XLIII

EL ROMPEMALDICIONES

La teletransportación había sido mi salvación, pensé para mis adentros mientras llamaba contundentemente a la puerta de Taenya, rezando porque no se hubiera escaqueado con Respen a algún lugar oculto del mundo.

Aunque había sido rapida, el cuchillo había llegado a perforar un poco mi piel, dejando el camino ensangrentado a mi paso.

La puerta se abrió con desgana, revelando a una despeinada y somnolienta Taenya. Sus ojos de abrieron como platos cuando vio mi demacrado aspecto. Me hizo pasar a gran velocidad y me recostó en una cama, pasando sus dedos repetidas veces por mi herida.

—Maldita sea, porque no habré nacido con el don de la curación. —Gruñó.

—¿No me puedes curar? —Cuestioné a media voz.

—Puedo, pero no tan rápido como Leena, por ejemplo.

Seguía sintiendo un dolor punzante en el pecho, como si todavía llevara el cuchillo enterrado en mí.

—¿Ha sido mi hermano, verdad? —Cuestionó ella, sin perder la concentración.

—Sí. —Admití, bloqueando los sentimientos que eso me producía.

—Estás en grave peligro —Me advirtió ella—. Mi padre influye en la maldición y ahora que está suelto por esa tonta cazadora...

—Cuando él me atacó, sus ojos brillaron. —Tosí sin control, abriendo más la herida.

Ella tensó los labios y me observó. No tenía buena pinta.

—Tengo que llamar a Wyniel y Elasha —Dijo saliendo—, también, a ser posible a Leena. No te mueras, ¿sí?

—Lo intentaré.

Pero lo cierto era que me notaba débil, con cada minuto que pasaba, sentía como la vida se escurría entre mis dedos como gotas de agua. Y, seguramente, Taenya lo sabía.

Volvió en apenas un minuto con sus dos brujas y otra chica más que no conocía, pero ni rastro de Leena.

—Vamos, todas a la vez. —Ordenó ella.

Los dedos de las tres de posaron en mi brecha, acariciándola con cuidado. La hemorragia cesó levemente, también el dolor lo hizo, pero no lo
suficiente.

—Necesitamos a Leena, esto no es nada para ella. —Declaró Wyniel, su rostro empapado en sudor.

Eran el vivo retrato del pánico y el sobre esfuerzo. No iban a aguantar mucho más.

—Estoy aquí. —Habló ella a sus espaldas.

Todas se giraron hacia ella, aliviadas y contentas. La bruja se acercó a donde yo estaba postrada, con claro temor en su rostro.

—Sé que no quieres —Le dije, sintiendo como perdía fuerza—. No tienes porque hacerlo.

Pero ella me miró con tristeza y cariño mientras deslizaba la yema de su dedo índice por encima de mi pecho, cerrando la herida al instante.

El dolor frenó de golpe, aunque siguiera sintiéndome débil. Ya no estaba en riesgo de muerte.

—Me recuerdas a ella. —Me dijo, yo no la entendí.

—¿A quién? —Cuestioné, con delicadeza.

—A mi hermana —La pequeña bruja tragó saliva y suspiró, reuniendo valor para hablar—. No la pude salvar por miedo —Me mostró su brazo, grisáceo y agrietado de nuevo—, no dejaré que eso me pase nunca más.

—Eres muy valiente —Le sonreí con tristeza—. Siempre tendré una deuda contigo, Leena.

—Lo que sea por mi reina —Murmuró—. Se nota que es diferente a ellas.

—¿A quiénes? —De nuevo, no sabía de que me hablaba.

—A esas brujas desalmadas —Se alejó de mí—. Ha traído la fe de nuevo a los aquelarres, Su Majestad.

Entonces, cuando fui a replicar, ella ya se había ido junto a la otra bruja que desconocía. Traté de incorporarme, pero Taenya me obligó a permanecer recostada. Le gruñí, pero la jefa de las brujas no dio su brazo a torcer.

—¿Por qué crees que ha dicho eso? —Me vi obligada a preguntarles.

—Una minoría de brujas ansían la libertad. —Comentó Elasha.

—¿La libertad?

—No tener que escondernos para huir de los cazadores —Siguió Elasha, con cierta mirada soñadora plasmada en su rostro—, una vida tranquila.

—Creí que queríais destriparlos a todos. —Dije, algo divertida.

—Algunas lo quieren todavía —Admitió Taenya, su semblante como una máscara fría y pétrea—, otras queremos la paz. Esta guerra es una oportunidad para establecer lazos con Luther.

—Él será intransigente. —Les advertí.

—Lo sabemos, pero tenemos fe en ti. —Me animó Wyniel.

—¿Sólo en mí? —Mi rostro se tornó pálido— ¿Y Taenya?

—Yo no puedo —Me informó, tensa—. Él y yo tenemos asuntos sin cerrar.

—¿No me ayudarás? —Le pregunté, como una niña pequeña aferrándose a su osito de peluche.

—Luther mató a su antigua segunda antes de que Elasha subiera un puesto —Soltó Wyniel—. Ahora, ella es su segunda y yo su tercera.

La jefa de las brujas le dedicó una mirada helada que no prometía nada bueno. Hasta yo sentí miedo. Pero no Wyniel, ella siempre parecía encontrar el coraje cuando nadie podía hacerlo. No sabía si era valiente o sólo incontroladamente imprudente.

—Trataré de llegar a un acuerdo con él. —Les prometí.

Luego, me quedé profundamente dormida.

⚕⚕⚕

Abrí los ojos despacio, mi cabeza ardía.

Me había despertado al oír unos gritos afuera, alguien estaba discutiendo con Taenya y ese alguien era Ryllae.

—Has perdido la cabeza, Taenya —Bramaba ella—. Estás infundiendo falsas esperanzas, joder, estás jugando con fuego.

Disimuladamente, me incorporé, tratando de escuchar más.

—Ryllae, la diosa madre y el dios astado nos han traído a la Encantadora —Le replicó ella—, ¿necesitas alguna señal más?

—¿Ella sabe la locura que tramas?

—Cada parte —Admitió Taenya, yo sonreí sin que nadie me observara—, se lo he contado todo. No es un peón, es nuestra reina. Ella misma manejará todo.

—Estáis igual de locas las dos —Protestó ella—. Y de Eila lo entiendo, ha entrado apenas hace dos días en el mundo de las brujas, pero ciertamente no esperaba esto de ti, jefa de las brujas.

—Respeta a tu reina —Le espetó ella—, tiene 5503 años de experiencia.

—No recuerda nada, por la Wicca. —Ryllae chasqueó su lengua.

—Encontraremos lo que necesitamos, Ryllae —Le juró Taenya—, no tienes de que preocuparte. Deja que se corra la voz y recibamos ayuda.

—Haré lo que tú digas —Terminó aceptando a regañadientes—, pero que conste que es una idea pésima. Nos llevarás a la tumba, Taenya.

—Que así sea. —Casi pude ver la sonrisa que portaba la bruja en el rostro.

Una puerta se cerró de golpe y supe que su discusión había acabado. Volví a tumbarme y fingí estar dormida.

—Sé que estás despierta —Me gruñó ella—. Disimulas fatal.

—¿Por qué Ryllae no está de acuerdo con nuestro plan? —La observé, ella se cruzó de brazos.

—Porque esa ciudad lleva años oculta, quizás desaparecida o extinta.

—Pero tenemos que intentarlo. —Insistí, con la esperanza como una llama vibrante en mi pecho.

—Eso es lo que yo opino —Suspiró, sentándose a mis pies—, pero algunas brujas se muestran escépticas. Tienen miedo.

Y no era para menos porque lo que Taenya y yo estábamos buscando era la ciudad perdida de las brujas, la Corte Boreal, más al norte que ninguna, más gélida que todas ellas juntas. Nuestra casa.

—Lo encontraremos —Asumí, optismista—, sólo necesitamos un poco de ayuda.

Sonreí y saqué de mi andrajoso y sucio vestido el libro que le obsequié a Rhys por su cumpleaños, Secretos de la Corte Oscura.

—¿Le has robado un libro a mi hermano? —Cuestionó ella, poniendo los brazos en jarras.

—Se lo he regalado yo, no cuenta como robo. —Me excusé.

—Está bien —Bufó—. ¿Cómo nos va a ayudar eso?

Pasé algunas páginas, tanteándolas con las yemas  de mis dedos.

—He estado estudiándolo por encima —Comenté yo, distraída buscando la página exacta—, leyendo sobre mi leyenda y descubrí algo maravilloso. Una información que pocas personas tienen.

—¿Y la has conseguido tú con un libro? —Cuestionó, escéptica.

—Lo saqué del mercado y me costó mucho robarlo —Protesté—. Se veía valioso.

—Vale —Siguió dudosa—, cuéntame.

Extendí el libro hacia ella, que lo examinó con ojo crítico. El dibujo del amuleto en forma de corazón resaltaba entre todas las demás letras.

—El Colgante Rompemaldiciones —Leyó ella en voz alta—, más conocido como el Rompemaldiciones.

—Es uno de los siete secretos de la Corte Oscura —Expliqué yo—, como una reliquia. Yo tengo el primero. —Sonreí señalando a la Perversa.

—A ver si lo he entendido —Me devolvió el libro—, crees que si encontramos una reliquia de la Corte Oscura, podremos romper una maldición ancestral que te envuelve a ti y a mi hermano.

—Exacto.

—Eila, ni siquiera sabemos si ese collar existe de verdad o funciona. —Se quejó ella.

Yo fruncí el ceño, molesta.

—No tenemos nada que perder tampoco —Señalé yo—. Escucha, tu padre ya está aquí, listo para hacer que la maldición se cumpla. Hoy casi ocurre de verdad, tenemos que hacer algo.

Ella frotó su cara con frenesí, mostrando una parte del estrés con el que cargaba estos últimos días.

—El plan ya estaba hecho —Casi suplicó porque olvidara la idea—, nos íbamos a la Corte Boreal y nadie te encontraba.

—No quiero vivir oculta —Protesté— y tampoco quiero eso para ti. Quiero que puedas vivir una vida normal con Respen, para eso negociaré con Luther, no para que salgas de una prisión y vayas a otra.

Taenya pareció darse por vencida, aunque no se la viera plenamente contenta con la idea.

—Está bien, buscaremos el dichoso collar —Salté emocionada, tomándola desprevenida con un rápido abrazo—, pero nada de nuestras afectivas.

—Está bien —Rodé los ojos—. Cuando estabas a punto de morir, te quejabas menos.

Taenya me dirigió una mirada severa.

—Cuida esa boca.

Reí un buen rato hasta que recordé que nuestra conversación no había acabado.

—Deberías ir a hablar con Rhys —Le rogué, empleando un tono suave—, ha estado alicaído estos días.

Ella exhaló, como si le costara un mundo hacer lo que le pedía.

—Lo haré —Hizo el amago de salir de la habitación, pero se dio la vuelta abruptamente—. Todavía no comprendo como puedes quererlo, como piensas en él de esa manera.

—De la misma forma en que tú lo haces. —Repliqué.

Ella pareció entenderlo, entonces. Comprendió que el amor era así, ciego, a veces, doloroso, a veces, increíble, pero sobre todas las cosas y adjetivos del mundo, el amor era impredecible.

Y así como ella quería a su hermano sólo por ser él, yo lo amaba con todo mi corazón sólo por ser mi pareja eterna. Por eso, encontraría el collar Rompemaldiciones y acabaría con esta locura, pondría fin a la maldición aunque eso fuera lo último que hiciera.

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