Capítulo 21
P.O.V Zarpa Blanca
La gata blanca se desperezó, estirándose. Durante unos instantes se quedó quieta del asombro, observando el lugar en el que se encontraba, hasta que se acordó de lo sucedido la pasada noche y suspiró agotada. A su lado, Hoja Dorada, su mentora, dormía pacíficamente en el pequeño lecho de hierbajos que había conseguido hacerse. Zarpa Blanca, levantándose de su propio lecho, confeccionado con el mismo material, presionó suavemente en la espalda de la gata dorada, y sus ojos verdes se abrieron poco a poco.
-Debemos encontrar a los demás.
Maulló Zarpa Blanca. Por un momento, Hoja Dorada pareció confundida, pero después asintió, levantándose y dando un par de lametones a su pelaje alborotado.
-De acuerdo, vamos.
Las dos gatas del Clan del Viento se pusieron en camino. Hoja Dorada iba en frente, con las orejas alerta, captando cualquier ruido que pudiese indicar la cercanía de un dos patas. Por suerte para ellas, aún era muy pronto, y la mayoría de dos patas dormían en aquellas horas. El silencio reinaba en los caminos, y lo único que se oía era el viento. Pero la paz fue interrumpida muy pronto.
-¡Devuélveme a mis cachorros!
Chilló una voz cerca de ellas. Zarpa Blanca irguió las orejas, pero antes de que pudiese pedir permiso a su mentora para ir, Hoja Dorada ya la había avanzado. Siguiendo los sonidos de batalla, llegaron a un callejón sin salida, en el que habían dos gatos peleando, uno gris y otro anaranjado. Tras ellos se encontraba una gata de color gris claro, que tenía los ojos bañados en lágrimas. De pronto, el gato naranja agarró al gris por el pescuezo, y lo lanzó en el aire. Este impactó contra la pared, y cayó al suelo inerte.
-¡Granizo!
Aulló la gata de pelo largo, preocupada. Pero antes de que fuese capaz de acercarse al gato malherido, el macho naranja le saltó encima, con la intención de abrirle el cuello de un zarpazo, pero en ese instante, Hoja Dorada interrumpió la batalla. La gata dorada y blanca saltó encima del anaranjado, y ambos rodaron por el suelo, en una maraña de garras y pelaje. La gata gris claro no dudó en aprovechar para correr hasta el costado del otro gato, que se levantaba del suelo confundido. Mientras tanto, Hoja Dorada hundió las garras en los omoplatos del gato naranja, y este se retorció de dolor. Finalmente, la guerrera del Clan del Viento le soltó, y este se fue corriendo entre gimoteos y con la cola entre las patas.
Zarpa Blanca se dirigió entonces a los dos gatos grises.
-¿Estáis bien?
Preguntó. El gato gris de ojos del color de la arena asintió, y la otra gata habló.ç
-Yo estoy bien, gracias.
Y entonces se alejó rápidamente, dirigiéndose hacia una pequeña caja de cartón al otro lado del callejón.
-¿A donde...?
Preguntó Zarpa Blanca, pero se calló en oír unos pequeños maullidos provenientes de la caja. Poco después, la gata de color claro salió seguida de tres cachorros pequeños, de una luna o por ahí. El primero era gris oscuro, el segundo un atigrado gris claro, y el tercero uno gris de pelo largo, muy parecido a su madre.
-Gracias. Nos habéis salvado la vida.
Dijo el macho gris, mirando a los ojos de Zarpa Blanca.
-De nada.
Respondió esta. Hoja Dorada se acercó por detrás, seguida por la otra solitaria.
-¿Por qué ese gato quería mataros?
Preguntó con curiosidad la guerrera. La solitaria suspiró.
-Últimamente hay muy poca comida en las calles, y hay gatos que antes de morir de hambre prefieren comer los de su propia especie...
Dicho esto enroscó la cola protectoramente alrededor de sus cachorros, que ajenos a la situación, ronroneaban pegados a su madre.
-¿Cuáles son vuestros nombres?-Preguntó el macho de ojos arenosos.-Yo me llamó Granizo.
-Yo soy Zarpa Blanca.
-Y yo Hoja Dorada, del Clan del Viento.
Los dos solitarios se miraron entre ellos.
-Clan del Viento...-Murmuró la gata gris pálido.-¿De qué me suena...?-Después sacudió la cabeza.-Da igual. Yo soy Perla, y estos son Grisáceo, Arrendajo y Perlado.
Dijo señalando respectivamente al cachorro gris oscuro, al atigrado claro, y al gris de pelo largo.
En ese momento, Zarpa Blanca se percató de un detalle en el que antes no había reparado. Perla llevaba un collar azul de minino casero. El pelaje de su cuello se erizó instintivamente.
-¿¡Eres una minina casera?!
Perla la miró confundida.
-¿Te refieres a que si soy una mascota?-Se tocó el collar con la zarpa.-Lo era. Mis dueños me echaron de casa en saber que estaba embarazada. No les gustan los cachorros.
Zarpa Blanca se relajó.
-Lo siento.-Se disculpó.-No estoy acostumbrada a este tipo de situaciones.
Perla sonrió.
-No pasa nada.
Granizo, que hacía tiempo que no hablaba, entró en la conversación.
-¿Adonde os dirigís?
Esta vez fue Hoja Dorada quien habló.
-La idea era salir de el poblado dos patas, pero en el camino nos hemos perdido de nuestros compañeros, y debemos reencontrarnos.
Granizo asintió pensativo.
-¿Donde os separasteis?
-En la entrada del poblado, donde está...
No pudo acabar la frase, ya que Perla la interrumpió.
-Dos patas, minino casero...¡estas gatas hablan igual que Neil!
Los ojos de Granizo se abrieron como platos.
-¡Pues claro!¡Por eso me sonaba tanto eso del Clan del Viento!
Las gatas del Clan del Viento intercambiaron una mirada curiosa.
-Perdonad pero este Neil que decís, ¿quien es?
Preguntó Hoja Dorada. Granizo respondió.
-Es un gato que vive en una casa cercana, nuestro amigo. Muchas veces nos explica historias del clan del que venía, creo que se llamaba Clan Sombreado, Clan Sombroso...¿asombroso tal vez?
-Clan de la Sombra, lerdo.
Dijo Perla con un ronroneo risueño. Zarpa Blanca inmediatamente sintió curiosidad por aquel gato, Neil. ¿Porqué habría abandonado los clanes? Pero no tuvo tiempo de indagar, porque una voz la interrumpió.
-¡Ahí estáis condenadas!
Se dio la vuelta con el pelaje erizado del susto, y vio un gato blanco y negro descendiendo de el techo de una de las guaridas dos patas. Un gato negro de ojos azules como el hielo le siguió.
-¿Ves Oreo? Te dije que estarían aquí.
-Gracias Panti, te debo una.
El gato llamado Oreo se dirigió hasta donde estaban las gatas del Clan del Viento.
-Vosotras sois Zarpa Blanca y Hoja Dorada, ¿verdad?
-¿¡Cómo lo sabes!?
Maulló la aprendiza blanca, agachando las orejas. Hoja Dorada puso su cola en la espalda de su aprendiza.
-Si, si lo somos. Asumo entonces que conocerás a nuestros compañeros,¿verdad?
Oreo asintió.
-Si, si te refieres a esos cuatro locos, las dos gatas atigradas y la gata naranja atigrada junto con el negro de ojos ámbar.
Hoja Dorada asintió.
-Si, son ellos. ¿Puedes llevarnos hasta donde están?
-Esa era la idea.-Dijo Oreo.-Seguidme.
Hizo un rápido movimiento de cola y subió ágilmente de nuevo al tejado. Nunca pensé que un minino casero pudiera ser tan ágil. Se dijo Zarpa Blanca a sí misma. De un salto, su mentora se encaramó a la pared y subió hasta arriba, y antes de imitarla, Zarpa Blanca se volvió hacia Perla y Granizo.
-¿Vosotros venís?
Granizo se encogió de hombros,
-Porque no.
Agarró a Grisáceo y Arrendajo y empezó a subir la pared. Perla agarró a Perlado, y siguió tras el. Zarpa Blanca subió la última, y una vez estuvieron todos en el tejado, Oreo siguió caminando por los techos de las guaridas. Zarpa Blanca se apresuró para ponerse a la altura de su mentora. Acababan de empezar, pero ya le dolían las zarpas. Las formas irregulares de aquellas extrañas construcciones le arañaban las patas. Hoja Dorada también parecía incomoda; de vez en cuando se le atascaba una pata en alguna rendija, o le resbalaba la zarpa. Sin embargo, Perla, Granizo, y Oreo caminaban sin el menor problema por la superficie, y no parecían cansarse.
-Allí está la casa de Neil.-Dijo Perla, señalando con la cola a algún punto en la distancia.-Y por ahí la de Bagheera , y aquella un poco destartalada de allí es la de Troh...
La gata seguía señalando, y poco a poco, Zarpa Blanca desconectó. No es que no le interesara el tema, que de hecho, no le interesaba en lo más mínimo, pero más que nada, necesitaba pensar. La joven gata blanca nunca había sido ese tipo de gata pensativa, siempre se había preferido concentrar en el presente, en el lugar en el cual estaban sus zarpas. ¿De verdad había elegido bien?¿O tal vez debería haberse quedado en el Clan del Viento? ¡Tonterías! Se dijo. ¡Cuando vuelva seré una heroína!¡Y la mema de Zarpa de Algodón será mucho peor que yo! Y el suelo desapareció bajo las zarpas de la aprendiza.
-¡Zarpa Blanca!
Pero entonces, unas mandíbulas firmes se cerraron alrededor de su pescuezo, izándola de nuevo hasta el techo.
-¿¡Estás bien?!
Preguntó Hoja Dorada a su sorprendida aprendiza. A Zarpa Blanca le costó un momento situarse, ¡tan solo habían sido unos pocos segundos!
-Si...si, estoy bien...
Los ojos de Zarpa Blanca se posaron entonces en Oreo.
-¿Cómo me has cogido tan rápido?
-Tengo reflejos.-Dijo el secamente.-Ahora poneos en marcha o no llegaremos nunca.
Los cinco gatos (sin contar los cachorros de Perla), siguieron su camino, y aunque Hoja Dorada parecía que iba pillando el tranquillo a eso de caminar por los tejados, Zarpa Blanca seguía igual que siempre. A la tercera vez que tropezó y cayó de morros contra el suelo, Oreo se acercó a su rescate.
-¡Vosotros seguid tirando, yo le enseño a caminar a esta!
-La casa de Quijote, ¿verdad?
Preguntó Perla.
-Si, sigue igual que siempre.
Respondió Oreo, y después miró a Zarpa Blanca que se levantaba agotada del techo.
-No es necesario que me enseñes nada. Puedo seguir vuestro ritmo sin problemas.
Oreo alzó una ceja.
-Mira, el viejo me pidió que os llevara con el, y tengo claro que si una de vosotras llega hecha papilla me pegara otro zarpazo en la cara. Y por muy viejo que sea, duele.
Zarpa Blanca se fijó entonces en las cicatrices que cubrían el cuerpo del gato negro y blanco, en las que antes no había reparado por la espesa capa de pelaje que las cubría. La gata entornó los ojos, pero decidió no preguntar nada.
-Bueno, tenías que enseñarme a caminar, ¿verdad?
-Si, eso, si.
Oreo se puso delante de ella.
-En realidad, no tiene mucho secreto. Mira, ves que el tejado hace unas ondas, como olas de mar?-Zarpa Blanca asintió.-Pues tienes que caminar por encima de las olas. No levantes tanto las zarpas, deslizalas.
Zarpa Blanca trató de imitar los pasos ligeros del minino casero, pero una y otra vez, las patas se le quedaban atrapadas entre ola y ola.
-No lo haces bien. Eres demasiado tozuda, te empeñas en caminar como si estuvieras en las praderas.
-¿Y qué quieres que le haga?¡Llevo toda mi vida viviendo en la explanada del Clan del Viento!
Oreo suspiró.
-Dios, ayúdame.
Zarpa Blanca masculló enfadada entre dientes. ¡No era su culpa si no le salía! Oreo se lamió la zarpa delantera mientras buscaba una manera de enseñar a la testaruda aprendiza a caminar por encima del tejado. Entonces se le ocurrió una idea.
-Mira, inclina tu cuerpo hacia aquí.
-¡Pero si me inclino me caigo!
Dijo Zarpa Blanca contrariada. Oreo suspiró otra vez.
-Tu haz lo que te digo.
Zarpa Blanca refunfuñó mientras inclinaba su cuerpo hacia el lado, y justo cuando se iba a caer, Oreo se puso a su lado, aguantando su peso.
-Y ahora camina.
Indicó el minino casero. Zarpa Blanca hizo lo que le decía, sin entender de todo el ejercicio. Fijó toda su atención en sus zarpas, pero aún así, se veía incapaz de hacerlo correctamente, y giró la cabeza para mirarle contrariada, y al hacerlo, se percató de una cicatriz cruzando el cuello de Oreo. Irguió las orejas.
-¿Como te hiciste esa cicatriz?
Preguntó ella con curiosidad.
-No me gusta hablar de ello.
Dijo el macho negro, sacudiendo la cola. Zarpa Blanca hizo pucheros.
-¡Por favor!
Oreo puso los ojos en blanco.
-Fue cuando yo era muy pequeño. Cuando llege a mi nueva casa, ya había un gato adulto vieviendo allí, el mismo que me ha enviado a buscaros. El era...lo que se puede llamar...agresivo. Y yo un idiota.-Suspiró apenado.- Me gustaba molestarle. Le mordía la cola, las orejas, le arañaba...Y el no hacía nada. Hasta que un día se cansó y bueno...empezó a arañarme. Me arañaba cuando se enfadaba, y a veces no me dejaba comer. Un día, tuvo un accidente. Le atropelló un coche. Por suerte, nuestros amos lo llevaron al veterinario y le salvaron la vida. Cuando volvió a casa, pensé que me arañaria de nuevo, pero no. Estaba raro. Creo que el golpe le transformó. Ahora es et tío más pacífico que conozco. Pero aún tiene algunos arranques de violencia.
Oreo se encogió de hombros. Zarpa Blanca se había quedado con la boca abierta.
-Yo pensaba que los mininos caseros no podías ser agresivos.
Oreo soltó una carcajada.
-Los "mininos caseros" hacemos más cosas de las que te crees. Si quieres, te cuento una vez que fuimos a pescar a un lago...
Y sin darse cuenta, Zarpa Blanca ya caminaba sobre las olas.
(Oreo en multimedia)
***
Se que este capítulo es muy corto. Se que no pasa casi nada interesante, pero esque últimamente ya no miro Wattpad. Escribir una historia es más difícil de lo que pensaba. Se lo que va a pasar, y la inspiración me sobra, pero ya no tengo la chispa que tenía al principio. Estamos preparando las mudanzas, y ahora mismo estoy hecha un lío. Me marcho el miércoles, y ya no vuelvo a pisar mi casa en todo el verano.
Lo siento.
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