XIV
HEAVENLY STARRY
El bullicio del gentío me recibió con los brazos abiertos, fundiéndose con el cantar de los pájaros y el crujido de los zapatos en el suelo. Estábamos frente al mercado de la Corte Oscura.
Miles y miles de puestos se establecieron ordenadamente alrededor de las calles, de manera que no podía ni alcanzar a atisbar el último. Suspiré, pensando en la caminata que nos esperaba hoy, con el sol en lo alto golpeando nuestros lomos.
Al principio, había quedado maravilla con los artilugios y elementos extraños que se vendían, parando en cada puesto e incluso toqueteando algunos objetos bajo la atenta y dura mirada del vendedor. Pero cuando llevaba media hora viendo lo mismo, mi ánimo empezó a decaer.
—¿Queda mucho? —Pregunté al aire, alzando la voz por encima del ruido.
—Por supuesto que queda mucho —Kyrtaar me miró como si estuviera loca—. Llegaremos para la hora de cenar.
—¿A las cárceles? —Cuestioné, llena de esperanza, él me dedicó una sonrisa dura.
—A mi casa. —Su respuesta turbó mi humor aún más.
—Ahora, ¿todos tenéis casa aquí? —Dejé que la molestia se filtrara en mi voz sin hacer el más mínimo esfuerzo por ocultarla.
—Sólo Kyrtaar y yo —Respondió Rhys—, pero no es de nuestra propiedad, es para misiones de cazadores.
No le quise responder, en puesto de eso, me paré con todos y cada uno de los mercaderes jóvenes y apuestos que veía, sonriéndoles y coqueteándoles. Pronto, pude sentir como la rabia crecía en Rhys, dedicándome miradas molestas y tratando de dejarme atrás. Toma esa, traidor.
—¿Qué hace una buena mujer como tú en este lugar? —Me preguntaba uno de ellos, batí mis pestañas hacia él.
—Voy en busca de... —Utilicé mi tono más suave cuando una voz masculina me cortó.
—Va en busca de librarse de la justicia porque está condenada a muerte. —Había sido Rhys. Lo miré a la cara, hirviendo de furia, pero él se dedicó a clavar su vista en el mercader, que se alejó mascullando algo por lo bajo.
—¿Tenías que arruinarlo? —Sentía mis venas, mi cara quemando por la ferviente ira que había despertado en mí.
—Llevamos prisa como para que estés tonteando con cualquiera —Cuando sus ojos se posaron en mí, sólo vi hierro, metal, una frialdad férrea—. Estamos aquí para ayudarte, no nos hagas perder el tiempo.
—No necesitaría vuestra ayuda si no fueras un traidor. —Le escupí. La gente de alrededor se había arremolinado en torno a nosotros, pendientes de la situación.
Pero Rhys no me contestó. Me tomó del brazo con severidad y me sacó del círculo humano que se había formado y sólo me soltó cuando llegamos hasta sus amigos. Sus amigos, no los míos porque él también me había apartado de ellos al llevarme a este sitio horrible.
El enfado estaba nublando mi existencia hasta tal punto que tuve que respirar hondo varias veces para disipar el dolor de cabeza que estaba comenzando a atormentarme. Sentía pinchazos en las sienes de forma aguda y repetitiva.
—¿Kiara? —Oí la voz de Syndra a través del gentío cuando frené en seco. Mi vista se había tornado borrosa y no podía ver nada ni avanzar sin chocarme con alguien.
Agarré mis cabeza fuerte cuando empecé a ver imágenes confusas. Trastabillé hacia atrás torpemente. Era yo, era yo muriendo. Podía escuchar mis propios gritos, mi respiración ralentizándose y yo desvaneciéndome. El corazón me latía desbocado en el pecho mientras el pánico se filtraba en mi cuerpo como una corriente helada bajando por mi columna vertebral. ¿Sería éste mi fin?
Pero cuando la mano de Devdan rozó mi hombro, las imágenes se esfumaron como el humo y mi cabeza dejó de doler. Abrí los ojos, confusa.
—¿Estás bien? —Preguntó la morena.
—Sí —Busqué una excusa a gran velocidad—, es sólo que hay mucho ruido.
—Está bien —La mirada de Syndra se suavizó—, avancemos para salir cuanto antes de aquí.
Ambos parecieron creerme y me sacaron adelante tomándome del brazo delicadamente; sin embargo, sentía las miradas desconfianzas de Kyrtaar y Naexi en mi nuca, taladrándome la espalda, como dos perros carnívoros observando todos los movimientos de su presa. Rhys, por su parte, no hizo nada. Parecía un ser inerte programado para caminar sin mirar hacia ningún lado, sólo respirando, sin sentir.
Sentí una punzada de lástima por él. Yo..., él ya se había disculpado por todo y estaba intentando ayudar, enmendarlo. No debí gritárselo a la cara. La culpa me estaba carcomiendo cuando lo vi. A lo lejos, en un puesto pequeño, estaba aquella botella de líquido azul, delicioso, sentía como me llamaba a través de un lazo invisible, rogándome que fuera a por ella y tomara un sorbo.
Mis pies se movieron solos. Llegué al puesto en un segundo, sin poder despegar los ojos de aquel maravilloso licor, babeando.
—Veo que te has fijado en mi Heavenly Starry—Mis oídos se derritieron de gusto al escuchar el delicioso nombre del licor, que burbujeaba y brillaba en mi honor.
—Por favor. —Le pedí al hombre y sólo así despegué mis ojos del Heavenly Starry para mirarlo a él. Su enorme y roja barba le llegaba hasta el pecho, sus rasgos eran toscos y su aspecto descuidado.
—¿Qué hace una humana adicta al Heavenly por aquí? —Me preguntó él, en sus ojos chispeaba la curiosidad.
—Si te lo cuento, me das... —Mis dedos fueron a acariciar la botella con anhelo cuando un par de anchas manos me llevaron lejos. Forcejeé.
—Estate quieta. —Era la voz seca y desganada de Rhys, un muy malhumorado cazador.
—Chico, la joven y yo estábamos negociando —El hombre tosco miró a Rhys como si fuera un mosquito molesto—, ¿por qué no te metes en tus propios asuntos?
Rhys me dejó en el suelo y un segundo después, estaba siendo sujetada por Kyrtaar, que me trataba de llevar lejos de la botella. Pero a lo
lejos, pude ver las venas verdes de Rhys centellear con fuerza.
—Todo lo que concierna a ella es asunto mío y tú no vas a volver a tratar de vender Heavenly Starry a ningún humano, ¿está claro? —Pude escucharlo amenazar al hombre, que se puso varios tonos pálido al contemplar el gran poder del cazador.
—Kyrtaar. —Mi voz soñó ronca, desesperada.
—¿Qué quieres, humana problemática? —Aunque intentara ocultarlo, había hecho un esfuerzo por no sonar seco.
—Tú me odias, ¿verdad?
—El odio es un sentimiento muy grande —Sus ojos se oscurecieron cuando me soltó y lo miré—, casi tanto como el amor. No puedo decir que tenga espacio en el corazón para tales cosas. Ya no.
—No es cierto —Tenía ganas de llorar, de gritar y de desaparecer del mundo—. Tú me odias por ser humana, ¿por qué no me dejas beber un sorbo?, ¿o toda la botella si yo quiero?
Él no respondió, pero en sus ojos vi el entendimiento. Me pasó un brazo por los hombros y me obligó a caminar, pero yo no me había dado por vencida, la esperanza llameaba en el fondo de mi corazón.
—Kyrtaar, ¿por qué? —El dolor salía de cada poro de mi cuerpo, adormeciéndome.
—Porque eres importante para Rhys —Bramó, en contra de su voluntad prácticamente. Quizás, el despiadado cazador sintió pena por mí—, y, por ende, para mí. Porque tienes un corazón puro de verdad y no querría ser yo quien lo manchase.
Me quedé parada y en silencio. Era la primera cosa buena que me decía y justo lo hacía cuando no quería su benevolencia, cuando más necesitaba que me arruinara, que me diera ese Heavenly.
—¡No! —Le grité, golpeando su pecho con mi puño, haciéndome daño en el proceso.
Sin embargo, Rhys y los demás venían de camino, todos con rostros serios y malhumorados, así que no me quedó otra que olvidar la conversación con Kyrtaar y seguir el interminable camino. Me tragué las lágrimas saladas que amenazaban con bullir de mis ojos. No podía recordar en qué momento mi vida se había torcido tanto cuando yo solía ser una risueña bailarina que amaba salir y reír. Ya no quedaba nada de aquella chica, sólo era pedazos.
—Kiara —La voz de Syndra, suave como el terciopelo, captó mi atención. Iba acompañada de Devdan, los demás estaban a unos pasos por delante—, lo siento mucho.
—¿Por qué? —Soné vacía, rota. Odiaba que ellos me vieran así de vulnerable.
—Por todo lo que estás pasando —Fue Devdan quien me respondió con un deje de melancolía—, porque quizás estarías mucho mejor en el reino humano, si nunca te hubieras topado con nosotros.
Pero yo sabía que eso no era así, yo llevaba mucho tiempo sin estar bien, por eso, negué con la cabeza, secando el rastro de agua que habían dejado mis lágrimas, las pocas que había podido soltar.
—Yo habría sido igual de desgraciada sin conoceros —Admití y estaba siendo totalmente sincera—. Desde hace mucho tiempo lo he sido.
—Cuando terminemos con esto... —Devdan parecía atragantarse con sus propias palabras—, si decides quedarte, todo será diferente. Te lo prometo.
La sinceridad bañaba tanto sus afirmaciones como su rostro, pero yo sólo podía pensar en mi casa, en lo que había sido mi hogar en el reino humano, ahora tan distante de mí.
—Echo de menos a mis amigos. —Me excusé, más vagamente de lo que quería.
—Podrías visitarlos cuando todo acabe —Syndra intentó convencerme—, ir y venir cuando quieras.
Le sonreí levemente, apreciando el esfuerzo que hacía por mí, aún sabiendo que todo mi ser temblaba de odio hacia Shianekdom, mi condena personal.
El revuelo que tenía el resto del grupo delante me sacó de mis pensamientos. Eran Kyrtaar y Rhys los que estaban peleando, Naexi simplemente los miraba a una distancia prudente, a veces con cara de aburrimiento.
Syndra y Devdan compartieron una mirada preocupada que no supe descifrar. Acto seguido, Kyrtaar tomó del brazo a Syndra y a Devdan de la oreja y se los llevó a los dos.
—¡Animal, que me deformas la oreja! —Le gritaba el moreno al pelirrojo de ojos púrpura, que hacía caso omiso.
Miré a mi alrededor un poco asustada, ahora estaba sola en aquel gran mercado, pues los cazadores se habían fundido con la masa del gentío unos metros más adelante.
Pensé en acelerar, en correr hacia ellos, pero cuando iba a ejecutar el movimiento, la espesa y negra cabellera de Rhys me saludó. Llegó hasta mí en un segundo. Sólo así entendí que Kyrtaar lo había forzado a hablar conmigo, que nos había dejado solos a propósito.
—No tienes que disculparte si a eso es a lo que vienes, si te ha obligado Kyrtaar a hacerlo. —Dije toscamente.
—No me ha obligado nadie —Vio la duda en mis ojos, por lo que siguió:—. Kyrtaar me ha hecho razonar, sí, pero no me forzaría a hablar contigo si no es lo que deseo.
No entendía porqué precisamente Kyrtaar era quien quería que arregláramos nuestros problemas, pero no lo iba a juzgar cuando mi situación estaba en su punto más crítico. Estaba tocando fondo.
—Lamento haberte gritado antes —Fui yo la primera en hablar, tomándolo desprevenido—, ya me habías pedido perdón por venderme a Elyon Lightcrown, no debí echártelo en cara.
—No, está bien —La ira que refulgía con ferviente intensidad en sus ojos pareció perder fogosidad, el cazador se relajó—. Yo no debí ser tan brusco contigo y sobretodo, no debí dejarte sola cuando recibí la carta. —Se había convertido en un amasijo de lamentos y maldiciones.
—¿Quién es Taenya? —Le pregunté, cruda, directa. Él pareció titubear por un instante hasta que vio mi rostro dolido, abatido.
—Taenya es la jefa de todas las brujas, pertenece al aquelarre de los Vástagos la Corte Oscura —Tragó saliva, consternado— y es mi hermana.
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