XI
LA CORTE DE LAS TINIEBLAS
Desperté tumbada en una suave y mullida cama, envuelta en sábanas y cojines. Parpadeé un par de veces para que mis ojos se acostumbraran a la molesta e intensa luz que se filtraba por los grandes ventanales del cuarto. Debía haber estado durmiendo más tiempo del usual.
Todo en esta habitación era sencillo, tanto las paredes como la cama estaban hechas de un impoluto tono marfil, los pocos amaderados muebles parecían de color chocolate y no había ni un cuadro, tampoco algún adorno. Nada.
Me incorporé sintiendo un intenso dolor de cabeza. ¿Qué mierda había pasado ayer?, ¿y dónde estaba ahora mismo?
Sentía el pánico congelarme los huesos, ¿salía de la comodidad y seguridad de mi cuarto o mejor no? Al final, me decanté por la primera aunque no fuera lo más racional.
Una insistente sensación de angustia me golpeó nada más poner un pie fuera de la cama. Abrí la puerta del cuarto en tiempo récord y corrí, corrí en busca de un baño para poder... Me agaché sobre el inodoro y puedo jurar que vomité todo lo que había comido en un año. El mundo se veía con espirales de colorines para mí, intensificando la sensación de mareo. No sé cuánto tiempo estuve ahí, moribunda, pero sé que para cuando salí, ya me sentía normal, lúcida.
En la puerta del baño, decidí agudizar mi humano oído para ver si averiguaba dónde estaban los demás. Los descubrí hablando escaleras abajo, en una especie de salón. Me deslicé silenciosamente por la madera, bajando sin ser vista u oída para así poder escucharlos y obtener información.
—Debemos llevar mucho cuidado con Taenya. —Expuso Rhys, adoptando un tono oscuro y tenebroso.
—Contrólala tú —Rió Devdan, incapaz de ponerse serio—, no es tu... —Un golpe seco por parte de Syndra lo hizo callar de golpe—. ¡Auch!
—Devdan, Syndra, seriedad, por favor. —Pidió Naexi.
—¿Leíste lo que escribió en la carta? —Me encogí de miedo al oír la voz de Kyrtaar. Él me despedazaría si supiera que estoy aquí oyendo a escondidas.
—No me molesté. —Volvía a ser el Rhys escueto de siempre, muy diferente al que yo vi la noche en que me curó de la herida del murk.
—Ella es como un grano en el culo —Expresó Devdan, haciendo gestos grotescos con las manos—, siempre vuelve.
—¿Tienes granos en el culo? —Le preguntó Syndra, formando una mueca divertida en su cara.
—Ese es un secreto que no pienso revelar. —Respondió, airado. Kyrtaar masculló un insulto por lo bajo, hastiado con los dos bromistas cazadores.
—Suficiente. —Cortó Naexi, imponiendo seriedad con severidad. Ellos parecieron obedecerla al instante.
—¿Qué planeas hacer con ella? —Fue Kyrtaar el que tomó la palabra.
—No la pude localizar cuando salí tras ella —Parecía desolado, abatido. Sentí una punzada de celos sin ninguna explicación—. Dejaré que ella venga a mí y ya entonces decidiré.
—¿Le has contado algo a Kiara? —Cuestionó Syndra, en tono dulce. Mi corazón se desbocó en mi pecho al oír mi nombre en sus labios mientras yo jugaba a espiar.
—No hace falta —Fue Kyrtaar el que respondió. Sonaba extrañamente cerca de mí—. Lo está oyendo todo tras la pared.
Se me calentaron las mejillas por la vergüenza, pero no me dio tiempo a moverme, a salir corriendo. Una enorme mano me agarró de la ropa y me sacó de la pared en peso. Mis pies se quedaron colgando. Yo conocía esas manos, ya me habían estrangulado antes...
—¡Kyrtaar! —Gritó Syndra, supongo que por la brusquedad de sus acciones.
—No soporto a los humanos entrometidos. —Sus ojos púrpura me contemplaban con puro odio. Si no hubiera vomitado hasta lo invomitable hacía unos instantes, juro que podría volver a potar de miedo. Y mancharía sus pies con gusto.
—Kyrtaar, ya vale. —El matiz serio que empleó Rhys lo hizo titubear hasta que me puso de nuevo en el suelo. Suspiré, aliviada.
—Tienes suerte de ser la protegida de Rhys. —Me miró, amenazante.
Teniéndolo lejos, el miedo se disipó para dar paso a una furia gélida que planeaba desgastar contra él.
—Y tú tienes suerte de que nadie te haya cortado aún esa lengua bífida que te hace inaguantable. —Le escupí, muy cerca de su cara a pesar de la notable diferencia de altura.
A lo lejos, pude oír las suaves risas de Syndra y Devdan, que las intentaban ahogar sin éxito. La cara de Kyrtaar era una máscara de pura ira y enfado. Me iba a hacer pedacitos con sus manos.
—Humana insolente. —Me observó de arriba abajo como si fuera un gusano antes de avanzar hacia mí en grandes pasos.
No retrocedí porque Naexi se puso en medio, cortando el inminente ataque que me habría dejado invalida como mínimo.
—Todo el que tenga el valor de insultarte abiertamente es mi protegido también. —Le explicó Naexi, guiñándome un ojo cuando el pelirrojo se sentó en un sillón, tragándose su odio por mí.
—Sí habéis terminado de pelear —Gruñó Rhys, dejando entrever algo de molestia—, debemos avanzar. Aún nos queda mucho para llegar a las cárceles —Luego, posó sus bonitos ojos esmeralda en mí—. ¿Estás bien?
—He vomitado durante una hora, pero sí. Más o menos. ¿Qué me pasó?
—Tomaste de una bebida que mata a los humanos. Es un milagro que estés viva. —Naexi me contemplaba con curiosidad.
—El líquido azul. —Pensé en voz alta.
—Básicamente, te atiborraste de un líquido que mata a los de tu especie —Devdan me sonrió—. Pero para ti, quedó sólo en borrachera inolvidable.
—Que habrá terminado en una gran resaca. —Culminó Syndra. Ambos estaban en humor de broma esa mañana.
—¿Cómo se llama...? —Necesitaba sacar más información— ¿Qué es lo que bebí?
—Su nombre es... —Syndra golpeó de nuevo la cabeza de Devdan, volviendo a silenciarlo.
—¡Estúpido! —Rugió, sentada a su lado.
—¡Dos veces me has pegado! Dame descanso, mujer.
La respuesta de Syndra fue sacarle la lengua, sin borrar la sonrisa de su cara.
Rhys y Naexi bufaron, exasperados por su comportamiento infantil. Kyrtaar simplemente no prestaba atención, tenía sus filosos y malvados ojos clavados en mí, casi sin parpadear.
—No podemos decirte el nombre. —Terminó por responder Naexi, misteriosa.
—Es por tu seguridad —Rhys leyó la pregunta en mis labios—. Es letal y causa adicción para vosotros, si supieras el nombre, tendrías la tentación de buscar más. Apuesto que ya la tienes.
Jamás lo admitiría, pero Rhys estaba en lo cierto. Cada latido que mi corazón bombeaba me gritaba que bebiera un poco más, incluso juraría que mi cabeza dolía por eso, por el ansía de conseguir un sorbito más de aquel delicioso líquido.
—No es cierto, no buscaré más. —Los miré de uno en uno con ojos de cabritillo.
—Hueles a humana mentirosa —Me gruñó Kyrtaar—. Nadie te lo dirá.
—Salimos en media hora, deberías comer. —Ordenó Rhys, dejando atrás el tema.
—Y ducharte. —Ese comentario filoso pertenecía, por supuesto, a Kyrtaar.
Me di por vencida y salí del salón, en busca de la cocina. No tardé mucho en encontrarla y para mi suerte, enseguida entró Syndra. Con ella saciaría mis interminables dudas.
—¿De quién es esta casa? —La observé mientras cortaba el pan el trozos. Ella no se inmutó.
—No sé si te puedo contar eso. —Ya no parecía tan radiante, ni tan confiada o alegre.
—Por favor, no se lo voy a decir a nadie.
—Es que..., bueno —Pareció que iba a poner una excusa, pero terminó apiadándose de mí—, Rhys es el mejor cazador de la historia, el más poderoso. Él a veces debe infiltrarse en otros lugares...
—¿Esta casa forma parte del espionaje de Rhys? —La miré, atónita. Luego, eché un trocito de su pan a mi boca y rebusqué en los cajones algún alimento más.
—Así es —Me extendió un plato lleno de diversas frutas tropicales, anaranjadas, moradas, amarillentas...—, la necesita en algunas ocasiones. Va de encubierto.
—Pero no parece deshabitada. —Comenté observando cada rincón, sin encontrar una sola mota del polvo.
—Es que ahora que está en la alta lista puede permitirse algunos lujos. —Me observó atenta, como si estuviera tratando un tema delicado para mí. Pero yo no reaccioné en absoluto.
—¿Sabes quién es Taenya? —Sus ojos se abrieron como platos ante la mención de la chica. Casi se atragantó con el pan que llevaba en la boca.
—Chica, baja la voz —Sus labios se apretaron con enfado, formando una fina línea. No parecía dispuesta a cooperar —. No debes mencionarla. Mucho menos si Rhys anda cerca.
—¿Es... —Tragué saliva—, su amante?
Syndra soltó una carcajada, robando una pequeña frutilla redonda de mi plato.
—No sabes nada. —Negó repetidas veces, más para sí misma que para mí.
—Nadie quiere contarme nada.
—Son asuntos de Rhys —Se encogió de hombros—, no es mi secreto como para contarlo. Debe ser él quien te lo desvele.
—Rhys no es precisamente muy abierto. —Mi mente se fue a todas las respuestas escuetas y secas que me daba, cada una peor que la anterior.
—Le cuesta confiar, sí —Movió su pelo azabache, acalorada por las tibias temperaturas—, pero es normal. Ha pasado por mucho.
—¿Igual que Kyrtaar?
—Bueno, Kyrtaar sólo es un capullo —Rió—, pero sí, ambos han sufrido demasiado.
No murmuré respuesta, pues no tenía nada para responder a sus afirmaciones En puesto de eso, terminé mi comida y me levanté para salir de ahí. Por mucho que Kyrtaar sea un inaguantable, iba a seguir su consejo sobre ducharme.
Recorrí los pasillos con calma, ignorándolos a todos cuando pasé por el salón a pesar de las miradas que me dirigieron. La casa era más bien pequeña, acogedora. El tamaño perfecto para dos o tres personas. Paseé mi mano por la pared mientras ascendía por las escaleras, la madera crujía sobre mis pies con cada paso que yo daba. Debía encontrar mi habitación, Naexi me había dicho que encontraría algo de ropa para cambiarme allí. Pero la primera puerta que abrí no era la de mi cuarto.
Pude contemplar una cama de matrimonio, también envuelta en blanco como había sido la mía, un par de muebles de madera de roble y una bonita ventana frente a mí. Pero lo que realmente llamó mi atención fue el mapa que divisé a mi derecha. Me acerqué para leerlo, sedienta de curiosidad. Era tan grande que ocupaba casi toda una pared y por ello, poseía muchos más detalles que el mapa que Rhys me enseñó anteriormente en la posada.
Tracé un recorrido con mi dedo desde el reino humano, pasando por la Corte de la Luz y llegando al norte, a la Corte Oscura. Sin embargo, a la izquierda había una isla más, una de la que no tenía conocimiento, pues Rhys no me la había mencionado. Traté de buscar un nombre, algún dato que me diera...
—¿Qué haces ahí? —Me sobresalté y me alejé del mapa. Por suerte, sólo era Rhys.
—Creía que aquí estaba el cuarto donde... —Interrumpí mi vaga excusa a medio—. ¿Qué lugar es este? —Señalé la misteriosa isla.
—No deberías husmear en mi habitación.
—Lo siento, me confundí —No podía quitar mis ojos del papel—, sólo quería encontrar ropa para cambiarme.
Rhys planeaba quedarse callado e ignorarme, pero no lo consiguió. Después de un minuto de silencio, se apiadó de mí y suspirando, dijo:
—Se trata de la Corte de las Tinieblas —Sus orbes esmeralda me contemplaron con una cierta oscuridad brillando alrededor de sus ojos—. Un lugar del que entras, pero jamas sales. O, por lo menos, no vivo.
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