XL
UNA REINA SIN TRONO
Algunas gotas de sangre (que no era mía) pintaban mi piel, también habían herido mi costado, pero nada de eso era capaz de frenarme. Llevaba media hora luchando sin descanso y todavía no había podido ver a ninguno de los cazadores, sólo a Vesstan Dunkel, que había masacrado a cinco soldados a la vez con una agilidad impresionante.
Esta batalla se balanceaba a nuestro favor. Los pocos soldados de la Corte de la Luz que seguían en pie o morían al instante o huían despavoridos para preservar su vida. Hinqué la espada en el pasto sangriento, respirando con dificultad por las heridas.
Syndra cayó a mi lado junto con Rhys.
—¿Estáis bien? —Cuestionó el cazador, con una capa de sudor bañando su frente.
—Sí. —Le contesté yo, voceando.
Él examinó mi rostro, luego, el de Syndra.
—Estás pálida —Resaltó, adoptando una mirada desconfiada—, ¿no estarás herida, verdad?
—No, no —Le mentí—, estoy bien.
Rhys no me creyó ni por un segundo, pero tuvo que hacerlo obligado porque yo sabía que venía ahora. Las brujas.
Como si de una plaga se tratara, cientos de ellas se dejaron ver, sobrevolando los cielos nocturnos hasta aterrizar en el palacio, listas para reanudar la batalla.
Compartí una rápida mirada con Syndra que me indicó que estábamos en grace peligro. Los soldados de la Corte Oscura no eran cazadores, así que matar brujas no sería sencillo para ellos. El balance ahora había cambiado, estábamos en grave desventaja.
Una por una, las brujas aterrizaron frente a nosotros, batiendo sus blanquecinas cabelleras y sacudiendo sus ropajes oscuros y antiguos.
—Buenas noches, Vesstan —Ronroneó una de ellas, contoneándose—, ¿nos echabas de menos?
El rey oscuro jugueteó con su espada entre sus manos a modo de respuesta.
—Mucho. —Le sonrió ladinamente.
Entonces, la batalla volvió a comenzar. Syndra y Rhys corrieron hacia la primera línea junto con Devdan, Kyrtaar y Naexi, los únicos cazadores con los que contábamos. Sus amuletos protegerían sus mentes de cualquier ataque brujo, pero el resto de soldados... Sus mentes fueron quebradas una por una, cayendo al suelo al instante y dejando a su paso un rastro carmesí.
Habían reducido nuestro número de combatientes, en cuestión de segundos, sólo quedaban los cazadores, el rey oscuro y yo.
—¿Palabras de despedida, Vesstan? —Le enseñó los dientes, el furioso rey le gruñó cerca del rostro.
Íbamos a morir, estaba escrito, sí, pero nadie quiso retirarse. Sin embargo, cuando mis pies entumecidos y congelados al suelo cobraron vida de nuevo, supe lo que tenía que hacer.
Corriendo, empujé a los cazadores de mi camino, llegando a la primera línea de guerra en cuestión de segundos. No necesité hablar, no me dio tiempo. Cuando las brujas se percataron de mi presencia todas y cada una de ellas se arrodillaron ante mí, ante su reina sin trono.
La mujer que se había burlado de Vesstan Dunkel, ahora lucía dócil, con la mirada en el suelo. Pude sentir la confusión de todos y cada uno de los presentes defensores de la Corte Oscura, los pocos que habían quedado con vida.
La reverencia terminó, el ambiente volvió a tensarse y sólo yo podía destensarlo. Con concentración, examiné las almas de todas las brujas, la gran mayoría podridas, una pequeña minoría permanecía neutral, aunque no después de hoy. La maldad que desprendían era casi palpable. Controlarlas a todas era posible, sí, pero no lo veía factible con mi nulo entrenamiento.
—Eila Nym —Pronunció de nuevo la misma bruja—, es un placer volvernos a ver. Soy Ryllae, co-jefa de las brujas.
—Encantada. —Pronuncié, seca y confusa. Entonces, recordé que ella era la bruja que nos había atacado en la tienda de ropa de la Corte Oscura.
—Taenya te ha mantenido bien oculta, ¿eh? —Dio un paso hacia mí, pero Rhys se le cruzó y no le permitió avanzar.
—¿Por qué te ha llamado Eila? —El cazador a mi lado no lucía nada contento, de hecho, había empalidecido varios tonos.
—Rhys, ahora no. —Refunfuñé entre dientes.
—Has frenado una batalla que iba a nuestro favor, Encantadora, ¿nos darás alguna explicación? —Ryllae alzó la voz para que todos la escucharan.
—Haremos un trato. —Ordené yo.
—Esto no era parte del plan. —Taenya emergió entre las filas de su especie, alternando la mirada entre su hermano y yo.
—No me has dejado opción —Mis ojos llameaban de ira—, me has encerrado allí para que no pudiera ayudar, pero lo he conseguido.
—No entiendes nada —Su rostro se endureció—. Haz lo que puedas.
—Oh, no le hagas caso —Intervino Ryllae con fingido tono comprensivo—, está molesta porque te hemos encontrado.
—Yo os he encontrado a vosotras.
—Cuestión de tecnicismos. —Quitó importancia con la mano.
—Está herida —Interrumpió otra—. Sangra por el costado.
Al oír esas palabras, Rhys rajó mi camisa rápidamente, revelando un gran corte sangrante. Apretó los puños y me miró como si quisiera rematarme.
—Me dijiste que estabas bien, Kiara, joder.
—¿Kiara? —Ryllae se jactó en su cara— No me digas que no le has contado nada a tu amor.
—Ryllae permanece fuera de esto. —Le advirtió Taenya.
Yo trastabillé, angustiada y mareada, casi había perdido toda mi visión. Rhys fue quien me salvó de caer al suelo.
—Kiara, no, abre los ojos, por favor. —Me pidió él, desesperado.
—Leena, cúrala. —Le exigió Taenya a una bruja, yo sólo oía a duras penas.
Sentí como los brazos de Rhys me rodeaban, evitando que la bruja me alcanzara. Pero yo podía sentir su alma, sus buenas intenciones hacia mí, así que, con una pasmosa dificultad, lo aparté gentilmente.
—Déjala —Le pedí entrecortadamente—. Puedo ver su alma, no es mala.
Leena se sonrojó, pero avanzó hacia mí. Pasó la yema de sus dedos por mi corte y lo cerró, pausando la hemorragia y el dolor de inmediato. Por lo visto, Leena era una de las mejores (sino la mejor) de las brujas de la sanación.
Me erguí, completamente despejada y nueva.
—Gracias, Leena, te será recompensando.
La bruja trató de sonreírme, pero una mueca de dolor salió en su puesto. Su brazo se empezó a podrir, tornándose grisáceo y agrietado. Tropecé con mis pies y retrocedí, asustada. Leena corrió hacia la multitud para ocultarse.
—¿Qué ha sido eso? —Murmuré como si hubiera visto un fantasma.
—Nuestra magia es destrucción, sea del ámbito que sea —Resumió Taenya. Mi estómago se revolvió con el mero recuerdo de su brazo—. Has tenido suerte, es nuestra mejor curandera, pero lleva años sin ayudar a nadie.
Eché un vistazo hacia atrás, Naexi vendaba la pierna de Devdan mientras que Kyrtaar y Vesstan permanecían alerta a nuestra conversación. No había ni rastro de Syndra.
Ryllae aclaró su garganta sonoramente, recuperando mi atención.
—Encantadora, dime —Ella sonrió sin una pizca de bondad—, esto puede acabar como tú decidas. Asumes tu trono y vienes con nosotras o..., matamos a tus cazadores y a tu rey.
—¿Te atreves a amenazarme? —La miré como si no fuese más que escombros y ruina.
—Os superamos en número —Continuó bajo la mirada reprobatoria de Taenya—, matar a cualquiera de tus amigos sería tan fácil...
—No irá a ningún lado contigo. —La amenazó Rhys, ella ni lo miró.
—Dile a tu traidor que calle.
Los puños de Rhys se endurecieron mientras hacía el amago de tirarse a por ella, pero yo lo agarré.
—Rhys, déjame esto a mí, ¿sí?
—¿Qué? —Sus orbes esmeraldas parecieron dolidos— No, no me iré a ningún lado.
Tomé su mano entre las mías y lo calmé.
—Tengo que solucionar esto, ¿vale? —Él asintió, todavía sin verse convencido— Luego, te lo contaré todo, te lo prometo.
—Eila. —Me advirtió Taenya. No le hice caso.
—Está bien. —Susurró él, soltándose de mi agarre.
Tomó mis mejillas entre sus manos y dejó un casto beso en mis labios antes de apartarse de nosotras. Seguí su recorrido con mi mirada, sedienta de él y maldiciendo a la suerte por habernos hecho tan distintos, pero tan iguales.
—Ahora, Nym —Tarareó Ryllae—, ¿qué eliges?
Lo tenía claro. Jamás dejaría morir a ninguno de mis amigos mientras estuviera en mi mano evitarlo. Mi sueño nunca sería gobernar a las brujas, ser una reina sin trono y casi sin súbditos que me fueran a apoyar, pero tampoco me quedaba otra. Yo sacrificaría el último pedazo de mi alma sólo por Rhys, sólo por el cazador de ojos verdes que me hacía despertar todos los días con una sonrisa. Lo haría por él, si era necesario.
—Elijo...
Caí al suelo bruscamente, raspando mis rodillas en el proceso. Alguien me había empujado, pero no pude ver quien. Rhys estaba en su sitio, también los cazadores y el rey...
Syndra. Implacable y veloz, la morena había atravesado todo el campo sin que se la viera casi y me había apartado de las brujas.
Todo pareció pasar en cámara lenta para mí. Ryllae mirándola con rostro horrorizado, Taenya abriendo mucho los ojos y tratando de retroceder y Syndra... oh, no. La cazadora llevaba un gran cuchillo en las manos, apuntando...
—¡Syndra, no! ¡Para! —Rugí mientras intentaba de levantarme del suelo, inútilmente.
Ya era tarde.
La sangre salpicó, el caos estalló.
Para cuando una de ellas fue a hechizar los pies de Syndra, ella ya había logrado su cometido. Había sido tan rápida e intrépida como un guepardo, con tal elegancia que había sido imposible frenarla.
El grito de agonía de Rhys me hizo taparme los oídos y los ojos desde el suelo.
Porque Taenya había sido apuñalada en el pecho y yacía pálida en el suelo, entre los brazos de un furioso Rhys.
Syndra se quedó mirando al vacío antes de salir corriendo, seguida de cerca por un preocupado Devdan. Estaba segura de que la cazadora estaba arrepentida. Muy tarde, Syndra.
Un trueno surcó el cielo estrellado. Rhys cayó al suelo convulsionando. No lo pude aguantar más y corrí hacia la terrorífica escena.
Toqué el rostro de Rhys, estaba frío y sus ojos brillaban. Jamás lo había visto así.
—Eila —Me llamó Taenya, agarrando su pecho con dolor—, él va..., a entrar aquí. Debes proteger a Rhys, protege... Él ya ha salido. Viene.
Acaricié su mejilla para que se calmara, en vano.
—Tranquila, Taenya, todo va a estar bien. —Un par de lágrimas bañaron mi rostro.
Taenya no era la mejor, pero me había ayudado y lo había dado todo por Rhys y su seguridad. Ella no era tan mala como el mundo la pintaba. No merecía morir.
Se escuchó un cristal quebrase, una ventana rota. Seguidamente, apareció Respen en mi campo de visión. El heredero corrió hacia Taenya como si lo persiguiera el diablo. La bruja lo vio y sonrió a pesar de todo.
—Te dije que no te quejaras tanto de mí. —Le susurró ella.
Respen profirió una mueca de agonía y echó un vistazo a su marca de pareja eterna, que ahora parpadeaba. Mierda. Taenya y Respen estaban ligados por el lazo.
—Taenya, no. —Le pidió él, ella permaneció sonriéndole.
Su pecho exhaló una última respiración, sus orbes esmeralda perdieron la vida que los caracterizaba cuando Rhys se levantó del suelo, ya sin convulsionar. Respen dejó un casto beso en sus labios a modo de despedida, con lágrimas corriendo por su cara.
—¡No! —Su chillido se grabó en mi memoria para siempre— Taenya, por favor, nos quedaba mucho por ver, micho por...
No pude oír más. Caminé entre las filas de brujas, con un objetivo en mente. Leena. Quizás, no serviría de nada, pero no me quedaría sin intentarlo.
Ella ya me había visto venir a por ella, leyendo mis intenciones y trató de escapar, pero la agarré y me la llevé. Nadie se atrevió a cuestionarme.
—Cúrala. —Señalé a Taenya, cada vez más pálida y más bañada en sangre.
—No, por favor, no. —Trató de retroceder, todavía con su brazo grisáceo.
—Hazlo.
—Me duele mucho, por favor. —Suplicó.
No me dejó otra. Utilicé mi poder de Encantadora y se lo ordené. Era eso o que Taenya muriera.
—Cúrala, ahora.
Ella lo hizo. Pasó sus manos por el pecho de la bruja repetidas veces hasta que Taenya se levantó de golpe y respiró con dificultad, causando mucho ruido.
Leena observó con angustia como su brazo entero se convertía en grietas grisáceas antes caer desmayada, con un par de lágrimas decorando su rostro. Le agradecí en silencio.
—Es muy tarde —Murmuró Taenya—, él ya ha entrado.
—¿Qué hacemos ahora? —Pregunté yo.
Rhys abrazó a su hermana como si se le fuera la vida en ello, pero la mente de ella estaba en otro lugar.
—Matar a Elyon Lightcrown. —Sentenció.
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