Desacato. Capítulo 10.
Dos meses desde la desaparición de Andrea
En la ciudad, de noche
Contacto estaba analizando su próximo movimiento para encontrar a su amiga, viva o no, y la placa, pero al mismo tiempo se esforzaba para hacer creíble su coartada. Le gustaba su trabajo, comenzaba a tener una estrecha relación con los recién egresados del CDA, quienes, entre la asignación de sus plazas de trabajo, sus deberes específicos y sus rondas, tenían poco tiempo para entrenarse con ella, pero algunos siempre estaban dispuestos por más de una razón. Permanecían en la academia dos años, el tiempo que duraba el entrenamiento, para después ser asignados a diversas áreas y sedes de la organización. A la mujer de negro le parecían demasiado jóvenes para enfrentar ese nivel de riesgo: tenían entre veinte y veintidós años. Sin embargo, Contacto era apenas unos meses mayor que eso.
Volvía a casa en un vehículo institucional esa noche y en el camino se conectó al puente del CDA; lo dejaría abierto para seguir los movimientos de los caballos por medio del DDC. Debido a que el emblema del comando era la cabeza de un caballo de ajedrez que también se mostraba en sus uniformes, la gente los llamaba de esa forma.
Por un rato quería dejar de pensar lo que estaba por hacer respecto a la desaparición de Andrea. Era como escuchar la radio.
Cuando el personal del comando resguardaba un espacio no se hacía mediante grupos tácticos ni escuadrones, un cadete recién egresado debía ser capaz de controlar eventos menores o de evaluar la situación para solicitar el apoyo adecuado en casos más complejos. Toda esa logística resultaba necesaria, pues la organización poseía equipo muy costoso, resguardaba mucha información confidencial y acogía a personas muy reconocidas. Mientras escuchaba a la operadora en turno, se enteró de que en uno de los edificios ubicado en la ciudad había un problema. Se trataba de un lugar cercano a donde se encontraba. El elemento de guardia informó que había extraños en el edificio y pidió auxilio. Ella decidió dar una vuelta por ahí. Conocía a ese chico, pues participaba en sus lecciones de vez en cuando.
Se quitó el conjunto deportivo que llevaba sobre el negro traje para no arruinarlo y lo dejó el auto que estacionó a unas cuadras para trasladarse, como era su costumbre, por sitios inaccesibles para el resto de la gente. Llegó justo cuando el joven pedía ayuda con urgencia. De acuerdo con su informe, varios hombres estaban allanando el área que custodiaba. Recibió la orden de Harry de mantenerse oculto y esperar en posición: no podría proteger el lugar si se encontraba en desventaja numérica. Resultaba inusual la intrusión, porque esas oficinas no resguardaban nada secreto o de valor. No obstante, como se trataba de recintos utilizados por organismos asociados, en más de una ocasión, grupos o individuos con intereses adversos habían intentado llevar a cabo transgresiones, robos u otras acciones opositoras.
El equipo que lo apoyaría (justo el que comandaba Harry) estaba todavía a algunos minutos de distancia. El caballo trató de encender la alarma del edificio, pero no funcionó y poco después dejó de transmitir. La operadora lo llamó en repetidas ocasiones y no recibió respuesta.
—Aquí, Contacto —se dirigió al puente del CDA—. Estoy en el lugar en el que se suscitó el problema.
La función de ese puente se limitaba a coordinar las comunicaciones.
—Espera —escuchó en un canal privado. Era Harry desde su propio aparato de comunicación.
—Voy a entrar —dijo.
—No lo autorizo —replicó él.
—Sólo voy a echar un vistazo.
— ¡No, ya casi llegamos!
—Hay un auto sospechoso estacionado atrás del edificio, mejor por el frente —dijo tras pensarlo mejor. No tenía sentido discutir cuando ya estaba dentro buscando al joven.
Eran cuatro pisos, ella ingresó por el de hasta arriba. Había recovecos, estaba oscuro. Contó a tres sujetos subiendo por la escalera, escuchaba sus pasos; además, había al menos uno en el vehículo. Bajó al tercer nivel y luego al segundo, donde, oculta entre las sombras, los vio. Sabía que estaban armados. En la otra esquina estaba escondido el caballo, desarmado. Éste se enteró de que el edificio estaba siendo atacado porque rompieron la puerta trasera y desconectaron la luz y las alarmas. Incluso apagaron el generador auxiliar. Sólo estaban encendidas las lámparas de emergencia en la escalera.
El joven había subido corriendo de la planta baja al nivel inmediato superior para ver mejor desde arriba y pedir ayuda, pero quedó varado debido al arribo de los intrusos a ese piso. Oculto, permaneció ahí desde ese momento. La mujer estaba a punto de comunicarse con él cuando los extraños comenzaron a abrir archiveros y a incendiarlos. La ONG a la que pertenecían las oficinas debió haber tocado fibras sensibles.
El equipo se demoraba. El joven salió de su escondite, rompiendo la orden que había recibido, y gritó: "¡Deténganse!".
Los hombres voltearon hacia él. Contacto aprovechó para lanzarse sobre el que estaba atrás de los otros y que le quedaba más cerca, mientras le indicaba al caballo por un canal privado que se tirara al suelo. Ella embistió al tipo con suficiente fuerza como para noquearlo. Fue un golpe certero y veloz pero ruidoso, pues con ello intentó atraer la atención de los otros. Cuando éstos se volvieron para ver al caído, ella se lanzó contra el segundo y el tercero a la vez. Ninguno tuvo tiempo para tomar sus armas, la mujer ya había saltado sobre ellos y los había dejado fuera de combate. Todo sucedió en unos pocos segundos. Se limitó a asestarlos en puntos específicos para dejarlos inconscientes.
Dado que asumía que nadie se daría cuenta, no se permitiría entrar en un juego de dar y recibir golpes; para ella no resultaba necesario, pues era mucho más precisa. Sospechaba que era capaz de terminar con la vida de alguien con solo un dedo y aunque no quería confirmarlo, debía detenerlos de alguna forma. Después de todo, no tenía idea de por qué hacían eso y sólo trataba de proteger al elemento. Después se acercó a ellos para comprobar que no estaban conscientes y los desarmó.
—Busca un extintor —le dijo al caballo.
Un par de minutos más tarde, las incipientes llamas habían sido controladas y la camioneta llegaba a toda prisa con la torreta encendida, por el frente del edificio. Bajó el equipo. El vehículo estacionado atrás huyó al escucharse la sirena. Dos elementos permanecieron en posición, cuatro caballos entraron al edificio con cautela, usando visores nocturnos. Nunca portaban armas de fuego, sólo instrumentos no letales. Encontraron a los intrusos en el suelo, a Contacto con el casco puesto y a un elemento del CDA agitado.
Harry, quien coordinaba a los recién llegados, se dirigió primero al elemento.
—¿Qué ocurrió? —preguntó en un tono enérgico.
—Traté... Les ordené que se detuvieran, señor — respondió el chico, algo inseguro.
—¿Por qué desobedeciste la orden?
—Ellos querían quemar las instalaciones, señor. Traté de detenerlos. "Es parte fundamental de nuestro trabajo preservar la información de la organización" —dijo el joven, recitando de manera nerviosa uno de los estatutos del Comando de Apoyo.
—Nunca contraríes una orden que te puede salvar la vida. Esa es la primera regla —respondió el comandante con fuerza.
Los otros miembros del grupo revisaron a los invasores mientras llamaban a las asistencias médicas y a las autoridades de la ciudad para denunciar los hechos. Harry se llevó una mano a la cabeza.
—Esto es obra tuya, ¿no es cierto? —dijo serio, en un tono muy bajo sin voltear a verla—. Ojalá me puedas decir cómo vamos a explicarlo.
Entonces ella se percató de su error: se expuso demasiado. Pensó en Di Maggio y en lo estúpida que decía que era. Tal vez no estaba del todo equivocado. El caballo no habría podido ver con claridad lo sucedido: la oscuridad, la velocidad con la que se movió. Resultaba imposible que fuera capaz de dar una versión precisa en ningún sentido. En cuanto a los agresores, estaba segura de que no tenían ni idea de lo ocurrido.
Tras esposar a los tipos, a quienes trataban de reanimar en tanto llegaban los paramédicos, dos miembros del equipo bajaron a tratar de arreglar el interruptor general, pues el edificio aún se encontraba en penumbras.
Todos rumoraban sobre lo ocurrido. A través de la visera del casco, Contacto vio que alguien más llegaba por la escalera desde arriba y se acercaba para observar la escena; el uniforme era idéntico al suyo, incluso el casco, que traía puesto. Cuando lograron restablecer la energía eléctrica, no sólo estaban presentes los transgresores, los integrantes del CDA, el caballo y Contacto, sino también el hombre de negro, que se encontraba un poco más atrás. Nadie más lo vio llegar tarde.
—El área está asegurada —dijo el Alfa.
Todos los integrantes del CDA, excepto su comandante, asumieron que para dos elementos de élite como eran los Alfa, quienes se distinguían por vestir siempre de negro, dejar inconscientes a tres invasores no resultaba un problema mayor. Tenían la reputación de ser seleccionados de entre los mejores y de contar con entrenamiento de punta, tan fuerte que sólo muy pocos lograban ser parte de ese grupo. Harry observó a la mujer con un gesto desaprobatorio, y luego se volvió hacia el recién llegado, cuyo rostro estaba oculto por el casco.
—Gracias, nosotros nos haremos cargo —afirmó Harry.
—No dejen de llamarnos si necesitan algo —respondió el Alfa con una voz suave y amable detrás del DDC.
El gesto de Harry se endureció un poco más. Esperó a que todos salieran y se quedó un momento atrás con Contacto, quien esperaba con los brazos cruzados, recargada en un escritorio sobre el que puso el DDC. Le explicó lo que había sucedido.
—Al menos pudiste ser más discreta.
Ella agachó un poco la cabeza.
—Si hubiera sido más discreta, quizá tendrías una baja.
Él permaneció pensativo y recargó las manos sobre el escritorio.
—¿Conoces al otro Alfa? —preguntó al molesto comandante.
—No le vi la cara —contestó con sequedad.
Contacto comenzó a recapitular: "Nadie me vio hacer nada" se dijo. Pero sospechaba que comenzaban a seguirla de cerca.
—Debes tener cuidado —dijo Harry, un poco más calmado.
—Disculpa por haber omitido tu orden —se lamentó la mujer.
—En tu lugar, tal vez hubiera hecho lo mismo. Pero el elemento que no acate las órdenes será sancionado. Menos mal que nadie en el CDA sabrá lo que hiciste... y que no estás bajo mis órdenes —susurró Harry.
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