Sobre el deceso. Capítulo 13.
Dos meses y medio desde la desaparición de Andrea
Hospital general
La tarde del viernes, después de un día de entrenamiento con los caballos, Contacto fue al hospital donde el cuerpo de Andrea había desaparecido. Su dolor por la pérdida seguiría en ella por siempre, pero poco a poco comenzó a subyugarlo al contundente paso del tiempo.
La mujer de negro comenzó a vigilar desde el atardecer. Siempre había gente en la sala de urgencias, por lo cual transitar libremente por ahí no le parecía conveniente, tal vez tenían registros de todo. Era muy probable que la organización ya hubiera repasado esa información innumerables veces, pero como no estaban dispuestos a decirle nada, revisaría todo ella misma. Deseaba consultar los registros de la computadora, pero no podía acercarse en esos momentos: no debían descubrirla husmeando.
Pasaron las horas. En otros pisos del hospital muchos consultorios ya estaban desiertos. No había nadie en la Subdirección médica por lo que entró fácilmente; sin embargo, al encender el equipo de cómputo, se encontró con varios problemas. Primero, la contraseña. Experiencias previas le habían enseñado que siempre debía llevar consigo el DDC, aunque le estorbara de vez en cuando.
—Puente —dijo ella, al abrir el puerto de comunicación.
—Te copio. Espero que sea algo importante —respondió Tanaka. Su voz era la de costumbre, pero su tono le pareció un poco pendenciero.
—Creo que no dormir te afecta —se dio permiso de contestarle—. Y sí, es algo importante. ¿Graban las conversaciones en ese puente tuyo?
—Deberías consultar eso con tus superiores —rezongó.
—Bien. Si te pido algo que no esté dentro del ámbito de tus competencias, me lo dirás ¿verdad?
—Estoy tratando de ser paciente; atenderé otros asuntos si sólo vas a interrogarme.
—¿Existe alguna forma de ingresar al sistema computacional del Hospital General? Estoy buscando información de la sala de urgencias. No es ilegal ¿o sí? —preguntó ella ingenuamente.
—No soy quien debe decírtelo, pero alguien debe explicarte qué significa ser parte del grupo al que perteneces —contestó agriamente el joven.
Ella pensó que la iba a sermonear o que iba a cortar la comunicación, pero en vez de eso dijo:
—Espera un momento.
—Estoy frente a la computadora del subdirector, por cierto. Tiene contraseña —explicó ella sin perder la esperanza.
—Un segundo —respondió en un tono mecánico, como abstraído—. Voy a entrar desde aquí.
Siguieron juntos un buen rato, ingresando por los vericuetos del sistema. Él parecía más amable cuando violaba la seguridad de un equipo. Ya estaban dentro de los archivos de urgencias.
Cuando buscaban la fecha en que hirieron a Andrea, escuchó pasos cercanos afuera de la oficina: alguien se acercaba.
—Espera —le dijo y apagó el monitor, mientras se ocultaba para aguardar a que pasara—. Falsa alarma. Poco después encontraron el reporte del ingreso de su amiga al hospital.
—Herida de bala, mujer, veintidós años, etc. etc. Hora del deceso, 12:30.
Firmaba doctor Sayas.
La mujer carraspeó, dolía leer eso.
—Guardemos una copia de esto, Tan.
—No me digas así —respondió muy serio.
—Cierto, ya me lo habías dicho. ¿Podrías revisar la bitácora de la morgue? Se supone que la llevaron a ese lugar.
Él lo hizo con rapidez.
—Sí, se recibió a las 12:40.
—¿Dice algo más?
—En el sistema no. Quizá debas consultarlo físicamente.
—Necesito otro dato. ¿Podrías ver en tu sistema dónde vive este doctor Sayas?
—Doctora —repuso él, y de inmediato le proporcionó la dirección—. También trabaja para la organización.
—Gracias Tan... aka.
La morgue del hospital tenía un encargado. Ya entrada la noche, éste salió un momento y desapareció por el pasillo. Para la mujer aquello era terrible; aun con el casco puesto, su finísimo olfato la hacía captar cosas indecibles. Encontró el archivo. Buscó en los expedientes: el de Andrea no estaba allí.
Mientras tanto en el despacho de De Lois
De Lois ahora sabía que quien había tratado de comunicarse con él era Miguel Aster. Conocía sus contactos, su historial crediticio, su residencia, su procedencia, su parentesco con Andrea. No habían vuelto a saber de él desde que el Nexo lo citó cierta noche en un bar. Alex no era un hombre de suposiciones y trataría ahora de obtener la información que el chico decía tener.
En secreto, De Lois acariciaba su anhelado sueño de ser Director General, pero todas las agrupaciones que apoyaban al actual se oponían a ello. Necesitaba encontrar una forma de desmantelar la carrera de éste antes de que abandonara el cargo de manera natural. Era un hombre viejo y si perecía durante su gestión, cualquier cosa podría suceder. El desprestigio de su opositor significaría el ascenso para él con su facción, ganar apoyo universal, pues estaba seguro de que no existía otra tendencia política opositora consolidada de manera tan importante para dirigir la organización. Estaban los radicalmente liberales, pero no lograban fortalecerse, en parte, debido a sus diferencias internas, muchas de ellas promovidas por secretos seguidores suyos. Muchos rumores circulaban por la institución, pero el hombre necesitaba tener pruebas que demostraran el vínculo entre las partes relacionadas con el director, para señalar el fraude y la malversación que él sospechaba.
Sabía bien a quién encomendaría el siguiente paso: el Nexo se la había recomendado.
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