Nexo. Capítulo 11.
Dos meses y una semana desde la desaparición de Andrea
El Nexo era un hombre muy fornido, como de treinta años. Su cabello estaba teñido de rojo. Trabajó en una innumerable cantidad de agencias de seguridad, privadas y gubernamentales. Fungió como guardaespaldas y jefe de seguridad de personalidades de diversos ámbitos. Era comerciante de todo tipo de artificios bélicos, sobre todo ilegales, actividad que llevaba a cabo de forma discreta. De Lois lo conoció años atrás, cuando trabajó como su guardaespaldas. Obtuvo mucha información valiosa gracias a él. Cada uno contaba con su propio proyecto, pero servían a los intereses del otro. Alex necesitaba la mano de alguien sin escrúpulos, era la fuerza que requería para añadir brutalidad a su política, además de que conseguía infiltrarse en los niveles más bajos. Como parte del pago por sus "servicios", el Nexo recibió un espacio en el CDA gestionado por el subdirector, lo cual le sirvió como el complemento perfecto para sus actividades.
En la OINDAH, inició su carrera como consultor de seguridad, pero poco a poco se fue integrando y logró construir -con el auspicio de De Lois- una red de informantes en la organización. Tenía conexiones con los bajos mundos de la ciudad y hacía poco, con la intención de llegar más lejos, presentaron su solicitud de ingreso al grupo Alfa, del cual fue rechazado a pesar de contar con la recomendación personal de Alex. Sin embargo, estar dentro del Comando de Apoyo implicaba una ventaja táctica: iba y venía a su antojo, como si fuera parte de todo, sin depender aparentemente de nadie.
Tenía planes especiales para el grupo y para toda la estructura, estaba pensando en hacer un gran negocio. No obstante, para ello debía alcanzar una mejor posición, algo en lo que le ayudaría De Lois. A cambio, él le haría un trabajo especial, con su equipo más cercano.
Hacía poco, una mujer había empezado a trabajar en la academia. De acuerdo con sus informantes, la llamaban Contacto. Usaba un uniforme operativo completamente negro que sin duda era de Alfa, por lo que no debía ser un genio para saber que era ella quien le robó el puesto, a pesar de la petición directa de De Lois de que lo aceptaran. La única razón lógica que se le ocurría para que la hubieran aceptado en su lugar era una mejor recomendación, la cual sólo podía provenir del Director General. Como fuera, no estaba acostumbrado a que alguien se interpusiera en su camino y dejarlo pasar.
Sobre todo si se trataba de una mujer.
De noche, en un bar a las afueras de la ciudad
El trabajo especial que le encomendaron al Nexo era la adquisición de una información esquiva, relacionada con un secreto muy bien guardado por la dirección. Un desconocido apareció diciendo que poseía datos importantes sobre aquella mujer llamada Andrea, quien estuvo vinculada con el magnate Giorgio Di Maggio. A pesar de que utilizaron todos sus recursos legales y otros poco ortodoxos, no sabían casi nada de ella. Sospechaban que trabajaba con él en un asunto de desvío de fondos dentro de la organización, pero debían obtener pruebas, especialmente alguna que los vinculara con el director. Acordó una reunión utilizando la misma vía que el informante anónimo empleó: el correo electrónico de la desaparecida Andrea Martínez Aster.
El Nexo citó al m informante potencial en un oscuro tugurio de mala muerte, en las afueras de la ciudad, a la orilla de la carretera.
El fornido hombre de De Lois llegó mucho antes de la hora establecida y se sentó a beber en una mesa con una buena vista. Se le pidió al informante que llegara a cierta hora.
A las 11:00 en punto, de acuerdo a lo convenido, entró al bar un chico regordete como de veinticinco años, el cual se agazapó en el último banco de la barra tratando -sin éxito- de no parecer ajeno. Llevaba puesta una camisa de cuadros, una chamarra deportiva y un pantalón de lona color caqui. Usaba lentes de pasta y se pasaba la mano por el ensortijado cabello para disimular que vigilaba la entrada con sus ojos color verde avellana. Aunque esperó mucho tiempo, pidió sólo una cerveza. El Nexo seguía bebiendo y lo observaba con disimulo; incluso, alguno de los asistentes regulares que lo conocía bien se sentó con el fornido tipo y le invitó un trago.
Después de las doce, Aster se levantó y se dirigió al baño. El que lo vigilaba fue detrás de él. Al salir por el estrecho pasillo que conducía a los mingitorios el primo de Andrea se topó con el fuerte hombre. Minutos después, el Nexo pagó su cuenta y se fue. Más tarde, Miguel desistía de la espera del enviado de De Lois.
Estaba por retirarse, cuando se dio cuenta de que en ninguno de sus bolsillos traía su cartera. Tampoco su celular. Estaba solo, en un antro de mala muerte a la mitad de la nada, sin dinero ni teléfono para pedir un vehículo para volver a casa. Pagó la cerveza con algunas monedas que traía en los bolsillos. Le faltaba un poco, pero el cantinero lo vio muy desesperado y le dijo que se fuera. Comenzó a caminar por la carretera sintiéndose estúpido.
Poco después, pasó un joven muy amable en un elegante auto nuevo y le preguntó por una dirección que, curiosamente, estaba cerca de su casa. Miguel dijo que sabía dónde era; que si le daba un aventón, le mostraría cómo llegar. El hombre perdido aceptó gustoso. Vestía un elegante traje negro, bajo el cual traía otro muy ajustado, de cuello alto y mangas largas, y tenía ojos extraños, como amarillos.
Dijo con suave voz y mucha amabilidad que se llamaba Gabriel Elec.
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