Capítulo 30
-¿Que?
Preguntó Zarpa Nublada, las palabras sin acabar de registrarse en su memoria. Zarpa Rosal agachó la cabeza, incomoda.
-Zarpa Lunar...no está en su lecho...
Pero la aprendiza no la dejó acabar. Con el corazón palpitándole con fuerza, apartó a su amiga anaranjada con el hombro para ver definitivamente el lecho vacío. Se acercó, la punta de la cola moviéndose histéricamente de un lado para el otro mientras la gata agachaba la cabeza y aspiraba el olor de su hermana. Frío, diluido. Estaba claro que había marchado antes de que empezara a salir el sol. El recuerdo de Zarpa Lunar pasando por delante de ella en medio de la noche, y desapareciendo entre unos arbustos cayó como una roca en su estómago. La había visto alejarse. Y se lo había permitido.
Se quedó rígida. A su alrededor, todos se habían callado, tal vez para respetar el propio silencio de Zarpa Nublada, o para escuchar cualquier sonido procedente del bosque que pudiese darles la mínima pista de donde estaba su amiga. Hundiendo las uñas en la fría tierra, la joven atigrada alzó un poco la cabeza y miró a Hoja Dorada.
-Tu tienes el mejor olfato de todos. Sigue el rastro.
La guerrera pareció indignarse durante unos instantes al recibir ordenes de alguien veinte lunas más joven que ella, pero al final asintió, y avanzando desde el final del grupo, se situó al lado de Zarpa Nublada, hundiendo su hocico en el seco musgo en el que había estado durmiendo la desaparecida.
Por unos instantes, no hubo reacción por su parte, y entonces, sus pupilas se dilataron, y ladeó la cabeza, lentamente encontrando una dirección. Finalmente, aún con el morro cerca del suelo, empezó a caminar hacia unos de los arbustos que rodeaban la clariana en la que habían dormido, y con decisión apuntó con la cola.
-Ha salido por aquí. El olor que se pega en los arbustos es muy penetrante, así que no habrá problemas en encontrarla.
La atigrada asintió, determinación iluminando su mirada.
-Encuéntrala, entonces.
Antes de que Hoja Dorada resumiera el rastreo, Zarpa Silenciosa se adelantó.
-¿Iremos todos?
Por unos instantes, sus palabras no tuvieron ningún sentido, hasta que la felina se acordó de que detrás suyo habían cuatro gatos más, sin contar al aprendiz de pelo largo. Zarpa Nublada negó con la cabeza.
-Sería un lío. Yo y Hoja Dorada iremos.-Su mirada se dirigió entonces a su amigo.-Zarpa Silenciosa si quiere también. La resta podéis encargaros de borrar todos los rastros del campamento, y cazad algo si queréis. Zarpa Lunar tendrá hambre.
La última frase solo le llegó a Zarpa Silenciosa, y el felino agachó las orejas ligeramente. La resta del grupo parecían contentos con lo que se les había ordenado, y sin decir nada más, retrocedió y empezaron a arañar el musgo, y arrastrarlo alrededor de los arbustos, mientras que Hoja Dorada, Zarpa Nublada, y Zarpa Silenciosa se adentraban en el bosque en busca de Zarpa Lunar.
Se mantuvieron en silencio sepulcral, el único sonido siendo el de Hoja Dorada aspirando aire y removiendo hojas con las zarpas o con el hocico, para revolver un poco los olores o distinguir algunos distintos.
-No sabía que pudieras ser tan mandona.
Maulló de pronto Zarpa Silenciosa, mientras escuchaba con atención el sonido de los pájaros trinando de árbol en árbol. A la aprendiza atigrada le costó un momento caer en la cuenta que la frase iba a por ella. ¿Mandona? Si, suponía que lo había sido. Pero no había querido perder el tiempo arrastrando a todos los otros a través del bosque, y se podía decir que por unos instantes si se le habían subido los humos a la cabeza, y se había olvidado de añadir unos cuantos "gracias" y "por favor" al final de sus frases, pero en esos instantes no le importó en los más mínimo. Se encogió de hombros, y el aprendiz gris, viendo que ella no estaba de humor para hablar de nada, se calló.
Los segundos parecían minutos, no, horas, mientras seguían a Hoja Dorada entre la espesura. Zarpa Nublada quería...necesitaba encontrar a su hermana, viva, en el bosque, con su sarcasmo y las sandeces que soltaba, con los ojos brillantes y tan azules como nunca. No quería perderla a ella también. Hacía ya un tiempo que la guerrera dorada que les guiaba parecía desorientada, girando la cabeza de un lado a otro y cambiando de dirección con cara de enfado. Pero entonces, un olor llenó las fosas nasales de la aprendiza gris, y por la cara de sus acompañantes, supo que ellos lo habían olido también.
Sangre.
El indiscutible y horrible olor metálico de la sangre.
-Zarpa Nu...
Antes de que Zarpa Silenciosa terminase la frase, la felina ya había salido corriendo, siguiendo el olor ciegamente. Un olor así era difícil de confundir.
No tardó en encontrarla. Zarpa Lunar yacía, silenciosa y ensangrentada entre dos pinos que se elevaban hasta el cielo, ajenos al cuerpo caído entre sus raíces. En menos de un segundo, Zarpa Nublada estaba junto a su hermana, y con horror, comprobó que la teoría que se había estado formando en su cabeza durante los últimos días era cierta. Su hermana estaba enferma. Muy enferma. La sangre que empapaba sus zarpas y su pecho no venía de ninguna herida visible, salía de su interior. De su boca entreabierta. Del lagrimal de sus ojos. De su nariz. Justo cuando Hoja Dorada y Zarpa Silenciosa aparecieron desde detrás suyo, cayó en la cuenta la aprendiza, de que su hermana respiraba. Sus costados se alzaban, ligeramente, con cada inhalación. Zarpa Nublada dejó salir el aire que había estado aguantando, justo a tiempo para responder a la pregunta de la horrorizada guerrera del Clan del Viento.
-¿Que ha pasado aquí?
-Estaba contagiada. De la Epidemia.
Ante estas palabras, Hoja Dorada erizó su pelaje.
-¡No os acerquéis a ella entonces!¡Enfermaréis también!
Zarpa Nublada le envió una mirada de reproche a la guerrera.
-Es mi hermana, ¡no la voy a dejar aquí tirada!
La gata dell Clan del Viento cerró la boca, y miró a otro lado, para dejar claro que ella no pensaba acercarse a la aprendiza enferma.
Con un bufido de desacuerdo, la gata atigrada agarró a su hermana por el pescuezo, alzándola con cuidado, para estirarla en su lomo. La dejó caer sobre sus omóplatos, y frunció el ceño en ver como el cuerpo de Zarpa Lunar resbalaba. La agarró del pescuezo de nuevo, tratando de asegurarla, y cuando ya estaba segura de que debería llevarla arrastrando por el suelo, Zarpa Silenciosa se acercó, y se pegó al costado de Zarpa Nublada, para compartir el peso de la gata plateada, consiguiendo estabilizarla.
Hoja Dorada arrugó el hocico, y se dio la vuelta.
-Vamos.-Dijo secamente.-Pero cuando empecéis a vomitar sangre no digáis que no os avisé.
Los dos aprendices se miraron sin decir nada, mientras la guerrera volvía la cabeza y se alejaba entre unos arbustos.
No fue fácil seguirla por el mismo sitio por donde habían venido, sobretodo añadiendo la dificultad del peso muerto de Zarpa Lunar en sus hombros, pero consiguieron maniobrar.
-Podría arañarla en la cara.
Gruñó entre dientes Zarpa Nublada mientras veía como Hoja Dorada sorteaba sin problema los obstáculos antes ellos. Zarpa Silenciosa sacudió una oreja.
-Nunca te había visto tan tensa y agresiva.
La atigrada gris frunció el ceño sin darle mucha importancia.
-Me preocupa Zarpa Lunar.
-No esta muerta.
-Tu no lo has visto.
-¿El que?
La gata se quedó callada unos instantes, tratando de ordenar sus pensamientos.
-El odio. El dolor. La locura. No has visto lo que la enfermedad le hizo a Lirio Nevado.
Zarpa Silenciosa se quedó en silencio, aunque agachó un poco las orejas.
-Solo llegué a ver su cadaver. Eso ya fue suficientemente horrible.
La aprensión les obligó a quedarse callados el resto de la caminata, cada uno pensando en cosas diferentes.
---
-¿¡Que...que le ha pasado a Zarpa Lunar?!
Gimió Zarpa Blanca en ver el cuerpo de su amiga ser depositado en el suelo.
-Como me temía. Estaba enferma.
Murmuró Zarpa Nublada, mirando a sus zarpas, aunque suficientemente como para que le oyeran todos. Se hizo un silencio sepulcral. Al final, Sombra Ardiente habló tímidamente.
-Que haremos entonces, ¿Zarpa Nublada?
La mente de la aprendiza se quedó en blanco, no pensaba que de todos los que estaban allí, Sombra Ardiente le preguntaría a ella. ¿Porque no a Hoja Dorada?¿O Garra de Zorro?¿O porque no se respondía a el mismo? Pero la respuesta era simple. Ella les había metido en esto. Ella había mentido, diciendo que el Clan Estelar la enviaba. Ella había querido encontrar la cura para salvar a los clanes, clanes que, si no se daban prisa, no podrían ser salvados. Ella les había hecho abandonar sus hogares, adentrarse en lo desconocido, para sufrir cada día, pensando en sus seres queridos, preocupándose en casa. Un sentimiento que Zarpa Nublada nunca podría experimentar. Por eso, ella debía solucionar el problema. Solucionarlo para que todos llegasen a casa sanos y salvos, incluyendo a su hermana.
-Nos separaremos.-Continuó antes de que nadie pudiese meter baza.-Los más rápidos, iremos hasta la cura, y los que no estén en condiciones o puedan rezagarse, se quedarán aquí y cuidaran de Zarpa Lunar hasta que volvamos.
Silencio.
-¿Quien se quedará y quién irá?
Preguntó Zarpa Rosal con un hilo de voz. Zarpa Nublada meditó unos momentos, volviendo la cabeza y mirando a la línea de arboles que escasamente llegaban hasta al horizonte. Cerró los ojos.
-Zarpa Rosal, tu te quedarás. Eres la más joven, y no tienes suficiente energía como para correr todo el día.-La gata anaranjada no discutió.-Garra de Zorro, te quedarás también. Los gatos del Clan del Río no son muy rápidos. Además, el pescado es una de nuestras únicas fuentes de alimento, y eres la única con esas habilidades, las cuales no nos servirán para nada en el lugar arenoso y vacío al que nos dirigimos. Serás más útil quedándote aquí, donde si hay un río.-La guerrera inclinó la cabeza en señal de asentimiento.-Y por último...Sombra Ardiente, tu también te quedaras.-Este abrió la boca para protestar, pero la aprendiza gris le cortó antes de que dijese nada.-Eres el mejor cazador del grupo, y tampoco tienes mucha resistencia. Eres el que mejor pelea, y necesitarán tu ayuda si os encontráis con algún animal más grande.
Ante sus palabras, Zarpa Rosal se estremeció, y Sombra Ardiente asintió, muy a su pesar.
-Me parece bien.
Agregó al final.
-Entonces...en búsqueda de la cura, somos Zarpa Blanca, Zarpa Silenciosa, tú, y yo.
Dijo Hoja Dorada, para sellar el tema. Zarpa Nublada asintió. Su amigo, Zarpa Silenciosa, la miró.
-¿Cuando nos vamos?
La aprendiza atigrada miró al cielo, y al ver que el sol tan solo empezaba a asomar tras los arboles más lejanos, respondió,
-Ahora.
Zarpa Silenciosa no pareció especialmente sorprendido, simplemente inclinó la cabeza, dando su asentimiento silencioso. Hoja Dorada y Zarpa Blanca no tenían nada que decir, pero se alinearon con los otros dos gatos, listos para empezar la carrera, uniéndose al plan. Determinación ígnea brillaba en los ojos de Zarpa Nublada, mientras hundía las garras en la tierra.
Detrás suyo, Zarpa Rosal estaba rehaciendo los lechos que hacía tan poco habían estado destrozando y arañando, para colocar a Zarpa Lunar en ellos y darle un poco de calor. La aprendiza gris sabía que cuidarían bien de su hermana. Seguro que no le pasará nada. A ninguno de ellos. Separarse de los otros cuatro felinos le costaba más emocionalmente de lo que había pensado, al saber que en cualquier momento les podría atacar uno o más animales salvajes, pero se obligó a volver la cabeza y mirar hacia delante. Ahora sí, ahora iba en serio. Si encontraban o no encontraban la cura no solo afectaba a un grupo de clanes de gatos que Zarpa Nublada apenas conocía, ahora también tendría consecuencias para su hermana. Por ella, no pensaba volver con las fauces vacías.
En el momento en el que finalmente, en un acuerdo mudo, los cuatro gatos hundieron sus garras en la tierra, levantando polvo y algún que otro hierbajo para empezar un trote rápido hacia el final del bosque, hacia la preciada flor, Zarpa Nublada no miró hacia atrás. La próxima vez que viera a su hermana sería para curarla.
---
¡Es la primera vez en mucho tiempo que actualizo tan seguido! Se que dije que actualizaría el día de mi cumpleaños, pero estuve un poco pachucha entonces, y no tenía muchas ganas de escribir. Además, quiero reducir las horas que me paso mirando la pantalla, que ya estoy empezando a tener problemas de vista. Y no quiero llevar gafas, gracias.
P.D: Lo de la multimedia os sorprenderá, pero básicamente es la primera página del prólogo del cómic de la Epidemia que estoy empezando. Si soy capaz de acabar el prólogo, lo subiré en mi libro de dibujos, que podéis encontrar en mi perfil. Así que tenedlo en la biblioteca, por si acaso.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top