Ambición. Capítulo 9.
Un mes y medio desde la desaparición de Andrea
En algún lugar de la ciudad
Esa noche, un hombre que en el fondo seguía siendo un niño pensaba en lograr cosas importantes. Era un sentimiento grande, poderoso. Con sus ojos color verde avellana —rasgo de familia— observaba un pequeño cuadro de silicio que sostenía entre sus dedos. Pronto habría de ponerlo en un lugar seguro. Para Miguel Aster fue muy fácil obtenerlo. «Azares del destino», pensaba, aunque no creyera en él. «Fueron las circunstancias», se repetía. Ahora necesitaba encontrar una utilidad para todo aquello. Tenía información que, en apariencia, podría serle redituable, y que no lastimaría a nadie, pues su propietaria original ya no estaba.
No había tratado de saber qué contenía aún. Lo intentaría después. Era el momento de comenzar con su plan. Leía demasiadas novelas policiacas y su cabeza estaba llena de fantasías. No sabía si, a pesar de estar muerta, la información sobre Andrea, su prima, todavía le interesaría a alguien. El esbirro de Alex de Lois la acosó durante meses, sin haber obtenido respuestas. Miguel trataría con él porque sabía que no tenía relación alguna con la muerte de Andrea. Sabía que había fallecido al proteger a su novio, durante un robo. Quería ser discreto. De Lois le dio a la chica su tarjeta alguna vez, por si ella decidía "acercarse a él" para tener un progreso laboral en la organización.
El joven fue a la última residencia de la mujer, que permanecía intacta desde el día de su muerte. Era precavida, así que no se desharía de la tarjeta, mucho menos si desconfiaba tanto de quien se la dio. No tuvo problemas para encontrarla, era de un material muy fino, de color blanco, con el logotipo de la organización impreso en alto relieve. No haría una llamada telefónica: era informático. Envió un mensaje muy escueto por la red, desde el correo de Andrea, el cual no había sido eliminado aún.
En la organización
La OINDAH tenía subdirecciones generales que agrupaban y coordinaban a las ONG bajo seis grandes áreas: salud, medio ambiente y conservación natural; educación y desarrollo humano; adelantos científicos y tecnológicos; patrimonio y diversidad cultural, así como la que manejaba cuestiones legales y de derechos humanos. Esta última era encabezada por el poderoso y ambicioso Alex de Lois, el principal opositor político del Director General. Los seis subdirectores, así como los representantes de sus correspondientes ONG, se reunían con el Director General a discutir avances y problemas en la asamblea que sesionaba cada seis meses.
De Lois recibió un escueto mensaje de alguien que estaba registrado en su teléfono como "Sr. Alba". Quince minutos más tarde, marcaba el número personal de Helena Rige.
—Que tal, nena, ¿cómo va todo?, ¿cuándo puedo verte? Esta noche estaré disponible. ¿A las 10:00, te parece? —dijo el hombre más rubio que ella.
—Por supuesto, cariño —respondió.
La organización no era un sitio seguro para tratar algunos de los asuntos que más le interesaban al subdirector. No quería que nadie se enterase de que estaba buscando información que incriminara al Director General. Dada su condición de personaje público y sus aspiraciones políticas, sería muy precavido. Hasta ese momento, la rubia había sido una valiosa informante, y la protegía para que continuara siéndolo.
Más tarde, en uno de los departamentos personales de Alex de Lois
Ella llegó muy puntual a la cita con el hombre. Subió al penthouse de un edificio de lujo que le pertenecía a él.
De Lois pensaba en sí mismo como un hombre emprendedor y fuerte; alguien que sabía qué rumbo debía tomar la OINDAH en relación con los tiempos vigentes; asimismo, consideraba que, sin su guía y su visión, no se alcanzaría el nivel óptimo. A pesar de su apretadísima agenda, tenía tiempo para buscar lo que le interesaba: aquello que beneficiaría a toda la estructura institucional al colocarlo a él a la cabeza.
La refinada mujer estacionó su blanquísimo automóvil deportivo en el sótano desierto del edificio y subió por un elevador privado. El hombre de cuarenta y tres años estaba sentado en un elegante canapé, contemplando un fino tablero de ajedrez, en el que había una partida iniciada.
—Mi buen amigo Giorgio y yo no hemos logrado terminar este juego —exclamó, pensando en voz alta.
Se conocían desde siempre, sus padres habían sido más que amigos y sus familias se frecuentaban. Trató de sacarle información sin éxito, a su manera, con alcohol, que tanto gustaba a Giorgio. Al final, desistió porque su amigo no revelaría nada, sin duda estaba involucrado hasta el cuello. Su gente y él mismo en persona trataron también de hacer hablar a Andrea, debido a que su cercanía con Di Maggio era de su conocimiento. De Lois sabía —gracias a uno de los principales involucrados— que el Director General de la organización ocultaba algo importante. Alex deseaba, por sobre todas las cosas, encontrar pruebas con las que el director pudiera ser señalado y destituido. Estaba seguro de que ése era un camino seguro para obtener lo que más ambicionaba. Cavilaba al estudiar la partida de ajedrez inacabada para, en principio, ganarle a Di Maggio sobre el tablero.
—¿Te sirvo algo? —preguntó Helena.
—Lo de siempre.
Vertió coñac en dos vasos, le pasó uno y se sentó en el asiento vacío frente a él; se quitó el muy blanco abrigo y lo dejó en el respaldo de la silla con un sensual movimiento.
—Y bien, ¿qué me cuentas de nuestro gran amigo? ¿Sigue indispuesto?
Rio un poco y exclamó:
—Sí, cariño.
Él también rio y dijo:
—Eso no es novedad. Yo sí tengo una: alguien parece tener algo de información sobre Andrea, pero ya veremos. Mientras tanto, sigue insistiendo con Di Maggio. Podría ceder a tus encantos y revelar sus secretos.
—Por supuesto. ¿Es todo lo que necesitas de mí? —preguntó la sensual mujer con suavidad.
—Esta noche sí. Estoy cansado.
De Lois volvía a la casa donde lo esperaba su esposa, conducido por su chofer. Sabía que debía obtener los elementos necesarios para exhibir al Director General por fraude. Tenía evidencias suficientes de la relación de Andrea con Di Maggio, tal vez podría probar la relación de ambos con el Director General. Tramaban algo y le negaban el acceso a la información financiera real. Sabía que existían pruebas de que estaban ocultando algo, pero no tenía idea de qué rayos era.
Y haría lo que fuera por descubrirlo.
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