Fatalidad. Capítulo 43.

AÑO 7 DEL PROYECTO EN LA OINDAH

Cinco años y cuatro meses desde la aparición de Andrea

Contacto se encontraba en la planta baja del edificio en el que vivía. Esa área permanecía en obra negra desde que ella se mudó ahí. Estaba sentada en el suelo abrazando sus rodillas, balancéandose, recargada junto a la pared, la cual golpeaba con la cabeza de vez en cuando. Acurrucada así parecía arrullarse por horas y horas. Recordaba un momento, que pudo ocurrir hacía dos, tres, cien días o un millón de años, no estaba segura. Desde entonces estaba en esa posición. Tampoco recordaba con exactitud cómo había llegado a ese lugar, no podía pensar con claridad. El traje, su cara, su cabello, estaban cubiertos de polvo gris de la construcción.

«No. Harry no», se repetía.

Quizá moriría allí, deshidratada o de inanición. Lloró como nunca antes en su vida, incluso más que cuando creyó muerta a Andrea. A veces, entraba en un estado de semi inconsciencia, y todo lo que pasaba por su mente era ese instante, ese maldito momento en el que todo cayó junto con él, varios días atrás...


Cuatro días antes

Llamaron al CDA por la tarde, para solicitar apoyo en un asunto que parecía bastante cotidiano. Contacto, que estaba terminando una de sus sesiones, vio a Harry salir deprisa de su oficina. Por experiencia, sabía que no todos los llamados eran de cuidado, pero siempre estaban alertas porque cualquier cosa podía suceder. Ella le avisó de lejos, a señas, que iría con ellos.

Él lo pensó un momento, asintió y abordó la camioneta junto al equipo. Era un tanto afortunado para el CDA atender llamados cuando aún había luz solar, pero para Contacto no, ya que no podía intervenir como cuando la cobijaba la oscuridad. Sentía que no debería estar allí, era inusual que hicieran una ronda a esa hora.

En esa ocasión el sitio a cargo de la ONG en el que solicitaban el apoyo, era un museo de tres pisos que ocupaba un viejo edificio que fue preservado de la demolición, pero todo a su alrededor no, así que se levantaba solitario, rodeado de amplias calles por los cuatro lados. Tenía muchos ornamentos arquitectónicos que harían fácil para la mujer de negro escalarlo, pero no podría hacerlo a esa hora sin correr el riesgo de ser vista.

Según los dos guardias de planta, sonaron las alarmas en diversas partes del edificio a las que los visitantes regulares no tenían acceso. Por lo demás, no habían visto nada inusual. Las cámaras no registraron tampoco actividad delictiva. Hubieran llamado a la policía sólo en el caso de tener la certeza de que había un crimen en proceso. Era obligación de la gente del CDA realizar una inspección antes de involucrar a las autoridades en caso de ser necesario, pero fuera como fuera, los caballos siempre llegaban primero.

Aún había visitantes, lo cual complicaba la revisión, que de cualquier forma era de rutina. El grupo no esperaba encontrar mayores problemas por la naturaleza del lugar, por lo que estaban bastante tranquilos; sin embargo, quien los dirigía siempre se sentía algo ansioso al tener la responsabilidad de que todo saliera bien.

Harry entró por la puerta principal y detrás de él avanzaron dos integrantes de su equipo. El centro del edificio lo conformaba un patio interior techado alrededor del cual se veían todos los pisos. Para acceder a ellos, en centro de éste, había una enorme escalera de caracol, que parecía flotar y que conectaba todos los niveles mediante pasillos que salían de ella. Encima de ésta, había un tragaluz redondo que parecía una cúpula de cristal como de diez metros de diámetro. Harry suspiró. Los hipotéticos intrusos podrían verlos mucho antes de que ellos lograran encontrar a algún sospechoso, si es que lo había. Pensó que Contacto no podría llegar desde arriba, podrían observarla escalar el edificio.

A las seis se cerraba el museo. Esperaron los minutos que faltaban para ello y observaron a la gente salir. Como media hora después, cuando ya no había visitantes, Harry envió a dos integrantes del equipo por la escalera de emergencia que estaba en el exterior del edificio, a dos por el elevador y él y la de negro fueron por el camino más descubierto: la enorme escalera de caracol.

La activación de las alarmas pudo ser un error del sistema. Sin embargo, los llamaron para revisar debido a que varios de los sensores estaban colocados en las decenas de enormes ventanas del antiguo inmueble se habían activado y tendrían que revisarlas todas. A menos que fueran ladrones de planos urbanos viejos o libros, no había nada que robar allí. La ONG que auspiciaba ese sitio se dedicaba a la conservación del patrimonio urbanístico. Dos hombres revisaban el primer piso, otros dos el segundo y Harry y Contacto el tercero. La planta baja era custodiada por el personal del lugar.

Al no haber encontrado nada inusual, el comandante y la joven de negro comenzaron a bajar por la gran escalera circular. Ella iba algunos pasos detrás, ya que había querido comprobar que no olía a nada que pareciera extraño para ese lugar; estaba a la altura del segundo piso, y él casi a la del primero, separados por pocos metros. Harry bajó deprisa y dio la vuelta en la curva pero regresó hacia Contacto al notar que se había detenido varios escalones detrás con el DDC bajo el brazo.

De pronto, parecía que todo se movía en cámara lenta. Él volteó hacia arriba y le hizo un aterrado gesto a Contacto indicándole que se hiciera a un lado. Ella giró para ver lo que pasaba detrás, pegando la espalda a la parte central de la escalera. Arriba, en el tragaluz, había un francotirador apostado, apuntando en su dirección. Se escuchó el cristal romperse. Una bala pasó frente a ella que estaba de lado. De no haber girado, le hubiera dado en la espalda o en la cabeza. En ese instante se dio cuenta de que Harry seguía parado en el mismo lugar. El proyectil que había sido disparado desde el techo siguió su trayectoria inclinada e impactó al hombre en el pecho, del lado izquierdo, a pesar de que él trató de quitarse del camino.

El golpe de la bala lo lanzó hacia atrás con tal fuerza, que lo hizo caer por encima del barandal, hacia la planta baja. Sin importarle si el tirador disparaba otra vez, Contacto llegó en segundos a la orilla y estiró la mano para alcanzar a Harry sin lograrlo, así que saltó tras él, soltando el casco y metiendo los brazos para aminorar la caída del comandante cuando ambos alcanzaban el piso. Con ello evitó que su cabeza y su cuello se estrellaran contra el suelo, pero aún así, gran parte de su cuerpo se desplomó sobre éste.

Ella hizo el inverosímil movimiento a pesar de la presencia de los atónitos guardias del edificio que estaban en la planta baja.

El atacante ya no estaba detrás del tragaluz.

Contacto trataba de mantenerse en calma, pero le temblaban las manos. Fue a recoger el DDC que quedó tirado cerca, y se lo puso.

—¡Hay un tirador en el techo, todos alerta, código magenta, hirieron a Harry! —exclamó desesperada.

Él parecía estar inconsciente. Contacto comenzó a revisar el chaleco que detuvo parte de la bala que quedó atrapada en éste pero que penetró un poco en el cuerpo del hombre, presumiblemente entre un centímetro y dos.

—¿Ya vieron al agresor? —preguntó en el comunicador, desesperada.

—Huyó por la escalera exterior y abordó una motocicleta, vamos tras él, ya dimos aviso a los servicios de emergencia —dijo uno de los integrantes del equipo.

Los demás se dirigieron hacia donde estaba tirado Harry.

—¿Cuánto tardará la ambulancia? —urgió Contacto, tratando de controlarse. Estaba de hinojos, encaramada sobre él, revisando sus heridas.

Harry volvió en sí.  Ella se quitó el casco y lo dejó tirado a su lado.

—No te muevas —le dijo mientras seguía palpándolo con cuidado, aterrada.

—Detente —ordenó él. Tenía los ojos muy abiertos. Hizo un gesto que ella pensó que era de dolor.

—Sólo aflojaré un poco el uniforme ¿si? —dijo sin mover el chaleco.

Él la observaba con horror.

—No, Contacto —clamó y la sujetó de la muñeca.

Debajo de la vestimenta del CDA, Harry tenía puesta otra cosa.

Ella retiró con delicadeza la mano del hombre que seguía recostado sobre el piso de mármol. Le arremangó un poco el jersey gris el cual también le subió a la altura la cintura y levantó la parte de abajo pantalón de lona, descubriendo un poco su pantorrilla derecha. Harry trató de incorporarse, pero no pudo hacerlo.

Estaba estupefacta. Lo observó a los ojos como preguntándole qué rayos significaba aquello. Debajo del uniforme azul gris del comando él llevaba puesto un traje negro idéntico al suyo.

Él la observaba en silencio, muy consternado.

—¿Por qué usas este traje? —le preguntó casi olvidándose de todo lo demás, sintiéndose algo mareada.

—No debiste... —musitó él, tirado sobre el piso, frunciendo el ceño.

—¿Pero qué sig...?

—Omitiste mi orden —susurró él, dirigiéndole una mirada de profunda tristeza.

—¿Desde cuándo...?

El comandante apretó los ojos, con un gesto compungido.

Cuando llegó la ambulancia ella seguía tratando de comprender. Los paramédicos se dirigieron a revisar al caído. Le pusieron un collarín rígido y lo subieron a la camilla.

Todo fue muy rápido. Los guardias del edificio pensaron que las asistencias médicas también debían ver a la mujer, ya que se lanzó de un par de metros del altura. Ella estaba como en otro mundo, aún con una rodilla en el piso. Se puso de pie de un salto cuando se acercaron para tratar de revisarla. Cuando se llevaban a Harry, alguien le preguntó si lo acompañaría al hospital. Se le quedó viendo como si le hablara en un idioma que no comprendía. Se agachó para recoger el DDC, se lo puso otra vez y comenzó a caminar hacia la salida, con el micrófono externo cerrado.

—Tanaka —llamó dubitativa.

—Aquí Tanaka, cambio.

—¿Algún integrante de la organización podría usar un traje de Alfa si no es parte del grupo? —preguntó.

Hubo un extraño silencio.

—No —respondió al fin.

Contacto cruzó la ciudad a pie y llegó al despoblado. Atravesó solitarios matorrales, aumentando la velocidad conforme iba oscureciendo, hasta la costa. Cuando se acabó la tierra, se encontró en el borde de los acantilados frente al mar. El sol había terminado de caer tras el horizonte desde hacía largo rato.

Ella se quitó el DDC y lo lanzó con furia al suelo. Sus ojos estaban enrojecidos. Las lágrimas seguían manando de ellos.

Cerró los puños y lanzó un largo y desgarrador grito.

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