En la oscuridad. Capítulo 4.
Tres semanas desde la desaparición de Andrea
Jueves por la noche
El salón de la elegante mansión parecía aún más grande por estar casi vacío. Al fondo había un ventanal de madera oscura y cuadros de vidrio que casi llegaba al alto techo y que cruzaba la pared de lado a lado, daba vista a un inmenso jardín y a un pequeño bosque, hacia el cual la mirada penetrante de aquel hombre se dirigía con frecuencia. Pesadas cortinas color rojo oscuro flanqueaban el enorme cancel; la luz entraba escasa en el espacio que quedaba entre ambas.
A espaldas del individuo había un escritorio de maderas preciosas. La chimenea, el librero, un carrito minibar, la silla en la que estaba sentado y un sillón de orejas frente al escritorio eran el resto del menaje. La puerta de doble hoja, en una de las paredes laterales, permanecía casi siempre cerrada.
Una botella de whiskey era su única compañía. Los últimos días, las botellas entraban llenas y al poco tiempo salían vacías. Eso le ayudaba a tratar de no pensar. Ahora jugaba un juego que le mantenía la sangre caliente. Tenía un complicado asunto pendiente con una mujer, lo cual resultaba extraño, porque, por lo general, las mujeres de su vida se fueron como las botellas.
Esa chica sudaría sangre. Estaba en sus manos. Lo motivaba la presión que ejercería sobre ella hasta que reventara. Con eso llenaría sus vacíos. Se podría decir que le causaría algo de placer a pesar de su suplicio.
Sacó el teléfono celular que traía en el bolsillo y marcó con calma.
Viernes por la mañana, algún lugar de la organización
La sala circular en la que se realizaba la reunión esa mañana era un tanto diferente al resto de las instalaciones del edificio hexagonal. El piso y el mobiliario eran del mismo lustroso color negro.
Las oficinas del grupo Alfa, el equipo de inteligencia de la OINDAH eran de acceso muy restringido. Los nueve asistentes congregados alrededor de la mesa vestían de formas distintas, pero todos de negro. Era una reunión de rutina. Uno de los asistentes usaba una indumentaria similar a la de Contacto, incluso tenían consigo un casco como el suyo bajo el brazo.
Una mujer delgada, pequeña y arrugada, de traje con solapas anchas, con corto y puntiagudo cabello teñido de rojo, parecía presidir la reunión:
—Ha sido adecuada la integración de este elemento. El recomendado por Alex De Lois que ahora se hace llamar Nexo no tendrá dificultad en reconocer que se ha hecho con el cargo en vez de él.
Una mujer operativa rió por lo bajo. Llevaba puesta una chamarra de cuero del color del piso de la sala.
—Me parece que por ahora debemos permitirle acercarse al nuevo Contacto en vez de ocuparlo en otras cosas —afirmó ella.
—No creo que eso sea lo adecuado, Versus —respondió uno de los operativos.
—Explícanos, Agente —inquirió la mujer arrugada. El joven al que la mujer arrugada se refería era un elemento que aún luchaba por ganar un lugar permanente en el grupo Alfa. Para eso, tendría que seguir trabajando de encubierto, bajo el auspicio de su mentor—. Me parece que se correría el riesgo de que el sujeto se expusiera demasiado —respondió el llamado Agente.
—No será un problema, estoy seguro —observó el Lector, su maestro.
—Acordamos que mantener la confidencialidad del proyecto es la prioridad, hasta que se logre el objetivo principal —dijo el Agente.
—El sujeto tiene esa misma prioridad. Hará todo lo posible por mantenerla. Debes seguir las indicaciones del Lector al pie de la letra, Agente —concluyó Versus.
Gabriel Elec, el Lector, era un estratega tremendo, y poseía un poderoso autocontrol. Y aún así tuvo que contener el desasosiego que le causó el que su estimado discípulo interpelara así a Versus, que a pesar de estar al mismo nivel que los otros cuatro integrantes de la directiva del grupo Alfa era quien llevaba la batuta del grupo y en la organización en general.
Discutieron largo rato sobre cuestiones relacionadas con el proyecto secreto que protegían y que ayudaban a ocultar. Nadie más había hecho comentarios respecto a la situación planteada. La directiva del grupo ya había tomado decisiones al respecto.
El Lector era uno de los pocos Alfa que podía ser identificado de forma plena y pública como parte del grupo. No conservaba su identidad real, lo que le evitaba algunas restricciones. En realidad no tenía una vida privada, se dedicaba de tiempo completo al servicio de la organización.
Al Nexo, el hombre propuesto para el grupo, le hicieron una prueba sin que lo supiera y confirmaron que no dominaba sus instintos agresivos. No serviría, a pesar de la encarecida recomendación de Alex De Lois, uno de los cinco subdirectores generales de la OINDAH quien, bien sabían bien los Alfa, tenía su propia agenda, muy opuesta a la de Carlos Caballero a quien los Alfa le debían su lealtad y él a ellos. Por ello, seguían muy de cerca al subdirector jurídico. Tan de cerca, que él jamás lo hubiera podido imaginar.
Ninguno de los "talentos" del Nexo le sería de utilidad al grupo. Una condición fundamental para que alguien fuera reclutado era que tuviera alguna cualidad tan simple como ser una persona que siempre pasa desapercibida o que es capaz de seducir con facilidad de forma natural, además de poseer una ciega devoción a la OINDAH. El protegido de De Lois, tendría que conformarse con ser asesor del CDA. No obstante, a pesar de su rechazo y sin que lo supiera, trabajaría para el grupo Alfa.
Todo el mundo siempre terminaba trabajando de alguna forma para la inteligencia de la OINDAH. Tenían siempre la primera y la última palabra. Trabajaban a la vista de todos y desde las sombras, poseían agentes e informantes en toda la estructura y las cosas eran siempre como ellos lo decidían, todo, con tal de salvaguardar a la institución a la que pertenecían, por el medio que fuera necesario, sin límites ni restricciones.
—¿Qué haremos con el asunto de las placas? —preguntó el llamado Agente.
—Quien recupere la que está perdida obtendrá algo más que una felicitación —aclaró Versus.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top