Combustión. Capítulo 41.

Tres años y cinco meses desde la aparición de Andrea

En casa de Di Maggio

Contacto estaba sentada frente a Di Maggio con el DDC sobre la duela. Él comenzaba a parpadear, como a punto de quedarse dormido.

—Ya me voy —dijo ella. Se levantó y se puso al casco al salir. A través de éste comenzó a llamar a Harry ya que era día de ronda, pero no obtuvo respuesta. Trató de comunicarse al puente del CDA pero tardó un largo y extraño rato. Al fin, logró conectarse con Manuel.

—¿Por qué no tienes un teléfono celular como todo el mundo? ¡A veces es muy difícil comunicarse contigo! —clamó el eterno subdirector interino del CDA—. Tenemos una situación de emergencia en los niveles de mantenimiento.

—¿Me estabas buscando?

—¡Sí, desde hace como cuarenta minutos!

—Es extraño, no recibí ningún mensaje. ¿De qué se trata? —preguntó ella, dirigiendo la mirada hacia el prado.

—Tenemos un elemento del CDA atrapado en un incendio en la torre de la OINDAH, la gente de protección civil está luchando por alcanzarlo.

—¿Y Harry?

—Está tratando de llegar a él, es un terco, no tiene nada qué estar haciendo ahí, pero ya lo conoces.

Estaba de pie a medio jardín, fría por la noticia.

—Voy para allá —clamó—. Harry ¿qué está pasando? —dijo en el comunicador en el canal del subdirector de seguridad, mientras corría hacia la barda. No obtuvo respuesta. En ese momento logró conectarse al canal del comando. La situación era compleja.

A Contacto le tomaría varios minutos llegar hasta el auto de la organización que había dejado a algunas cuadras, por costumbre. Eso, aunado al tiempo del traslado a la cede, tardaría casi una hora llegar. Y tenía prisa, mucha prisa.

Volvió sobre sus pasos hacia la casa y entró al garaje. Giorgio la odiaría por eso, pero no le importaba nada más en ese momento.

«Algo que sea rápido, que tenga el tanque lleno» pensó desesperada. En alguna de sus visitas no autorizadas, había visto algo debajo de una cubierta.

Corrió hacia ella y la levantó como si fuera un capote de torero, exponiendo la negra motocicleta Diavel de Di Maggio. Aurelio encendía las máquinas de vez en cuando para darles una breve vuelta por la propiedad, por ello tenían combustible.

«Las llaves» se dijo. Fue hacia un panel ubicado en la pared y tomó el llavero con el escudo de la marca.

—¡Tanaka! —exclamó en el micrófono.

—Aquí Tanaka, te escucho. No es necesario que me grites. Cambio.

—Te comparto la imagen del DDC, ¿cómo enciendo esta cosa? ¡tengo la llave!

Le tomó unos momentos responderle.

—El manual en línea dice que en el manillar del lado derecho debes subir el botón rojo y presionar el negro.

—¡Lo logré! —dijo ella, montada en el asiento, mientras seguía pidiendo indicaciones de cómo conducir el vehículo, tras haber ido a apretar el control de apertura de la puerta del garaje. Odiaba la motocicletas, siempre pensó que eran demasiado peligrosas, pero parecía que con esa cosa podría llegar más rápido que de cualquier otra manera. Le tomó un rato comprender cómo manipular los cambios de ese vehículo en particular. Al pasar había agarrado uno de los controles inalámbricos de la entrada principal de la casa, con el que abrió la enorme puerta unos segundos antes de atravesar el umbral.

En la famosa capacitación que le dio la OINDAH cuando aún estaba en la universidad, incluyeron algunas cosas extrañas sobre el funcionamiento de chapas, candados, cerraduras, sistemas de seguridad, vías alternas de acceso y escape, otra más compleja sobre manejo de armas que deseaba nunca tener que poner en práctica y un poco sobre manejo defensivo, con diversos tipos de vehículos terrestres. Había aprendido a manejar desde que estaba en la preparatoria, aunque nunca había tenido un automóvil propio y era la segunda vez en su vida que se subía a una motocicleta.

Esa era una máquina impresionante. Condujo por la ciudad a 80 kilómetros por hora. Aumentó a 150 cuando llegó a las afueras. En la autopista subió a más de 200. Se deslizaba sobre el pavimento esquivando el tráfico habitual como un rayo láser negro y rojo. Esperaba no encontrarse con ningún agente de tránsito en el camino, ya que no iba a detenerse de ningún modo.

Tuvo que parar un momento al llegar a la sede, en los controles de acceso. En unos minutos arribó a un estacionamiento en el que dejó el monstruo de metal, ya que estaba cerca del lugar del incendio.

Los bomberos estaban tratando de entrar por los lugares convencionales, pero el fuego les impedía el acceso. Ella conocía otras formas de moverse adentro de la torre. Levantó una coladera en el piso por la que apenas cabía, y se deslizó por el estrecho conducto que estaba bajo ésta, ahí había tubos de diverso calibre. El interior estaba algo polvoso y las uniones de las secciones de los conductos estaban engrasadas. El "sello" del DDC estaba cerrado alrededor de su cuello, como un fuelle, tenía la cola de caballo acomodada dentro de éste. Sólo tenía abierta una rendija en la parte posterior que por fortuna contaba con un filtro.

Ella trataba de evitar ese tipo de espacios a toda costa, pero la única forma de llegar al lugar del percance sin toparse con el fuego era bajo el piso.

No estaba muy segura de lo que sucedía. El personal de asistencia con el que pudo comunicarse le explicó que había una fuga de un tanque que contenía de un material inflamable, lo que provocó un incendio que no lograban atravesar. Se arrastró, encontrándose a veces en sitios muy estrechos.

—Tanaka, te acabo de compartir mi ubicación. No sé si voy en la dirección correcta.

—Sigue derecho y da vuelta a la izquierda diez metros adelante —replicó con su voz mecánica.

La guió todo el camino. Estaba oscuro, continuaba internándose más y más en el edificio. El calor de la parte superior iba en aumento. Ahora iba a ciegas, guiada por la voz de Tanaka, pero no se detuvo. Al pasar debajo de una de las rejillas en un pasillo, logró ver el fuego que seguía, a pesar de que los aspersores estaban funcionando.

Olía a algo químico que no conocía. Salió justo en el espacio en el que estaba atrapado el hombre. El traje estaba cubierto de polvo y grasa y comenzó a escurrir agua de los aspersores sobre éste. Apenas se podía ver por el denso humo. Encontró al caballo luchando por respirar, pegado al piso, en una esquina.

—¿Estás bien? —le preguntó al asombrado hombre.

—Afirmativo —aseveró y tosió con fuerza.

—Estoy con JC —dijo Contacto —. Vamos a salir por el ducto bajo el piso por que llegué.

—¿Pero qué...? —exclamó Harry a través del comunicador, cuya señal quizá estaba siendo interrumpida por los pisos y paredes de concreto entre los que se encontraban. Él estaba del otro lado del fuego que los separaba, con el equipo de bomberos.

—Nos vemos afuera, comandante —aseveró ella.

Ingresaron al ducto.

—No regresen por el mismo camino, hay uno más corto —le indicó Tanaka.

JC traía un pedazo de tela empapado con el agua de los aspersores sobre el rostro. No cabían juntos por el conducto, tenían que ir uno detrás del otro, así que ella iba adelante, en la oscuridad, avanzando con la guía del Puente. En algún momento, el operador le indicó que subieran a un pasillo que conducía hacia una enorme cisterna interior, que tenía un techo muy alto. Una escalera metálica empotrada en la pared llevaba a una portilla en la parte superior.

Todo el nivel estaba en penumbra. Las luces se fueron encendiendo en secuencia, como indicando el camino. Ella se sorprendió.

—¿Tú hiciste eso, Tanaka? —susurró en el micrófono interno del DDC para que el caballo no la oyera.

—Controlo cada puerta, cada cámara, cada lámpara y cada uno de los sistemas de seguridad de la cede de la OINDAH. Tengo todos los planos y todos los mapas en mi sistema. Y puedo acceder a cada uno de los aparatos de comunicación y teléfonos de quien sea, pero no se lo digas a nadie —clamó.

La mujer de negro estaba contrariada, más por la forma en la que se lo había dicho que por lo que podía hacer.

—¿A dónde lleva la escalera que sale del agua, Tanaka?

—Es el camino más corto hacia el exterior de la torre.

—Ojalá sea agua limpia —pensó en voz alta. —¿Qué profundidad tiene el depósito?

—Como seis metros. Y sí es potable —exclamó el operador de forma incisiva.

—Espero que sepas nadar, JC —dijo la joven dejándose caer en el agua, llegando a la escalera pegada a la pared con algunas brazadas y trepando por ella hacia la portilla metálica ubicada en lo que sería el techo de la sisterna. El caballo la siguió después de dudarlo un poco. Contacto abrió la tapa metálica desde adentro. Junto al acceso al depósito de agua había un tanque superficial de combustible tras una reja, muy cerca de la pared lateral de la torre.

En cuanto estuvieron afuera, siguieron el perímetro del edificio hexagonal hacia la cara en la cual estaba el acceso principal al área de mantenimiento, a través de la cual los cuerpos de emergencia trataban de llegar al sitio del percance. Ella preguntó por Harry; seguía en el interior. El humo salía en mayor cantidad y era más espeso. Dejó a JC en la plaza cercana a la fuente verde y se internó de nueva cuenta en el edificio, pero ahora por donde lo había hecho el equipo de emergencia.

Después de dar varias vueltas, encontró a cuatro bomberos y a Harry a gatas, buscando la salida. Ahora ella iba detrás, indicándoles el camino.

—Sigan adelante en línea recta aquí, no se detengan —dijo.

En cuanto alcanzaron el exterior, se percataron de que ella no se encontraba con ellos.

Todos los hombres estaban a salvo. Observaban la puerta por la que había comenzado a salir una densa y negra humareda, pensando lo peor sobre la suerte de la mujer que los sacó de ahí. Tuvieron que sujetar a Harry de los hombros, ya que estaba a punto de lanzarse al interior otra vez, cuando del humo emergió la familiar silueta con el DDC puesto.

Los bomberos habían traído otros equipos para combatir el fuego químico. Se movían a gran velocidad, de un lado hacia el otro, pero Contacto parecía avanzar como en cámara lenta en comparación, como si estuviera en un escenario distinto, en una dimensión alterna. Los hombres que salieron antes que ella la observaban estáticos, como a treinta metros de la construcción, cubiertos de tizne. La figura de la mujer era del mismo color que la oscura nube de la que emergió. Al pasar junto a los bomberos les dijo algo y todos se alejaron. Al llegar junto a los hombres a los ayudó a escapar, se agazapó un poco.

—Cúbranse —dijo.

La observaron dubitativos. En ese momento, se escuchó una fuerte explosión, que hizo que todos saltaran.

—Fui a ver si se podía hacer algo, pero eso iba a estallar de todas formas —respondió la mujer, sin voltear hacia la puerta, que fue arrancada por la explosión.

Más tarde, cuando estuvo controlado el siniestro, ella volvió al estacionamiento. Estaba tratando de asimilar lo ocurrido. Pudo perder a Harry esa noche; ese pensamiento le provocó náuseas y una opresión en el pecho. Se montó otra vez en la Diavel para devolvérsela a su dueño, manchando sin querer de tizne y grasa el asiento.

No se dio cuenta hasta que se bajó de ella de nuevo. Las manchas salían fácil del liso traje, pero se habían adherido al fino cuero del vehículo.

«Di Maggio va a odiarme aún más toda la eternidad por esto», pensó.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top