La entrega. Capítulo 67.
Corriendo por la organización, la noche de la asamblea
Todas las áreas estaban vacías. Sólo permanecían allí los miembros de las Fuerzas Especiales que tenían sus órdenes y a diferencia de los caballos, no habría nada que les impidiera cumplirlas. Debían detener a la mujer a como diera lugar, ya que había robado información vital de la organización y destruido valioso equipo. Nadie sabía que todo eso fue costeado por los Di Maggio.
Los elementos contaban con sus armas y estaban entrenados para ser letales. Contacto pudo escapar por otros lugares, ductos, entrepisos, pero sabía lo que estaba haciendo. Había planificado con Andrea todo lo que estaba ocurriendo en la asamblea. Sin embargo, sobre la "distracción" que estaba generando no le dijo gran cosa. Tampoco le informó sobre la lectura de las placas, era fundamental que la bioquímica estuviera concentrada en lo que haría en el estrado. Ella sola se encargaría de la parte fea, su amiga siempre debió estar frente al micrófono, bajo los reflectores; ella estaba acostumbrada a correr en la oscuridad.
La de negro esperaba una señal auditiva en el DDC que le confirmara que todo había salido bien. Le había dicho a Andrea que si no lo lograban, abortaría la misión y escaparía de la organización, que se iría lejos de Di Maggio, de los Alfa y de todo lo que había pasado los últimos años.
Ocurriría más o menos eso si todo se resolvía de forma favorable para el proyecto. Contacto había tomado una determinación desde aquél primer día en que dijo que aceptaba ese cargo de Alfa con el extraño apelativo, desde el momento en el que hizo la promesa de velar por el hijo del Doctor, desde que supo que lo que tenía en sus venas podría cambiar al mundo.
La mujer circulaba por pasillos y escaleras, haciendo que la persiguieran por aquí y por allá. Quienes la seguían pensaban que de verdad la estaban cercando, aunque ella los guiaba, como el perro pastor a las ovejas.
Estaba a la mitad de un amplio espacio en uno de los niveles intermedios de la torre, cuando una veintena de rojos haces de luz aparecieron a su alrededor.
—Tírate al suelo —rugió el Nexo.
No había podido percibir su presencia. Sin duda habían rociado esa cosa que le nublaba el olfato. Había sido obra de Eris con lo poco que tenía en su poder, ya que el resto se consumió en el laboratorio. Si Gabriel le hubiera informado antes a los Alfa, habrían estado preparados. Hizo todo lo que pudo para darle ventaja a Contacto, aunque no podía interferir con su captura.
La mujer veía las caras de los integrantes de las Fuerzas Especiales en la oscuridad, y los lásers de sus armas apuntándole. No les haría caso si le ordenaban quitarse el DDC, era necesario que lo conservara para lo que tenía que hacer. Los de negro se dirigían hacia el lugar, estaban a punto de llegar apenas detrás de la gente del Nexo.
—Me necesitan con vida. A ver qué dicen los Alfa cuando sepan que incumplieron sus órdenes —dijo Contacto con los brazos en jarra.
—¡Tírate al piso, con las manos en la cabeza! —bramó el Nexo.
Ella se abalanzó en dirección del elemento que notó más nervioso. Él instintivamente jaló del gatillo, a lo que siguieron otros. La mujer cayó al piso.
—¡Alto al fuego! —gritó el fornido hombre.
En ese momento, llegó una docena de Alfa vestidos de negro. Sólo Harry y Gabriel usaban un casco y un traje como el de ella.
—¿Qué hicieron? —clamó Harry, el llamado Agente, desde el comunicador de su DDC. Se abrió paso entre los desconcertados elementos. El lugar estaba lleno de gente y humo que olía a pólvora. Contacto estaba sobre el suelo, boca arriba, inmóvil, sangrante. Los Alfa se acercaron a ella y la rodearon.
—¡Fuera! —le ordenó el Lector a los integrantes de las Fuerzas Especiales—. Después hablaremos de esto —dijo Elec señalando al Nexo.
Ellos permanecieron en posición.
—¡Que se larguen! —gritó Harry dando la orden para que se retiraran, quedando en el lugar sólo los de negro uniforme, que se encaramaron sobre la mujer.
—Tanaka, aquí Elec. Reporta la condición del sujeto de pruebas, cambio.
—El traje muestra cuatro heridas de entrada. Los monitores no registran pulso —aseveró la voz mecánica.
Cuando los Alfa se acercaron más, Contacto dio un salto como si hubiera sido lanzada por una catapulta, saliendo disparada sobre ellos para caer sobre el piso y seguir corriendo rumbo al techo, ganando más y más distancia.
Al pasar encima de los de negro, le dio un golpe al Lector en el plexo con la punta de la bota que le sacó todo el aire y que casi lo hizo perder la consciencia. Se quedó agachado un momento tratando de recuperarse. El Agente se acercó a él, pero Elec le hizo una señal de que estaba bien y que continuara, aún recobrando el aliento.
Harry siguió corriendo al frente de todos, como ella lo deseaba.
Minutos después
—Contacto —escuchó ella la señal entrante en el DDC. Era Andrea.
—Aquí estoy —dijo con profunda expectación.
—Ya votaron.
—¿Qué pasó? —preguntó la joven aún huyendo a toda velocidad.
—Lo logramos —aseveró.
Contacto se detuvo y se recargó de lado, en la pared.
—¡Lo logramos! —repitió Andrea emocionada hasta las lágrimas.
«Está hecho, Doctor» pensó la que huía. Inspiró con fuerza. Sabía lo que eso significaba. Sonrió con nostalgia bajo la visera del DDC.
—Magnífico. Yo aún tengo un asunto pendiente que debo terminar. A partir de hoy deberás hacer muchas cosas —le dijo a la investigadora.
—Debemos —corrigió Andrea. Se escuchaba exultante.
Contacto no pensaba decirle que estaba herida, sosteniéndose de una columna de concreto.
—Claro. Por cierto, necesito que me hagas un favor. ¿Podrías recoger algo mío, como en quince minutos?
—Seguro, ¿qué es, dónde está?
—Lo encontrarás en la plaza ubicada frente al lobby, del lado sur de la torre. Lo sabrás cuando lo veas. Estará por ahí, en el suelo, cerca de la fuente verde. No dejes que nadie más se lo lleve, por favor. Es una especie de presente, en caso de que la entrega se hiciera realidad.
—¿En el suelo? ¡Estás loca! —exclamó eufórica la científica.
—Siempre, ya lo sabes. Una amiga me contó un cuento que lo explicará todo. Luego lo escucharás tu también. Ahora debo desconectarme, tengo que hacer un par de llamadas.
—Nos vemos con Di Maggio —dijo la mujer de los ojos color avellana.
—Adelántate.
—Sí.
—¿Andrea?
—Mande.
—Eres una hermana para mí. Te adoro. Quiero estar siempre contigo.
Ella se rió en silencio, como jadeando. Aquello le sonó a su amiga como el rumor que hacen de las hojas de los árboles agitadas por el viento bajo la luz del sol.
—¡Sí, siempre vamos a estar juntas! También te quiero. Apúrate —clamó.
Contacto cerró la comunicación. Permaneció un momento recargada contra el concreto, sangrante, mirando el piso.
Era hora.
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