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COMPAÑÍA INESPERADA

Media hora después, Rhys llegó empapado de sangre al lugar de donde había partido. Cuando vio a sus amigos, su cara se iluminó. Pero el peso sombrío seguía ahí, marcado en sus ojos, en sus ojeras, incluso en la postura de sus hombros.

—¡Rhys! —Syndra se tiró a sus brazos fundiéndose en un abrazo instantáneo.

El resto de saludos fueron menos efusivos, sobretodo el de Kyrtaar, quien simplemente golpeó el hombro del cazador amistosamente.

—Veo que ya habéis conocido a Kiara. —Rhys me mencionó, con un tono sorprendentemente tranquilo.

—Tu amigo me ha estrangulado. —Protesté señalando a Kyrtaar con el dedo.

—No seas chivata, humana. —Me siseó cual serpiente a punto de devorar a su presa. Pero Rhys se interpuso entre los dos.

—¿La estrangulaste? —Lo miró, atónito.

—Sí, lo hizo. —Expuso Devdan. Naexi se miraba las uñas, aburrida.

—Y sólo yo pude frenarlo —Confesó Syndra, moviendo su cabellera azabache con una mano, en un gesto ególatra—. De nada.

La miré, confusa. Ella sólo rió.

—Kyrtaar, te dije que tenías prohibido tocarla. —Rhys sonaba serio, tenso.

—¿Tú sabías que ellos venían y no me dijiste nada? —Lo apunté con un dedo a modo de amenaza para que me dijera la verdad. En cuanto vi el arrepentimiento en sus ojos, supe la verdad. Suspiré sonoramente por la rabia.

—No quería que te agobiaras. —Fue la excusa que me dio.

—Claro, era mejor no saberlo y que me ahogaran hasta la muerte. —Mis ojos expulsaban fuego de ellos mismos y los concentré en Rhys y sólo en él.

—Eso ha sido culpa de Kyrtaar. —Se abalanzó sobre él y comenzaron a darse golpes en el suelo. Yo me aparté, entré asustada y..., divertida.

—¿Esto es normal? —Les pregunté.

—Para dos monos como ellos, sí. —Repuso Naexi con claro aburrimiento. Luego, bostezó.

—Sentimos mucho lo de Kyrtaar, Kiara —Las palabras de Syndra me sonaron sinceras, elegí creerla—. Él es un chico muy complicado.

—Sólo no me quites el ojo de encima cuando lo tenga cerca. —Intenté bromear y al parecer salió bien porque Syndra y Devdan soltaron una sonora carcajada que llenó la sala. Naexi permaneció seria, imperturbable.

—Será mejor que duermas con un ojo abierto. —El hantex decidió seguirme el juego. Le sonreí amablemente. Si mis circunstancias hubieran sido normales, ahora mismo estaría pensando en una estrategia para conseguir enrollarme con él..., o incluso con Kyrtaar. Pero como estaba a menos de dos meses de ser sentenciada a muerte, necesitaba su ayuda en una forma más puritana, menos carnal.

Por fin, el pelirrojo y el castaño dejaron de proporcionarse golpes y se incorporaron, fingiendo ser amigos normales.

—Te debo un moratón, cabrón. —Le gritó Kyrtaar desde el otro extremo de la sala, sujetándose el mentón con gesto adolorido.

—Lo tienes merecido —Él se agarraba el hombro—, aún no te he oído disculparte.

Sabia que hablaban de mí, pero preferí hacerme la loca por si volvía a despertar la furia del volátil Kyrtaar.

—¿Disculpas? —Syndra estalló en carcajadas seguida de Devdan. El pelirrojo los mató a ambos con la mirada—. Jamás he oído a Kyrtaar disculparse por algo.

—Eso es porque jamás lo ha hecho. —Dejó caer Naexi.

—Lo hago cuando es necesario sólo. —Se defendió, provocando otra oleada de risas entre el grupo. La mirada enfurecida del aludido sobre mí me contuvo de hacer cualquier amago de sonrisa.

—Es necesario. —Rhys seguía con lo mismo. No sabía que a mí me daba exactamente igual si pedía perdón o no, ahora había cosas más importantes que hacer.

—Rhys, aunque esta reunión sea conmovedora, deberíamos irnos ya. —Alcé la voz por encima del montón de risas.

—Nosotros estamos dentro de la misión, humana. —Graznó Kyrtaar, muy simpático.

Un reflejo de sorpresa cruzó mi cara, miré a Rhys para confirmar la información. Me dio un asentimiento imperceptible que casi me hace llorar. Si sus amigos nos distraían, si no llegábamos a tiempo, la que moriría sería yo, no él.

—No te preocupes —Habló como si hubiera oído mis dudas—, no los has visto en el campo de batalla. Los necesitamos para sobrevivir en la Corte Oscura.

Los miré detenidamente uno por uno. La mayoría llevaban finas cicatrices en las manos o en la cara, en realidad, en cualquier parte del cuerpo. Todos ellos parecían fornidos, capaces de derribar a cualquier criatura. Quizás, si compañía sería de ayuda.

—Y dado que tú eres una inútil, no le vendrá mal a Rhys un poco de ayuda. —Como si su lengua fuera un borde filoso, el maldito pelirrojo volvió a atacarme como la víbora que era.

—Eres un capullo —Le escupí mientras salía de aquellas ruinas que hacían de casa—. Bestia pelirroja.

Syndra se metió entre los dos cuando vio a Kyrtaar tratando de lanzarse sobre mí otra vez. Lo cogió por los hombros y se lo llevó por el camino de tierra por delante de todos los demás. Muerto de risa, los siguió Devdan al lado de la seria Naexi. Por último, Rhys avanzó a mi lado, más lento que el resto del grupo.

—¿Estás bien? —Me preguntó cuando se cansó del tenso silencio que nos envolvía.

—Estoy viva, que, por lo visto, es mucho. —Ironicé.

—Lo siento, debí habértelo dicho.

—No me molesta que no me lo dijeras, me enfada que me dejaras sola. Si no hubiera sido por Syndra...

—Él no te habría matado —Me afirmó con total seriedad—. Lo conozco.

—Le ha faltado muy poco.

—Pero no lo habría hecho —Su seguridad me hacía querer creerlo—. Él ha pasado por mucho, no lo juzgues antes de tiempo, por favor.

—Haré lo que pueda. —No soné muy consistente, pero no me importó parecer una mentirosa.

El cielo empañando por nubes nos recibía como en un trágico y triste día; sin embargo, el sol brillaba con fuerza de igual manera. Podía escuchar los truenos y el cantar de los pájaros a lo lejos, también las voces de Devdan y Syndra.

Pasado un rato de contemplar el desolado y melancólico paisaje, decidí volver a hablar con Rhys, sino el viaje sería muy largo y aburrido.

—¿Todos ellos son cazadores?

—Sí, así fue como nos conocimos hace muchos años.

—¿Cuántos años tienes? —Por mi cabeza pasó la idea de que quizás los hantex eran...

—No somos inmortales —Sonrió muy levemente, era la primera vez que lo hacía conmigo—, no tengo tantos como piensas.

—Obvio —Fingí locura—, yo no pensaba eso.

—Claro. —Ironizó, ya sin rastro de sonrisa, como si nunca hubiera hecho una fugaz aparición.

—¡Que es verdad! —Mentí.

—Todos son medio hantex, híbridos. —Retomó de nuevo el tema de antes.

—Menos tú.

—Menos yo. —Me repitió.

—¿Por qué eres un cazador? Si eres hantex. —No era por llenar el silencio, yo realmente sentía intriga por su historia.

—Las brujas son como una plaga. —Su respuesta fue más escueta de lo que me esperaba, pues yo sabía que detrás de su decisión, había algún motivo personal escondido.

—Pero de eso ya se encargan los híbridos, ¿no? —Presioné.

—No les viene mal una ayuda de un hantex puro —Se mostró orgulloso—, somos más fuertes que ellos. También nos necesitan.

—Así que eres mejor que todos los cazadores híbridos. —Afirmé, pero era una pregunta oculta.

—Rhys es mejor que todos los cazadores. —Fue Naexi la que interfirió en nuestra charla, recalcando la palabra todos. No me había dado cuenta de que ella estaba cerca nuestro, escuchando.

Cierto —Agregó Syndra—, Rhys se ha enfrentado a todo tipo de criaturas.

—Y las ha masacrado a todas. —Finalizó Devdan.

—Y ahora se enfrenta a una horrible humana. —Le gruñí a Kyrtaar mientras Rhys le daba una golpe seco en el cuello. Devdan y Syndra hicieron lo posible por no reírse.

Eran un grupo muy peculiar y yo aún no decidía si me agradaban o no, pero por ahora, me tocaría pasar muchas horas con ellos.

Cuando el camino se hizo denso y el sol golpeaba en su máximo apogeo, el hambre llegó a nuestros estómagos y los chicos no tardaron en verbalizarlo.

—Voy a morir de hambre. —Gritaba Devdan cada dos minutos, enfadando cada vez más a Naexi.

—Todos estamos igual, Devdan, no vas a morir.

—Lo que daría por un trocito pequeño de pan. —Lloriqueó Syndra. No pude quedarme callada más tiempo.

—Yo, em, tengo algunas tostaditas —Murmuré tímidamente, pero mientras lo pronunciaba, un leve aturdimiento me mareó—, están en el bolsillo.

—¡Y te lo tenías callado! —Devdan se lanzó contra mí como un animal y me manoseó hasta dar con las tostadas. Yo no pude apartarme ni hablar, la sensación de náuseas burbujeaba en mi estómago y mandaba pinchazos directos a mis sienes, provocándome que masajeara mi cabeza en suaves círculos.

—Devdan, no seas avaricioso. —Syndra lo tiró al suelo de un empujón y me robó un racimo de uvas. Naexi la siguió tomando una rebanada de pan untada en mantequilla.

Sólo Kyrtaar y Rhys se mantuvieron al margen.

—¿No tenéis hambre? —Me las arreglé para preguntar.

—No pienso comer nada de una humana —Me dedicó una mirada de desprecio—, seguro que lo has envenenado —La mirada que le dedicó Rhys lo hizo reconsiderarlo—, aunque eso es muy inteligente para una sola humana. Está bien, comeré.

Y como si fuera el rey del mundo, el pelirrojo metió una mano en el bolsillo y se llevó otra frutilla. Luego, se alejó de nosotros para charlar con sus amigos. Ya casi no quedaba nada de alimento para mí. Pero el malestar no me dejó preocuparme por eso.

Rhys se acercó a mí lentamente, con una mirada preocupada surcando su rostro.

—¿Está todo bien? Te ves pálida.

—Estoy perfecta. —Forcé una sonrisa, pero estaba empezando a ver las cosas que me rodeaban brillantes, incluso juraría que tenía delante un árbol con cara, que me miraba a los ojos, furioso.

—¡No me mires! —Grité, provocando un silencio repentino. Todos tenían su atención en mí.

—¿Con quién hablas? —Me preguntó Devdan.

—Yo... —No supe explicarme—, con nadie.

Se miraron entre sí, algunos preocupados, otros divertidos, pero nadie se mareó más con el tema. Excepto Rhys.

—¿Estás segura de que te encuentras bien? —Me tomó del brazo para que dejara de caminar y pudiera examinarme.

Pero cuando se lo iba a contar....

—No podemos frenar, estamos a unos pocos metros de la frontera. —Nos gritó Naexi mientras el grupo se alejaba y se convertía en una mancha negra en mi visión.

—Sólo estoy algo mareada, pero ya me encuentro mejor. —Le mentí inofensivamente.

A mi alrededor, sólo podía ver colores brillantes que me dañaban la vista y múltiples ojos observando cada paso que daba, todo lo que hacía y hasta el modo en que respiraba. Me golpeó una sensación de pánico que me hizo sudar. Pronto estuve empapadaen él, como si hubiera caído a un estanque.

En un descuido por mi parte, el cazador de ojos esmeralda metió la mano en mi bolsillo, sacando una tostada bañada en la bebida azul que él mismo había esparcido por toda la mesa. Mis labios añoraban ese líquido, quise arrancárselo de la mano, pero él fue más ágil y mi afectada mente pronto pasó a darle atención a otra cosa.

—Kiara —Me llamó Rhys, pero yo no podía oír, solo quería... bailar y eso hice—. ¡Chicos! Venid.

Mientras giraba en el aire como una bailarina profesional, pude ver a lo lejos una gran barrera de color carbón. Era tan alta que no podía ver nada de lo que podía encontrarse al otro lado. Por algún motivo que desconocía, eso me hizo soltar varias sonoras carcajadas. Cuando ya no tuve más espacio para hacer piruetas y vueltas, caí al suelo, perdiendo el conocimiento.

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