XXV

SECRETOS OSCUROS

Era inútil. Había recorrido todos los
parámetros de aquel lugar sin hallar un solo rastro del libro que buscaba. Solo quería algo que tratara sobre leyendas, de la historia antigua de Shianekdom, pero no había nada.

Me dejé caer al suelo, apoyando la espalda contra un estante, suspirando. El sudor se pegaba a mi frente cuando decidí que ya era suficiente. Encontraría a mis amigos y hallaría lo realmente importante, al príncipe.

Salí de la biblioteca a paso marchoso cuando tropecé con un estante. Resbalé y caí al suelo, sin poder evitar que un gran libro aterrizara sobre mi cabeza. Solté un quejido y maldije al libro. Era realmente grueso, pesado, granate y no pude entender las letras que estaban escritas en el lomo. Más por curiosidad que por otra cosa, lo abrí.

Al principio, sólo pude hallar diversos dibujos, de serpientes, de espejos, de collares... Pero cuando estuve a punto de cerrarlo y abandonarlo al fondo de esta biblioteca, vi algo que realmente llamó mi atención. Era una representación de la Perversa. Sólo eran un par de garabatos en tinta negra, claramente hechos a mano; sin embargo, era lo máximo que había encontrado y hasta que no averiguara en qué idioma estaban las letras, me lo llevaría conmigo. Suerte que el vestido me quedaba algo ancho y lo pude ocultar. Eso ocultaría que yo estaba robando de nuevo, robando un libro del palacio real de Vesstan Dunkel, cualquiera creería que no podía estar más loca.

Cuando llegué al salón de baile de nuevo, tras perderme tres veces por los incontables pasillos del palacio, me recibió el bullicio de la música, de las copas chocando entre sí y los suaves murmullos de las bocas de cada invitado presente. Pude localizar a Kyrtaar, pálido, vomitando en una esquina, a Naexi devorando enfurruñada toda una bandeja de comida y a Devdan bailando semidesnudo encima de una mesa. No había ni rastro de los demás y por algún extraño motivo, decidí que mi mejor opción era pedir ayuda a Devdan.

Recorrí la sala dando grandes zancadas y tropezando con muchas cortesanas, que se arremolinaban para ver el show de Devdan. Me paré frente a él sin mediar palabra, de brazos cruzados. Tardó un tiempo en percatarse de mi presencia.

—¡Kiara, amiga! —Sonrió sin dejar su baile— ¡Sube!

Mi severa mirada bastó para que la sonrisa en sus labios decayera. Se bajó de su "escenario" y adoptó una mirada más seria mientras las cortesanas me insultaban por lo bajo acusándome de haberles cortado el rollo. Las ignoré deliberadamente.

—Ya tengo el libro —Le susurré, esquivando personas sin parar—. ¿A dónde ha ido tu camisa?

—Se la lancé a una doncella hermosa. —Su mirada destelló, dejándome claro que estaba borracho.

—Tenemos que... —Mi frase murió a mitad cuando mis ojos se posaron sobre el hombre sentado en el trono.

Con una corona dorada sobre su cabeza, Vesstan Dunkel observaba aburrido a la muchedumbre que se arremolinaba en su castillo y no era otro hombre que aquel que había abierto la biblioteca a mis pies hacía unas pocas horas.

Yo había estado a solas con el rey oscuro sin saberlo, yo le había mentido a la cara y lo había llamado señor. Si no me decapitaban ahora, definitivamente no lo harían nunca.

—Kiara, espabila —Me pidió Devdan tambaleándose—, ¿o es que acaso te gusta el rey...? —Y sin terminar su frase, vomitó sobre mis pies.

La multitud comenzó a mirarnos y susurrar, la atención que debíamos evadir nos estaba persiguiendo por su culpa. Así, la mirada de Vesstan Dunkel recayó esta noche por segunda vez sobre mí, esta vez, pude atisbar un chispazo de diversión en su rostro, quizás, porque Devdan estaba dejando un rastro de vomito por todo el salón.

Arrugué la nariz, asqueada, y me aparté de él. Que se encargaran de su borrachera las doncellas que tanto amaba él.

Salí del salón para recorrer de nuevo los pasillos. Si los cazadores no me ayudaban, entonces yo misma sacaría de aquí a Respen Lightcrown, aunque no niego que me decepcionó la actitud de mis amigos.

Sólo frené cuando escuché pasos detrás de mí. Con el corazón latiendo desbocado, suspiré de alivio cuando vi que sólo se trataba del borracho de Devdan, que había podido dejar de esparcir fluidos.

—¿No me esperas? —Bromeó, alzando sus cejas.

—Te veías bastante ocupado. —Le devolví, en tono desinteresado. Él sonrió y agitó su cabeza, moviendo su despeinada cabellera negra.

—Rhys y Syndra ya estarán llegando a los calabozos, salieron hace mucho. Los demás estábamos esperando a que regresaras.

Suspiré de alivio al saber que no habían pasado de la misión, que lo estaban intentando aunque no obtuviéramos resultados.

—Pero Naexi y Kyrtaar se han quedado atrás. —Destaqué, frunciendo el ceño y señalando a mis espaldas.

—No los necesitamos —Se encogió—. Además, no están los dos muy disponibles hoy que digamos...

—¿Por qué? Cuando vi a Kyrtaar tenía un aspecto terrible —Murmuré—. Peor que su casa.

Devdan soltó una risa baja antes de ponerse serio de nuevo.

—Su familia está aquí.

Recordé lo que sabía de la vida del pelirrojo, que venía de una casa de cortesanos de la Corte Oscura y que los odiaba con toda su alma, hasta el punto de ignorar su existencia.

—Oh, no debimos hacerlo venir.

—No nos dijo que estarían aquí hasta hace un momento —Se excusó, pero vi el dolor por su amigo incrustado en su corazón—. Jamás lo habríamos traído si nos lo hubiera contado a tiempo. Él cree que puede con todo, ¿sabes? Piensa que puede cargar el peso del mundo sobre sus hombros sin que le pase factura.

—Supongo que en su familia habrá humanos. —Supuse, tratando de indagar más en el odio latente que sentía Kyrtaar hacia mi especie. Eso si es que yo de verdad era humana.

—No los hay —Pareció divertido ante mi inocencia—. Se enamoró de una humana.

Mi boca se abrió de par en par. Jamás en la vida, ni por todo el dinero del mundo, me habría creído yo que le odioso y malhumorado Kyrtaar iba a sentir algo como el amor y mucho menos por una humana. Era algo duro de creer, difícil de masticar.

—Imposible. —Lo contradije, obstinada.

—El destino lo ligó a una humana, la hizo su pareja eterna, pero cuando su familia se enteró, no lo pudieron tolerar. Mataron a la humana y lo desheredaron a él, alegando que los dioses lo habían hecho débil y que los Vardash no querían a nadie de carácter endeble en su casa.

—Oh, ahora lo entiendo todo. —Me arrepentí de haberlo juzgado y de haber pensando tan mal de él.

—Es un hombre muy complicado, pero eso no justifica el trato que te da por ser quien eres. —Vi la contrariedad clara en su rostro.

—No, no lo justifica, pero ahora sin duda lo comprendo todo mejor. ¿Dijiste pareja eterna?

—Claro. Eso dije.

Devdan borracho era una fuente de información, listo para darle a la lengua y soltar los chismes más jugosos jamás escuchados.

—¿Cómo sabía él que la humana era su pareja eterna? —Sentía genuina curiosidad, sobretodo, cuando lo vi titubear.

—No sé si deba decírtelo, no estoy pensando claro y creo recordar que alguien me dijo que no podía hablar sobre eso si estabas tú.

—Dímelo. —Le ordené, sosteniéndolo del brazo para que no pudiera seguir caminando. Total, ni siquiera sabíamos donde estábamos parados.

—Kiara..., no hay vuelta atrás. Si lo cuento, nunca podrás olvidarlo.

Aún con el corazón latiendo desbocado en mi pecho y la garganta seca del miedo, no desistí.

—Sólo dilo, Devdan.

Para dar su respuesta, se giró dándome la espalda y señalo un punto específico en sus omóplatos. Cuando lo vi, tuve que tapar mis boca con ambas manos para no vomitar y apoyarme contra la pared cuando el temblor de piernas amenazó con derribarme.

—Esta marca... —Lo corté.

—No. —Con mis propias manos, lo hice girar, apartando su marca de mi campo visual.

—Te dije que no querrías oírlo. Aún así, no sé cómo lo has averiguado sin que yo haya terminado mi explicación.

—Tengo una. —Respondí indiferente, arrancando la caminata de nuevo para evadir el tema de conversación. Había sido una estúpida y una entrometida.

—¿Qué? —Esta vez, fue su turno de lucir confuso y sin respuestas—, ¿estás segura? Es sólo para los nacidos en Shianekdom.

—Estoy muy segura. —Tragué el nudo de mi garganta.

—Enséñamela. —Pidió, poniéndome ojitos, pero yo no cedería.

—Ni hablar. Tenemos una misión importante.

—Kiara, sólo enséñamela. No le diré nada a Rhys.

Su rostro se tornó serio, ahora preocupado. Supongo que todos intuían que hablaría de este tema con Rhys o que sería él quien resolviera mis dudas. Pero Rhys no había tenido el valor de decirme nada. De nuevo.

Levanté mi vestido por la zona del escote y, avergonzada, le pedí que se asomara. Una marca parecida a la que había en sus omóplatos descansaba sobre el hueso de mi cadera, tranquila, durmiendo. Mis mejillas de calentaron cuando Devdan hizo lo esperado y se topó con la marca.

—¡Santa mierda! —Bramó, escandaloso—, tienes las tetas m... —No pudo terminar porque aparté mi cuerpo de él y le asesté un golpe que lo dejó atontado por unos segundos.

—¿Cómo puedes ser tan obsceno y soez?

—Es un don natural —Se sobó el lugar del golpe—. ¿Desde cuándo tienes tanta fuerza?

—Desde que entreno con Rhys. —Lo alenté a caminar de nuevo.

—Volviendo al tema, tu pareja eterna es aquella que tiene el mismo dibujo que tú, exactamente en el mismo lugar.

—Entonces, ¿tú y Naexi...?, ya sabes. —No pude evitar sentirme como una entrometida.

—No, por los dioses —Se carcajeó a mi costa—. No nos aguantaríamos. No he encontrado a mi pareja aún.

—¿Cómo puede ser que yo tenga la marca? —Con su mera mención, el dibujo pareció quemar sobre mi piel.

—Quizás, tú seas una excepción como la humana de Kyrtaar, que no sabemos porqué el destino la mezcló con este mundo. Puede que todo esté planeado, que seamos simples piezas de ajedrez para los dioses.

—Puede, sí. —No revelé más información, pero sus palabras me habían dejado pensativa.

¿Cómo sabría si seguía siendo humana o no? Las señales indicaban que no lo era, pero tampoco cumplía las condiciones de una bruja, mucho menos las de un hantex. ¿Que era yo y qué sabia de mis propios orígenes? Mi parecido con mis padres era nulo, pues ninguno de los dos poseía un cabello tan rubio y llamativo como el mío. Además, hacía no mucho tiempo, había tenido una visión de cuando era pequeña. Había visto como alguien me dejaba en la puerta de mis supuestos padres, abandonada. ¿Y si yo no era humana en absoluto? ¿Qué tal si no conocía a mis verdaderos padres?

—Te ves mareada. —Devdan me sacó de mis oscuros pensamientos.

—Lo estoy.

—Ya no queda nada —Intentó calmarme—. Bajamos estas escaleras y ya estaríamos en las mazmorras.

—Espero tener más suerte esta vez.

—Yo también lo espero. —Me miró por una fracción de segundo. Sus ojos ambarinos reflejaban tantas emociones que no pude entender ninguna.

Con cada paso, en cada escalón que descendíamos, la humedad se acrecentaba así como el hedor. A lo lejos, podíamos escuchar los gritos y gemidos de algunos presos, la desesperación hecha carne en cada bramido. Apreté los puños a mis costados, mentalizándome para lo que estaba a punto de vivir.

Tal y como Devdan había predicho, Syndra y Rhys ya estaban en aquellas mazmorras, parados frente a una en específico. Mi corazón de aceleró como loco porque eso sólo podía significar que...

Corrí con todas mis fuerzas hacia ellos, frenándome sólo para mirar dentro de la celda y ver..., a Respen Lightcrown. Tirado en el suelo lleno de mugre, el príncipe no me devolvió la mirada, pero la forma de su mentón y su cabello delataban su origen, su linaje.

—Respen. —Su nombre dejó mis labios casi en contra de mi voluntad. Él no se dignó a subir su rostro para atender a mi llamada.

Me volví hacia Rhys, dispuesta a preguntarle cómo abríamos la puerta, trazar un plan para escapar con él; sin embargo, unos pasos a mi izquierda delataron la llegada de un intruso.

Lo primero que oí fue su voz, tensa como un alambre, fría como el viento. Una dicción que yo ya había escuchado antes, un hombre que ya había abierto la puerta de la biblioteca para mí. A mi lado, Vesstan Dunkel dejó entrever una sonrisa maliciosa, con sus ojos fijos en Rhys Aiken cuando murmuró:

—Hola, primo.

Nota de autora: he publicado tres capítulos sin querer porque estaba leyéndolos y le he dado a publicar, pero bueno, disfrutarlos.

Este capítulo en especial me encanta.

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