Si muere la magia. Capítulo 12.

Nueve semanas desde la aparición de Andrea

La joven de negro terminó ese miércoles una sesión con los recién egresados que hubiera querido que se prolongara mucho más. El lugar en el que la impartía era un espacio muy amplio de alto techo, lleno de colchonetas y algunos aparatos alrededor, dejando un espacio central libre. Tenía largas ventanas horizontales como a cinco metros del piso, que lo recorrían a todo lo largo. Del lado izquierdo se conectaba con las regaderas y los casilleros y por un pasillo de techo más bajo se accedía al área de las oficinas. Contacto tenía una cita por la noche con Miguel Aster. No le había dejado las placas, no confiaba en él. Si iban a tratar de leerlas, ella debía estar presente en todo momento. Estaba algo ansiosa y la cosa se ponía peor: hacia ella se dirigía Harry procedente del área administrativa.

—Necesito que vayas un momento a mi oficina —le dijo en un tono autoritario. Los caballos estaban alrededor, recogiendo todo lo que se usó para la sesión.

—Más tarde —respondió ella.

—Ahora —repuso más fuerte—. Por favor.

El comandante estaba muy cerca, su aroma la saturó y sintió que algo le pesaba adentro del pecho. Su tono era seco y su rostro muy serio, pero en sus ojos ella leía otras emociones.

—Tenemos que hablar —concluyó él en un tono apenas audible.

—Aquí no. Iré a verte esta noche —le dijo ella en voz baja.

Harry suspiró con incomodidad.

—Seguiré esperándote —susurró y dio media vuelta para alejarse con un paso contundente, hablando con algunos de los elementos al avanzar.


Al atardecer

Contacto estaba sentada sobre el techo de un edificio al otro lado de la calle del de Harry, observando la ventana del departamento desde arriba, de lejos. Tenía los codos sobre las rodillas, y recargaba la mandíbula sobre sus manos entrelazadas. Sabía que él aguardaba por ella, lo vio llegar como una hora atrás. Se puso de pie y se sentó varias veces, insegura. Al fin tomó impulso y realizó un salto parabólico de diez metros de longitud para alcanzar el otro lado de la calle.

«Si pudiera dejar de sentir», pensó.

La ciudad olía a humedad, por la lluvia pasada. Normalmente ese aroma la confortaba, pero en ese momento era un ato de nervios y desesperación. Estaba nublado, como su mente. Saltó a la cornisa de la ventana de Harry, cuando escuchó que él salía de la cocina y se dirigía hacia la sala. Lo oyó tomar el instrumento musical y comenzar a tocar. Se pertrechó sobre el borde de hormigón de veinte centímetros de ancho, tres pisos arriba de la banqueta. Él sabía cómo ella adoraba que tocara, se asomó por la ventana para verlo. Él se aferraba al instrumento musical que lanzaba dorados destellos con la escasa luz que llegaba desde el exterior, tocando con pasión, con los ojos cerrados. Ella empujó la ventana y él sintió el viento fresco de la noche. Sabía que era ella. Entreabrió los ojos, pero siguió tocando. Contacto lo observaba con total seriedad, como si viera un fusil apuntándole en el paredón.

Estaba condenada y lo sabía, ambos lo sabían.

Entró con facilidad y fue hacia él como una sombra de grafito, como una pantera que se dirige hacia el sebo en la trampa del cazador. Se dejó caer sobre el sillón viejo de cuero café, rendida, como tantas veces antes.

Él dejó de tocar. Recargó el saxofón al lado del banco, se puso de cuclillas junto al sillón en el que ella estaba sentada y se encaramó sobre el brazo del mismo. La observaba, mientras ella dirigía la mirada hacia el techo. El hechizo se rompió, la realidad regresó como una ola, golpeándola.

—¿Sabes por qué he venido? —preguntó ella.

—Me lo imagino —respondió él.

Aquello había sonado como la primera vez que se hablaron en ese sitio, un año atrás.

—No debiste decirle todo a Andrea.

—Tenía que hacerlo.

—Deberías volver con ella. Podrías intentarlo —respondió la de negro con un deseo partido.

—¿Quieres que le mienta? ¿Qué le haga pensar que aún la quiero así? Es una persona excepcional, merece estar con alguien que la ame como lo hacemos nosotros.

—Esto no es posible, Harry, no está bien. Debe terminar, es lo correcto —respondió ella con un nudo en la garganta y la opresión en el pecho. No debía llorar, trataba de mantener la vista en otro lado, pero no pudo evitar voltear a verlo. Inspiró profundamente para contenerse.

—¿Lo es? —preguntó Harry, visiblemente entristecido. La pena del hombre la conmovía, pero el dolor de Andrea le pesaba mucho más.

—Yo la perdí, pero tú puedes recuperarla. Obviamente siente algo por ti, a mí me aborrece —explicó Contacto con amargura.

Harry se echó hacia delante, viéndola a los ojos.

—¿Recuerdas cuando me dijiste que era artista y soldado? Puedes ver en mí cosas que nadie más comprendería. Ni Andrea...

Contacto se llevó las manos a la cabeza, haciéndose un ovillo, con las rodillas sobre el pecho, tratando de pensar en vez de sentir

—Esto no debió suceder, es de locos. Nunca debimos estar juntos.

—No es un error. Jamás me arrepentiré, pase lo que pase —exclamó él.

—Ambos la perdimos. Es mi culpa —repuso ella.

—Lamento que te castigues, eso no va a arreglar nada.

—Esto no es sólo por Andrea. Debo cumplir con mi deber. Quise olvidar lo que soy, sentirme como una mujer normal, pero no es así.

Él se reclinó aún más sobre el descansabrazos, más cerca a ella. La mujer de negro sentía como si una potente corriente eléctrica la recorriera. Él la observaba mientras sonreía melancólicamente, lo que hizo que se marcaran pequeñas arrugas a la orilla de sus labios; pasó la mano detrás de su nuca y eso la tranquilizó.

—¿Normal?

Ella observaba a Harry sin parpadear. Él puso la mano sobre la de ella.

—¿Te parece que esto es anormal? —le dijo él.

—No podríamos ir a ninguna parte con esto Harry.

Él puso la mano de Contacto sobre su pecho.

—Esto te pertenece, tienes mi promesa colgando del cuello —susurró.

—A eso vine —dijo Contacto atragantándose un poco con las lágrimas y las emociones.

—No. Por favor, no me lo devuelvas —dijo con suavidad.

Había estado hundida en un mar de confusión y pena, se encontraba lejos de su familia, sin pasado, sin futuro, sin nombre, su mejor amiga le hacía mucha falta y se estaba despidiendo de la única persona que podía consolarla.

Ella se puso de pie y le dio la espalda, dispuesta a saltar por la ventana en cualquier momento.

—No quiero perderte a ti también —clamó Harry poniéndose de pie, conteniendo la desesperación—. Por favor, no me dejes solo —suplicó.

Sabía que estaría perdida al voltear a verlo. Una gruesa lágrima escurría sobre su masculino pómulo.

«Rayos», pensó ella. Fue hacia él y se abrazaron.

—¡No puedo, Harry, no puedo! —sollozó.

Él se hizo un poco hacia atrás, le tomó la barbilla con suavidad. Le sonrió con ternura y los ojos llenos de lágrimas y la besó.

Ella no dejaba de temblar. Se odiaba, pensaba en Andrea y sabía que aquello estaba muy mal. Pero estar ahí, con él, mitigaba su dolor.

Nadie debía saberlo jamás.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top