suspirar de alivio cuando estuve alejada de él, entre ellos Rhys, que seguía observándome con una expresión indescifrable.
Vesstan agarró a Respen de la fétida y mugrienta túnica que llevaba y lo arrastró a su carruaje, justo como él quería. Antes de subir, se volvió hacia mí, con una sonrisa extraña.
—La humana está invitada a subir también, ya que parece saber tanto sobre la verdadera historia —Comentó con desdén—. Los demás tendréis que volver a caballo. Oh, y no olvidéis coger a Rayito —Miró al corcel blanco que habíamos tomado sin permiso—, odio perder a mis caballos. O que me los roben.
Tragué saliva, indecisa. Luego, pensé que era mejor saberlo todo que no saber nada y con una breve inhalación, entré a la carroza real de Vesstan Dunkel y me senté. Rhys me siguió, pero su primo le cerró la puerta de un portazo en la cara.
—Habla —Ordenó Respen, con autoridad—. Quiero saber la verdad, ya.
—Te la contaré y si aún así te quieres ir, serás libre de volver a la Corte de la Luz. —Juró, poniendo una mano en su corazón.
Cuando Vesstan Dunkel fue a relatar su gran secreto, Rhys forzó la puerta que nos separaba y se coló en el carruaje, tranquilo e inmutable. El rey oscuro chasqueó la lengua con fastidio.
—Mi primo no sabe lo que es un no por respuesta —Sus ojos de fuego lo persiguieron cuando se sentó a mi lado—. Me vas a pagar los daños.
—Calla y empieza. —Le gruñó.
—Hace cinco años, Arlayna Lightcrown cayó gravemente enferma —Intuí que era la madre de Respen, la reina. El muchacho se encogió en su asiento—. Elyon buscó la cura en cada rincón del continente, pero no la había. La reina iba a morir pronto.
—No puede ser. —Objetó el príncipe, alterado.
—Tú sabes que sí, recuerda, Respen —El mencionado empalideció, asintiendo—. La desesperación de Elyon crecía con cada día que pasaba sin una cura para su amada.
—No te enrolles. —Protestó Rhys, ganándose miradas molestas por parte de los tres.
—Elyon comenzó a meter las narices en asuntos que jamás debió tocar —Su rostro se ensombreció—, buscó la magia negra en las brujas malvadas que seguían asediando en la Corte de la Luz.
—¿Y la encontró? —Pregunté, totalmente intrigada, casi mordiendo mis uñas.
—La encontró, sí —Pareció tener dificultades en hablar, tenso en su asiento—. La solución era un baño de sangre.
—¿Qué? —Saltamos Respen y yo a la vez.
—Las brujas le otorgaron una cura, un baño de sangre compatible con la suya junto con algunos
desagradables ingredientes más. —Torció el gesto de disgusto.
—Mi padre quería matarme. —Asumió Respen, atacando cabos. Se veía como si estuviera a punto de vomitar.
—Exacto —Le siguió Rhys—, quería matarte para curar a tu madre en secreto porque ella jamás lo habría permitido.
—Cuando mis espías se lo comunicaron a mis padres, debimos fingir tu secuestro o el rey lo conseguiría.
—Me salvaste. —Comentó él en un deje de voz.
—Pero Elyon sigue buscando a Respen, ¿por qué lo hace si Arlayna ya ha muerto?
—El ritual también funciona para traer a los muertos hacia la tierra de los vivos —Me explicó—, supongo que podéis comprender la magnitud de riesgo que supone realizar tal atrocidad.
Ambos asentimos, procesando toda la información. La Corte de la Luz era una corte terrorífica, pensé para mis adentros.
—Por eso, al principio no estaba encerrado.
—Nunca fue mi intención apresarte —Confesó Vesstan con la atención fija en su amigo—, pero comprendí que no era seguro para ti vagar por los rincones del castillo. Te habrían atrapado en algún momento, tarde o temprano y entonces, mi sacrificio no habría servido para nada.
—Debiste decírmelo. —Sus facciones se endurecieron.
—Tan sólo eras un crío que adoraba a su padre, ¿cómo ibas a creerme?, ¿cómo iba a arruinar esa parte de ti?
—Estaba en mi derecho a saberlo.
—Lo sé y lo siento por eso. Intenté hacerlo lo mejor que pude y cuando ellos me dejaron... —El dolor tiñó la voz de Vesstan durante un segundo. No sabía a quién se refería exactamente.
—Está bien, lo entiendo.
La conversación cerró con un conmovedor abrazo por parte de ambos. Seguramente, no serían amigos tan pronto y ambos tenían muchas cosas para aclarar y para sanar, pero era un buen comienzo.
—Me mentiste. —Acusé a Rhys, sin atreverme a mirarlo a la cara.
—Era necesario.
—Dos veces. Me has traicionado dos veces —Apreté los puños, con rabia—, ibas a dejar que Vesstan me matara.
—Nadie iba a poner un dedo sobre ti, te lo juro. —Me tomó de los hombros, obligándome a mirarlo. Dolía tanto...
—Fui algo dramático con lo de matarte. —Admitió el rey oscuro, sin verse realmente arrepentido.
—Es su estilo. —Apoyó Respen, con aspecto menos enfermizo.
—Tenía que saber que eras alguien capaz, alguien de confianza —Se excusó el ojiverde—. No podía traerte aquí y que descubrieras toda la verdad sin más.
—Esto te costará más de lo que crees. —Lo amenacé. Él tragó saliva.
—Lo acepto —Ignoré las muecas de dolor que me hacía—, sea cual sea tu castigo, lo aceptaré.
—Calzonazos. —Murmuró su primo por lo bajo, ganándose un codazo por parte de Respen.
Las risas se esfumaron al momento trayendo de vuelta el ambiente serio y oscuro que nos envolvía al entrar.
—Se avecina una guerra —Vesstan se movió, inquieto—, una dura y sangrienta.
—La Corte de la Luz planea aliarse con las brujas para declarar la guerra a la Corte Oscura.
—Pero los cazadores de brujas eran parte de la Corte de la Luz. —Repliqué, contrariada.
—Elyon quiere unir fuerzas, por irónico que suene.
—Mandé a mis murks para que consiguieran información —La voz de Vesstan se volvió un gruñido gutural—, pero alguien disfrutó matándolos. El único que se salvó, me lo contó todo.
—Chivato. —Se limitó a contestar el cazador, exento de la culpa.
—Nos atacaron. Tus bestias nos querían hacer daño.
—No lo creo —Escupió fuego hacia mí—, los alteraríais por algo o sería su hora de comer, quien sabe. —Se divirtió. Yo bufé.
El carruaje frenó delante del castillo. Los cazadores ya nos esperaban ahí, de pie y ansiosos. Los brazos de Devdan y Syndra me envolvieron antes de que pudiera mediar palabra, fundiéndonos en un cálido abrazo.
—A la próxima vez que no me contéis la verdad... —Los amenacé a todos con un dedo levantado.
—Nunca más. —Prometió Naexi, los demás asintieron de acuerdo, hasta Kyrtaar lo hizo.
Nos aventuramos al interior del palacio, aún sin haber decido nuestro futuro. El príncipe y yo teníamos una elección que hacer, por difícil que fuera. No tenía clara la decisión y seguramente por eso, el pinchazo que sacudió mis sienes me introdujo una visión al instante.
Una mujer de pelo blanco y complexión delgada se paró frente a mí, tocando un mejilla en una suave caricia.
—Encantadora del mal, ya sabes a dónde ir. —Me sonrió. Por su voz, supe que era quien me había ayudado a salir de las mazmorras.
—No, no lo sé —Confesé, aún sin saber su identidad—, estoy tan perdida...
—Sigue el camino —Sonó como una caricia en mis pómulos que me tentó a cerrar los ojos y quedarme en ese instante para siempre—, vuelve a casa con él.
—Se avecina una guerra —Le advertí—, ¿cómo sé que será lo correcto?
—Es una decisión temporal, Encantadora, no puedes eludir tu destino. Siempre volverás a este lugar.
Contuve las ganas de llorar, respirando sonoramente para calmarme.
—No tengas miedo —Prosiguió ella—, es nuestro deber protegerte.
—¿Quiénes sois? —Traté de buscar algo, lo que fuera, en su rostro que me revelara algo.
—Y cuando vuelvas —La joven ignoró su pregunta—, cambiarás el rumbo. Para bien o para mal.
No tuve tiempo de replicar, la imagen se había desvanecido, devolviéndome de nuevo al palacio. La visión me había ayudado, me había guiado, incluso sin saber si la ayuda sería maligna o benigna.
Eché un breve vistazo a Respen, que me devolvía la mirada y con eso lo pude confirmar. Había elegido mi destino.
La Encantadora del Mal y el príncipe heredero habían tomado una decisión. Se iban al reino humano.
Nota de autora: siiiuuu, hasta aquí llega la primera parte del libro (son tres, pero la primera es la más larga). Espero que os haya gustado y que estéis preparados para lo que viene. :)
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