XLV

TRAIDOR SIEMPRE

La oscura noche cayó rápida como un torrente sobre la Corte de la Luz. Las filas de soldados ya se apilaban sobre el palacio del rey Elyon Lightcrown, cuyos soldados luchaban intensamente por mantener las puertas cerradas.

Los alaridos de dolor mezclados con la sangre me aturdieron como la primera vez, pero no me permití mostrarlo. Mi poder se había desarrollado al entrenar con Taenya, ahora era un arma en sí, sin necesitar a la Perversa.

Antes de verlo, supe que estaba ahí, así como lo supe con Luther. Su alma me llamaba a veces, la podía sentir, por eso sabía dónde estaba. Giré mi cuerpo a medias para observar su rostro.

—Eila. —Me llamó él.

—Rhys.

—Yo..., lo siento, no sé... —El cazador no podía apartar su mirada de sus propias manos, como si siguieran manchadas de sangre.

—Está bien —Murmuré sin sentirlo realmente—, es la maldición.

Pero él no me creyó.

—Eila. —Utilizó mi nombre de nuevo, yo sacudí la cabeza.

—Debes ayudar a los tuyos —Sonreí, masticando el dolor de mi pecho—, debemos forzar las puertas de que las pérdidas sean demasiado grandes.

—No quiero separarme de ti. —Trató de tomar mi brazo, pero yo volví a negar.

—Yo no estoy en peligro —Le aseguré—, he aprendido a despedazar un alma sin tocarla. Además, debo ayudar a Respen para que no titubee cuando vea a su padre.

A nuestro alrededor, los soldados se movían frenéticos, listos para atacar. Eché un rápido vistazo al edificio, las ventanas ya estaban rotas, pronto entraríamos, así que tenía que despedirme rápido.

—Quiero que vuelvas.

—¿A dónde? —Murmuré, confusa.

Había estado en tantos lugares los últimos meses que ya ninguno de ellos se sentía como una casa, como un verdadero hogar. Echaba de menos esa sensación de calidez y amor, pero por ahora, sabía que no era posible. No mientras tuviera que librar una guerra, no mientras mi propia maldición me acechase.

—Al palacio —Su rostro se contrajo con dolor—, a mi casa, no sé, a dónde tú quieras —Se le cortó la voz, yo me tragué mis lágrimas—. Sólo ven conmigo, Eila, por favor.

Entonces, extendió su mano hacia mí. Una invitación silenciosa, una tentación agridulce.

—Pronto, lo haré. —Le prometí, intentando alejarme de él, de su perfume, de su esencia.

—¿Cuándo? —Sonaba como un niño esperando el día de Navidad.

—Cuando consiga romper nuestra maldición.

Sus ánimos decayeron, sus hombros también.

—Eso es casi imposible —Gruñó, frustrado—. Entonces, jamás volverás a verme.

Sus palabras desataron un pánico terrible en la boca de mi estómago, pero lo disimulé como pude, desviando mi vista hacia otro lado.

—Taenya y yo la vamos a romper —Murmuré más para mí que para él—, antes de lo que piensas.

Las puertas cedieron, las unidades se adentraron en el castillo con un rugido que prometía sangre. El tiempo se nos estaba acabando, Respen me necesitaría allí arriba.

—Ven conmigo —Volvió a repetir—, encontraré la manera de no sucumbir. Será diferente esta vez.

—Sí, lo será —Me dolió ver la emoción recorrer su rostro fugazmente—, porque si esta vez voy, conseguirás matarme y no te dejaré.

Definitivamente, conseguí poner distancia entre su cuerpo y el mío. No lo miré cuando me alejé de él, tampoco me di la vuelta cuando caminé decidida por los pasillos de palacio, ya despejado por los soldados. Sabía dónde estaba el rey, su alma me lo había contado, pero también era consciente de que Rhys venía tras de mí.

—No puedo dejarte ir.

—Debes —Le ordené—, pero no será para siempre. Sólo hasta que nos salve.

Él agarró mi hombro y frenó mi caminata. Yo me volví para darle una larga mirada, hastiada.

—No puedo, Eila —Arrugó su nariz—, hay..., hay algo que no me deja.

Arqueé una ceja, confundida. No sabía porqué se comportaba así y lo que decía ciertamente no tenía sentido.

—¿Algo? —Cuestioné, él asintió.

Entonces, se sacudió súbditamente, su espalda chocando contra la pared. Cerró sus ojos por un instante y para cuando los abrió de nuevo, pude atisbar que habían perdido cierto brillo.

—Eila, tienes que correr —Me urgió, alejándose—, tienes que alejarte de mí. Hay una fuerza que me obliga a hacer cosas malas, vete. ¡Vete!

Sus alaridos me descolocaron, pero le obedecí. Eché a correr por los pasillos, siguiendo la llamada del alma de Elyon Lightcrown.

Cuando giré para ver al cazador, a lo lejos, sus orbes ya se habían iluminado de nuevo.

⚕⚕️⚕

Para cuando llegué a la sala del trono, la escena que se desarrolló frente a mí era lo último que esperaba que pasara. Cuando entré, la puerta se cerró automáticamente tras de mí y aunque no lo comprobara, supe que abrirla de nuevo iba a ser complicado.

Frente a mí, sentado en su trono dorado con una brillante corona bailando en su cabeza se hallaba Elyon Lightcrown, ligeramente sonriente. A su lado, yacía Respen atado de manos y pies por una fuerza invisible y más a la derecha, también Devdan y Syndra estaban inmovilizados contra la pared por unas cuerdas mágicas azuladas. Sin embargo, lo peor no era eso.

A la izquierda del rey tirano, el hombre de los orbes esmeralda me devolvió la mirada, ligeramente curioso. No era Taenya, tampoco podía ser Rhys, pero estaba su identidad no era un secreto para mí. Llevaba su camisa blanca rasgada por un hombro y manchada de sangre, seguramente suya, pero lucía como si nada lo hubiera perturbado. Su aspecto era el de un chico, pero él su verdadera naturaleza era la de un retorcido demonio. Él era el padre de Rhys.

—Es bueno verte de nuevo —Ronroneó él—, en cada vida, estás un poco más guapa.

—Suéltalos —Le pedí secamente—, ellos no tienen nada que ver.

—No creo que eso sea posible, reina bruja —La voz de Elyon me provocaba arcadas—. Todos tus amigos y sobretodo tú estáis condenados a muerte por mí, por traición a la corona.

—Ahora, Elyon, hazlo. —Le ordenó el padre de Rhys al rey.

El monarca, como si fuera una marioneta, se levantó del trono y le clavó un pequeño cuchillo en el brazo a Respen, que profirió un alarido al instante. Cuando traté de moverme para ayudarlo, desesperada, mis pies no respondieron. Mi mirada se topó con la del demonio de ojos brillantes, él era el que estaba empleando su magia en mí.

—Verás, Eila —Comenzó él con desdén—, deja que te pongamos al día. Elyon y yo hemos cooperado a juntos desde hace unos meses, cada uno por sus intereses.

—Déjame adivinar —Lo interrumpí con descaro, mostrándole aburrimiento—, él quería a su hijo para realizar un ritual de resurrección y tú matar a Taenya para librarte de la Corte de las Tinieblas.

—Vaya, incluso eres más inteligente que en las otras vidas —Una sonrisa sarcástica bañó su rostro—, pero igual de imprudente que siempre.

—El ritual ya ha empezado. —Informó Elyon con una sonrisa en la boca.

Respen se veía pálido en el suelo, la sangre arremolinándose a su alrededor cuando su padre clavó el cuchillo de nuevo en su otro brazo. Entonces, la sangre hizo un camino hacia arriba, moviéndose como si tuviera vida propia y llegó hasta el techo, donde Arlayna Lightcrown yacía suspendida en el aire. Su parecido con Respen era abrumador.

—Eila, debes frenarlo. —Me pidió Devdan, con esfuerzo. Yo asentí, pero mis extremidades no querían responder. Solté un gemido de frustración.

—¿Te encuentras mal, verdad? —Cuestionó el demonio, acercándose a mí— Sientes que estás atrapada, como un ratón en una jaula. Eso es lo que he sentido yo por años, me alegra que sea tu turno.

—No dejaré que cumplas la maldición. —Le escupí, mirando a sus orbes verdosos y brillantes.

—Oh, no habrá nada que puedas hacer para impedirlo.

Yo lo dudaba. Por eso, cuando pronunció su discurso de ego, como si fuera un baile que yo ya había ensayado, desenvainé a la Perversa y en un segundo, la clavé directa en su pecho. Él trastabilló hacia atrás y maldijo, perdiendo el control en mí.

Sabía que tenía unos pocos segundos para atacar, pues él no podía morir así, un demonio sólo moría si lo apuñalabas con una espada de fuego en el corazón y por desgracia, sólo existía una en todo el mundo, oculta y perdida.

Mis pies se movieron solos hacia Elyon Lightcrown, cuya sonrisa ahora sólo era un rastro de pavor. Pero me equivoqué. El demonio era mucho más fuerte de lo que yo creí.

Cuando alcé mi espada para dar un golpe de muerte, el demonio movió el cuerpo de Devdan como si fuera un peón más en su juego de ajedrez y lo interpuso entre el rey y mi espada. El metal dorado se clavó al instante en el pecho de Devdan, haciéndolo sangrar por la boca.

Mi grito de horror se debió escuchar por todo el castillo, pronto le siguieron las lágrimas. El cazador cayó al suelo y yo me dejé llevar con él, pasando mis dedos por su herida como Leena hacía, una y otra vez.

—Eila, ya vale —Me pidió él, con la vista desenfocada—, quieren que pierdas energía en esto. Yo ya no merezco la pena.

Mi corazón se estrujó de dolor ante sus palabras, negué repetidas veces con la cabeza.

—Siempre vas a valer la pena —Mía esperanzas menguaba con cada segundo que pasaba con su herida abierta—, siempre, Devdan.

El moreno me dio una última mirada con una sonrisa plasmada en su boca, luego, tomó mi espada y se la clavó de nuevo, esta vez, en el estómago. Su vida se perdió al instante.

El llanto de Syndra, aún atada con magia, no se me olvidaría jamás.

Me levanté como un torbellino, llena de furia y rabia. Los ojos de Elyon Lightcrown se abrieron de más cuando me vio llegar hacia él, ni siquiera la magia del demonio podía pararme. Alcé a la Perversa y la retorcí en su pecho, provocándole el máximo dolor posible.

—Siempre me voy a arrepentir de no haberte torturado —Le escupí, su rostro ya pálido como el de su hijo—. Nos vemos en el infierno, cabrón.

Por último, me arrodillé frente a Respen, que se encontraba tan débil que ni me devolvía la mirada. Impacientemente, pasé la yema de mis dedos por sus dos heridas abiertas y sangrantes. Estas sí conseguí cerrarlas.

El rostro de Respen ganó color al paso de unos minutos y para cuando fue capaz de ponerse en pie, no pudo hacer otra cosa que mirar el cadaver de su propio padre con una máscara inescrutable que me impedía ver lo que sentía.

—Una lastima —Comentó demonio encogiéndose de hombros por la pérdida de su socio—, supongo.

—Respen, intenta abrir la puerta. —Le susurré.

—No os toméis tantas molestias —Sonrió con malicia—, está sellada con mi magia.

—¿Qué es lo que quieres, demonio? —Le pregunté, cruda.

—Oh, me ofendes, Eila —Se rió, aparentemente divertido—, mi nombre es Roth, Rothaniel en realidad.

—Un placer, Rothaniel, eres mi suegro, por si no sabías. —Murmuré sarcásticamente.

—No te reirás tanto cuando oigas los planes que tengo para ti.

—Sí, que Rhys me mate, se cumpla la maldición y tú te quedes con mis poderes para desatar el mal en el mundo —Le resumí con un deje de aburrimiento—, ya me lo han contado muchas veces.

Pero la sonrisa de Roth se ensanchó.

—Eso ya lo he hecho muchas veces —Sus movimientos eran los de un asesino—, ¿quién crees que te ha dado esos maravillosos poderes, Eila? ¿Quién crees que es el demonio que vivió en ti durante tu primera vida?

Quería golpearlo por su arrogancia, por hacerme sentir pequeña. Respen tomó mi mano a mi lado, tratando de calmarme.

—Eres un monstruo miserable. —Le gruñí.

—Oh, ¿ya no tengo gusta tu suegro? —Mostró su hilera de dientes blancos con una sonrisa vanagloriosa— Una lástima.

—Deja a Respen y a Syndra irse —Le pedí—, ellos no tienen nada que ver ahora que Elyon está muerto.

—Lo haría —Comentó mostrando indiferencia—, pero te has portado mal, Eila. Además, Vesstan lleva una hora tratando de tirar la puerta abajo y eso es divertido.

—Por favor, esto es sólo conmigo.

—¿Sabes? Tienes razón —Caminó hacia mí, Respen se puso en medio para protegerme, pero lo aparté a gran velocidad—. Te voy a contar mi plan.

—No, Eila. —Me advirtió Syndra.

—Oh, es que tu amiga Syndra ya lo sabe —Roth se jactaba de nuestro dolor—, la manipulé para que matara a Taenya. Lastima que todo lo haga mal. —Le dirigió una mirada rabiosa y le apretó las cuerdas, ahogándola.

—Basta —Grité, conteniendo las lágrimas—, déjala en paz.

—El amor te va a matar algún día, Eila.

—Espero que lo que te mate a ti sea yo. —Lo amenacé, él torció la cabeza, entusiasmado.

—En la Corte de las Tinieblas, me aburría mucho, ¿sabes? Tenía demasiado tiempo para pensar por culpa de mi necia hija, pero me vino bien, llegué a dar con un plan maestro. ¿Quieres oírlo, Eila?

—Sí, continúa.

Él jugó con sus manos, haciendo magia y de la nada, apareció..., la bola del mundo. La que alguien había robado del templo del tiempo.

—Me costó mucho obligar a Rhys a que la robara —Admitió, mirándola con adoración—, tiene una mente muy fuerte, después de todo, es hijo mío. Me ofendió que creyerais que Elyon la había robado, no era tan inteligente para eso.

—Tú has frenado el tiempo en Shianekdom. —Afirmé, él me lo confirmó con un asentimiento.

—Pero tranquila, ya mismo voy a hacerlo correr de nuevo.

—¿Qué pasará cuando lo hagas? —Le cuestionó Respen, todavía sujetándome.

—A vosotros nada —Respondió secamente, como si fuera un estorbo—, pero a Eila..., oh, pobre Eila.

El agarre de Respen se volvió más agresivo y protector, pero decayó cuando Roth empleó su magia de nuevo y reveló a Taenya y Rhys, atados igual que Syndra.

—¿Qué les has hecho? —Miré sus rostros desencajados, dolidos.

—Les he dado un poder maravilloso que no saben apreciar  —Pareció ligeramente ofendido—, les he regalado la inmortalidad.

Los rostros de Syndra y Respen perdieron todo su color. Seguramente, también el mío lo hizo.

—Estás demente. —Retrocedí, sintiéndome asustada.

—Lo estoy.

Entonces, Roth saltó hacia mí y me arrancó de los brazos de Respen. Para cuando pude reaccionar, mis dedos ya habían rozado la superficie del esférico.

El dolor me llenó, la sala de volvió un caos con los gritos de Rhys. Mi visión se nubló tanto que tuve que cerrar los ojos cuando sentí que cada hueso de mi cuerpo se doblaba y se deformaba para hacerse de nuevo.

Cuando abrí los ojos, ya era inmortal.

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