XVIII
LA CURA
No había podido pegar ojo en toda la noche. Me había quedado observando el techo blanquecino y desconchado en algunas partes, inmersa en mi propia mente. Mordí mis uñas hasta que uno de los rayos mañaneros de sol se coló por mi ventana y besó mi cara. Ahí supe que era hora de levantarme.
Temblando como un flan por mi falta de descanso, me bajé de aquel colchón que yacía en el suelo y caminé descalza por los pasillos que bien podrían ser de un hospital.
Me sorprendió ver a Devdan parado frente a las imágenes de las diosas, como si nunca hubiera sido herido de gravedad.
—¡Devdan! —Exclamé, sorprendida mientras me tiraba hacia sus brazos.
—Vaya, no sabía que era tan de tu agrado. —Bromeó, mostrándome su habitual sonrisa.
—No seas bobo —Lo repasé con la mirada—. Creía que estarías destrozado.
—Soy un híbrido y un cazador—Frunció el ceño—, no soy tan fácil de matar, aunque mi increíble cara de bebé te diga lo contrario.
Abrí la boca para rebatirle cuando entraron en la sala Rhys, Naexi y la anciana curandera. Mi ánimo decayó cuando vi al ojiverde. Ayer, tras besarnos, nos sumimos en un silencio incómodo y nos fuimos de vuelta al templo, sin mirarnos si quiera. Había sido algo decepcionante su reacción, pero, ¿qué podía pedir yo? Después de todo, no éramos nada. Hoy fingiríamos que nada había pasado y ya, fácil y sencillo.
—Kiara —Me llamó la anciana, vestida con la misma túnica carmín que el día anterior—, debes acompañarme.
Me tomó del brazo y trató de sacarme, pero yo miré a Devdan y a Naexi, devorada por el pánico, en busca de ayuda.
—Está bien, Siora —Sorprendentemente, fue Rhys quien salió en mi defensa—, puedes hacerlo aquí.
—Rhys Aiken —Murmuró ella, hastiada—, el defensor de todo lo indefendible.
—Dale, Siora, no nos vayamos por las ramas. —La anciana le sonrió durante un segundo antes de posar sus frívolos ojos en mí.
—Debes tomar ya el tratamiento.
Retrocedí un paso, presa del pánico.
—¿Qué me hará eso? —Temerosa, la miré tratando de averiguar si era buena o no.
—No tiene efectos secundarios —Prometió—. Lo bebes y estás libre de tu adicción.
—Yo no... —Intenté defenderme, pero no encontré las palabras.
Yo era una adicta, sí. No servía de nada negarlo, quizás si ponía de mi parte y tomaba ese líquido, podía terminar con mi adicción. Ojalá en el mundo humano también fuera así de fácil.
Pero una oscura y retorcida parte de mí, se negaba. Quería volver a probarlo, sentirlo, beberlo hasta la muerte, hasta el cansancio...
—Kiara —Naexi me sacó de mis cavilaciones. Me extendió la mano y me la tomó—. Saca tu piedra.
Automáticamente, supe a qué se refería. Saqué la piedra musical, su luz celeste me dio la bienvenida. Nada mas rozarla, los violines y el piano me susurraron al oído. Cerré los ojos, más relajada.
Antes de que me diera cuenta, una sacerdotisa junto con Syndra y Kyrtaar llegaron hasta donde yo me encontraba. La mujer, vestida con la misma túnica que la curandera, me tendió un líquido. Era negruzco y olía horrible, como a barro y cemento. Arrugué la nariz.
—¿Seguro que esto es comestible? —Pregunté por encima del sonido de la música que únicamente yo era capaz de escuchar.
—Muy seguro. —Respondió ella, apretando los labios y sin dejar de extender el vaso de cristal hacia mis manos.
Lo tomé y por unos largos segundos, no pude hacer otra cosa que observarlo. Era eso o seguir siendo adicta. Era eso o echar a perder mi vida. Era tomar ese maldito líquido o seguir engañando a las personas que ahora cuidaban de mí. Sólo cuando la mano de Rhys se apoyó en mi hombro, empiné el vaso hacia mi boca y absorbí hasta la última gota.
Como si de magia se tratara, el temblor se disipó junto con el malestar y la debilidad. Sentía como si hubieran despejado mi mente, como si hubieran eliminado la niebla que me impedía ver con claridad. Pero, desafortunadamente para la persona que se hallaba enfrente mío, el horrible sabor y olor de aquella cura hizo que doblara mis rodillas y tuviera una gran arcada, justo en los pies de la sacerdotisa.
—¡Por los dioses, niña! —Gritó antes de desaparecer por los pasillos. Podía oír a lo lejos las risas de Devdan y Syndra.
—Humanos. —Protestó Kyrtaar, marchándose del lugar. ¿Para eso había venido?
Rhys extendió su mano hacia mí para ayudarme a ponerme en pie. Se la acepté con recelo, poniendo un esfuerzo sobrenatural en no mirarlo a la cara.
—Detecto cierta tensión extraña. —Comentó Devdan, aún conteniendo una carcajada.
—Concentrada entre Rhys y Kiara —Syndra nos observaba, analizando—, ¿verdad, compañero?
—Afirmativo, compañera. —Le respondió el moreno.
Bufé, apartando mi mano del ojiverde y guardando la piedra en mi bolsillo, ya no estaba de humor para la música.
—Interesante. —Dejó caer Naexi antes de salir por donde Kyrtaar se había marchado.
—Es hora de irnos, debemos partir cuanto antes. —Ordenó, ignorando las acusaciones de sus amigos.
—Entonces, ¿es verdad? —Devdan se acercó a él con una sonrisa maliciosa—, ¿ha pasado algo entre...?
El hantex cortó al hibrido a medio propinándole un golpe seco en la nuca. Él, afectado, se alejó de Rhys como si fuera fuego y se sobó el lugar con la palma de su mano, adolorido.
—¿Era necesario? —Cuestionó, alzando la voz por encima de las carcajadas de Syndra, que se iba a doblar en el suelo.
—Lo era.
Sin esperar a que alguno de los dos cambiara de actitud, echó a andar y yo lo seguí. Era eso o tener que responder a las quinientas preguntas curiosas de esos dos.
No pude soportar caminar a su lado en silencio, me vi obligada a romperlo pasados unos minutos.
—Feliz cumpleaños. —Murmuré, tímida.
—Gracias. —La sequedad en su tono me hizo contener el aliento.
—Te he traído un regalo. —Miré hacia atrás, asegurándome de que nadie me viera cuando se lo diera. No quería testigos si él me lanzaba el regalo a la cara y me gritaba que me fuera.
Sin embargo, Rhys frenó en seco y me observó. Me observó por fin, clavó sus ojos esmeralda en mi figura, como si estuviera analizándome, viendo a través de mí. Sorprendido, abrió la boca para decir algo, pero la cerró de nuevo cuando no encontró las palabras.
—No es mucho. —Continué yo, todavía más avergonzada y sintiendo como mis mejillas se tornaban coloradas. Me estaba arrepintiendo de habérselo dicho.
¡Que tonta era! ¿No podía yo simplemente haber estado quieta?
—No tenías que molestarte. —Habló, por fin.
—No ha sido para tanto —Le quité importancia con un aspaviento—. Lo tengo guardado en el cuarto.
Conocía el camino, me había aprendido los recorridos de los pasillos blancos a la perfección, por lo que caminamos de nuevo, con otro rumbo en mente. Pude sentir el latido de mi corazón y el nudo que se formaba y crecía en mi estómago durante todo el trayecto y eso que fue corto. No me atreví a hablar ni una sola vez, tampoco él lo hizo.
Abrí la puerta y pasamos, todavía rodeados de un tenso silencio. Moví el colchón hacia arriba y lo saqué. Ni siquiera iba envuelto, los ladrones no teníamos ese privilegio.
Él lo tomó en sus manos, escrutándolo en silencio, con una mueca indescifrable. Quería echarme a llorar y sacarlo de aquí a patadas.
—Yo... —Murmuró él, dejando su frase a medio.
—No importa si no te gusta —Aclaré mi garganta, sufriendo en silencio—, sólo lo tomé del mercado pensando que, quizás...
—Me encanta —Me cortó—. Es genial.
Y entonces, sonrió. Rhys dejó entrever su perfecta hilera de dientes blancos en un gesto de felicidad. El serio y frío cazador estaba sonriendo y lo más importante, estaba sonriendo por mí. De nuevo, sentí que flotaba en el efecto planeta Rhys. Jamás había podido salir de él, en realidad.
—Llevaba mucho tiempo sin leer —Estrechó mi regalo contra su pecho—. Ahora podré hacerlo de nuevo. Gracias.
Aquel día que le pedí Heavenly a Yanth, antes de llegar a él, robé un pequeño libro sobre misterios de la Corte Oscura de un gran puesto donde había visto al dueño esclavizando a varios jóvenes. Pensé que sería perfecto por el hobbie que Rhys me había contado que tenía.
—Tú estuviste robando con Syndra y Devdan. —Afirmó él, ya no había rastro de su anterior sonrisa.
—Sí —Sentí la tristeza y la vergüenza llenándome—, nosotros..., sólo queríamos que tuvieras un regalo.
—Está bien —Suavizó sus facciones—, Syndra me dijo que fuisteis a los puestos corruptos, pero, de igual manera, no quiero que lo volváis a hacer. Mucho menos si es por mí.
Me disculpé con él varias veces antes de salir del templo. Tardamos como media hora por la cantidad de agradecimientos que tuvimos que pronunciar a las curanderas y las sacerdotisas, incluida a la que casi le vomito en los pies.
En el exterior, la brisa mañanera y los dulces rayos del sol nos acariciaron la cara. El resto de los cazadores ya estaban esperándonos, charlando animadamente. Nos incorporamos al grupo en un cómodo silencio, disfrutando del frondoso paisaje verde sin la necesidad de hablar.
Pero, entonces, sentí un fuerte pinchazo en mis sienes. El dolor de cabeza había vuelto sin previo aviso. ¿Sería que la cura no me había hecho efecto? No lo creía porque no sentía esa imperiosa necesidad de beber, de vender mi alma a Yanth si era necesario. No, esto no se trataba de la bebida, era algo más. Una sensación que yo ya conocía perfectamente.
Tal y como yo esperaba, la primera imagen se posó en mi mente, nublando mi visión. Era yo, siempre era yo. Me encontraba empapada de sangre, llorando y gritando un nombre en concreto. El de Rhys. Por suerte, la visión se disipó junto con el dolor en menos de un segundo. Jadeando, fingí que estaba bien, nadie se había dado cuenta.
—¿Estamos lejos? —Cuestioné, secando las gotas de sudor de mi frente. La estación estival no nos daba calma ni un sólo día.
—No mucho. —Respondió Syndra mientras hacía una guerra de cosquillas con Devdan. Naexi, situada por desgracia en el medio gruñía, tratando de escapar de ellos.
—Eso espero. —Susurré, casi sin voz.
—¿Quieres algo de comer? —Me preguntó Rhys, sacando un trocito de pan con pasas de su bolsillo. Famélica, lo tomé sin pararme a responder. Él sonrió—. Wow, me lo
podrías haber dicho antes.
—Estoy algo mareada. —Me excusé, algo avergonzada.
—Toma algo de agua, entonces. —El ojiverde le arrancó la botella a Kyrtaar, que hasta el momento había estado tranquilo. El pelirrojo volteó a verlo y le enseñó los dientes, rabioso. Rhys lo ignoró.
Ellos dos tenían una extraña amistad basada en la relación de hermanos. Darían todo por el otro, pero actúan como si se odiaran. Yo misma lo confirmé el día que conocí a Kyrtaar. Cuando me estranguló, Rhys y él pelearon a golpes, pero luego actuaron como si nada. Como hermanos de nuevo.
Tomé un gran sorbo antes de devolvérsela al cazador, rezando internamente a los cuatro dioses para que no volvieran las visiones. Estaba asustada. ¿Y si ese era el futuro? Quizás, nunca encontraría a Respen Lightcrown y moriría, gritando el nombre de Rhys hasta que mi garganta no diera a más. O hasta que muriera, lo que pasara primero. Tragué saliva, queriendo borrarme del mapa cuanto antes.
Entre el sendero de piedras y la multitud de frondosos y coloridos árboles, pude divisar una pequeña casa. Oculta y apartada del camino. Supe que era nuestro destino en cuanto nos desviamos.
Era gris, de aspecto mustio y tétrico. Nadie en su sano juicio iría allí por la noche. Incluso sentí un escalofrío recorrerme la columna vertebral conforme fuimos acortando la distancia.
—Es... —Me quedé sin palabras, también sin aliento.
—Horrorosa. —Finalizó Syndra.
—¡Bu! —Devdan me había cogido por detrás, levantándome en peso. Grité, temerosa, provocando las carcajadas de algunos.
—Devdan, no eres gracioso. —Le reproché.
—Ya lo creo que lo soy. —Me guiñó un ojo.
—La casa y tú tenéis la misma gracia. —Atacó Naexi. Me había dado cuenta que llevaba todo el camino su piedra de música.
—Dejad de criticar mi casa y pasar de una vez. —Bufó Kyrtaar.
Echando un último vistazo a los barrotes azabache que cubrían las ventanas, pasé por la gran puerta grisácea y blindada, pensando en cómo de incierto se veía mi futuro.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top