En el desierto. Capítulo 27.

Un año y nueve meses desde la aparición de Andrea

En la calle, por la tarde

Finalmente lo que Helena temía más ocurrió afuera de la casa de Di Maggio. Ella salía a la una de la tarde. Era el único día de la semana en el que Contacto solía llegar temprano ahí en el automóvil compacto de la organización debido a que el taller con los caballos terminaba a las once, y la secretaria iba al banco. La mujer de negro vio a lo lejos el convertible salir de la casa, tras el cual el enorme portón automático se cerró. Pero al acercarse, notó otra cosa que llamó su atención, ya que estaba al tanto de la situación de la rubia gracias a Di Maggio, y de la forma de la gente de De Lois de lidiar con los problemas. En cuanto el blanco vehículo se incorporó a la calle, una camioneta negra tipo panel sin ventanas que estaba en la acera de enfrente arrancó. Tal vez era una coincidencia, pero Contacto pensó que podía asegurarse de que en realidad no era nada.

Justo cuando Helena circulaba bajo un paso a desnivel múltiple, otra camioneta como la que iba detrás le cerró el camino al auto blanco. Tenía una por delante y otra atrás. La rubia frenó de improviso, lo que la hizo virar. Contacto se encontraba en su propio transporte, como a 900 metros de ahí. Se estacionó y se bajó, agachándose detrás de éste para que no la vieran.

En una rápida acción, hombres muy armados se bajaron de los vehículos, se lanzaron sobre Helena y la arrojaron al interior de una de las camionetas. Contacto alcanzó a tomar el DDC del asiento del auto y ponérselo, mientras corría hacia ellos, tratando de ocultarse tras varios que estaban estacionados junto a la acera. Si intentaba sacar a la asistente, sin duda habría disparos, así que la joven de negro decidió que lo único que podía hacer era no perderla de vista.

Los vehículos arrancaron. Corrió hacia ellos y se colgó lo más discretamente que pudo de la parte trasera de la camioneta que estaba más atrás cuando ya estaba en movimiento, justo antes de que salieran del cobijo de la sombra del paso a desnivel. Se aferró de la parte de abajo del transporte que era apenas un poco más alto que uno regular. Trató de informar lo que ocurría, pero ninguna vía de comunicación del DDC funcionaba, por lo que siguió ahí.

Iban rápido, en convoy. No podía permitir que alguien la viera, no quería que ese auto se detuviera y perder al otro, en el que iba la rubia. Tampoco dejaría que hubiera fuego cruzado, era la una de la tarde, la calle estaba llena de gente. El vehículo tenía espacio suficiente como para permitirle caber debajo, pero por poco. La mujer de negro, que traía puesto el DDC temía que éste hiciera ruido si chocaba con el pavimento en algún salto, así que colgada en la parte inferior de la camioneta, observó la llanta de refacción, ubicada ahí. Estudió un momento el soporte en el que estaba sujeta. El transporte dio un par de brincos, pero ella siguió sosteniéndose, mientras quitaba el pesado neumático de su lugar. Lo depositó sobre el piso, la camioneta siguió andando, dejándolo atrás. Afortunadamente, sus tripulantes no lo notaron. Contacto ocupó ese lugar debajo del automotor, que había tomado la carretera para seguir el recorrido durante tres horas más.

La mujer agradeció haber quitado la llanta cuando llegaron al desierto. Bajaron la velocidad y pasaron sobre un terreno irregular, con secos matorrales. Estaba segura de que la otra camioneta seguía al frente. Escuchó en algún momento un grito de Helena, silenciado por uno de esos hombres. Sería una bruta a veces, pero no dejaría que le hicieran daño.

Al fin, se detuvieron. La mujer de negro los escuchó descender del vehículo y arrastrar a Helena con ellos. Eran seis. Demasiados para enfrentarlos cara a cara al tiempo que trataba de rescatar a la rehén a plena luz del día. Tenía que ser muy cautelosa.

Eran poco después de las cuatro de la tarde. La luz la hacía estar en total desventaja. La camioneta estaba estacionada en un enorme predio rodeado de nada. A lo lejos, sin salir de abajo del transporte, pudo ver una construcción que parecía ser una bodega o algo parecido. Había hombres circulando por todo el lugar. El DDC aún no tenía señal. Estaba concentrada, pero no podría evitar sentirse aterrada.

Pensó que podría esperar a que cayera la noche para moverse, justo cuando oyó a lo lejos los gritos de Helena otra vez. Era un clamor desgarrador, la estaban amenazando. No sabía si había tiempo. Creyó escuchar algo como «Si no habla, terminen ya».

Salió para tratar de dirigirse hacia donde se escuchaban los gritos de la mujer, escondiéndose tras lo que encontrara. Tuvo que dar un enorme rodeo por el perímetro, que estaba cercado con una sencilla malla. No parecía haber nada en kilómetros alrededor, ni siquiera la carretera. Sólo había un sendero rústico marcado en la tierra a la entrada del lugar. En cuanto se alejó de la camioneta, el DDC comenzó a tener señal otra vez.

—Puente —dijo Contacto.

—Aquí Tanaka, cambio.

—Estoy en el desierto en una situación difícil, hay muchos hombres armados. No tenía señal, te estoy enviando mi ubicación en este momento. Avísale al Lector, tienen a Helena Rige como rehén —clamó la mujer de negro luchando por mantener la calma.

—Informo de inmediato —replicó.

Ella esperó unos minutos que se sintieron como una eternidad, evadiendo por muy poco a uno de los hombres que hacía una especie de ronda por los alrededores y que portaba un arma larga de grueso calibre.

—Contacto, te conecto con el Lector —respondió Tanaka.

—¿Qué está pasando? —preguntó Elec.

—Secuestraron a Helena, la secretaria de Di Maggio, fueron dos camionetas. Hay hombres armados, más de diez. Estamos como a 250 kilómetros al sur de la ciudad cede. Le di mi ubicación a Tanaka —exclamó ella sin ocultar su desesperación.

—¿Cómo llegaste hasta ahí?

—Fui testigo del secuestro, me colgué debajo de uno de los autos de estos hombres. Condujeron por tres horas, el DDC se quedó sin señal hasta que llegué aquí.

—Estoy enviando refuerzos hacia tu posición, pero les tomará como una hora llegar. También daré parte a la policía, pero dudo que lleguen antes que nosotros.

Helena volvió a gritar, ahora con más fuerza. Tal vez la estaban torturando.

—Venga quien venga, no podemos esperar, Lector.

—Dame un minuto —respondió y se comunicó poco después—. Hay un helicóptero cerca. ¿Estás en una situación segura como para tratar de recuperarla? ¿Hay espacio para que la aeronave baje a rescatarlas?

—Hay una construcción de alto techo, no sé si sirva para que baje el helicóptero. Le estoy enviando las imágenes a Tanaka de todo lo que alcanzo a ver en este momento. ¿En cuánto tiempo llegarían?

—Quince minutos —replicó Gabriel.

—Está bien. Haré lo que pueda, no será fácil.

—Deberías esperar a los refuerzos.

Helena seguía profiriendo desgarradoras exclamaciones.

—No voy a esperar. Fuera.

Durante todo el tiempo que estuvo hablando con él se dirigía hasta el lugar del que procedían los gritos, ocultándose entre construcciones y contenedores industriales que parecían grandes cajas.

Llegó ahí por el flanco norte que parecía estar más descuidado. Escaló por la pared del galerón lo más rápido que pudo para asomarse a través de una de las altas ventanas. Era un tanto similar a aquella de la que rescató al sobrino del Director, pero más alta y casi vacía, a excepción de lo que había justo en el centro.

Tuvo un terrible presentimiento, no sabía en qué rayos se había metido.

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