Capítulo 54: Yihad y Edric.



"Nunca fui tan buen conocedor de historia ni mucho menos, era poco interés el que tenía por la política o las finanzas. Cuando eres criado como un granjero todo lo que ocurre más allá de la cerca que limita los cultivos está fuera de tu poder. El mundo era simple en ese entonces, sin embargo, cuando llegué a Tierra Santa me vi envuelto de tantas cosas diferente, comprendí que existían más religiones y que no eran los monstruos retratados por las palabras de los monjes y clérigos en Europa. Pero también me di cuenta que algunos valores, como el amor, como la lealtad u el honor, te hacían alguien débil. Había un concepto que los árabes aplicaban, el concepto de la Yihad, o La Guerra Santa. En tiempos de guerra, los musulmanes están ordenados por su dios a pelear por su fe, aunque con lleve a su muerte, en esperanza de una recompensa de vírgenes en su cielo musulmán. Pero ¿si yo no creía en nada, entonces que es lo que me impulsaba a continuar? Rogaba que no hubiese un Paraíso, después de todos los crímenes que hice como podría cruzar por las puertas de San Pedro. ¿Pero nuevamente si no había un Dios?, ¿A quién podría rogarle? ¿Al Destino?"

El ejército de Edric avanzó lentamente. Era la primera vez que Edric encabezaba un ejército, a su lado cabalgaba DeBois, el hombre cansado y con jaquecas por el sol continuaba renuente a usar el yelmo o un turbante para protegerse del sol. Edric se había preguntado porque razón DeBois siempre llevaba la cabeza afeitada, sin barba, sin cabello, pero también se afeitaba las cejas. Su rostro estaba tan rojo que parecía un camarón en la parrilla. Edric metió su mano en su alforja y sacó una cantimplora de cuero y se la pasó a DeBois.

--Ten, deshidratado e insolado no me sirves de nada.—Dijo Edric y le pasó la cantimplora a DeBois. El hombre alzó la vista y tomó la cantimplora de mala gana, en el interior había vino de los viñedos de Edric, aunque siendo sinceros era más jugo de uva fermentándose que vino en sí, tomaría años, tal vez décadas antes de que las viñas dieran un buen vino. El hombre quitó el corcho que cubría la cantimplora y bebió presuroso del interior, el hombretón escupió el vino sobre su caballo, el cual relinchó.

--He probado orina de gato con mejor sabor que este vino. —Respondió DeBois, su rostro hacía una mueca de desagrado, A Edric le recordó los berrinches de los bebés.

--¿En que escenario probarías orina de gato? —Preguntó Edric.

--Esas pequeñas mierdas peludas caminan por todos lados incluso en las noches y cuando están enfermos se orinan en cualquier lugar, incluyendo en la cara de un hombre dormido. —respondió DeBois.

--Oh DeBois, eres una cornucopia de secretos ¿verdad? —respondió Edric con un tono de ironía, sin embargo Edric entendía que DeBois no entendería en absoluto su sarcasmo.

--¿Cuánto más falta? Preguntó DeBois.

--Ya no hemos de estar lejos.—Respondió Edric.—Habían visto al ejército de la Doncella de Hierro cerca de aquí.

--Dicen que tiene 25,000 hombres a su disposición. —respondió DeBois.

--Podría tener 50,000 y aun así no haría ninguna diferencia. —Respondió Edric. —Saladino aún después de su derrota en Yussuf, cuanta con 180,000 hombres más.

--Los ejércitos más grandes no siempre son los que ganan la guerra. —dijo el hombretón.

--No, no siempre, pero en la mayoría de las veces es así. —respondió Edric Bardo.

--Bueno Al Mutah Alim tenía un mayor ejército en Escalón y perdió.

--Al Mutah Alim perdió porque subestimó a su oponente, nosotros no haremos eso. —respondió Edric Bardo.

--¿Cómo?

--La Doncella de Hierro es una mujer, la desidia, la traición, la intriga, esos son sus juegos. Dime ¿en que es superior el hombre a la mujer?

--En todo. —respondió DeBois.

--En fuerza física. —respondió Edric. Si continuamos avanzando y siempre hacia adelante, dispuestos a eliminar a todo aquello que encontremos en nuestro camino...no dejaremos que La Doncella de Hierro forme un plan para acabar con nosotros.

--Siguiendo esa lógica, nosotros tenemos 22,000 hombres y ella 25,000. Tiene 3000 hombres más que nosotros.

--Sí, pero ella no sabe que la atacaremos. —respondió Edric Bardo. —Tal como he visto anteriormente, La Doncella de Hierro sigue todos los protocolos de la guerra, ella esperará que se haga una reunión entre las dos partes, ella tratará de parlamentar como cualquier hombre de honor haría. Y nosotros simplemente continuaremos.

Entonces Amid salió de entre las dunas delanteras. Su camello bramaba, con cada patada que le deba el vientre.

--Mi señor. —dijo el mameluco. —Hemos visto mensajeros, tres de ellos, dicen venir en representación del ejército de la Doncella de Hierro.

--Ves, te lo dije. —respondió Edric. —Ella tiene la intención de parlamentar.

--¿Los recibiremos entonces? —preguntó DeBois.

--Claro, con flechas, muchas flechas. —Dijo Edric. DeBois comenzó a reír.

Una línea de arqueros a caballo se formó frente a Edric cuando en la distancia aparecieron los tres mensajeros, el jinete que iba al frente llevaba una bandera blanca, y los dos que estaban detrás de él llevaban estandartes. Edric miró con su catalejo hacia los tres hombres en la distancia.

--¡Arqueros en sus marcas! —exclamó Edric. --¡Apunten! ¡Disparen! —exclamó Edric. Los arqueros a caballo dispararon sus flechas que cayeron sobre los mensajeros, dos de ellos fueron abatidos pero un se dio media vuelta y comenzó a cabalgar tratando de huir.

--Yo me encargo de ese. —respondió DeBois, el hombretón hizo correr a su caballo, la montura comenzó a tomar velocidad. DeBois desenfundó su espada y persiguió al hombre, Entonces cuando lo alcanzó, blandió su espada con fuerza y velocidad, la cabeza del mensajero fue cortada y cayó en la arena. Su cuerpo cayó del caballo unos pasos después.

Edric y el resto de su ejército reanudó la marcha hasta aquel punto. Los hombres reunieron los cadáveres de los mensajeros de La Doncella de Hierro, los tres parecían ser árabes, tenían que pertenecer al ejército del traidor de Hairam Balik. Los estandartes de la mujer santa eran extraños, eran escarlata que representaba el poder y la sangre, pero tenían una luna llena de plata en ellos, que representaba la inocencia, sin duda marca del estandarte de una mujer. Y seis gotas de agua, probablemente representando su condición de mujer santa pero entonces había una espada desenvainada que representaba la condición guerrera de esta. Edric bajó de su caballo y tomó uno de los estandartes. Y luego caminó hacia una formación rocosa.

--¿Qué haces? —le preguntó DeBois.

--Tengo que cagar. —respondió Edric. –Y necesito con que limpiarme.

Cuando terminó se limpió las manos con arena como los autóctonos del desierto solían limpiarse. El muchacho se amarró los pantalones y fue a reunirse con su ejército, DeBois tenía una carta en sus manos, pero el hombre no podía leerla.

--¿Qué tienes ahí?—preguntó Edric.

--Es una carta, tal vez era el mensaje que esos bastardos querían entregarnos. —Respondió DeBois.

--Dame eso, tú no sabes leer. Edric tomó la carta y comenzó a leerla.

Querido Edric...

Había estado esperando con ansias reunirme contigo, solo que no esperaba que nuestro primer encuentro fuese por escrito. Hay tantas cosas que quisiera decirte, tantas cosas que ocurrieron, desde que dejaste Normandía y te convertiste en señor de Karnak, Nuestra madre, nuestro padre Bardo, nuestro hermanito Pierre y nuestra hermanita Aidee, fueron asesinados por una banda de saqueadores llamada Las Capas de Cuero. Antes de morir le prometí a Papá que me reuniría contigo fuese como fuese, por lo que viajé desde Normandía hasta la Tierra Santa, con muchos contratiempos en el camino. Espero poder reunirme contigo, eres mi hermano, mi último hermano. Y quiero que estemos juntos. Juntos podremos deponer a este rey Sarraceno Saladino quien usurpó el trono de Jerusalén. Juntos tú y yo podemos liberar la Tierra Santa. Así que, por favor, te pido que aceptes esta reunión.

Con amor, Selene Bardo, La Doncella de Hierro.

Edric terminó de leer en voz alta. El muchacho no podía creerlo, "¿Acaso sería verdad?, ¿acaso mi familia había muerto?, ¿acaso Selene sería la única que sobrevivió?" pensó Edric, las cosas volvieron a su mente, recordó cuando jugaba con Selene en el bosque, cuando la niña lo despertaba en medio de la noche porque tenía miedo de los truenos durante las tormentas, el estómago de Edric dio un vuelco y un escalofrío recorrió por todo su cuerpo. Si lo que la carta decía era verdad, Selene había estado sola en el mundo por mucho tiempo, y Edric era el único que podía salvarla. ¿Acaso sería una mala jugarreta del destino, o de Dios si es que había uno en el cielo de ponerlo a prueba de esta forma?, Desde que llegó a Tierra Santa Edric solo había pensado en él todo este tiempo. Como confabular para obtener riqueza y poder, como traicionar para mantener ese poder y matar para consolidar su poder. Pero si Selene continuaba con vida...Eso solo creaba más preguntas en la cabeza de Edric. ¿Cómo sobrevivió?, ¿Qué fue lo que hizo para llegar a la tierra Santa? Y ¿Cómo se convirtió en la Doncella de Hierro, azote de la Tierra Santa musulmana?, Tal vez Selene era su redención.

--¿Te encuentras bien Edric? —le preguntó DeBois.

Las manos de Edric temblaron por un momento, El muchacho volvió a releer la carta y fue entonces cuando se dio cuenta. Era cierto que un erudito les enseñó a leer y a escribir, pero muy pocas veces era lo que podían practicar para no olvidarlo, Edric recordó como su padre lo golpeó por decir que leer y escribir no servía de nada. Por lo que Edric practicaba escribiendo en la corteza de los arboles con un pedazo de carbón. La carta que tenía en sus manos era de alguien que había pasado escribiendo por mucho tiempo, no era la letra de su hermana, no podía serlo.

--Sí, estoy bien. —respondió Edric.

--¿Qué hacemos entonces?, Si esta Doncella de Hierro es tu hermana...

--No es mi hermana. —respondió Edric --Mi hermana solo escribió dos o tres veces en su vida, esta carta tiene trazos más organicos. La Doncella de Hierro no es mi hermana. No podría serlo. Es obvio que esta Doncella de Hierro torturó a Al Mutah Alim para sacar información sobre mí. Es un ardid esto. Una trampa en la cual no caeré. ¡Seguiremos avanzando sin importar que! —respondió Edric. La Doncella de Hierro no ha de estar lejos.

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