Capítulo 1
Observé como una de las criadas cubría mis cuadros para que no se estropeasen en los meses que iba a pasar fuera y a cada pintura vibrante que era tapada por aquellas telas mi corazón se apretaba un poco más.
Rocé las paredes de la hermosa habitación, decorada con aquellas tonalidades cálidas que reflejaba a la perfección los atardeceres de París. Me asomé al balcón y sonreí escuchando el bullicio elegante de tan hermosa ciudad, queriendo capturar aquel sonido lo máximo que pudiese. Convenciéndome, de que regresaría pronto. O eso esperaba.
― ¿No cree que debería bajar los cuadros al desván? Si vuestra estancia se alarga allí puede que...― sugirió Adelle, la ama de llaves de mi propiedad.
―No, mi estancia será breve―corté al instante― mi arte permanecerá aquí― rocé el marco de una de mis pinturas, ahora cubiertas― no quiero que esta cámara deje de parecer mi hogar.
Adelle asintió, haciendo una breve reverencia y abandonó la estancia mientras yo observaba los arcones cerrados en los que se encontraban mis pertenencias y que unos hombres comenzaron a cargar para trasladarlos.
Intenté que las dudas no me carcomiesen mientras el fuerte impulso de ordenar que lo devolviesen y cancelar el viaje se hizo paso por mi cabeza. Noté como aquellas inseguridades que llevaban años enterradas comenzaron a escarbar en mi interior e intentaban por todos los medios hacer mella en mi ánimo, mientras yo, intentaba con todas mis fuerzas mantener la calma.
Abandoné la estancia dirigiéndome a mi estudio. Aquella habitación en la que había encontrado tanta paz. El lugar dónde podía encerrarme horas, y dejar que la pintura y los lienzos me hicieran olvidar cualquier preocupación o angustia que se cruzase en mi cabeza. Sólo estábamos el óleo y yo.
Desde que entré por primera vez en aquella alcoba, rodeada de cristaleras que dejaban ver los rayos de sol a la perfección, iluminando sus techos y suelos blancos, supe que tenía algo mágico, y por mucho que fuera mi lugar favorito en el que llorar mis miserias,pronto se convirtió en el lugar en el que volcar todos y cada uno de mis sentimientos y pensamientos, pero no es pañuelos y lágrimas, sino en arte.
Ahora, ver el lugar en el que había pasado tantas horas pintando, completamente vacío, limpio, sin ni una mancha de pintura, ni caballates, ni lienzos por el suelo...era como estar contemplando una estancia fantasma.
Apoyé la cabeza en el marco de la puerta y suspiré con melancolía mientras por la cristalera se empezaban a ver los rayos del atardecer.
Una mano rozó mi cadera y unos labios se posaron en mi pelo. No tuve tiempo de asustarme, en cuanto noté su calor cerca de mi, supe quien era y una sonrisa boba se hizo paso en mis labios.
―Va bien, Chérie?
―Juste un peu mélancolique― susurré y él apartó un mechón de mi rostro para besar mi mejilla con delicadeza
―En un abrir y cerrar de ojos volveremos a París― murmuró con su fuerte acento francés
Me giré ligeramente para encontrarme con sus ilusionados ojos azules que parecían totalmente ajenos del desasosiego que me sacudía interiormente y yo intenté poner la mejor de mis sonrisas
―Se me parte el corazón cada vez que parto― susurré
―Esta vez, volvéis a casa, estoy seguro de que no querréis regresar aquí. No sabéis las ganas que tengo de conocer a vuestra familia y que me enseñéis cada rincón de Inglaterra.
Me tensé al instante y el nerviosismo comenzó a inundar manos que comenzaron a temblar― No quiero entorpecer vuestro trabajo, es mejor que me quede contigo en Londres
Rozó mi pelo y sonrió con ilusión― Quiero recorrer cada esquina de vuestro país con vos, además es una oportunidad perfecta para conocer Escocia.
Escocia. Llevaba tanto tiempo sin escuchar aquel nombre que en cuanto lo escuché pronunciado de su boca, mi corazón se encogió y mi estómago se sacudió.
Escocia.
Los franceses tenían un dicho.
"Loin des yeux, loin du coeur"
Lejos de los ojos, lejos del corazón.
Algo que por mucho que me costó al principio, tuve que acabar dando la razón, y es que aunque nada jamás podría hacer olvidarme de Escocia, durante los últimos tres años había conseguido apagar ese ardor que mi corazón sintió durante los primeros meses lejos de aquellas tierras.
¿El método? No regresando. No hasta ahora.
Mi tía, que había pasado una temporada en su juventud en París, consiguió por antiguas amistades que se me acogiera en la corte y yo había convertido París en mi hogar. Un lugar en el que nadie me reconocía por haber sido la dama secuestrada, no había rumores sobre mis relaciones pasadas, nada de cuchicheos, nada de miradas, solo era yo. Había encontrado mi lugar, una ciudad hermosa, que me había acogido con los brazos abiertos en el momento en el que más perdida me sentí, regalándome la oportunidad de empezar de cero lejos de todo el dolor que traía conmigo.
Había descubierto mi pasión por la pintura y el arte, comenzando a tomar clases en la corte junto con otras nobles, había viajada por tantos países y rincones que juré jamás volver a recluirme en una isla, había conocido personas de mil lugares distintos...me había olvidado por completo de lo que había sido mi vida los últimos años: Yo solo existía a partir de París.
Seguía manteniendo correspondencia con Elizabeth y me hacía muy feliz tener noticia de ella y sus hijos pero no volví a plantearme el regresar, por mucho que echase de menos, mantendría mi paz aquí a toda costa, en el lugar que me sanó el alma y que ahora abandonar, me estaba matando.
Me juré a mi misma cuando llegué a aquellas tierras que nunca volvería a dejar que mi corazón guiase mi vida, pues las decisiones que se toman no son tus deseos sino los de aquel que amas. Después de lo ocurrido en Berwick hace ya tres años, desarrollé el terror a volver a vincularme a otro hombre, de ser tan vulnerable, enamorarte es volverte extremadamente débil, pues todo el mundo conoce tu talón de Aquiles y yo no quería volver a hacer tan obvias mis flaquezas.
Había días en los que recuerdo que hubo un momento en el que hubiese muerto por alguien. Yo hubiese muerto por él. Todavía había noches en las que me levantaba con pesadillas gritando. Mi cabeza se dedicaba a torturarme introduciendo en mis sueños el escenario de que hubiese ocurrido si Elizabeth no hubiese impedido su ejecución. Visualizaba una y otra vez su muerte. Su cuello roto. Su rostro pálido. Sus ojos verdes sin vida observándome desde la horca. Como yo me hubiese quitado mi propia vida si aquello hubiese ocurrido.
Ese sentimiento de amar tanto a alguien que estarías dispuesta a sacrificar todo por él, incluso la propia vida. Me atemorizaba. Cuando fui consciente en Balqhidder supe que tenía que alejarme un tiempo, lo que no me esperaba era lo rápido que él se negó a darme ese espacio y renegó de mí. Nunca volví a saber de él. Así que aunque vivos, lo nuestro era un cadáver bien podrido al que no le quedaban ni los huesos.
No pensaba que podría volver a enamorarme e ignoré cada oportunidad que tuve, hasta que llegó él. Aquel joven diplomático hijo de nobles franceses que conocí en la corte y que intentó llamar mi atención de todas las maneras posibles, escoltándome a mis clases de pintura, regalándome libros, invitándome a sus viajes... Por mucho que lo evitase, encendió dentro de mi un sentimiento que yo creía totalmente enterrado.
Con su acento francés, cabello cobrizo y ojos claros como el día, Bastian de Brienne consiguió hacerse hueco en mi corazón, y dediqué meses acompañándole en sus misiones diplomáticas por una decena de países, enamorándome cada día más de cada parte de él. Era inteligente, extremadamente, pero no de una manera soberbia, simplemente era uno de esos hombres que no puedes parar de querer escuchar, tenía un corazón noble y compasivo que empatizaba con el mundo a su alrededor, afable y sociable con una personalidad tan encantadora que hacía gozase de tanta simpatía en la corte. Fue imposible no caer rendida ante él.
Ahora tan cerca de hacer explotar mi pasado, recordaba el día que Bastian me comunicó su nueva misión diplomática.
"Sonrió observando las tonalidades del cuadro que estaba pintando
―Tenéis las manos de un ángel― susurró rozando mi pelo y yo sonreí al escuchar sus palabras
―Aún no está acabado― dije riendo y él sonrió
―Pues no quiero imaginar lo hermoso que será cuando lo termines
Intenté concentrarme en el cuadro mientras una sonrisa tonta se colaba en mis labios e intenté no enrojecer
―Os tengo una sorpresa...― murmuró sentándose a mi lado. Tomó un poco de pintura con un dedo y me rozó la punta de la nariz
―¡Bastian...!―me quejé soltando una carcajada y le manché la mejilla.
Sus ojos claros brillaron de ilusión y sin limpiarse la mancha me acarició las manos― He hablado con el rey, y ya sé cual será mi nuevo destino...
Sonreí emocionada y limpié con un trapo la pintura de sus manos― ¡Por favor...por favor, decidme que volvemos a Flandes!
―¿Volvemos? ¿Ya os estáis auto invitando?― bromeó y yo hice mi mejor esfuerzo por no besarle
―¡Bastian....!
Soltó una carcajada y cogió el trapo para limpiarme la nariz― No es Flandes...
―¿Castilla?―negó y yo me mordí el labio pensando― ¡Ya sé, Nápoles!
Rio y volvió a negar― Inglaterra. ― mis sonrisa se borró al instante―Bueno, entre Inglaterra y Escocia, el rey quiere establecer vínculos con las Highlands y más desde que hace unos años, un puesto tan importante como Berwick cambiará de manos inglesas a escocesas
Sentía que habían pasado siglos desde que escuché esa palabra por última vez.
Escocia.
Negué en pánico mientras mis ojos se llenaban de lágrimas― No, no, no. No podemos ir a Escocia
Bastian me miró extrañado― Sé lo que dicen de los escoceses pero...no nos pasará nada, residiremos en Londres y viajaré yo a la frontera
―Bastian....― murmuré con la voz temblando
―Es temporal, solo unos meses― dijo Bastian con entusiasmo mientras sus ojos claros buscaban ilusión en los míos
―Estoy segura de que podrían darte otro destino― susurré y él se encogió de hombros
―Pensé que te gustaría regresar a casa después de tanto tiempo aquí, así puedo conocer a tu familia, querría pedir tu mano formalmente a tu padre
―Mi casa está aquí junto a ti, en París― susurré notando como mi corazón parecía salirse de mi pecho― no necesito volver yo...
Bastian me revolvió el cabello y besó mi frente con dulzura― Son órdenes del rey pero en cuanto regresemos de Inglaterra, nos casaremos y nos estableceremos definitivamente aquí en Francia"
Puede que yo no hubiese sido del todo sincera. Nada, si soy más franca. Sabía que me había criado en la frontera, quien era mi familia y mi título, pero jamás le hice partícipe de la verdadera razón por la que acabé en París, tampoco de mis meses en tierras escocesas o mi compromiso con William. Necesita huir de eso. Por ello, Bastian me veía simplemente como una pura dama de alta alcurnia enamorada del arte, que había abandonado Inglaterra con la esperanza de educarme en mis habilidades con la pintura. Una gran mentira que ahora se iba a desmoronar.
Por que la idea de regresar a Inglaterra o Escocia se me hacía insoportable. No quería volver a sentirme como la última vez que abandoné aquellas tierras. Confusa, perdida, dolida, a la espera de que por quien yo hubiese sacrificado todo lo que soy, diese una mínima señal y decidiese luchar por mí, pero no, me dejó marchar sin mirar atrás. Me hizo querer elegir entre permanecer a su lado y renunciar a mis propios deseos, para convertirme en un mero elemento decorativo a su lado o jamás volver a saber de él. Y por primera vez, me elegí a mí. Y no me arrepiento.
Pensar en él hacía que me rugiese la sangre de la rabia, pues jamás pensé que se pudiese odiar a alguien tanto como yo lo hacía. Cada pequeña gota de aquel encaprichamiento infantil que tuve con él se había transformado en un desprecio tan grande que esperaba no volver a verle nunca.
En el fondo me generaba satisfacción saber que me verá de la mano del hombre que amo, el que realmente me hace la dama más dichosa de este mundo, un hombre de alta alcurnia, apuesto y educado, mi prometido con el que tendría mi final feliz por fin, mientras él seguiría revolcándose en barro o lo que sea que haga en su tiempo libre.
Bueno, mi prometido, si sobrevivía a la gran farsa en la que había convertido mi vida ocultando la mitad de ella.
―Sabes bien que por vos iría donde fuera― murmuré y Bastian soltó una suave carcajada que hizo batir con fuerza las mariposas de mi estómago.
―Por su puesto, como vais a perder la oportunidad de viajar a costa del reino de Francia
Reí y le di un suave golpe en el pecho― ¿Cómo desperdiciar tan excelente oportunidad?
Bastian me observó unos segundos en silencio como aquel que admira una obra de arte. Con devoción. Como si yo fuese algo valioso que glorificar
―No me miréis así― susurré y él me rozó la barbilla con delicadeza. Sus ojos azules brillaron y recorrieron cada centímetro de mi rostro mientras me acariciaba.
―¿Cómo?― murmuró y yo noté como mis mejillas comenzaron a arder
―Cómo si yo fuese Notre-Dame...― dije correspondiendo su mirada intentando bromear pero él siguió observándome con seriedad.
―Ni Notre- Dame, ni ninguna otra obra, escultura o pintura ni de Francia ni del mundo os puede hacer sombra―susurró y mi corazón parecía explotar de felicidad.
Me incliné sobre él y posé un beso en su mejilla. ―No te merezco....― susurré sintiendo algo de culpabilidad, como si no fuese merecedora de aquella profunda devoción, pero él tomo mi mano y la besó con suavidad
―A veces no entiendo como he sido tan afortunado de que Dios os haya puesto en mi camino...es como si mi vida antes de vos no hubiese tenido sentido...
Y efectivamente en parte así me sentía yo. Como si antes de aquella vida, todo en mí era caos. Y durante años, esa sensación me hizo adicta. Atrapada siempre en los estrictos convencionalismos ingleses, aquel desorden, aquella rebeldía, aquella falsa independencia, me engancharon y realmente me convencí de que era lo que quería para mí. Pero luego, esa libertad te atrapa y deja de serlo, siempre se vuelve a esperar algo de ti. Siempre quieren volver a atarte.
―Voy a echar tanto de menos París...― murmuré
―Regresaremos pronto, siento...― me volvió a rozar el rostro y suspiró― Francia es mi hogar y siento que no he hecho el suficiente esfuerzo como para conocer el vuestro. Quiero ver dónde os habéis criado, conocer a vuestra familia y amigos, pasear las calles que vos habéis frecuentado de niña...quiero saber todo de vos.
Mi estómago se estremeció y unas fuertes ganas de vomitar me invadieron. Sabía que era algo romántico, pero el pánico se apoderó de mí. Iba a llegar a Inglaterra y descubrir que soy un fraude, que la persona que él creía conocer no existía, solo una ilusión que yo había intentando proyectar para esconder el dolor que cargaba por dentro. Y durante un tiempo había tenido efecto, pero en el momento en el que regresáramos , se iba a desmoronar.
―Bastian...―susurré con nerviosismo―tal vez...
Bastian pareció no escucharme y sacó una carta de su chaqueta― Se me ha olvidado que esto ha llegado esta mañana para ti.
Examiné con cuidado el papel y cuando vi el sello de los MacLaren marcado mi corazón se detuvo. Le devolví la carta mientras notaba como me comenzaba a faltar el aile.
―Será un error, no es para mí― balbuceé nerviosa
Señaló mi nombre en el envoltorio y mi pecho se tranquilizó al reconocer la letra de Elizabeth. Deshice el sello y sonreí al comenzar a leer.
Querida Evelyn
He recibido tu misiva en la que me informas de tu regreso temporal a Inglaterra con mucha alegría, tanta, que mi hijo se adelantó y quiero darte la noticia de que oficialmente Alistair y yo hemos sido padres por segunda vez de un varón sano que bautizaremos con el nombre de Duncan. Aunque me has recalcado que no está en tus planes visitar Escocia, Alistair y yo hemos llegado a la conclusión de que sería un verdadero honor que pudieses acudir al bautizo el día veinte de este mes y fueses su madrina. Me encantaría poder verte, no sabes lo mucho que te echo de menos, y es hora de que Evander ponga rostro a la dama de la que tanto le hablamos su padre y yo.
Estoy deseando poder darte un abrazo
Elizabeth
Las lágrimas cayeron por mis mejillas y Bastian confuso me pegó a su pecho― Eh, eh...¿Os encontráis bien?
Asentí y suspiré volviendo a leer la carta.
La nostalgia se hizo hueco en mi pecho y mil recuerdos explotaron en mi mente. Siempre me pasaba cuando intercambiaba correspondencia con Elizabeth, cuya presencia extrañaba tanto que alguna noches nos era capaz de reprimir el llanto.
Pensaba en todo lo que me había perdido. Llevaba tres años sin reír a su lado, o ver como hacía rabiar a Alistair, no conocía a sus hijos, pues poco después del nacimiento de Evander partí. No había estado allí para verla convertirse en la señora de Balquhidder, y me odiaba a mi misma por ello.
Siempre que me escribía me invitaba a visitar, y yo en todas mis respuestas ponía mil excusas, pensando que en algún momento se cansaría y dejaría de escribirme pero no, todos los meses contestaba mis misivas y siempre con la misma ilusión.
Así que yo me sentí la dama más egoísta del mundo
―Espero que ahora que viajamos a Inglaterra, espero que me contéis como ha acabado una amiga vuestra desposada con el laird de un clan, es...cuanto menos curioso
―Es una larga historia...― murmuré rozando la carta
―Mañana el sábado tras mi presentación al rey cuando lleguemos, tenemos todo el tiempo del mundo para que me la contéis―Negué lentamente y Bastian me miró confuso―¿Pasa algo?
―El sábado no voy a poder acompañaros a la recepción...― me sorprendí a mi misma diciendo aquellas palabras
―¿Vais a visitar a vuestra familia?
―Algo así. Voy a acudir a un bautizo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top