Seguridad comprometida. Capítulo 34.
AÑO 4 DEL PROYECTO EN LA OINDAH
Dos años y dos meses desde la aparición de Andrea
En el recinto de la asamblea
La reunión semestral de mayo tenía nerviosa a mucha gente. Harry, como subdirector de seguridad, estaba en una compleja postura, ya que debía coordinar la protección del enorme espacio semicircular con mesas y sillones ubicados en línea en desniveles a lo largo de todo el recinto y, al mismo tiempo, se disponía a dar un informe. Estaban sobre un terreno pantanoso ya que había cosas que no se le podían ocultar a la asamblea. Además, también otra agrupación presentaría un informe relacionado con la seguridad de la OINDAH.
El comandante estaba sentado junto a Manuel mientras repasaba imágenes en su mente de algunas arriesgadas incursiones, de situaciones que habían llevado a su equipo en particular, hasta límites inusitados.
En esa inusual ocasión, no estaba presente el Director General, la Dra. Selz, subdirectora del área de salud, ocuparía su lugar en el estrado en representación de la dirección.
—Punto 87 de la agenda, informe de seguridad del Comando de Apoyo —dijo el moderador en el micrófono.
Manuel tomó la palabra primero y después de hacer una introducción, le cedió el micrófono a Harry, que habló frente a los trescientos asistentes.
—Desde la pasada asamblea, hemos tenido incidentes regulares que han sido controlados de forma efectiva por los elementos del comando. El saldo sigue siendo blanco,— prosiguió dando las cifras del informe.
Cuando concluyó, el moderador indicó:
—Pasaremos al punto 88, que está relacionado con el anterior.
Se trataba de uno de los seguidores de De Lois, que encabezaba una ONG de seguridad ciudadana.
—Hemos hecho un análisis de los incidentes relacionados con esta institución, y que presentamos ante la asamblea. Hemos tomado en consideración los mismos datos que el CDA ha informado ante el pleno desde hace tres años.
Manuel y Harry trataron de no mostrarse demasiado obvios, ya que sospechaban de qué se trataría.
El hombre prosiguió.
—Ha habido una escalada de violencia de agresores armados hacia las instalaciones y el personal de la OINDAH. El Comando de Apoyo sigue al pie de la letra el ideario de esta institución, eso queda muy claro, pero la realidad del mundo parece sobrepasar a nuestras fuerzas de seguridad, su preparación y su armamento no letal. Además se tiene el reporte de un incidente que requirió la presencia de una aeronave para relizar el rescate de dos elementos, el pasado mes de enero.
Harry estaba estupefacto. Había sólo una forma en la que esa situación se hubiera podido dar a conocer a la asamblea.
—Por ello, solicitamos que se instaure una comisión que analice la creación de un grupo especial de seguridad con capacidad de portación de armas de fuego. Consideramos que es necesario —siguió explicando el orador.
Harry observó al Perico que asintió sin decir nada. Pidió el derecho de réplica.
—Hemos atendido cada uno de esos incidentes sin la necesidad del uso de armas de fuego. Se deben considerar las implicaciones legales de la creación de un grupo en los términos que lo menciona el señor representante de la ONG —dijo Harry con entereza.
—Tenemos otra solicitud de réplica —informó el moderador.
Era del mismísimo De Lois.
—Estoy de acuerdo con que se instaure la comisión. Por parte del área jurídica podrán contar con asesoría legal para analizar hasta dónde será viable que un equipo armado pueda proteger las instalaciones de la organización.
Manuel estaba tenso. Una vena se marcó en su grueso cuello, en la parte que no estaba cubierta por el uniforme gris.
—Se somete a votación del pleno la conformación de una comisión que analice la posible creación de un grupo de seguridad con personal armado —planteó quien coordinaba las participaciones.
La moción fue aceptada con el 60% de los votos de los integrantes de la asamblea.
Harry tenía el ceño fruncido.
De Lois pidió la palabra otra vez
—Propongo que la comisión sea encabezada por un experto en la materia. Me consta que el Señor subdirector de logística del CDA tiene amplia experiencia en este tema. Propongo que él dirija la misma —afirmó el rubio funcionario.
—Señor subdirector, el personal del CDA tiene mucho trabajo como para dedicarse a participar en comisiones adicionales. Además sería fundamental considerar el tema del presupuesto, que apenas resulta suficiente para el aparato de seguridad actual, que ha cumplido cabalmente en resguardar la seguridad de esta institución —se dirigió Manuel a De Lois tras pedir la palabra, tratando de contener la tensión.
—Estoy de acuerdo con usted, señor Manuel Cuautle. Por ello, solicito que se le conceda al subdirector de logística una licencia de seis meses, para que pueda presentar el informe en la reunión de noviembre.
—Nos dejarían con una vacante, maestro De Lois. Estamos cortos de personal. Se pretende crear una comisión que analice la seguridad de la OINDAH a costa del mismo personal de seguridad —prosiguió el moreno.
Alex se veía como un rubio monarca al mando. Tenía acorralado a Manuel.
—Tengo la certeza de que contarán con el apoyo institucional para subsanar la ausencia del subdirector de logística, el señor Néstor, durante el tiempo solicitado. Después de todo, tienen el apoyo directo del grupo Alfa —replicó De Lois de forma institucional.
Los dos caballos tuvieron que quedarse callados por el golpe bajo, pero por razones diferentes.
La asamblea acordó que el Nexo recibiera una licencia de seis meses. La plaza de subdirector de logística sería asumida de forma temporal por otro elemento del comando. Pocas veces el asamblea se había atrevido a inmiscuirse de forma directa en asuntos tan específicos de una instancia de la organización.
La dirección general pudo intervenir de alguna forma para evitarlo pero no lo hizo, así que aquello debió ser consentido desde las más altas esferas.
Dos años y cuatro meses desde la aparición de Andrea
Contacto era físicamente más fuerte desde el incidente acontecido seis meses atrás. No solo habría logrado recuperarse, ahora era más maciza, más resistente, más rápida, y a pesar de que pesaba un poco más, era más ágil. Lo sintió en sus correrías nocturnas. Vagaba por lugares oscuros en la ciudad, en su propia mente. Pero a pesar de que ya no tenía cicatrices en su cuerpo, tenía muchas en el alma, derivadas de haber estado al borde de la muerte por una agresión que, encima de todo, quedó impune.
Por ello, la joven seguía la actividad nocturna de los caballos, siempre de cerca pero no demasiado como para participar en la acción. No había tenido una verdadera necesidad de intervenir, las cosas habían sido un tanto más tranquilas para el CDA durante el último año desde la reelección del director general, pero siempre se mantenían alertas.
Una noche, en la que había terminado la ronda del equipo de Harry y ella volvía a casa por los techos, escuchó gritos procedentes de un modesto edificio habitacional. Descendió hasta la ventana y vio como dos hombres salían de un departamento. Iban a hurtadillas, llevaban diversos objetos. Traían un arma. Era un robo. El que tomaran objetos era una cosa, pero la mujer de negro escuchó llorar a dos mujeres y a un niño encerrados en un baño. Estaba azorada.
—¡Tan...! —exclamó en el DDC
—Te he pedido que no me llames así.
— ...aka! ¡No es momento para eso! ¡Hay dos hombres armados!
—¿Necesitas que me comunique con alguien?
Ella hizo acopio de valor para hacer la siguiente pregunta
—A riesgo de que cortes la transmisión debo preguntarte algo. ¿Qué hace el personal de la organización si presencia un delito en algún lugar que no sea de la OINDAH?
—Existe una agrupación llamada "policía". Te estoy enviando la información en este momento —repuso él con la parsimonia de un ordenador.
—¿Entonces nosotros no hacemos nada?
—Sí. Llamamos a la policía. —puntualizó—. ¿Les marco ahora?
—¿Y si no llegan a tiempo? ¿Los dejaremos ir?
—¿De verdad esperas que responda esa pregunta?
—Está bien, llama a la policía, por favor —dijo mientras seguía a los hombres por arriba. Cuando dieron la vuelta en una calle angosta y desierta, cayó encima del primero. Se aseguró de no haberlo asesinado, pero sí debía tener una fuerte conmoción cerebral.
Contacto estaba como a diez metros del segundo que quedó impactado al ver tirado a su compañero con una sombra sobre él. Ella se incorporó y el asaltante sacó la pistola. La mujer de negro estaba frente al cañón que le apuntaba. Antes de saber lo que se sentían las balas en la carne, las armas no le provocaban tal pánico. El terror la paralizó un instante, pero a pesar de traer puesto el DDC pudo oler el miedo del otro.
Entonces corrió en su dirección, preparada para saltar fuera de la trayectoria en la que fuera disparado el proyectil, pero el agresor no jaló el gatillo. Lo tacleó de lado con una fuerza brutal, al tiempo que le arrancaba la pistola de la mano. El tipo se quedó tirado sobre el cemento mientras ella estaba hincada encima de él. Contacto levantó el puño izquierdo ya que en el derecho sostenía el arma y estaba a punto de darle un golpe que seguramente le haría mucho daño, cuando cayó en la cuenta de que era solamente un chico. Se veía más joven que los cadetes recién egresados. En sus ojos pudo ver un horror que le pareció muy familiar. El asaltante intentó ponerse de pie pero ella se lo impidió.
—¿Qué crees que estás haciendo? —exclamó Contacto.
Él se quedó callado.
—¿Esto es lo que quieres de tu vida? ¿Tomar lo que no es tuyo y agredir personas? —le preguntó.
Él la veía con cara de desconcierto, había consumido algún tipo de estupefaciente.
—¿Te sientes bien al hacer estas cosas? No seas idiota, eso siempre termina mal —le dijo.
Minutos después, el individuo caminaba de regreso por el pasillo por el que salió huyendo, agachando la cabeza y sobándose el antebrazo. La policía estaba interrogando a las personas agredidas adentro de la vivienda. El chico cabizbajo tocó a la puerta del departamento y echó una mirada al descanso de la escalera desde el que Contacto lo veía sin haberse quitado el DDC. Él sabía que si intentaba escapar, ella estaría esperándolo en la única salida posible.
Cuando abrieron la puerta de la vivienda, todos adentro se quedaron impactados. Junto a él estaba el otro semiconsciente, con los objetos sustraídos que no eran de gran valor. La de negro les había dejado el arma, pero le quitó todas las balas. Las mujeres comenzaron a gritar y los agentes que se encontraban adentro salieron a detenerlo cuando Contacto ya había abandonado la escena.
La joven corría otra vez por los techos rumbo al departamento en el que residía mientras reflexionaba. Nunca sería la misma, siempre tendría miedo, siempre existiría el riesgo de arruinarlo todo, de que se perdiera el suero que llevaba en sus venas, pero por primera vez vio algo en lo que jamás había reparado. Los otros podrían tener miedo también.
De ella.
Dos años, seis meses y dos semanas desde la aparición de Andrea
En la OINDAH
Contacto estaba en el CDA trabajando con algunos chicos en un complejo movimiento que implicaba un poste y una pared. Ader Acuña la observaba de lejos. Por lo regular todos los caballos estaban siempre muy ocupados pero él solo veía la rutina. Cuando terminó la sesión, la mujer de negro pasó por las regaderas del vestidor y salió del edificio dispuesta a retirarse. Esa noche no seguiría a los caballos en sus rondas, deseaba ir con Harry y descansar a su lado, cuando Acuña la abordó.
—Maestra, necesito hablar contigo.
—¿De qué se trata?
—¿Podemos conversar afuera?
—Claro.
Salieron del CDA y caminaron despacio por el desierto pasillo bordeado de setos de arrayán.
—Mi tío necesita verte —le dijo extendiéndole la tarjeta de un hospital afiliado a la OINDAH que tenía anotado un número de tres dígitos.
—¿El Director General está internado? —comenzó a decir la sorprendida joven.
—Sí. Por favor, no te demores —le pidió Ader—. Algo más. Te solicita que vayas vestida de civil, no lleves tu uniforme. Quiere todo se haga con la mayor discreción posible.
Ella asintió.
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