Restitución. Capítulo 64.

Dos días antes de la asamblea y de los diez años del proyecto en la OINDAH

En la carretera

La noche en que Contacto se encontró con Elec en el camino después de que Adnil e Hipólito le revelaran la verdad, y tras haber leído las placas con la señora Mary, los dos Alfa tuvieron una importante conversación. Ella tenía en su poder piezas del rompecabezas que jamás habría imaginado.

—¿Qué rayos te pasa, Gabriel? —preguntó ella al subir al auto del Lector, que retomó la marcha.

—Te estoy dando el aventón que me pediste —repuso Elec.

—Sabes, he realizado una visita muy interesante a un lugar subterráneo de la organización. Ha sido toda una experiencia.

—Veo que ya conoces a mi equipo. Son chicos muy valientes. Y son tus fans.

—También sé que pueden producir el suero. Sabes que ahora tendré que tomar medidas ¿no?

—No esperaba menos de ti. Por cierto, ¿te has preguntado si la entrega ya se hubiera realizado de no ser por ti?

—No.

—¿No has pensado que si no fueras como eres quizá ya se hubiera dado a conocer el descubrimiento?

Ella permaneció un momento en silencio.

—No juegues conmigo, Lector. Aún soy la persona con más probabilidades de sobrevivir a un choque en este auto.

Él sonreía.

—Tienes tesón, de verdad que sí. En el fondo somos muy parecidos.

—Pues intentaste realmente ser como yo, según sé. Nunca se han puesto a pensar en todo lo que eso implica.

—Sí, lo pensamos. Tantas veces y de tantas formas que no te imaginas. Pero hemos desviado el camino un poco. Supongo que quieres algo de mí.

—Sí, y no es precisamente tu claridad sobre si mi anómala existencia ha sido un impedimento para que se haga la entrega. Pero antes, cuéntame algo. Puedo ver que me hicieron Alfa para tenerme bajo control.

—No sólo eso. Tu amigo Di Maggio es un hueso duro de roer. A pesar de que el financiamiento fue destinado por el doctor desde el inicio, Giorgio tenía que firmar los cheques. Necesitábamos que alguien lo mantuviera interesado en el proyecto.

—¿Y?

—Eso hicimos. Lo intentamos con Helena pero seguía renuente. Logramos que siguiera colaborando gracias al odio que siente por su padre y por ti. Has trabajado bien para el grupo.

—Parece que se anticiparon a todo.

—Por algo somos la inteligencia.

—De acuerdo a lo que me dices, entonces no es parte del plan que se dé a conocer el suero.

—Se establecieron prioridades. Imaginarás cuál es la más importante. Hasta que no se conozca el factor que te hizo así, no podrá realizarse la entrega.

—Ustedes piensan que lo tienen todo bajo control. Sin embargo, a pesar de que lo tienen todo calculado, hay un pequeño detalle, mi querido Elec.

—Sí, siempre lo hay.

—El azar no se puede controlar. Gracias a eso sé lo que dicen las placas.

—Vamos, no juegues conmigo —dijo incrédulo, conduciendo con los ojos puestos en la carretera.

—Puedes decidir no creerme. Entonces nunca sabrás si es verdad o no —replicó ella. Su seriedad era absoluta.

—Eso cambiaría muchas cosas, Contacto.

—Lo sé pero, sin duda ya lo habían anticipado ¿no?

—¿Alguien más lo sabe?

—Me encargaré de informarlo en las noticias si es necesario. Confío en que le avisarás a tu gente que tengo la información que tanto desean.

—¿Por qué? —preguntó Elec intrigado.

—Estoy cansada de todo esto, Lector.

—Asumo que no querrás contarme tus planes.

—Por supuesto que te contaré mis planes, aunque sin duda todos ustedes tratarán de destruir la posibilidad de que el mundo conozca el suero lo antes posible. Por eso necesito pedirte algo. Hagamos un trato de caballeros. Si he sido el impedimento para que se realice la entrega, te pido que dejes que la asamblea de pasado mañana siga su curso, sin la intervención de nadie. Yo estaré en la OINDAH. Entonces les daré las placas y les diré lo que dicen. Y puedo asegurarte que es exactamente lo que desean conocer. Pero si alguien interfiere con el desarrollo de la reunión, incluso antes de que ésta se lleve a cabo, jamás lo sabrán. Te lo juro.

Elec reflexionó unos instantes.

—De acuerdo. Es un trato.

—Bien. Nos vemos pasado mañana. Te daría las gracias, pero me la debes.

—Espera, Contacto. Hablando de deudas, tengo algo para ti. De hecho, es Helena quien lo tiene. La Directora General y Di Maggio firmaron un nuevo convenio que extiende el periodo del proyecto por diez años más en la OINDAH. Creo que no te gustará. Ya me dirás cuando lo leas.

—¿Es una trampa? —preguntó ella.

—Es una muestra de mi buena fe. No debías enterarte de la existencia del convenio, así que no le digas a nadie que yo te lo conté. Busca a Helena, ella lo tiene. Debes apresurarte, pronto será resguardado en una ubicación desconocida por mi equipo.

Contacto imaginaba que la rubia sería reticente. También sabía que los Alfa harían todo lo posible para conocer la información con la que los estaba tentando. Les daría además, otro motivo extra, uno más vistoso. No comprendía las intenciones del Lector y no podía confiar en su buena voluntad de ninguna manera.

—¿Por qué el cambio de actitud? ¿Tanto así quieres saber lo que dicen las placas?

—Soy un loco disidente, ni más ni menos. He estado esperando que mis amigos del puente te contaran nuestro secreto. No iba a impedirlo, por el contrario. Desde el principio, algo en todo esto me incomodaba. Quiero hacer lo correcto, como ellos, como tú. Estoy de tu lado.

—No te creo. No puedo confiar en ninguno de ustedes.

—No confiarás nunca más en nadie, Contacto. Ahora sí eres una verdadera Alfa.

Ya se encontraban en las afueras de la ciudad. Ella bajó la ventanilla del auto con el interruptor eléctrico sin dejar de observar al hombre con recelo y de un movimiento se sentó sobre la orilla de la portezuela cerrada, sacando medio cuerpo del vehículo. Elec, que circulaba como a noventa kilómetros por hora, comenzó a bajar la velocidad pero ella saltó antes de que pudiera detenerse por completo.

El Alfa siguió su camino; su mente iba más rápido que el auto que aceleró de nuevo.


Un par de horas después

Los Alfa tenían todo preparado para mantener el proyecto en la organización después de haber transcurrido los diez años estipulados en el acuerdo original. El documento que prepararon refrendaba la estancia secreta del proyecto en la OINDAH por diez años más, pero para fines completamente distintos. En el nuevo convenio se mencionaba que durante el próximo periodo, la investigación se enfocaría en encontrar el factor diferencial y en tratar de reproducir los efectos secundarios. Asimismo, otros investigadores designados por la organización colaborarían en él. Y ya estaba firmado por los involucrados.

Helena tenía en su poder el documento en su blanco departamento. De haber sido un contrato regular se habría quedado en la organización, pero temían que alguien más pudiera verlo antes de que entrara en efecto. La idea del convenio era atar tanto al magnate con su herencia como a la Directora a quien le habían asegurado la permanencia en el cargo sin contratiempos.

Contacto se sentía extraña con la ropa deportiva; tenía que cuidar que no se desgarrara por completo. Era la segunda vez que estaba frente a la puerta del departamento de Helena vestida de esa manera. Tocó. La rubia abrió. Llevaba puesta una pijama de algodón de líneas verticales color azul cielo y el cabello recogido de forma casual y descuidada. Era muy hermosa hasta en esas fachas. Tenía un recipiente con helado de vainilla en una mano y una cuchara en la boca.

—Buenas noches, Helena. He venido por un documen... —comenzó a decir.

—Hola. Pasa —respondió ella. Sonaba y se veía más normal que nunca—. Siéntate —dijo al poner el bote de cartón con la cuchara adentro sobre la blanca mesa de centro.

—No tengo mucho tiempo. He venido por el documento que firmaron Di Maggio y la Directora General.

Helena asintió. Se dirigió hacia la mesa de vidrio del comedor, jaló una silla y sacó el contrato del portafolios blanco que estaba sobre ella. Se dirigió hacia la atónita Contacto y extendió la mano para entregárselo.

La mujer del traje deportivo lo tomó y comenzó a leerlo. Olía a la organización y a Giorgio. Era el verdadero, sin duda. Tenía muchas más cláusulas que el acuerdo anterior y era mucho más restrictivo. No mencionaba nada de la finalidad original del proyecto por obvias razones, y amarraba a Di Maggio a seguir financiando el proyecto, lo cual, sin duda consintió con tal de seguirla fastidiando a través de los Alfa.

Contacto no tendría que haber acatado los términos del contrato, pero imaginaba que la inteligencia querría obligarla a ser parte de eso con la promesa de que sólo si era cooperativa se haría la entrega, que jamás le sería indiferente. Incluso, parecía que tenían una celda perfecta para contenerla, que sin duda había sido patrocinada por el hijo del doctor.

—Este el único que existe —comentó Helena, refiriéndose al contrato.

Contacto se sintió dubitativa.

—No comprendo por qué esto fue tan fácil.

—Sé quién te dijo que me lo pidieras. Nadie más sabe que esto está en mi poder, ni siquiera la directiva de los Alfa. Se suponía que estaba en la caja fuerte de Di Maggio. Me salvaste la vida, te dije que no iba a olvidarlo. Así es el protocolo entre los miembros del grupo —afirmó la rubia.

«¿Del grupo?», pensó.

—Te pido que no reveles que lo obtuviste de mí. Quien te dijo dónde estaba va a cuidarme y yo a él —aseveró Helena, que estaba seria y relajada.

Contacto abrió aún más grandes sus enormes ojos. Esa mujer también era Alfa, era obvio. «¿Cómo es posible que nunca se me hubiera ocurrido?», se preguntó.

—Si necesitas algo más... —dijo Helena.

—Sí. Los documentos del fideicomiso que el doctor le heredó a la organización.

—Están en la caja fuerte de Giorgio. El archivador está etiquetado. Adentro están todos los registros y los estados financieros reales en un dispositivo electrónico portátil. Espera —respondió.

La rubia se dirigió de nuevo hacia su blanco portafolios y de un fondo falso, sacó una caja que le puso en las manos.

—Para que no tengas que noquearlo —le dijo.

Contacto abrió la cajita y vio una réplica de un iris y de un dedo pulgar.

Guardó en el bolsillo de la sudadera lo que Helena le había dado y fue hacia la puerta para irse.

—Nunca dejarán de sorprenderme —aseveró.

—Ni tú a nosotros, Contacto, te lo aseguro —replicó la rubia antes de cerrar con suavidad.


La noche de la asamblea, después de la destrucción del laboratorio
En la organización

Los integrantes del consejo directivo de los Alfa estaban en estado de alerta al ser notificados por Gabriel Elec de lo que había hecho Contacto en el laboratorio. Todos debían permanecer en el recinto de la asamblea en el que se encontraban, ya que todos tenían otras ocupaciones oficiales además de ser parte de los cinco. El Lector les informó también en esos momentos, que Contacto había logrado descifrar las placas, y que las traía consigo esa noche. Antes de eso, le pidió a Helena que le informara sólo a él todo lo que ocurriera en la reunión. Ella no había sido convocada, pero sabía cómo integrarse sin que la cuestionaran.

Versus pensaba. Estaba previsto que se realizara algún día lo que se denominaba la entrega. Sin embargo, a los Alfa les interesaba mucho saber qué causaba los efectos secundarios antes de que se pudiera dar a conocer el suero. Y esa información parecía estar en manos de Contacto, que la conocía ya. El que supieran todo eso había sido fruto del trabajo realizado por Gabriel Elec, El Lector.

El consejo de los cinco de los Alfa acordó a través de mensajes de texto que esa información debía ser obtenida a cualquier precio. La vida de la mujer dependería de los datos que obtuvieran. Era demasiado peligrosa como para permitirle seguir. Ya no tenían control sobre ella y debían tomar medidas definitivas para salvaguardar la institución.

Mientras tanto, tenían personal en lo que había quedado del laboratorio tratando de recuperar algo. Confiaban en que los integrantes del proyecto tuvieran los datos respaldados. Estaban tratando de localizarlos, pero nadie respondía. Andrea, que era la única integrante del proyecto que estaba en la organización, sería interrogada por el mismo Elec en cuanto terminara la asamblea, la cual no podía ser interrumpida por ningún motivo, de acuerdo a las instrucciones de la Directora General.

Era el momento de recuperar las placas. No había tiempo de plantear diversos escenarios, así que Versus establecería la mecánica con el personal de seguridad. La mujer arrugada abandonó un momento su puesto en la asamblea, en la que se encontraba en calidad de Tesorera de la OINDAH. Esa era su principal posición, ya que ser parte de los cinco era un cargo honorífico. Versus llamó al Nexo, que manejaba a las fuerzas especiales, a Manuel, que dirigía el CDA y a Harry, que era el elemento con más experiencia en ese ámbito para coordinar a los otros Alfa en el campo. Se reunieron en una pequeña oficina privada anexa al recinto, donde les dio instrucciones.

—Debemos parar al elemento llamado Contacto. Es fundamental. Como saben, es un muy peligrosa, es una situación compleja y delicada. Ella no sabe que trae un localizador. Todos los elementos pueden seguirla a través de sus comunicadores y sus dispositivos de pulso. Encontrarla será fácil, detenerla será otra cosa —les dijo Versus, en su papel de cabeza del grupo Alfa.

—¿Pero qué fue lo que hizo? —preguntó Manuel, el Perico, intrigado. Él jamás hubiera pensado que ella pudiera romper alguna regla.

—Destruyó un laboratorio y tiene en su poder información confidencial de la organización —dijo la mujer—. Debemos evitar por todos los medios posibles que abandone los terrenos de la OINDAH.

—Usaremos toda la fuerza que sea necesaria —replicó el Nexo, disfrutando cada palabra.

—Hagan todo lo que deban, pero no la maten. Necesitamos interrogarla. Será muy grave si se les pasa la mano, será fatal para la organización, así que tengan cuidado —aseveró Versa, más arrugada por la preocupación —. Es fundamental que logremos confinarla en el foso —concluyó antes de volver a la reunión, en la que se estaba tratando un asunto del que no estaba enterada, lo cual, la tenía al borde del asiento.

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