Ataque doble. Capítulo 65
El día anterior a la asamblea
La alarma contra incendios había sonado. La Directora General estaba en su despacho con su secretario particular que salió primero dejando la puerta abierta, verificando que todo fuera seguro para abandonar el lugar. Los aspersores comenzaron a funcionar, haciendo que todos gritaran de sorpresa.
—No se preocupe, es una falsa alarma —comentó Contacto mojada de pies a cabeza, a espaldas de la Directora, entregándole un paraguas—. Por favor, necesito hablar con usted dos minutos, es crucial.
La anciana señora asomó la cabeza afuera de su oficina.
—Es una falsa alarma, pero sigan el protocolo, en un momento los alcanzo —dijo y cerró con seguro.
Los aspersores se detuvieron.
—Se han dañado documentos, Contacto —informó la directora.
—Quizá, pero el más importante no está aquí. Por cierto, traigo una copia —respondió ella, sacando algo que tenía doblado en dos sobre el pecho en una bolsa de plástico, bajo el traje. Era una fotocopia del convenio del doctor Di Maggio con la OINDAH.
—De Lois tiene el original. Lo presentará mañana en la asamblea. Creo que la acusará de encubrimiento ilegal.
—¿Cómo lo sabes? ¿cómo lo consiguió? —dijo la directora.
Contacto trató de no sonreír y respondió:
—Yo se lo di. De cualquier forma terminaría enterándose. Me parece que lo importante es que todo el mundo sepa de esto. El periodo de resguardo del proyecto por la OINDAH termina el día de la asamblea. Quizá exista un nuevo convenio que renueve la permanencia del proyecto en la organización, pero eso no impedirá que De Lois señale a la Dirección por haber ocultado el anterior. Por otra parte, si dicho hipotético contrato nuevo no existiera, Di Maggio podría irse con el proyecto y hacer lo que quisiera, pero eso no le conviene a nadie. La organización lo perdería y Giorgio... bueno, las farmacéuticas del mundo se lo comerían vivo. Usted podrá decir que tuvo que esperar a que pasaran los diez años para poder integrar formalmente el proyecto a la organización y con eso, salvaría su dirección.
—¿Integrarlo formalmente? — preguntó la Directora.
—Sí. Como una ONG —respondió ella.
—No podemos convertir un proyecto en ONG en un día, Contacto. Además, en efecto, existe otro documento que hemos firmado el señor Di Maggio y yo para que el proyecto permanezca diez años más, a partir de mañana, pero ya no lo tengo en mi poder —dijo la funcionaria.
—Afortunadamente yo si sé dónde está. Lo leí con cuidado. Contiene términos ajenos a la intención original del doctor Di Maggio, que era usar el suero para la salud. Además, no servirá de nada cuando De Lois presente el anterior original. Y estoy segura de que tampoco usted está de acuerdo con el nuevo convenio. Sobre el asunto de constituir el proyecto como una ONG, por fortuna se ha estado trabajando en eso desde hace varios meses y todo está listo. Nadie tiene que saber que usted recién se ha enterado hoy —respondió la mujer de negro.
—Y así me veo obligada presentar la solicitud de integración de la ONG a la asamblea...
—Yo no diría que obligada. Estoy segura de que usted habría hecho lo correcto de todos modos —replicó Contacto.
La doctora Selz observaba de una forma extraña a la mujer del traje. La directora estaba al tanto, como su predecesor, de los infructuosos intentos de los Alfa de recrear sus capacidades físicas en sus propios elementos.
—Hay algo más que puedo asegurarle. El suero no servirá para crear súper soldados. Tengo en mis manos la evidencia de ello. Todos ustedes la conocerán mañana cuando haya concluido la asamblea sin contratiempos. Tiene mi palabra —aseveró tocando la cadena que traía colgada en el cuello.
—Ojalá los Alfa no tomen medidas drásticas —dijo la directora.
Contacto sonrió de manera franca.
—Estoy lista para eso. Usted puede informarles lo que considere pertinente. Después de todo, ellos son la inteligencia de la organización. Sin embargo, si tratan de detener a De Lois, pienso que de todas formas el convenio se hará público. Así que tal vez sea mejor manejarlo dentro de la OINDAH que tener que lidiar con los medios.
—¿Por qué haces esto, Contacto? —preguntó la anciana.
—Porque es lo correcto. Es hora de que se haga la entrega del suero al mundo. Muchas vidas podrían salvarse. Todo lo que he querido es cumplir con mi deber. Ahora, lo más importante está en sus manos.
—Conozco los resultados que ha arrojado la investigación hasta el momento. Concuerdo contigo en que es hora de hacerlos públicos. Sin embargo, creo que los Alfa no lo verán de esa manera. Quisiera poder hacer algo por ti, Contacto —dijo la doctora, a sabiendas de que nada detendría a la inteligencia.
—Hay una cosa que quisiera pedirle. No permita que interfieran con el curso de la asamblea. No deje que sea interrumpida, hasta que se haya tratado el asunto del suero, por favor. Cuando llegue el momento, el portavoz del proyecto se acercará a usted para que le ceda la palabra. Él podrá exponer todas las pruebas y argumentos que le pida la concurrencia. Eso es todo. Espere, hay otra cosa. Hace unos meses estuve confinada varios días en un pozo en el nivel más profundo de la organización. Parece que lo hicieron para mí. No deje que lo usen para torturar a nadie más.
—Te doy mi palabra de que no será así. Daré instrucciones para que sea clausurado —afirmó la funcionaria. Ella nunca estuvo de acuerdo con que la mujer de negro hubiera sido aislada en ese lugar.
—Va a pasar a la historia, junto con Carlos Caballero y con el doctor Di Maggio. Los van a recordar por haber otorgado un gran bien a la humanidad —aseveró la mujer de negro.
En ese momento tocaron a la puerta del despacho. La directora le abrió al secretario que no logró ver a la otra mujer que había abandonado la oficina por una vía alterna. Sólo se encontró con su jefa, que tenía una expresión de seria perplejidad.
En la asamblea
—Les pido su voto para integrar la ONG formalmente a nuestra organización, el día que el proyecto ha quedado liberado de su convenio original. Asimismo, antes de que voten, les solicito que consideren que el proyecto ya cuenta con resultados exitosos, mismos que aparecen en el resumen científico y ejecutivo que están recibiendo ahora. Creo que es muy importante que tomemos unos minutos para que los revisen —dijo la Directora General.
El subdirector estaba pálido, fuera de sí. Sus ojos estaban inyectados y tenía la boca abierta. No tenía mucho qué hacer, había sido timado. Pensaba en replicar y al instante algo dentro de sí respondía otro argumento que nulificaba su réplica.
Mientras tanto, en los niveles subterráneos
Contacto siguió rondando por la organización con el DDC puesto. Dejó la mochila donde había pensado. Comenzaba a escuchar rumores de pasos veloces. Contaba en su mente: dos, siete, diez personas... Subió por la escalera algunos pisos. Sería imposible que trataran de cuidar todas las salidas. Los elementos la cercaban, de un lado del pasillo, del otro. Decidió salir de la torre y dirigirse hacia un área que conocía muy bien: las instalaciones del CDA.
Al mismo tiempo, en la sala de sesiones
En el instante en el que la Directora terminó de hablar, la asamblea se desató como una tormenta. Voces sobre voces hacían un estruendo. Se tuvo que llamar al orden varias veces. Así transcurrió un buen tiempo hasta que pudieron proseguir.
—Para poder explicarles mejor la parte científica de esta ONG que ahora solicita ser integrada a la OINDAH, le pido a la vocera del proyecto, la bioquímica Andrea Martínez Aster que tome la palabra. Ella, así como el resto de los integrantes del proyecto debieron realizar una doble labor en esta institución, para que la secrecía del mismo fuera efectiva —dijo la Directora.
Andrea le había informado a Cristina Selz que era ella quien hablaría sobre el proyecto poco antes de que De Lois hubiera comenzado su perorata en el punto 203.
La asamblea emitió un confuso voto aprobatorio, tras deliberar caóticamente por largo rato. Entre otras cosas, decidieron que siguiera la sesión hasta que se hubiera agotado el punto. Lo que estaba sucediendo, así como de lo que les iban a hablar, podría ser aprobado o rechazado y conducir incluso, a la inmediata destitución de la Directora en funciones si el pleno lo decidía así, por lo que iban a escuchar y a debatir todo el tiempo que fuera necesario. Para entonces, ya eran casi las dos de la madrugada.
Andrea se levantó, se dirigió al estrado y ocupó el sitio que le cedió la Directora. Dio una exposición sobre el proyecto y su desarrollo. Comenzó a explicarlo todo, tratando de relatar abiertamente los peligros de trabajar con algo tan importante como aquel descubrimiento.
Mientras tanto, en el Comando de Apoyo
Contacto no podía huir por completo, con el traje puesto era como si trajera un letrero luminoso. Pero no era momento de deshacerse de él, aún no. No debía poner en evidencia a sus nuevos aliados. Debía parecer que ella no sabía que conocían su ubicación, que nadie abría puertas para ella o que no bloqueaban ninguna señal.
Salió del edificio y lo rodeó. Caía una tormenta. Se dirigió hacia uno de los espacios de entrenamiento a cielo abierto en el que había trabajado con los egresados de la academia del CDA innumerables veces. Sin embargo, había mucha gente de guardia y de pronto se encontró rodeada por más de cuarenta caballos.
Ella sabía que su ubicación sería encubierta por la lluvia. Su amigo Tanaka se estaba encargando de que ninguno de los elementos ahí pudiera informar su posición ni a los Alfa ni a las Fuerzas Especiales.
Contacto se quedó parada en el centro del patio. Los elementos la cercaban, dirigiendo sus armas hacia ella. No eran las que solían portar. La joven levantó las manos sobre la cabeza. Comenzó a calcular la vía de escape, aún no era hora...
—Quítate el casco —ordenó alguien. Era Manuel.
Tenía que hablar con él, así que con calma y mucho cuidado, se retiró el DDC y lo puso sobre el suelo. Muchos de esos elementos, mujeres y hombres, habían sido sus alumnos. El Perico se adelantó sin dejar de apuntarle con una pistola. La mujer se irguió despacio, levantando las manos.
—Esas no son las armas no letales de siempre —observó ella.
—No. Éstas son de las Fuerzas Especiales. Nos acaban de ordenar usarlas hoy —. El director del CDA exclamó, haciendo que todos escucharan en sus aparatos de comunicación: —¿Me puedes explicar qué carajo está pasando, Contacto?
—Los Alfa quieren algo que tengo en mi poder —respondió.
—¿De qué se trata? —inquirió muy serio.
—No es de la organización. El grupo quiere tener a toda costa algo que no le pertenece —repuso ella.
—¿Por qué destruiste el laboratorio? —preguntó conflictuado.
—Lo que se resguardaba ahí hubiera sido pernicioso para el mundo si caía en las manos equivocadas. Es algo muy importante, un proyecto en el que ha estado trabajando Andrea Martínez Aster desde hace mucho tiempo. Los Alfa no permitían que la asamblea tuviera conocimiento del mismo. Estoy haciendo esto también para que se enteren y decidan qué hacer.
—¿Y cómo pasará eso?
—Andrea debe estar en el presidium en estos instantes, dando a conocer el proyecto que será muy benéfico para la humanidad. Hay una sustancia que permite que las personas sanen pronto, pero los Alfa quieren usarla para sus fines. Yo temía que trataran de impedir que el proyecto se diera a conocer hoy, como lo han hecho por años. Por ello, también tuve que crear una distracción, para que la reunión siga su curso sin intervenciones. Es mejor que me sigan a mí. Además el laboratorio lo pagó Giorgio Di Maggio, la organización sólo prestó el espacio —explicó con calma, como si no sintiera ningún temor de las decenas de armas que le apuntaban en ese momento.
Manuel dio la orden a su operador de que lo enlazara con la asamblea. Tanaka lo permitió, ya que manipulaba cada uno de los aparatos de comunicación dentro de la institución. El Perico escuchó la voz de su querida Andrea en el comunicador, que decía en ese preciso instante «El suero permitirá la recuperación rápida y eficiente, incluso para padecimientos para los cuales no existía una cura conocida...»
Todos estaban escuchando. Manuel bajó el arma. Comprendía muy bien la clase de cosas que los Alfa podían hacer. El mismo Harry había sido un agente encubierto por años, y ahora parecía ser una persona diferente y miserable. Ya ni siquiera lo saludaba cuando se encontraban.
—Tenía que oírlo de ti. Estaba seguro de que no podías hacer algo que dañara a la organización —dijo con serenidad y se puso de espaldas a la mujer, encarando a los otros caballos, guardando el arma en la funda que llevaba en el cinturón—. Cumplan con la orden que recibieron, pero tendrán que pasar sobre mí también —gritó Manuel.
—¡Perico! —exclamó la mujer de negro.
—Eres parte del equipo, debiste pedir apoyo. Estoy hasta la madre de esa gente.
Una chica más bajó su arma y se colocó junto a Manuel, tomándolo del hombro. Después Acuña, que dijo:
—Parece que será una noche difícil ¿eh, maestra?
Muchos más la rodearon haciéndole frente a los otros.
Ella bajó las manos.
—No tenían que hacerlo —agradeció tratando de contener sus emociones.
—Ayudaste a estos chicos muchas veces. Les enseñaste muchas cosas; siempre has sido parte del equipo —aseveró Manuel—. Todos somos familia aquí.
Los que faltaban bajaron sus armas.
Ella tenía poco tiempo.
—Les prometo que no huiré de la organización. Algo muy importante está pasando en el recinto de la asamblea, debe seguir su curso para el bien de la humanidad. Cuando la noticia se publique en los medios, recuerden lo que hicieron hoy y siéntanse orgullosos al saber que fue lo correcto, aunque hayan tenido que tomar una difícil decisión. Eso es lo último que puedo enseñarles —le dijo Contacto a los presentes.
—No permitiremos que nadie entre ni salga de ese recinto hasta que Andrea termine de hablar y todos hayan votado. Las fuerzas especiales y los Alfa seguirán detrás de ti. Nosotros no continuaremos con la persecución. Si alguien no está de acuerdo, puede ir con ellos, pero no quiero verlo de regreso en el CDA —exclamó Manuel, haciendo que todos lo escucharan.
Nadie se movió.
Contacto abrazó al Perico de la forma en la que lo hacían los caballos y le susurró algo oído, antes de recoger el casco. El moreno hombre estaba desconcertado y no le dio tiempo de reaccionar.
—¡Lo haré! —gritó Manuel cuando ella se alejaba.
Los caballos se hicieron a un lado para dejarla pasar. Ella corrió para ingresar de nuevo al edificio, poniéndose el DDC en el camino.
Cuando se alejó de la lluvia, la señal de localización del traje comenzó a funcionar otra vez.
Técnicamente, su director no le había pedido a los caballos infringir una orden que él mismo les había dado. Además, no podrían destituirlo si los mandos superiores no sabían lo que había sucedido ahí con exactitud.
Y nadie lo supo jamás.
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