Capítulo 37: Redención y Pía.


La noche cayó y el mar estaba encrespado. Los vientos habían dado la vuelta y traían consigo un olor desagradable a muerte y sangre. Pía, no había podido dormir las últimas noches. Tenía miedo, de lo que vendría y de lo que tenía que hacer. poco a poco el cabello comenzó a crecer sobre su cabeza. Tardaría años antes de recuperar su cabello a la altura que lo tenía a pesar de haber hecho un voto de renunciar a ser mujer.

Pía arregló una pequeña galera mercante que se habían robado meses atrás a unos comerciantes bizantinos en el mediterráneo. La usarían para transportar a la maga de la Doncella de Hierro. De regreso a Escalón. La chica guío a Ambra por los pasillos del castillo hasta la catacumba donde les esperaba Sayub, el hombre se había ofrecido a ser su guardaespaldas hasta que llegaran al otro lado del mar. Ya que Pía no confiaba en ninguno de los otros hombres que tenía con ella.

--Los vientos son favorables. —dijo Pía, en su mano derecha tenía una antorcha y alumbró la galera que yacía a la entrada de la cueva marina. Y en su mano izquierda tenía una bolsa de cuero –Con suerte llegarás al amanecer. Y aquí está la bolsa con todos los materiales que me pediste. ¿Para que necesitas todo esto?

--Cosas de magas, lo necesito para ayudar a Selene, ella...se ha de sentir abandonada sin mí. —respondió Ambra.

--Todavía no puedo creer que ella haya sido capaz de viajar por Europa solo para llegar con su hermano. —respondió Pía.

--Selene Bardo considera que su hermano le protegerá, su familia fue masacrada en Normandía, y solo le queda él, probablemente ella hubiese muerto o hubiese enloquecido si no hubiera tomado fuerza en la promesa que le hizo a su padre moribundo. –respondió Ambra. Y luego subió su bolsa a la cubierta de la nave.

--Edric Bardo...él ni una sola vez habló de su pasado. No de su familia, dudo que le interese algo más a él que no sea el mismo. —respondió Pía.

--Selene...ella, tiene la ventaja de cambiar los corazones de las personas a su alrededor si alguien puede redimir a su hermano es ella...tal vez...

--Edric Bardo está lejos de ser redimido, todo lo que ha hecho, las traiciones que ha cometido, la sangre que ha derramado... Maga ¿Selene Bardo vale la pena?

--No, ella solo es una mujer. —dijo Ambra y subió al barco luego giró la cabeza. —Ella lo vale todo. —respondió la mujer.

--Tal vez Selene sea capaz de traer paz a tierra Santa, pero podrías decirle la verdad. La verdad sobre Karnak, sobre Edric Bardo...

--Te prometo de corazón que se lo diré. —respondió Ambra.

--Es curioso, estando tan cerca, simplemente podría subir a la galera e ir contigo a conocer a Selene Bardo, por como hablas de ella, ha de ser alguien que vale la pena servir y creer. Pero, supongo que me ha llegado la hora de pagar por todos mis crímenes. —respondió Pía.

--A Selene no le importa quien la siga, a ella le siguen pretendientes al trono, duques desterrados, cazadores sin familia, hombres crédulos, y mujeres con corazones llenos de esperanza, pero si decides venir conmigo, pelearás el resto de tu vida por encontrar la tranquilidad y paz. —respondió Ambra.

--Puedo preguntar... ¿Yo...moriré por esto? —preguntó Pía.

--Morir, no. ¿Sufrir? Sí. –respondió Ambra. –¿Lo recuerdas en tus votos no?, Verás sin miedo a los ojos de tu antagonista. Cuando el león aparezca. Regresa aquí...este es un buen lugar. para que tu mensaje llegue a los oídos de Ekaterina Eisenbach. —respondió Ambra.

"¿Ekaterina vendrá aquí?, ¿Acaso sabe lo de su padre?, ¿Acaso lord Eisenbach envió una carta previa a Ekaterina?"

--Como te dije, es un buen lugar el que escogiste para que tú mensaje llegue a ella.

--Sayub es un hasshashin, él verá que llegues bien con La Doncella de Hierro. —respondió Pia.

La galera empezó a surcar por el mar hasta que se perdió en el horizonte.

Pia entonces dejó las catacumbas y observo desde lo alto de la torre de homenaje hacia el mar, y como la galera se alejaba en el océano simplemente iluminada por una linterna que llevaban. La chica entonces escuchó detrás de ella que alguien se aproximaba.

--¿Oh Pía que has hecho? —preguntó el joven Reinaldo de Chatillon en su ropa de descanso, a su lado iban siete hombres en armadura completa. —¡Has liberado a la maga!

--Ella...tiene una misión que cumplir. —respondió Pía.

--¿Una misión? ¿De que hablas? —Preguntó Reinaldo pero Pía no respondió.--¡Pia como tu rey te ordeno que me digas!—exclamó Reinaldo.

--Tú no eres más mi rey, nunca más. —respondió Pia. Y arrojó la espada que traía en el cinto a los pies desnudos de Reinaldo, el rostro del hombre se puso rojo del enojo. –Hice cosas terribles, hice cosas despreciables, pero se que tendré mi redención, se que me la he ganado, porque yo he ayudado a la Doncella de Hierro en su noble misión de liberar Tierra Santa.—respondió Pía.

--¡Oh ya veo! No te preocupes Pía, yo también tengo una doncella de hierro, es más, me muero por presentártela. —respondió Reinaldo y luego ordenó a sus hombres capturar a Pía, la mujer trató de zafarse del agarre de los hombres, pero no se lo permitieron. Y se la llevaron a la fuerza a la sala de Torturas.

--¡No!, ¡No! ¡Soltadme! ¡Matadme con la espada mejor! —exclamó Pia.

Dos hombres abrieron una caja de hierro con puas de metal. En todas partes y luego desnudaron a Pia.

--Es una lástima decirle adiós a un par de nalgas como esas. —respondió Reinaldo. —En realidad las voy a extrañar. Métanla. --Los hombres empujaron a Pía hacia el interior de la caja, lo primero que se perforó fueron sus plantas de los pies, y arqueó la espalda tratando de no picarse con las puas en la espalda, pero a medida que sus captores comenzaron a cerrar la tapa sobre ella, se enterró las Puas en su espalda y las puas le perforaron las piernas el vientre y los senos. La chica comenzó a gritar mientras que por una abertura podía la funesta risa de Reinaldo y sus hombres mientras Pia, continuaba gritando de dolor.
Estuvo así por horas. Hasta que el dolor la hizo desfallecer.

No tuvo ningún sueño, cuando sintió que cayó al suelo, Pia abrió los ojos, un hombre horrible con el rostro desfigurado le sonreía. El hombre la levantó y la sentó en una silla. Y les amarró a los brazos de esta con correas de cuero. Después Pía levantó la cara con tristeza y miedo. El hombre dejó sobre la mesa a su lado una bolsa de cuero con cuchillos de varias formas, el hombre se lamió los labios y sonrió funestamente a medida que calentaba la hoja del cuchillo en la llama de una vela que tenía a su lado. El hombre sonrió, en su boca le faltaban dientes. Luego acercó el hombre acercó el cuchillo a la mejilla de Pia, la chica podía sentir el calor emanando de la hoja del cuchillo. Pero para su sorpresa el hombre no le marcó la cara o la quemó, no el destino de Pía le tenía preparado algo peor, el hombre estrujó el seno derecho de la chica y en un corte rápido le rebanó el pezón y luego cauterizó la herida.

Pía gritó con fuerza y lloró desconsoladamente.

--Mátame...por favor mátame...por favor...--Dijo Pia, apenas pudiendo hablar.

--Pero de que hablas, si tu castigo no ha hecho más que empezar—dijo el hombre, luego con el mismo cuchillo comenzó a rebanar en medios cortes los dedos de Pía, la mujer volvió a gritar. Con fuerza. Después el hombre pasó a dejar a la chica a que llorara así en silencio, mientras le puso una bolsa en la cabeza. Para que la chica no pudiese saber que ocurría a su alrededor. Pasaron los minutos y luego las horas. Y sus dedos comenzaban a arder, asi siguió por las horas por venir, hasta que sus dedos comenzaron a tornarse morados. El hombre entonces le quitó la bolsa de la cabeza...

--¿Cómo vez? Sí tus dedos continúan así te morirás de una infección en unos cinco o seis días. Y uf, la peste será terrible de soportar y el dolor.

--No..., no más...córtalos...

--¿Qué dijiste? —le preguntó el hombre.

--Córtalos... ¡Córtalos! —exclamó Pia.

--No, aún no.—respondió el hombre y le volvió a dejar en la habitación.

Al final le cortó los meñiques, pero su castigo como había dicho el hombre no había hecho más que empezar. Durante los días siguientes la apalearon y la fustigaron con látigos espinosos. la quemaron y la atormentaron hasta más no poder.

A lo que Pia temía más era a volver al interior de la doncella de hierro. Durante tres noches más volvió a estar en el interior. Fue atormentada por días más. pero el más cruel tormento fue cuando el hombre puso en el fuego un pedazo de metal curvo y luego lo insertó en el interior del sexo de Pia, quemando todo en el interior. Nunca más volvió a sentir nada nunca más.

La mantenían viva con miel y agua para que no se desfalleciera ahí... la chica estaba esa vez atada de una mano a la silla mientras que su torturador había olvidado amarrar la otra correa. Pia miró entonces hacia el océano y fue cuando los vio grandes galeras de guerra dirigiéndose hacia la isla, eran cientos de ellas. Con la cruz bordada en las velas de cada una de ellas, excepto en una galera inmensa que tenía velas rojas y un león dorado en ellas rugiendo.

Podía entonces escuchar a los hombres gritando en los corredores listos para recibir a los recién llegados, amigos o enemigos. Pia. Supo entonces que esa era la señal que había estado esperando y con la poca fuerza que le quedaba en la mano se liberó de su atadura. La chica se levantó y se puso su par de prendas. Cuando el torturador llegó a la cámara de tortura. Pia tomó entonces uno de los cuchillos de tortura que el hombre había dejado sobre la mesa y se abalanzó sobre el hombre. enterrándole el cuchillo en la garganta.

Los cruzados habían llegado al fin, y con ellos iba Ekaterina Eisenbach.

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