Fidelidad. Capítulo 24.

AÑO TRES DEL PROYECTO EN LA OINDAH

Un año y tres semanas desde la aparición de Andrea

En el pent-house de De Lois

El subdirector jurídico de la OINDAH era un hombre muy ocupado que tenía sobre sus hombros enormes responsabilidades; siempre estaba resolviendo complejos asuntos con actores de alto nivel, pero se tomaba un tiempo de vez en cuando, para pensar, para recapitular. Se encontraba cavilando en ese preciso instante, reclinado en el canapé dorado, observando el antiguo tablero de ajedrez de ébano y marfil.

Hacía unos días se había celebrado la asamblea general semestral, en la que se llevó a cabo la elección de la Dirección General de la organización, cuya legalidad había certificado la subdirección a su cargo. Por supuesto, él había sido candidato, así como la Dra. Selz, subdirectora de la rama de salud y Carlos Caballero, que, como predijeron los rivales políticos de De Lois, había resultado victorioso de nuevo, por una abrumadora mayoría. Selz era del equipo del Director, Alex sospechaba que si por algún milagro ella hubiera llegado a ganar, habría declinado a favor de Caballero.

El rubio hombre estaba muy decepcionado. Muy pocas cosas en la vida se le habían negado, pero nada deseaba más que ser Director General. Procedía de una familia de exitosos políticos y diplomáticos, no podía darse el lujo de seguir en segundo plano. Había contendido de forma pública por el puesto por casi un año, y había luchado de forma subrepticia por mucho más. Ninguna de las dos rindió frutos, a pesar de que muchas instancias le habían declarado su apoyo.

Era lo oculto lo que más le molestaba. Se suponía que la inteligencia trabajaba para la Dirección General, pero parecía que últimamente era al revés. Aquellos que lo habrían apoyado se retractaron al final, sin una explicación aparente. Se colaba la intervención de los Alfa entre los intersticios. Se lo decían los rumores y los silencios. Como fuera, tendría que esperar siete años más para saber si el consenso lo favorecería.

También debía seguir luchando para sacar a la luz la esquiva información de los fraudes del director en contubernio con los Alfa, con quienes en algún momento él mismo creyó tener una muy buena relación.

Más que nunca necesitaba tener cerca a su equipo.

Alargó la mano y de un escaque del tablero tomó la delicada pieza que estaba junto al blanco rey. De pronto, varios recuerdos saltaron en su mente. Recordó a Helena con Giorgio en la gala de la OINDAH, seis meses atrás. Entonces ese par le había causado algo de gracia, pero también rememoró lo que Di Maggio le había dicho durante la última partida que tuvieron en ese mismo lugar. Su voz tipo Lee Marvin resonó en su memoria y al fin tuvo sentido: «Parece que tú has perdido a la tuya», le dijo refiriéndose a su reina.

Algo se estrujó dentro de él, mientras apretaba a la blanca dama en su puño. Ella estaba en el centro de todo y en vez de que la balanza se hubiera inclinado a su favor, todo se había mantenido exactamente igual.

Era tiempo de probar lealtades.

Un año y un mes desde la aparición de Andrea

En el departamento de Harry

Habían transcurrido varios meses de extraña y preciada calma en el CDA, pero cada asamblea semestral siempre representaba para los caballos semanas previas de intensa actividad, desde la logística y la revisión exhaustiva de las instalaciones de la OINDAH, hasta la vigilancia el día del evento que se prolongaba muchas tensas horas.

En un enorme salón circular se congregaban los representantes de cada una de las ONG de la OINDAH con los directivos de todos los niveles y áreas que la conformaban. La última había sido en particular importante, debido a que se llevó a cabo la reelección del Director General. Aquel evento había mantenido a los integrantes del proyecto en vilo, pero, a pesar de que siempre existía la posibilidad de que hubiera un movimiento político, era demasiado improbable que alguien más ganara en el caso de que un director en funciones buscara reelegirse.

Al fin, tras todo el ajetreo, Contacto y Harry, que a pesar de trabajar codo a codo durante extenuantes jornadas seguían manteniendo su relación personal en secreto, se tomaron un raro día de descanso al mismo tiempo.

A veces, un instante que parece perfecto puede generar una tibieza que puede durar años. Esos momentos eran para Contacto los que estaba pasando con él en el azul espacio privado. Aún si los separaban algunos metros, estaban unidos por una fuerza que los hacía sentirse como poseedores de una materia común.

No expresaban su vínculo emocional con pasión agresiva, como en las películas. Podían pasar horas en silencio, enfrascados en distintos pensamientos y al mismo tiempo sentirse respirando con los pulmones del otro, o confundiendo las palpitaciones del corazón de la persona contigua con las propias, como si sus ritmos cardiacos estuvieran sincronizados. A veces se percataban de que sus manos estaban entrelazadas, o de que sus cabezas reposaban sobre el cuerpo del otro individuo, como si sus músculos tuvieran voluntad propia y se buscaran para palparse con delicadeza, como si fueran una enredadera que trepa por una guía.

Si ella era capaz de moverse sobre los techos como si levitara, su mente experimentaba el mismo efecto con la música de Harry, y él tenía una similar sensación de libertad al sentir la respiración de la mujer sobre su cuello; se encontraban a sí mismos perdiéndose en el otro.

Si la perfección existía para esa mujer tan distinta, eran las horas de abandonarse a sí misma en aquel océano celeste en el que la luz polvosa y pesada se granulaba sobre las partículas flotantes que se veían doradas bajo los rayos de sol que se colaban a través de la persiana entrecerrada. En esos instantes ella no era Contacto, ni siquiera quien fue antes de eso. Ahí era parte de las venas del gentil hombre que dejaba de pensar, para ser parte de los pulmones de la mujer de negro, que con frecuencia, en esos espacios de intimidad no iba vestida de ningún color, como él, percatándose de que también compartían la misma piel. En sus brazos no era sobrehumana; no era un experimento fallido, ni un cobayo de laboratorio: era parte de él.

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