III
OJOS DE BOMBILLA.
Retoqué mi maquillaje levemente. El golpe que me dio uno de los cazadores me había dejado un buen moratón en la mejilla. ¿Qué creíais?, ¿qué de verdad iba a olvidarlo todo?
No sé que pudo pasar aquel día, pero la hipnosis de Luther no funcionó conmigo. Fingí que todo había salido bien para que me dejaran ir de aquel horrible lugar. El Reino de la Fantasía.
Ahora, estaba a punto de salir con algunos amigos para contarles por encima qué había pasado, omitiendo los detalles sobrenaturales para que no me tomaran por desquiciada.
Por más que yo tratara de apartar de mi mente aquel día en el Reino de la Fantasía, yo sabía que algo había cambiado en mí desde aquel día. Si tenía la visión, podría tener mucho más, quizás podría tener poderes. Además, había conseguido esquivar la hipnosis de Luther.
Estaba casi saliendo por la puerta cuando una de mis ventanas se rompió. Cerré la puerta bruscamente, asustada.
—¿Hay alguien ahí? —Miré frenética hacia el pasillo. No sabia que ventana se había roto exactamente, pero había sonado cerca de mí.
—Soy yo. —Respondió una voz desconocida.
Asustada, corrí a esconderme a la cocina, pero fui interceptada por el camino.
El sujeto me agarró de mi preciosa camisa y me inmovilizó.
—¿Quién eres? —Le grité, desesperada. La mala suerte se estaba encariñando conmigo.
—No te acuerdas de mí. —Afirmó. Entonces, caí en la cuenta.
—Ah, Rhys. —Lo nombré en voz alta.
Sólo me di cuenta de mi grave error cuando él se quedó paralizado y me soltó para mirarme.
—¿Cómo es que te acuerdas? —Abrió mucho los ojos.
—¿Acordarme de qué? —Traté de hacerme la loca, pero ya era tarde. Había metido la pata hasta el fondo.
—No mientas, Kiara —Su rostro adquirió un matiz más serio—, ¿qué es lo que recuerdas?
—¡Nada! —Temblé, nerviosa.
—Oh, mierda, lo recuerdas todo. —Despeinó su pelo, agobiado.
—Sí, ¿y qué?
—¿A quién se lo has dicho? Sé sincera, Kiara. —Me agarró por los hombros.
—Pero si no me has dado tiempo —Me quejé—. Iba justo ahora a contárselo a mis amigas.
—Eres una inconsciente —Me soltó abruptamente—, menos mal que he llegado a tiempo.
—Sí, bueno —Recoloqué mi bolso—, llevo prisa, ¿sabes? He quedado con amigas y agradecería que salieras de mi casa.
—¿Estás loca?
—¿Yo? —Me ofendí ante su osadía— Yo no soy la que tiene venas verdes raras ni ojos bombilla.
—Ojos bombilla —Repitió, incrédulo—, sólo tú dirías una tontería como esa.
—No es una tontería, de hecho —Expliqué—, es porque brillan, igual que las bombillas.
De repente, tiró mi bolso al suelo y me puso contra la pared. Tengo que admitirlo, me puse nerviosa de verlo tan cerca.
—Deja las malditas bromas fuera de esto —Sus ojos parecían más oscuros que hace unos instantes—. Estás en grave peligro.
Se apartó de mí tras hablar y suspiró, tratando de devolverse la calma que le robé.
—En peligro estaba mi pobre ventana, que la has roto, maldito.
—Kiara —De nuevo, se molestó conmigo por mi actitud—, Luther ya debe saber que lo recuerdas todo, él va a venir a matarte porque supones un problema.
—¿Y por qué va a saber? Ya te dije que no le he contado a nadie aún.
—Él lo sabe todo —Replicó—, tenemos que sacarte de aquí.
Me empujó a toda prisa hacia la puerta. Luego, cambió de opinión y me empujó hacia el salón. Ajá, aquí estaba la ventana rota y justo estábamos yendo hacia ella y... espera, no estará pensando en...
—¡No pienso saltar por ahí! —Me quejé, tratando de escapar de su agarre— ¿Te crees que tengo las puertas de adorno?
—Las puertas ya deben estar vigiladas, las ventanas, no.
—Me voy a romper un hueso si lo hago.
—¿Prefieres morir? —Estaba perdiendo su paciencia.
—Seguro que el tal Luther se cansa de esperar a que salga, se va y se olvida de mí. Está tooodo controlado.
Justo al terminar de hablar, sonó un ruido estruendoso. Oh, no, más cosas rotas en mi casa no.
Rhys se asomó con cuidado y voló un chorro de luz azul, parecía magia.
—Corre, ¡salta! —Me ordenó, pero titubeé.
Finalmente, Rhys me empujó de malas maneras y caí bruscamente al suelo, dañando mi pie derecho. Tras de mí, cayó él también.
—¿Qué ha pasado? —Le pregunté mientras corríamos a no sé dónde.
—¿Tú qué crees?
Vaya, así que quería jugar al borde.
—Yo ya no sé en qué creer —Respondí con la lengua fuera por el cansancio y el esfuerzo físico—, después de ver mutantes con... —Me interrumpió.
—Sí, ya te oí la primera vez que lo dijiste —Me agarró la mano con cierta brusquedad—. ¡Por aquí!
Se desvió hacia otra calle y casi me estampé con su cuerpo, pero mantuve el equilibrio a tiempo. Agradecí internamente haber hecho atletismo tantos años o no habría podido mantener el ritmo.
—¿A dónde vamos? —Pregunté echando un rápido vistazo hacia atrás, ya nos habían perdido de vista.
—Al Reino de la Fantasía. —Se paró frente a una pared. Ya empezaba con sus cosas de ratito.
—Yo no quiero ir, estoy agusto aquí. —Repliqué.
—No dirás lo mismo cuando Luther te vuele la cabeza.
—Está bien —Resoplé, resignada—, ¿quieres que llame a un taxi o...? —Se giró hacia mí, enfadado.
—¿Tú crees que podemos pedirle a un taxista que nos lleve al Reino de la Fantasía, un lugar desconocido para humanos, Kiara?
—Baja la voz —Lo regañé—. Se supone que los taxistas saben ir a todos lados, ¿qué importa que sea un lugar fantástico?
—Calla, no me dejas concentrarme.
A regañadientes, guardé silencio. Era una situación delicada en la cual podíamos acabar los dos muertos, pero en otras circunstancias, jamás habría obedecido.
—Ya está. —Habló después de un minuto.
—Ya era hora —Bufé—. ¿Qué se supone que has hecho?
Aparentemente nada había cambiado, ¿acaso había perdido la visión? Pude contemplar un par de venas verdosas asomando por el escote de su camiseta. Había hecho magia.
Divisé a uno de los cazadores a la vuelta de la esquina, ya no quedaba tiempo para charlar.
—Ahora verás. —Sin dejarme replicar, agarró mi brazo y me empujó hacia la pared, literalmente.
Intenté frenar el impacto con mi brazo para no dejarme ahí los dientes; sin embargo, mi cuerpo entró en una especie de burbuja azulada y oscura.
Aquí, no existía nada de lo que yo había conocido. Los edificios, el bullicio y el gentío de Rhysterland había desaparecido por completo, sumiéndome en un apacible silencio.
Al poco rato, Rhys entró en la misma burbuja que yo y como de costumbre, rompió el efecto mágico cuando explotó la burbuja y caímos sobre la hierba descuidada y húmeda.
—Lo has arruinado. —Le reproché, mosqueada.
—La burbuja es sólo un medio de transporte, si te quedas ahí demasiado tiempo, podrías acabar en otro planeta rodeada de alienígenas asesinos o algo peor. Es un medio bonito, pero peligroso.
—Entonces, ¿dónde estamos?
—En los jardines de la muerte. —Lo soltó como si fuera lo más normal del mundo, lo común.
—Eso suena horrible.
—Sí —Se puso en pie y me ayudó extendiéndome su mano—, sólo hay que llevar cuidado y ya.
Caminamos durante un buen rato en silencio hasta que mis pies empezaron a doler, sólo entonces me vi obligada a romperlo.
—¿Cuánto queda?
—Pero si apenas hemos avanzado.
—¿Qué no? Tengo ya los pies hinchados.
—Aguanta un poco más, haremos varias paradas antes de llegar a nuestro destino. —Sentenció.
Durante nuestro largo camino, intenté entablar conversación varias veces con él; sin embargo, casi no obtuve respuesta de su parte. Todo en él era escueto y eso llamaba mi atención de alguna forma porque siempre había estado rodeada de gente enérgica, nada que ver con este chico.
Tratando de ignorarlo como él lo hacía conmigo, me dispuse a contemplar el paisaje. Todo aquí era ridículamente verde, estaba tan lleno de fauna y flora que parecía casi imposible hallar un edificio o un establecimiento.
Todo estaba repleto de flores de mil tonalidades distintas, incluso algunas tenían varios colores en sus pétalos. Sólo dejé de contemplar esta maravilla natural cuando empecé a marearme.
El sol ya estaba cayendo cuando Rhys decidió abandonar su voto de silencio, varias veces interrumpido por el rugido de mis tripas hambrientas.
—A unos pocos kilómetros hay una posada en la que pasaremos la noche. —Sentenció.
—¿Cuántos días durará nuestro viaje? Y, todavía no me has dicho a dónde vamos, ya estamos en el Reino de la Fantasía.
—Mañana buscaremos otro medio de transporte más rápido y con un poco de suerte, en dos días llegaremos.
Casi me caí al suelo. En Rysterland nada quedaba tan lejos como para tener que estar tanto tiempo andando o viajando, esto era agobiante para mí.
—Está bien. —Tragué saliva. Con los nervios y el hambre, se me pasó el hecho de que había ignorado mi pregunta, no sabía todavía a dónde nos dirigíamos.
La posada se abrió ante mis ojos. Era pequeña, parecía más bien una casita y estaba entera pintada de blanco, a excepción de un cartel que colgaba de color azul con bordes dorados, en el que ponía: Posada Encantada.
—¿Este sitio es seguro? —Susurré únicamente para él.
—Supongo. —Se limitó a contestar.
—Este lugar no es como el tuyo. Aquí la vida va mucho más rápido, todo es un caos. La pregunta es si llegarás a adaptarte o no.
Seguí caminando un poco más deprisa ya que no me estaba gustando el rumbo que tomó la conversación.
—Yo no he pedido nada de esto, no quiero adaptarme.
—Lo sé —Me miró fugazmente—, pero es lo que te ha tocado, no tienes opción. Si te hubiera dejado en el mundo humano, ahora estarías muerta.
—Mi peor error ha sido conocerte. —Las palabras supieron duras y crueles incluso para mí.
—Correcto. —Se limitó a contestar, ni siquiera parecía molesto u ofendido.
Tocó a la puerta dos veces y esperó pacientemente a que alguien contestara. La puerta se abrió dejando entrever a una mujer de mediana edad. Iba vestida con varios paños blancos que contrastaban con su pelo azabache.
—Buenas noches, ¿qué buscan? —Su voz se me hizo chirriante.
—Necesitamos alojamiento para pasar la noche aquí, lejos de las bestias del bosque.
—Oh, pero a ti ya se te conoce por aquí. —La voz de la mujer adquirió un matiz intrigante.
—Las circunstancias ahora son diferentes. —Reclamó.
¿Por qué no contaban todo el chisme? Odiaba no saber qué estaba pasando. Por lo visto, Rhys tenía mucho más trasfondo de lo que creía.
—No pienso alojar en mi posada a ningún ladrón, nunca más. —La señora nos intentó cerrar la puerta en la cara, pero Rhys la pilló con el pie a tiempo.
—Ya he saldado mis deudas, Misha —Casi, gritó—, no salgo más en la lista negra, búscame sino.
La mujer le dedicó una larga e inquisitiva mirada.
—¡Marthos! —Llamó a un hombre— Trae la lista negra.
El tal Marthos obedeció. Misha leyó con demasiada calma los nombre apuntados en ese papel. Luego, miró a Rhys de arriba a abajo asintiendo.
—No sé cómo lo habrás hecho y espero que no sea un truco, pero por esta noche, te puedes quedar. —Pareció molesta consigo misma.
Rhys me arrastró escaleras arriba y nos encerró en una habitación. Acto seguido, me estampó contra la puerta.
—Pero, ¿qué haces, demente? —Me quejé.
—Ni una palabra de lo que has oído a nadie, ¿me oyes?
—Tranquilo, tu secreto de ladrón está conmigo. —Eso pareció enojarlo más.
—No deberías reírte, si alguno de ellos se entera de que eres humana, estás muerta.
—No se enterarán.
—Más te vale si quieres seguir viviendo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top