XII

NOSTALGIA

Me di la ducha más rápida de mi vida y examiné la ropa que me había prestado Rhys antes de ponérmela. ¿Sería de esa tal Taenya? Se me revolvió un poco el estómago al pensar en usar ropa de..., bueno, yo aún no sabía que significaba aquella misteriosa chica para Rhys.

Como no tenía más opciones y no quería que viniera Kyrtaar a sacarme arrastrada de los pelos –admitamos que capaz es–, me enfundé en las telas sin darle más vueltas al asunto. Cuando me miré al espejo, quedé devastada. Había perdido abundante peso, mi piel había adquirido un tono pálido de muerte y por si fuera poco, bajo mis ojos, la negrura de mis ojeras se expandía como la pólvora.

Además, la ropa que me habían dejado no era como la que yo solía utilizar cuando era una chica humana normal. No tenía nada que ver con mis inmensas faldas, mis top florales y artículos de moda. Yo ahora me había colocado unos pantalones largos y sencillos negros con una camiseta de manga corta blanca. Había sustituido lo bonito por lo cómodo.

Cuando salí del baño, Syndra me asaltó.

—¡Ah, Kiara! —Gritó, emocionada— Esa camiseta era mía hace un tiempo. Ya no me viene. —Hizo un puchero y sin esperar mi respuesta, se adentró en el baño.

Arrugué las cejas, confusa por el comportamiento de la morena, pero, en el fondo, aliviada de saber que lo que llevaba puesto no era de Taenya, fuera quien fuese.

Bajé al salón donde estaban ya todos preparados, menos Syndra, por supuesto.

—Las mujeres sois tan lentas. —Murmuró Kyrtaar, rodando los ojos, tirado en un acolchado sillón.

—Yo he terminado antes que tú. —Naexi lo miraba con aburrimiento, como si estuviera harta de compartir aire con todos nosotros.

—Tú no cuentas como mujer. —Se rió Devdan, pero en cuanto miró el severo rostro de Naexi, cesó su diversión y se apartó de ella, con miedo.

—¡Syndra, nos vamos sin ti! —Le gritó Rhys, mirando hacia arriba.

—¡Cinco minutos! —Le respondió la aludida de vuelta.

Pero los cinco minutos de convirtieron en diez y los diez en quince. Todos, hasta yo, estábamos tirados en los sofás o en las esquinas del salón, agotados de esperar.

—Se acabó. —El pelirrojo se puso en pie abruptamente y se encaminó a subir las escaleras.

—Oh, ojalá usar móviles humanos para grabar esto. —Devdan sonreía con malicia. Todas las miradas recayeron en mí.

—Oh, no tengo mi móvil —Murmuré, incómoda—, lo perdí cuando volví aquí por segunda vez.

Devdan masculló una protesta por lo bajo, enfadado con mi respuesta.

—Igual no te hubiera servido —Me explicó Rhys—, aquí no hay conexión.

—Pero tú y yo... —Pronuncié, confusa. Pero el cazador no me dejó terminar.

—Es hora de irnos. —Ordenó cuando vio a Kyrtaar cargando en peso a Syndra, que gritaba y pataleaba para soltarse.

No podía dejar de pensar en el grupo tan extraño, pero funcional que formaban.

Para salir en busca de las cárceles, nos dividimos en tres grupos. Syndra y Devdan iban delante, gastando bromas y armando un escándalo que enfadaba a Naexi; la última mencionada y Kyrtaar iban en el medio, ambos con cara de culo y en silencio; y por último, en la cola estábamos Rhys y yo. No podía negar que me ponía nerviosa tener que ir sola con él, aunque no lo quisiera admitir o no supiera el porqué.

Pensé que ninguno de los dos se atrevería a abrir la boca, pero él me contradijo y me sorprendió cuando habló el primero.

—Ayer, cuando te afectó la bebida azul, te dio por bailar.

Tragué saliva, incómoda. El maldito cazador había elegido el peor tema.

—Sí, lo recuerdo vagamente. —Respondí sin mirarlo por miedo a que siguiera con el tema. Y justo eso hizo.

—Pero no parecías una simple chiquilla —Notaba sus ojos esmeralda fijos en mí, como un lince observando a su presa—, tú sí sabías moverte. ¿Sabes bailar, verdad?

—Sí —Por fin, me atreví a mirarlo y puedo jurar que fue un error. El sol se reflejaba en su acaramelado pelo, dándome una vista hermosa de él. Tuve que parpadear varias veces para concentrarme—, antes solía bailar.

Las nostalgia me invadió, hacía tanto tiempo de eso... Si Rhys seguía así, iba a hacerme llorar.

—¿Ya no? Es una lástima, lo hacías muy bien. Hablo enserio.

—Yo... —No supe cómo continuar—, es un tema complicado —Él no respondió así que me vi obligada a cortar el silencio de nuevo—. Hace tiempo que perdí las ganas y lo abandoné.

—Bueno, si te sirve —Su voz se suavizó—, yo antes solía leer.

Eso me sorprendió, Rhys no parecía el típico chico tranquilo que disfrutaba con un buen libro entre sus manos, más bien daba la impresión de típica bestia inmunda que practica boxeo y rompe cráneos. Estaba casi segura de que era experto en esto último. Él pareció notar mi asombro porque pude percibir el fantasma de una sonrisa tirando de las comisuras de sus labios, pero desapareció antes de que pudiera comentarlo.

—Pero, ¿ya no lees?

—No tengo tiempo —Suspiró, apenado—. Ser un cazador te limita mucho.

—Yo perdí la inspiración y la motivación —Parpadeé varias veces para eliminar el rastro de lágrimas que amenazaba con formarse bajo mis ojos y eché un vistazo disimulado hacia delante para asegurarme de que no nos oyeran—. Cuando mis padres murieron y me quedé sola, dejé a un lado las cosas que me gustaban.

—Oh, no lo sabía —Se mostró sorprendido, arqueando las cejas hacia arriba—, lo s-

—Ya, no te lo había contado. —Lo interrumpí bruscamente porque no quería su lastima. Estaba cansada de las personas que me daban miradas de pena, odiaba ese sentimiento tan plasmado en sus rostros. Pero cuando alcé mi mirada hacia Rhys, sólo pude ver entendimiento y eso me reconfortó de alguna manera.

—Yo también perdí a mi familia —Admitió en tono reflexivo, como si su mente estuviera muy lejos de aquí—. Por eso, no tenía nada y tuve que empezar a robar. Todo lo que dijeron Misha y Marthos de mí es real.

—¿Pero eso no se acabó cuando te hiciste cazador?

—La situación logró mejorar un poco, pero no lo suficiente como para mantenerme así que seguía robando, pero menos. Sólo los favoritos del rey tienen privilegios y yo nunca he sido uno de ellos.

—Yo conseguí apañármelas con el dinero de la herencia. Tuve suerte en ese sentido. —Pensé en lo duro que hubiera sido si hubiera tenido que buscarme la vida yo sola o incluso llegar a morir de hambre.

—Aquí no existe nada como eso —Su rostro se tornó furioso, pero supe identificar que no era por mí, sino por la situación—. Pronto te darás cuenta de que Shianekdom es de todo menos una fantasía.

—Oh, créeme, ya me he dado cuenta —Le respondí con amargura—. Estoy sentenciada a muerte dentro de un mes y dos semanas.

Él me rehuyó la mirada, algo avergonzado y culpable.

—Kiara, lo siento —Su voz se volvió profunda, intensa—. No hay día de mi vida que no lo sienta.

—Lo entiendo —Sacudí la cabeza, quitándole peso a la situación—. Lo hiciste para no morir de hambre.

—Sí volviera atrás en el tiempo, no lo volvería a hacer. Buscaría la manera... —Estaba ahogado, angustiado. Pude ver como se sus brazos brotaban sus características venas verdosas, producto de una emoción fuerte.

—Rhys, está bien —Lo calmé. Sus venas desaparecieron.—. Todos haríamos cosas imperdonables para sobrevivir. No te culpo.

Él pareció ciertamente más relajado, pero la aflicción no abandonó sus ojos.

—Lo vamos a encontrar —Prometió—. Traeremos de vuelta a Respen Lightcrown y te salvaremos. He traído a mis amigos para esto.

Yo le sonreí levemente, pero no contesté. Sus promesas, aunque sonaran bien, no estaban en su mano cumplirlas y la probabilidad de que lo encontráramos era más bien nula. El nudo en mi garganta empezó a crecer. Hace unos meses habría estado contenta de morir, había perdido la fe, mis padres se la habían llevado consigo a la tumba. Pero justo ahora que había empezado a renacer no quería irme, no era justo. Yo no había hecho nada malo para merecer ese castigo.

—¡Chicos! —La voz de Syndra nos alertó a Rhys y a mí.

—¿Qué? —El cazador a mi lado aligeró el paso, llegando hasta Kyrtaar y Naexi.

—A unos pocos metros hay un mercado —Explicó Devdan. El grupo ya se había hecho uno solo—, ¿lo esquivamos o lo atravesamos?

—No lo podemos esquivar. —Anunció Kyrtaar.

—Es demasiado extenso —Coincidió Rhys—, no nos queda otra que atravesarlo.

Hasta ahora, el camino había sido tranquilo. No nos habíamos cruzado con nadie ni había percibido nada extraño. Además, el paisaje simplemente se trataba de unos cuantos árboles a nuestro alrededor con escasas hojas secas, algunos edificios de colores apagados y fríos y una apedreada senda grisácea como camino para guiarnos. Era una escena otoñal, pero con una temperatura tibia por la estación estival en la que nos encontrábamos. La Corte Oscura no era tan tenebrosa como me imaginaba en absoluto.

—Atravesarlo es algo suicida —Contestó Naexi—. Cualquier hantex que deambule por el mercado va a saber que somos cazadores.

—Hasta la humana parece una cazadora. —Masculló Kyrtaar a modo de protesta.

—Mi nombre es Kiara. —Lo miré con cara de pocos amigos.

Pero, en cierto modo, tenía razón. Los hantex normales solían vestirse como personas adineradas, de la alta alcurnia. Sus telas, tejidos y formas tenían clase, estilo. Sin embargo, los cazadores usaban ropa cómoda, ancha, más para dar un paseo. En cuanto pusiéramos un pie ahí, todos sabrían lo que somos y, quizás, también a lo que venimos. Era un riesgo grande.

—Nos cambiaremos. —Afirmó Rhys.

—¿Cómo? —Preguntó Syndra.

—¿Y dónde? —Siguió Devdan.

—A unas cuantas manzanas, hay una tienda —Explicó con calma—. Supongo que no nos queda otra.

—¿Y cómo pagaremos? —Pregunté yo, tímidamente. No creía que las altas listas de la Corte de la Luz sirvieran en este lugar.

—No pagaremos. —Naexi sonrió, lobuna.

Me quedé helada. Yo nunca había hecho algo como lo que estaban sugiriendo... robar en una tienda de ropa. Mi moralidad no me lo permitía.

—No pongas esa cara de humana inocente —Me reprochó Kyrtaar, lanzándome una mirada de superioridad—. Aquí el sistema es corrupto y le roba al pueblo, por lo que el pueblo suele contraatacar así.

—Eso quiere decir —Naexi empeoró la situación— que será una tarea difícil porque los vendedores están más que acostumbrados.

—No estés preocupada —Syndra me dio un apretón amistoso en el hombro—. Esto forma parte de nuestras misiones. Además, no robaremos a un pequeño comercio o a alguien que pueda arruinarse.

Seguía sin estar muy convencida, pero no tenía muchas más opciones. Si quería salvar a Respen Lightcrown tendría que arriesgar mi vida y sobrepasar algunos límites éticos que, en otras circunstancias, no se me ocurriría.

De ese modo, nos desviamos del camino ligeramente, dejando el sendero y atravesando los árboles. Me alegré profundamente de que el sol siguiera brillando en lo alto, de lo contrario, estaría temblando de pavor.

Tal y como Rhys había contado, la tienda estaba a unas pocas manzanas. El anaranjado cartel brillaba por la luz solar. Desde el escaparate, ya se veía que era una tienda lujosa y cara, pues los maniquíes estaban vestidos con grandes y pomposos vestidos así como trajes elegantes.

La puerta de la tienda hizo un click cuando entramos. Así, de detrás del mostrador emergió una chica con el pelo completamente blanco, esbelta y refinada. Sólo me alerté cuando mis compañeros lo hicieron.

Entonces, Kyrtaar siseó:

—Bruja.

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