Rumbo desconocido. Capítulo 20.
Ocho meses después de la aparición de Andrea
Tras el fallido intento de realizar la lectura de las placas con el primo de Andrea, a la que veía con frecuencia en el laboratorio pero con la que no cruzaba ni media palabra, Contacto seguía conflictuada al poder colaborar sólo como conejillo de indias.
Tres meses atrás estuvo tan enojada por su ingenuidad y por el cinismo de Miguel Aster, que hubiera querido restregarle algo más que una de sus tarjetas en el rostro. Sin embargo, era primo de aquella a la que amaría como su hermana toda la vida, aunque jamás volviera a hablarle. Por ello, en sus recorridos nocturnos había incluido el departamento de la OINDAH en el que que el chico aún habitaba. Era una forma de cersiorarse de que seguía con vida.
Lo había escuchado hablar con un par de personas por teléfono y asumía que una de ellas era Gabriel Elec, el Lector. Ella no había visto al Alfa desde la noche en que le salvó la vida a Miguel. No tenía mucho sentido ahora haberlo rescatado, él seguía metiéndose en la boca del lobo. Y eso era peligroso para su causa. No sabía si la rubia lo había perdonado o no, o si había salido de aquel embrollo, pero aún estaba completo.
Una de las noches que pasaba por ahí con el DDC puesto, observaba la ventana de Aster desde el techo del edificio de seis pisos que estaba al otro lado de la calle, cuando bajó la vista hacia la acera. Una motocicleta se estacionó bajo la luz de una alta farola del alumbrado público. Conducía una figura femenina vestida con ajustada ropa negra y casco. Se lo quitó y Contacto sintió como si la recorriera una corriente eléctrica.
Era la agente de De Lois con la que peleó por Miguel ocho meses atrás.
Jamás olvidaría ese rostro. La motociclista levantó la vista hacia arriba, justo hacia donde ella se encontraba. Contacto estaba pasmada, no sabía si la había visto o no. Entonces, aquella tomó un celular de su bolsillo, envió un mensaje, se volvió a poner el casco, subió a la motocicleta y arrancó.
«¡Oh no, no, no, esta vez no la voy a perder!», pensó desde las alturas. Tenía que saber hacia dónde iba. Entonces comenzó a seguirla por arriba. Parecía que se dirigía hacia el centro de la ciudad.
Como media hora después, se detuvo frente a un bar con un vistoso letrero de neón y entró. La joven Alfa buscó la manera de ingresar por la parte trasera sin ser vista, pero una vez adentro le resultó imposible ocultarse: el lugar estaba abarrotado y había música a gran volumen.
—Puente, aquí Contacto.
—Aquí Tanaka, cambio.
—Te acabo de compartir mi ubicación. Estoy grabando con la cámara y el micro del DDC. Si ocurre algo fuera de lugar, llama a Gabriel Elec, por favor.
—¿A qué te refieres con fuera de lugar? —preguntó.
«En realidad sí es como un robot», pensó ella.
—Tal vez inicie una pelea en un bar. Al primer golpe, comunícate con él.
—¿Qué necesitas que le diga?
—Avísale dónde estoy y compártele lo que se haya grabado. Fuera.
Se quitó el DDC y lo sostuvo bajo el brazo para grabar a su paso. El ruido y la variedad de aromas en un espacio relativamente reducido la aturdían. Estaba iluminado por luces multicolores de neón, ubicadas por todas partes. Su mirada se cruzó con la de Eris, que estaba sentada al centro de la barra, agitando la mano levantada. Parecía que le estaba haciendo señas.
La joven estaba pasmada. No sabía qué hacer, así que trató de aparentar propiedad y se dirigió hacia ahí, esquivando a la gente al pasar. Cuando estuvo detrás de ella, la del cabello corto se dirigió a la mujer que estaba en el banco contiguo.
—Hey. ¿Dejarías que mi amiga y yo nos sentáramos juntas? Te lo cambio por trago—. La persona que ocupaba ese lugar asintió. Con un ademán y un billete entre los dedos que sacó del bolsillo de su chamarra, la agente de De Lois le pidió una cerveza a la bartender para la chica que se acababa de levantar, antes de seguir tomando un refresco sin alcohol. Contacto permaneció dubitativa.
«¿Me siento?¿Será una trampa?», se preguntó.
La mujer junto a la barra llevaba el cabello lacio como la última vez que la vio, al estilo de 1920. Traía puesta una chamarra corta de negra piel sobre una prenda de mangas largas y cuello alto, y ajustados pantalones del mismo material. Sus uñas eran cortas pero estaban pintadas del mismo tono rojo sangre que sus labios. Usaba unas impresionantes botas de tipo militar, pero largas hasta las rodillas.
—Eris Niezgoda, tanto gusto —dijo.
—Me llaman Contacto.
—Lo sé. Por cierto, buenos métodos de persecución.
La joven del traje se mordió la lengua para no preguntarle cómo pudo saber que la estaba siguiendo.
—Cálmate, te ves estresada. Conversemos —repuso Eris—. Estoy aquí en son de paz.
Contacto tomó asiento, pensando que podría ocurrir cualquier cosa.
—¿Qué estabas haciendo afuera de la casa de Miguel?
—La verdad, esperaba poder encontrarme contigo. Él no tiene nada que me interese, no voy a malgastar mi tiempo en un idiota. Y dado que ya nos presentamos, tengo una propuesta para ti —dijo levantando la voz contra el ruido.
—Qué descaro —dijo la mujer del traje negro, sin pensarlo.
—Son negocios, a mí me pagan por hacer esto. Trato de hacerlo en los mejores términos.
—¿En los mejores términos? ¿No recuerdas la última vez que nos encontramos?
—Eran otras circunstancias. Además no nos conocíamos. Puedo ver que tienes ventaja en cierto terreno, pero aún no has estado en los míos. En fin. Antes que nada, escucha mi trato.
—No hago tratos con mercenarios.
—Espera, deja que te diga qué quiere el patrón. Te propongo un intercambio voluntario.
—Odio tener que preguntar. ¿Qué rayos quieren?
—Los dispositivos que llaman "las placas".
Contacto negó con la cabeza.
—Sabes, esto podría terminar muy mal.
—No mates a la mensajera. Podrían buscarte otros menos razonables, ahórrate el sudor.
La mujer del traje negro la observaba inquisitivamente.
—No voy a negociar con nadie. Dile eso a tu patrón. No me intimidan.
—Comprendo. Ha sido un gusto conversar contigo, Contacto. Hasta la vista —respondió, dio media vuelta, y salió seguida de cerca por su interlocutora. Atravesó la muchedumbre que estaba hasta la calle, subió a la motocicleta que estaba estacionada afuera y arrancó.
Contacto estaba a punto de seguirla, cuando una señal auditiva se activó en el DDC.
Era una emergencia.
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