Recibimientos. Capítulo 32.
Un año, diez meses y una semana desde la aparición de Andrea
Cuatro semanas después del incidente
En casa de Harry
Lo primero que hizo Contacto cuando salió de la mansión fue ir a ver al hombre apellidado Jacobo. Entró por la ventana del departamento al anochecer, como era su costumbre. El instrumento musical estaba guardado en el estuche, él no había tocado desde lo que ocurrió.
Encontró a Harry recostado sobre la cama, con los ojos cerrados y los brazos detrás de la cabeza, pero no dormía. Vestía una camiseta de algodón de mangas cortas y unos pantalones delgados de dormir. Tenía barba de varios días. Ella tocó tres veces con el nudillo en el marco de madera de la puerta de la alcoba. Él se puso de pie de un salto, aunque estaba acostumbrado a que ella apareciera de pronto adentro de su casa.
—¿Qué haces ahí parada? ¡siéntate! —le dijo consternado.
—Estoy bien —respondió.
Él la observaba con preocupación; comenzó a pasear los dedos sobre el traje, como realizando una inspección médica.
—Estoy bien —volvió a decir ella quitándole las manos de su plexo y poniéndolas sobre su cintura.
Él frunció el ceño, la abrazó y comenzó a llorar en silencio.
Ella le sobaba la espalda, consolándolo; se alejó un poco y puso las manos sobre sus hombros cuando parecía haberse calmado.
—De verdad, estoy bien —le aseguró, viéndolo a los ojos, antes de darle un largo beso.
Después él se hizo hacia atrás y le dijo muy serio:
—No debiste hacer eso.
—No podía abandonarla —afirmó. Todos le decían lo mismo y les respondía de la misma manera.
—Pudiste esperar a que llegara el apoyo.
Ella negó con la cabeza.
—Iban a matarla.
Harry suspiró con incomodidad y se hizo el cabello con la mano hacia atrás de la cabeza.
—¿Puedo pedirte que toques para mí? Por favor —le pidió ella.
Él fue hacia la sala descalzo, armó el instrumento, se acomodó en el alto banco y comenzó a tocar algunas notas estridentes. Contacto se echó en el sillón y abrió el traje hasta la base del cuello. Tuvo cuidado de no hacerlo demasiado ya que no quería que él viera las marcas y partes hundidas sobre su cuerpo hasta que se tranquilizara un poco más.
La música fue disminuyendo de intensidad conforme pasaron los minutos. Como media hora después, interpretaba una melancólica melodía. Ella fue hacia él, le quitó el instrumento y le puso las manos en el rostro para mirarlo a los ojos. Pudo notar la profunda pena en su mirada. Él la haló hacia sí y recargó la cabeza contra la de ella. Contacto lo tomó de la mano para conducirlo hacia la alcoba sin encender la luz.
Él esperaba que ella comenzara a quitarse el traje, pero la mujer dio un paso hacia atrás.
—Espero que estés bien con esto —susurró y recorrió el pulgar hacia abajo para abrirlo. Él vio con la escasa luz que llegaba de afuera las marcas en su torso cuando ella se desnudó y exhaló con fuerza. Tocó su pecho y su vientre con suavidad, apenas rozando los indicios de las pasadas heridas con las yemas de los dedos. También tenía puntos simétricos a la altura de las costillas, donde estuvieron los soportes metálicos. Él conocía su expediente médico a la perfección, lo sabía de memoria, pero era distinto verla, tocarla.
Ella le preguntó:
—¿Estás bien?
—No, pero estás aquí. Todo va a estar bien.
Un año, diez meses y una semana desde la aparición de Andrea
Cinco semanas después del incidente
En el Comando de Apoyo
Contacto había vuelto al CDA para impartir el taller, el cual duraba como tres horas. Le pareció algo raro que nadie le hubiera preguntado sobre su ausencia, sin duda todo se manejó con una gran discreción. Sin embargo, ese día sus alumnos estaban extraños, se hacían señas a sus espaldas. Al terminar la sesión, varios le preguntaron si quería acompañarlos a un lugar por la tarde, al que asistían de forma ocasional.
—¿Cuál es el motivo? —preguntó la de negro. Ellos seguían lanzándose esas miradas pero no respondían.
—Ninguno, sólo queremos salir un rato. ¿Quieres venir? —dijo una chica.
—No lo sé —respondió Contacto, dudando un momento.
—¡Vamos! —dijeron casi a coro.
—Está bien, los alcanzo allá.
—Como a las siete —exclamó otro de los chicos.
Cuando la mujer de negro salía del CDA al anochecer, tras haber pasado por el laboratorio para que le hicieran algunas horrendas pruebas y haber comido en dos de las múltiples cafeterías de la organización (ya que una comida regular no le resultaba suficiente y para no levantar suspicacias, lo hacía así), se encontró con Harry y Manuel que estaban vestidos de civiles, como ella, que usaba sobre el traje los jeans y la chamarra morada que siempre tenía guardados en un casillero en el comando.
—Algo traman los caballos —apuntó ella.
—¿Te invitaron también? —preguntó el comandante con desinterés.
—Tal vez quieran celebrar que algún guapo subdirector interino del CDA será nombrado Director General de la OINDAH —dijo Manuel socarronamente.
Los tres rieron.
—Algún día, hermano, yo votaré por ti, te lo prometo. ¿Vienes? —le preguntó Harry a Contacto.
Ella asintió.
Llegaron al lugar ubicado cerca de la costa, una larga cabaña de madera de un solo piso con techo de dos aguas que fue un restaurante de mariscos y que ahora era un lugar bohemio. Era un sitio cálido, agradable, rústico y poco pretencioso, con una gran barra de madera con viejas lámparas colgando encima y una rocola con luces de colores que estaba llena de discos viejos con muy buena música, la cual se conectaba a enormes bocinas ubicadas por todo el local. El sitio siempre estaba a media luz ya que casi todo estaba iluminado por series navideñas colocadas en varias partes. Adentro, había como cien personas, todos integrantes CDA. Cuando Contacto entró, vitorearon.
Se hacían análisis de rutina a los integrantes del comando, por lo que casi nunca consumían alcohol. Sin embargo, bebían un par de cervezas en alguna ocasión excepcional, como esa.
La celebración era para ella.
Contacto se sonrojó. Al pasar, le palmeaban los hombros y la espalda mientras le decían cosas amables. Le dirigió a Harry una mirada suspicaz una vez que les cedieron un par de lugares del lado izquierdo de la barra. El comandante comenzó a beber cerveza directo de la botella que le proporcionó el cantinero y se encogió de hombros.
—Parece que se corrió el rumor de que estuviste de baja por haber caído en el cumplimiento del deber. Ya sabes cómo son sensibles a esas cosas los caballos.
—Pensé que era información confidencial.
—Traté de convencerlos de que estabas de vacaciones, pero ellos solos asumieron que algo te ocurrió mientras realizabas alguna acción heroica. No les quitemos la ilusión —respondió antes de dar un trago a la botella color caramelo.
Ella negó con la cabeza, sonriendo apenada.
—Quisieron hacer esto por tu regreso y pues ¿quién puede negarse a celebrar? —aseveró Harry que se veía muy alegre, contagiado por la energía del lugar. Casi no podían conversar ya que muchos elementos se acercaban para preguntarle a la mujer cómo estaba, darle la bienvenida y expresarle su afecto.
—¡Por la maestra! —dijo en ese momento alguien que estaba del otro lado del lugar. Todos clamaron estrepitosamente al unísono: —¡Salud!—. Ella agradeció con timidez.
—¡Por el CDA! —exclamó entonces la joven con fuerte voz.
Todos respondieron con un emotivo y largo "¡SALUD!"
Manuel se paró entre Contacto y Harry pasando sus enormes brazos alrededor del cuello de cada uno. Olía a cerveza y palomitas de maíz.
—Hubieras visto a éste mientras no estabas. Los chicos nada más tuvieron que verle la cara para saber que algo malo te había ocurrido —afirmó dirigiéndose a Contacto.
Harry bajó un poco la mirada, con una melancólica sonrisa lateral en el rostro.
—¿Ya ves hermano? Te dije que todo iba a estar bien —dijo el Perico y lo jaló del cuello sin soltar a la mujer para tratar de besarlo en la mejilla, a lo que el comandante se resistía, haciendo muecas.
Contacto no paraba de reír al verlos. Una punzada en su costado le recordó la extensión de sus pasadas lesiones y que nadie más que Harry ahí hubiera podido siquiera imaginar.
El bar estaba saturado de música, conversaciones y risas. Las mesas pequeñas con altos bancos que estaban atestadas. La gente paseaba por todo el lugar para poder departir con sus compañeros. Era personal de todos los niveles: directivos, cadetes, activos, líderes de grupo, jefes de turno, responsables de área, administrativos, coordinadores, asistentes, instructores, gente de comunicaciones y de informática; todos quienes no estaban en servicio se encontraban ahí en ese momento.
Contacto y Harry se acercaban mucho el uno al otro, sentados en los bancos de la barra para conversar a pesar del ruido. Reían, se veían a los ojos y se tocaban las manos como si no hubiera nadie más alrededor, casi olvidando que su vínculo debía ser secreto. Manuel le dio a su amigo una fuerte y afectuosa palmada en la espalda, a lo que el hombre le respondió con un fraternal golpe con el puño en el enorme antebrazo, mientras fruncía la nariz.
—¡Vamos, cuéntale cómo admirabas su "defensa" cuando la conociste! —exclamó el Perico, al calor de la camaradería.
—Todavía lo hace —replicó Contacto, lo que hizo que el Perico emitiera sonoras carcajadas.
—No la dejes ir —dijo Manuel chocando el puño contra los de ambos, antes de dirigirse a otro grupo de asistentes.
Ella observaba a Harry emocionada, sonriente, recargando la barbilla en la mano.
—Nunca —replicó él, contemplándola de una forma que estaba muy por fuera de todo protocolo.
Mucha gente los observaba. Eso era más importante de lo que parecía.
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