6
Los primeros 5 días desde la partida de Bucky son un suplicio para Lillian, pues pasa cada mañana a visitar a Peggy en un intento de averiguar si hay alguna noticia de los Comandos Aulladores, sin embargo, no recibe noticias de ningún tipo y eso la llena de preocupación.
Lillian repite su estrategia, hasta que un buen día recibe una respuesta diferente: Steve ha logrado establecer contacto gracias a uno de los artefactos que Howard Stark les envió de último minuto. Todos están bien y no hay más que noticias favorables respecto al avance del equipo.
El alivio llega a Lillian, quien ya puede dormir mejor esa noche. Pero antes, busca algo entre su pequeña maleta, una que siempre tiene lista en caso de que tengan que abandonar el campamento de forma precipitada; en ella guarda un libro de tamaño mediano, pero hay algo más importante, pues dentro de este se encuentra la flor seca que Bucky le obsequió.
Debido a la escasa oportunidad de cuidar aquella bella lili de la forma correcta, esta comenzó a marchitarse rápidamente, sin embargo, lo que Lillian menos deseaba era deshacerse de ella, así que optó por guardarla dentro de su libro y esperar a que se secara de forma adecuada.
Así que ahora la joven observa por unos momentos aquel pequeño tesoro, el delicioso y peculiar olor ha disminuido hasta ser casi imperceptible, pero algo aún queda. Esa pequeña pertenencia le sirve para mantener su esperanza viva de que Bucky volverá y es un dulce recuerdo que atesorará.
Sabe que Peggy no lo va a expresar verdaderamente, pero también se siente preocupada por la seguridad de Steve, pues ha notado las miradas entre ellos antes de la partida del Capitán. Le parece demasiado dulce la complicidad entre ellos, pero siendo realistas, ellos siguen tonteando un poco.
—¿Cómo ha ido todo? —le pregunta Lillian a la agente Carter quien se ha sentado a su lado en un momento libre para ambas.
—Mucho mejor de lo que todos apostaron. Steve tiene el don de liderazgo, y su confianza ciega en esos hombres está dando muy buenos resultados. Las bases enemigas caen con más rapidez de la que ellos las construyen —responde denotando cierto orgullo en su voz.
—¿Crees que eso signifique que el fin de la guerra está cerca? —cuestiona la castaña con ilusión.
—Ninguna guerra es eterna, Lillian. Tarde o temprano terminan, hay un período de paz, y luego una nueva inicia. Pero tengo fe en que esta va a terminar pronto —afirma la inglesa.
—Yo también tengo fe en que esto terminará pronto. Realmente quiero que termine —dice Lillian en voz baja, como si fuera un secreto y que tuviera pena de confesar.
Ambas mujeres se quedan en silencio, hundidas en sus propios pensamientos y deseos. Luego de unos minutos, de la bolsa de su chaqueta, Peggy saca una pequeña barra de chocolate y la abre para compartirla con su amiga.
—Es delicioso —afirma Lillian luego de probar el primer bocado, luego de que el chocolate haga contacto con sus papilas y un delicioso sabor la invada.
—Nada que ver con lo que recibimos en la ración de comida —bromea Carter.
—¿Cómo lo conseguiste? —pregunta la joven enfermera luego de tomar un nuevo pedazo.
—Stark lo traía consigo, es chocolate suizo. Al parecer, él no ha perdido sus privilegios y gustos caros —explica mientras se encoge de hombros.
—Stark tiene muchas atenciones hacia ti —murmura Lillian en un tono burlón.
—Él se comporta así con cualquier mujer que tenga cerca, créeme, lo he aprendido a tratar durante este tiempo. Es un mujeriego —bromea Peggy.
De nuevo se sumergen en un pequeño silencio, ambas comen en pequeños trozos el delicioso chocolate, intentando postergar su sabor. Es como un pequeño respiro entre tanto caos. La exquisitez de aquel alimento, les hace olvidar por unos instantes el sabor amargo de la guerra.
—¿Lo dices por el sargento Barnes? —le pregunta Peggy de la nada a Lillian.
—¿Qué cosa?
—Tu deseo porque la guerra termine. Lo dices por él, por Barnes ─afirma la agente —. No creas que no nos dimos cuenta el beso que compartieron antes de que él partiera, muchos lo vieron, que finjan que no lo hicieron, es diferente.
De inmediato las mejillas de Lillian se tiñen de carmín. Recuerda que en ese momento no pensó en el espectáculo que daría al lanzarse hacia los brazos de Bucky y realmente no le importó, pues lo único que deseaba era hacerle saber lo mucho que le importa.
—¿Lo quieres? —pregunta Peggy.
—Es muy pronto para decirlo así —responde Lillian, aunque recuerda que eso mismo se confesaron ella y James antes de que él partiera.
—¿Y quién ha dicho que existe un tiempo mínimo para lograr querer a alguien? Creo que cuando algo es real y sincero, las normas temporales no existen —dice la inglesa.
—Tienes razón, Peggy —murmura Lillian con una pequeña sonrisa en los labios, recordando su emoción al escuchar decir a Bucky que la quería.
Se cumplen así tres semanas desde que los Comandos Aulladores han partido siendo encabezados por el nuevo Capitán América. Las noticias cada día mejoran y con ello, disminuyen las bases Nazi en Europa. Pronto, se corre la leyenda del nuevo héroe que ha recorrido con rapidez el viejo mundo, en varios países se habla del singular hombre y su extraordinario origen.
Por otro lado, Lillian continúa con sus labores cotidianas y como ya se ha hecho costumbre, por las tardes se reúne unos minutos con Peggy, luego de la comida, para charlar.
Pero hoy es diferente, porque justo ahora se encuentra terminando su turno, ya es de noche y le queda el tiempo perfecto para ir por su cena, y luego irse a descansar. Así que, se despide de sus compañeras y sale de la carpa antes que el resto de las demás enfermeras, quienes siguen charlando sobre el turno.
—Muñeca.
Escucha esa dulce voz.
¡Es él!
¡Es Bucky!
Lillian no se contiene, así que gira su cuerpo hacia él y se lanza hacia sus brazos, el sargento la sujeta con fuerza contra sí y ella lo besa.
James rodea su cintura y espalda con firmeza, sentirla tan cerca le da calma y le hace olvidar en donde se encuentran. Lillian, por su parte, no puede evitar que unas cuantas lágrimas se escapen de sus ojos, ¡Cuánto lo extrañaba!
—Te extrañé —murmura ella antes de volver a besarlo.
Bucky se toma el beso con más tranquilidad, permitiéndose disfrutar de los dulces labios de la mujer que está entre sus brazos.
—¿Qué haces aquí? —pregunta ella mientras acaricia su rostro en busca de alguna herida y aunque no encuentra una, le llama la atención la discreta cantidad de barba que ahora él lleva.
—Me enviaron junto a Jim por unos inventos que Stark ha hecho. Avanzamos muy rápido y Howard hizo todo lo posible para que nosotros probemos algunas de sus cosas —afirma, tomando la mano de la joven y comenzando a caminar hacia el comedor.
—¿Entonces volverás a la misión? —la voz de Lillian denota cierta decepción.
—Debo llevar las armas y sabes que el tonto de Steve no sobrevivirá mucho sin mí —afirma con orgullo.
Bucky no recibe respuesta, así que se gira para observar a la chica, quien mantiene un semblante triste mientras hacen fila para recibir su cena. James no suelta su mano y juntos caminan hacia la mesa más apartada, pues desean un poco de "privacidad".
—No pongas esa cara, encanto —dice él y acaricia la mejilla de la chica.
Lillian lucha por no llorar, pero el tono de voz tan preocupado y dulce que Bucky usa, hace que no pueda resistir y unas lágrimas comiencen a bajar por sus mejillas. De inmediato el sargento, sin importar el lugar, comienza a besar cada una de las lágrimas que observa, para concluir con un corto beso en sus labios.
—Debes confiar que nada pasará —dice el ojiazul —. Debes tener fe.
—La tengo, pero una parte de mí está aterrada, no quiero que nada te pase y sabiéndote lejos, mi preocupación aumenta —murmura.
—No pienses así, muñeca. Debes tener en mente que todo saldrá bien y que cuando todo esto termine, te llevaré a una verdadera cita —comienza a decir el sargento.
—Bucky... —murmura la enfermera en un intento de interrumpirlo, pero parece que no se detendrá.
—Te visitaré cada día y haré todo lo posible por hacerte feliz. Pasearemos por todo Brooklyn y Queens, iremos a bailar cada noche y nos divertiremos. Esperaré el tiempo prudente para pedirle tu mano a tus padres y...
—No. Basta. Ya no sigas —susurra con la voz entrecortada.
—¿No quieres soñar con un futuro a mi lado?
—No, Bucky. Yo no quiero sólo sueños, quiero que sea realidad. Vivir ese tiempo a tu lado y hasta que no termine esto, no lo quiero pensar —dice ella con tristeza.
Bucky no responde.
Realmente no sabe cómo hacerlo.
Tiene muy claro lo que quiere con Lillian. Desea compartir el resto de su vida con ella, desea amarla con locura y demostrarle su amor, desea verla sonreír cada mañana y que ella sea madre de sus hijos. La quiere a ella.
Lillian comienza a comer con desgano, su apetito no es el mejor en este momento, pero debido a las circunstancias, no debe dejar de alimentarse, así que Bucky la imita y come en total silencio. Saben que ambos tienen cierta parte de razón, pero no desean torturarse más con eso.
—¿Te puedo ver en media hora detrás del dormitorio principal? —le pregunta él una vez que ha terminado con sus alimentos, ella aún juguetea con su bebida.
—Es tarde, pueden sancionarme.
—Me aseguraré que no —dice él de inmediato —, por favor.
Lillian duda un poco, pero después de todo, termina aceptando. Bucky le agradece y deja un pequeño beso en su mejilla antes de salir del comedor.
La joven lo imita, aunque ella va al dormitorio para cambiar su uniforme por otra ropa, exactamente por un sencillo vestido y su único abrigo. Cuando llega la hora pactada, Bucky ya está esperando por ella, así que al verla, se apresura hacia ella para darle un pequeño beso en la mejilla.
—¿Qué planeas hacer? —pregunta Lillian cuando el sargento sujeta su mano y comienza a conducirla entre una pequeña vereda.
—Es una sorpresa —dice él.
Caminan varios metros alejándose de la base, caminando con rapidez en espera de no ser descubiertos. Pronto se encuentran frente a una pequeña cabaña, demasiado rústica y muy sencilla, o al menos eso parece por el exterior, porque cuando entran, se encuentran con que está perfectamente amueblada y que estos aditamentos son de lujo y muy elegantes.
—Howard Stark mandó a construirla en caso de que no lo dejaran estar en la base, pero sí lo dejaron, así que está intacta —murmura Bucky con simpleza y luego empieza a buscar algo en la alacena.
—¿Qué hacemos aquí? —cuestiona la castaña sin despegarse de la puerta recién cerrada.
—Tendremos una cita —responde y él abre una botella de vino, que posteriormente sirve en dos copas.
—¡Bucky! Stark va a molestarse —la joven dice con nerviosismo.
—No, él lo sabe y es nuestra por esta noche —afirma y luego se gira hacia ella para entregarle una copa y él bebe de la suya —. Vamos, toma un poco.
Lillian toma un pequeño trago y percibe aquellas nuevas sensaciones que este vino le causa en su paladar. Había probado este tipo de bebidas antes, aunque nada se compara con el exquisito sabor de un vino tan costoso.
Ambos se sientan en un pequeño sofá, aunque joven se mantiene en silencio mientras Bucky la observa con suma atención. Él no puede dejar de pensar en lo afortunado que es por encontrarla, así haya sido en un campo de guerra y en unas circunstancias no muy deseables.
—¿Podemos irnos ya? —pregunta Lillian una vez que ha terminado la primera copa y Bucky ya va por la segunda.
—Aún no, relájate —murmura el ojiazul.
El sargento sonríe ante el nerviosismo de la joven y la besa. Lillian de inmediato se relaja entre sus brazos y se permite disfrutar de aquellos labios de los cuales se ha vuelto adicta en los últimos días.
—Eres hermosa, Lillian. Eres muy inteligente, noble y valiente. Cuando esto termine, lucharé por verte siempre feliz... —empieza a susurrar Bucky entre besos.
—Si para cuando esto termine estás a mi lado, seré muy feliz —dice la joven interrumpiéndolo.
—Encanto, te prometo volver.
—No lo hagas. Sólo necesito que lo cumplas —dice en un susurro la chica.
—Lo prometo —repite Bucky con mayor seguridad.
Lillian observa como él comienza a retirar la peculiar cadena de identificación que todos los del ejército llevan.
—Lillian, sé que en este momento no tengo un anillo digno de ti, ni siquiera un anillo, pero, quiero dejar esto como una promesa —dice y coloca la cadena con la pequeña placa sobre las manos de la chica—. Prometo que cuando vuelva y todo esto termine, le pediré tu mano a tus padres, nos casaremos y lucharé por hacerte feliz cada momento del resto de nuestras vidas.
—James, por favor...
—Te quiero, Lillian. No dejo de pensar en ti en cada momento, eres la luz que ilumina esta oscuridad de la que estamos rodeados.
—No necesitas un anillo, te quiero, James —murmura y solloza —. Cuando esto termine, iremos al primer registro civil que encontremos y nos casaremos, sin importar nada.
Bucky sonríe y coloca aquella pequeña cadena sobre el cuello de la joven, para luego atraerla hacia él y besarla. Lillian de inmediato le corresponde, sus lágrimas se mezclan con las de Bucky y sus labios se funden aún con más intensidad.
Aquel beso toma un rumbo diferente y las manos de Bucky se aventuran un poco más, entre las delicadas curvas de la joven. Lillian da un respingo al inicio, aunque debido a la cálida situación, se arma de valor para empezar a soltar los botones de la chaqueta del ojiazul, quien no puede evitar sonreír al sentir su tímido tacto.
En poco tiempo, los besos se vuelven más hambrientos y las prendas tan abrigadoras les parecen innecesarias, así que poco a poco se van desprendiendo de ellas. De sus bocas emanan palabras llenas de amor y sonidos que evidencia el deseo que a cada segundos crece entre ellos, creando una atmósfera perfecta.
Pronto, entre un sinfín de caricias, besos y palabras de amor, ellos se funden en uno solo, entregándose al sentimiento sincero que siente uno por el otro.
[...]
—Encanto —susurra Bucky y acaricia la mejilla de la joven que descansa entre sus brazos —. Hey, muñeca.
Lillian abre sus ojos y nota que aún se encuentra oscuro, también se da cuenta que está cubierta por parte de su abrigo y la chaqueta del sargento. Ella rápidamente se ruboriza y esconde su rostro en el pecho del ojiazul.
—Debemos volver, encanto —le dice él y besa delicadamente sus mejillas —. Partiré luego del amanecer.
De nuevo el temor se instala en la joven, pero se limita a asentir en silencio y deja un beso en la mejilla de James antes de comenzar a colocarse su ropa.
La pareja vuelve tomados de la mano, ella se despide con un pequeño beso e ingresa al dormitorio, en espera de pasar desapercibida. Lillian descansa durante un par de horas, para luego reincorporarse a sus actividades, no sin antes tomarse unos minutos para ir a despedirse de Bucky.
Como se lo ha dicho el sargento, él y Jim empiezan a cargar sus motocicletas con varios equipos portátiles que Howard les ha dado, además de que su compañero ha recibido todas las instrucciones.
—Cuídate mucho —dice la joven cuando se acerca a Bucky y él rodea su cintura con sus brazos.
—Lo haré. Lo prometo —murmura y la besa de una forma demasiado única —. Recuerda nuestro plan para cuando vuelva, nos casaremos, encanto —le reitera con una gran sonrisa y ella asiente con la cabeza.
—Esperaré por ti, James —afirma Lillian, intentando no demostrar el nudo que siente en su garganta.
Bucky la vuelve a besar y luego ella se retira de ahí, pues no quiere enfrentarse a una segunda despedida. Lillian prefiere quedarse con lo que han vivido las últimas horas y esperar por su regreso.
Un par de capítulos más y esto terminará ☹️
Gracias por leer, no se olviden de votar y comentar 😊
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