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Estoy en mi habitación acostada en mi cama junto a Papá Noel.
—Hola, Neila.
—No eres real —digo mientras me pellizco.
—Si lo soy y en el fondo si crees en mí —se deja caer en la cama haciendo que esta se hunda, provocando en mí escalofríos—. Neila, sé que haz sido una niña muy buena este año; siempre te tengo en mi lista de niños buenos.
—Ya tengo la edad suficiente como para no creerme estas chorradas —trato de despertarme, pero siempre que abría los ojos seguía estando todo como hace unos segundos.
—Se que te cuesta creer, pero soy real, está conversación lo es. Te tengo una misión que tienes que cumplir antes de Navidad.
—Navidad es este viernes —menciono después de ubicarme en las fechas.
—Lo sé, pero confío en ti; sé que cuando te propones algo siempre lo cumples.
—¿Y que se supone que tengo que hacer? —me dejo llevar y comienzo a interesarme ante sus palabras.
—Lo sabrás cuando llegue el momento.
—¿Por qué yo?—alzo una ceja y él sonríe.
—No puedo quedarme por mucho tiempo, pero de seguro que pronto también lo descubrirás.
Al terminar esta frase unos polvitos quedaron suspendidos en el aire. Cierro y abro los ojos para aclarar mi vista; pero a mi lado ya no había nadie, solo una nota que decía:
"Elige creer que las cosas son posibles, incluso cuando no sabes cómo sucederán".
—¡Neila!
El grito de mi madre me trajo a la realidad. Me senté en la cama y pensé por un momento que todo había sido un sueño, pero estaba ahí. La nota estaba justo donde debía estar. Todo era muy real, la cogí entre mis manos y la leí una y otra vez. No sabía.
Lo que significaba.
—¡Neila!—volvió a gritar mi madre desde la planta baja.
—Ya voy.
Al bajar a la cocina había una vibra que antes no notaba; por encima de la cabeza de mi padre había una pequeña nube algo negra; tenía cara de fastidio. Mi madre por su parte solo reflejaba tristeza, y también se encontraba con una nube flotando sobre ella.
Era todo muy raro. ¿Cómo ahora podía perseguir y visualizar sus estados de ánimo?
—Nena, lo siento por pelear hace un rato —mi padre se acerca y me da un abrazo.
—No pasa nada, papá —mencionó cambiando mi cara de curiosa por lo que estaba viendo sobre ellos.
Una gran sonrisa salió de sus labios y la nube que antes estaba negra ahora es más clara.
¿Cómo puedes cambiarle el día a una persona con tan solo unas palabras?
Almorzamos en familia y por primera vez en meses tuvimos una cena agradable, sin peleas, ni discusiones. El semblante de mi madre cambió por completo; estaba feliz al igual que mi padre. Por un rato logré sentirme en casa, en ese hogar que realmente éramos cuando mi hermana estaba presente, esa cálida familia que un día fuimos.
Perder a alguien nos marca, pero supongo que por muy dura que sea esa perdida debemos continuar. El mundo sigue avanzando, tal vez yo debería hacer lo mismo.
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