XLII
CORONA DE CRISTAL
Miré a la multitud con la barbilla alzada, orgullosa. Tampoco me achanté cuando Taenya tomó la corona de cristal entre sus manos y la dejó delicadamente sobre mi cabeza. Se sentía pesada y fría, exactamente igual que la carga del trono para mí.
La multitud rugió mi nombre, el pequeño bosque frondoso estaba abarrotado de brujas que me aclamaban.
Taenya me había dado dos días de descanso en los que, más que descansando, había estado entrenando con Rhys mañana y tarde. Estaba tan agotada que, cuando Taenya se presentó en el castillo esta mañana, ni me planteé negarme a ir con ella. Y por eso, ahora mismo me encontraba en mi coronación, rodeada de miles de aquelarres de brujas que me adoraban sólo por existir.
Jamás me agradó este cargo y seguramente, nunca lo haría. Pero era obligatorio si quería acabar con la guerra y poner a salvo a mis amigos. Así, las brujas obedecerían a mis órdenes y Elyon Lightcrown perdería apoyos cruciales. Taenya podía ser cruel y sádica a veces, pero era innegable que, por encima de todo, era una gran estratega.
La multitud acalló y la jefa de las brujas me dio la señal. Era la hora de dar el discurso que habíamos preparado juntas, uno conciso en el que dejáramos claras nuestras intenciones y próximos movimientos, por pronto que pareciera.
—Brujas de Shianekdom —Las apelé, volviendo a provocar sus vítores—, a partir de hoy tenéis una nueva reina.
—¡Eila Nym!
—¡Encantadora y Reina del Mal! —Eran algunos de los gritos que se escuchaban.
Si lo pensaba durante demasiado tiempo, me perturbaba que ellas supieran tanto de mi propia vida, pero no lo mostré. Utilicé una máscara pétrea que no dejaba que penetrase ninguna emoción, por abrumante que fuera.
—Nuestro futuro ha cambiado. El rey Elyon Lightcrown ya no cuenta con el apoyo de los cazadores —Mi voz sonó alta y neutra—, por lo que si ganáramos junto a él, no tendríamos recompensa alguna. Cree que las brujas vamos a pelear por él gratis.
La multitud gruñó en respuesta, Taenya me hizo un gesto positivo con el pulgar.
—Hoy debemos unir nuestras fuerzas para pelear del lado de la Corte Oscura —Proseguí mientras que los murmullos titubeantes se extendían—, para ganar a un rey tirano. Un monarca que nos ha prometido oro y nos quiere entregar tierra.
—Los cazadores están del lado de la Corte Oscura —Bramó Ryllae, imponente aún entre el gentío—, ¿cómo nos aliaríamos nosotras a ellos?
—¡Asesinos! Quiero comerme sus tripas.
—Podemos conseguir una alianza con los cazadores —Repasé todas las palabras de Taenya mentalmente—, y así ninguna de nosotras volverá a morir injustamente.
Mi discurso tuvo el efecto esperado, conseguí hacer callar a una pequeña porción.
—Su Majestad, ¿pretende que pasemos de matarlos a todos a aliarnos con ellos? —Cuestionó Leena, algo temerosa.
—No nos queda otra —Puse una fingida mueca de desolación—, Elyon Lightcrown se ha quedado sin apoyos y las brujas no pelean gratis.
De nuevo, la multitud se mostró positiva. Sonreí internamente, tratando de no sentirme culpable. Manipularlas era un mal necesario para salir ilesos de esta guerra. Entre las artimañas de Vesstan y las mías propias, Elyon Lightcrown se había quedado sin alianzas y una guerra sin ayudas era una muerte instantánea.
—Lo hablaré con mis brujas. —Afirmó Ryllae, no demasiado convencida.
La misma frase con palabras distintas fue todo lo que me dieron el resto de líderes, yo me limité a asentir y agradecer. Taenya no podía estar más satisfecha, casi parecía que iba a sonreír.
Cuando el bosque se despejó, Wyniel y Elasha se acercaron a saludar, con el ojo crítico de su jefa sobre ellas.
—Ha estado muy bien, Su Majestad. —Murmuró Elasha, tímidamente.
—Entre nosotras, podéis decirme Eila sólo.
—En público, debéis usar la norma correcta o yo misma os decapitaré. —Advirtió Taenya, intransigente con ellas.
—Sí, jefa. —Respondió Wyniel con cierto tono burlesco. Taenya la miró mal, pero la ignoró.
—Te llevaré al palacio, pero antes debes saber una cosa.
Entonces, sus rostros se tornaron serios y me hablaron de un futuro, quizás, no tan lejano como yo creí.
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Vesstan Dunkel seguía trabajando para cuando yo decidí salir de mi cuarto para cenar con los demás. Era la primera vez que lo hacía desde que había llegado aquí y sinceramente, todavía no sabía que me había motivado a hacerlo.
Con ayuda de un par de simpáticas doncellas, me había enfundado en un sencillo, pero elegante vestido grisáceo adornado con leves toques de brillo. Parecía sacada de una escena del Lago de los Cisnes.
La masa de nobles y cazadores que disfrutaban de su cena acalló cuando yo puse un pie en aquel comedor. Nunca había sentido vergüenza siendo el centro de atención o sintiéndome deseada por alguien, no iba a ser ahora que me habían coronado reina la primera vez. Así, alcé la barbilla y me dirigí a la mesa de los cazadores, dejándome caer en el primer asiento libre.
—Ya te mueves como una reina, incluso. —Me molestó Devdan, tan sonriente como siempre.
—Eso es porque ya soy una reina. —Contuve una carcajada cuando todos me miraron pasmados.
—No creí que Taenya fuera a tener tanta osadía. —Dejó caer Naexi.
Syndra se revolvió, incómoda. Sólo entonces, me percaté de la ausencia de cierto cazador ojiverde.
—¿No ha venido Rhys?
Ellos compartieron una mirada entre sí, dudosos, tensos.
—Él no..., em, no ha querido venir últimamente. —Murmuró Devdan.
—¿No ha estado comiendo? —Cuestioné, alerta.
—Lo hace, pero sólo con Vesstan —Replicó Kyrtaar—, así que deben estar los dos en sus aposentos, trabajando día y noche.
—Rhys ha estado algo molesto con nosotros estos últimos días. —Comentó Naexi con delicadeza.
—Bueno, en realidad, sólo está enfadado con Syndra. —Devdan se encogió de hombros, sin saber que se había ganado algunas miradas punzantes.
—Creí que estabas en peligro. —Murmuró ella, mirándome por primera vez.
Casi retrocedí en mi silla de la impresión. Se veía pálida, con ojeras enormes y purpúreas, hasta su cabello usualmente azabache y vivaz parecía haber pedido color, su esencia en sí estaba en peligro.
—Lo sé, Syndra —Pasé un brazo por su hombro—. Rhys te lo perdonará algún día, estoy segura.
—Después de todo, somos cazadores —Reafirmó Kyrtaar, con sus ojos misericordiosos sobre Syndra—, lo que hacemos es matar brujas.
Un silencio incómodo se extendió por el comedor. No había pensado que al ser yo reina de las brujas ahora, me sentiría terriblemente incómoda cuando mencionaran algo sobre matarlas.
—Ya hablaremos de eso luego. —Les prometí, teniendo en mente la tregua que planeábamos hacer con Luther.
—Él jamás nos permitió tocar a su hermana —La
voz de Syndra sonó hueca, lejana—, nunca. Habría podido matarla mil veces, pero él jamás nos dejaría mientras estuviera vivo. Él no me va a perdonar.
Un par de lágrimas resbalaron por sus mejillas antes de que se pusiera en pie abruptamente y saliera del comedor. Incómoda, agradecí mentalmente que una camarera nos trajera miles de platos de comidas variadas, así nadie hablaría, todos comerían. Pero no fue así.
—Lo que Syndra ha dicho es verdad —Sentenció Naexi—, Taenya siempre ha sido intocable.
—Ella sólo lo hizo porque creyó que ella o Ryllae querían hacerte daño, matarte. —Expuso Kyrtaar.
También sintiéndome culpable ahora, removí la comida con desgana, arrepintiéndome de haber salido a socializar.
—Lo que queremos decir —Prosiguió Naexi, lanzando miradas de asco a Devdan que comía como bruto con las manos— es que tú tienes influencia en Rhys y a lo mejor, podrías ayudarlos a ambos.
—Taenya es importante para mí —Casi me sorprendí, jamás creí que diría esas palabras—, yo también sufrí cuando estuvo herida.
—Lo sabemos —Inició Devdan, sorprendentemente serio— y lo entendemos, pero Syndra ya está pagando suficiente. Está transformándose en un fantasma viviente, sin comer, sin dormir, sin reír.
Titubeé. Sonaba tan convincente que no pude evitar dudar.
—Veré que puedo hacer, pero no sé si Rhys me escuchará —Suspiré, odiando mis decisiones benevolentes—, digamos que no estamos en los mejores términos.
—Lo sabemos —Kyrtaar me analizó son sus ojos violáceos—, nos contó que no querías aceptar el vínculo.
—Si lo acepto, la maldición puede empeorar.
—Es descabellado pensar que tenéis los dos como 5000 años de vida.
—También lo es para mí. —Acepté.
Terminé el resto de mi cena en silencio y me fui murmurando una disculpa lo más pronto que pude.
Cuando llegué a mi cuarto, Rhys ya estaba esperándome. Sólo que, esta vez, venía acompañado.
—Vesstan. —Lo llamé a modo de saludo mientras los dejaba pasar.
—Reina de las brujas. —Soltó él. Rhys permaneció impasible, con sus orbes esmeralda brillantes.
—Sí, esa soy yo —Me senté sobre mi colcha—, ¿a qué se debe tu visita?
—Necesito saber qué ha ocurrido hoy —Pidió él—, a qué bando le serán leales las brujas.
—He tratado de convencerlas, pero todavía estoy en ello. Debo hablar con los aquelarres en unos días para que me comuniquen su decisión.
—Vuestro apoyo es crucial para nuestro corte.
—Lo sé —Traté de calmarlo—, Taenya y yo estamos trabajando en eso. A mis aquelarres les provoca aversión que ya haya una alianza previa a los cazadores.
—Lo mismo les pasa a los cazadores. —Comentó Rhys.
—Por eso mismo, necesito unos días más —Le pedí—. Estoy segura de que mis brujas cooperarán.
—¿Cómo las has convencido? —Los perspicaces ojos del rey oscuro me observaban con cautela.
—Les ha prometido una alianza con Luther. —Le terminó contando Rhys. Me giré para observarlo, sorprendida.
—¿Cómo sabes tú eso? —Chasqueé la lengua, molesta por su intromisión.
—He estado allí.
—¿Estás loco? —Le gruñó Vesstan— Tú, un sólo cazador, rodeado de brujas.
—No podía perderme tu primer discurso. —Clavó sus ojos en mí y pareció que decía la verdad.
—Tienes suerte de que todo haya salido bien. —Lo regañé.
—Tengo una familia de locos —Protestó Vesstan antes de salir del cuarto—. Voy a mandar a mis murks para que se enteren de todo.
Rhys y yo nos habíamos quedado solos.
—Lo siento. —Le dije. Él se mostró confuso.
—¿Por qué?
—Por lo que pasó con Syndra.
Rhys se movió, incómodo.
—No quiero hablar de eso.
—Quizás, te vendría bien. —Lo invité a sentarse a mi lado, él me hizo caso.
—¿Por qué querrías hablar de eso conmigo? —Trató de ocultar una porción de dolor en sus orbes— Te encargaste de hacerme saber que me despreciabas y que yo te trataba como a un objeto.
—No te desprecio —Contuve las lágrimas que amenazaban con salir—, pero entiende que deba tomar ciertas precauciones para no revivir una vez más. Ambos nos merecemos acabar con esto de una vez.
—Entonces, ¿tu idea es alejarte de mí?
—Ya hemos visto que las otras veces no nos han funcionado estar cerca —Su semblante decayó—. Rhys, yo te quiero, ¿sí? Pero antes de hacer algo arriesgado, debemos averiguar cómo frenar la maldición.
—Lo entiendo.
Decidí retomar el tema.
—Syndra atacó a Taenya porque ella creyó que iba a matarme.
—Ellos saben que Taenya siempre ha sido intocable. —Sacó a relucir, pero yo ya sabía eso.
—Lo hizo por un caso extremo —Me sentí horrible justificándola—. Yo también sufrí por Taenya, también la aprecio, pero Syndra lo está pasando fatal, ella necesita tu perdón.
—Lo tendrá, pero no hoy, no ahora. —Pareció asfixiarse.
—Está bien, cuando te sientas listo. —Tomé su mano y acaricié su dorso, pero él hizo una mueca de dolor y se apartó a gran velocidad.
—Últimamente, tengo..., extraños dolores de cabeza. —Comentó con los ojos cerrados todavía.
—Quizás, deberías ir a ala médica —Le recomendé—, o puedo traer a una bruja para que te ayude.
—Soy un cazador, no me dejo ayudar por brujas. —Su expresión de aflicción se intensificó.
—Yo soy una de ellas.
—Eres su jefa, su Encantadora, pero no una bruja. —Recalcó.
—Lo he sido en todas mis otras vidas.
Los ojos de Rhys se abrieron lentamente, brillando como cuando sentía una emoción fuerte, más sus venas descansaban en su tono normal.
Entonces, el cazador desenvainó un cuchillo y lo clavó directo en mi pecho.
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