Capítulo 25: Los Piratas y Edric.


"En aquel sueño me veía mí mismo caminando en un desierto de arena gris, era de noche, pero podía ver tan claramente como si fuese de día. Caminaba entre la arena, solo que no llevaba los pijamas de seda con las que dormía en Karnak, sino que volvía a tener aquella ropa de campesino con la que solía trabajar en la granja de Normandía, Delante de mí escuché tres voces de tres mujeres diferentes. Seguí caminado entre las dunas, la arena se levantaba en el viento, pero a pesar de que golpeaba mi cara y mis ojos no dolía, el desierto entonces revelaba sus secretos cubiertos por la arena, osamentas, cientos de ellas vestidas en con sus uniformes y ropas, veía a todos los que me habían defraudado a lo largo de mi vida. "¡joder! ¡Porque me quedé en ese pueblo de mierda!" había exclamado la calavera aplastada del erudito que daba catedra en la aldea de Normandía. "Sois como un hijo para mí por esa razón solo a ti te confiaré esta labor Edric, asegúrate que mi hija reciba estas cartas, que Karnak es suya" dijo la osamenta de Lord Eisenbach, "Aún no es tarde" había dicho la osamenta de Nikolo. "No te salvarás de esta, Lucifer te espera en el infierno tú ¡Apostata! —exclamó la osamenta del Gran Maestre Robert de Sable. Entonces frente a ella la vio...la mujer de cabello platinado con una corona de espinas en la cabeza y una venda en los ojos. la mujer se quitó la corona de la cabeza y levantó la mirada a Edric."

Entonces despertó Edric, el sonido de las campanas era muy fuerte, Edric se levantó y aventó a las mujeres que yacían en su cama. El muchacho se corrió y miró por la ventana de su alcoba. Aún antes del amanecer barcos con luces en ellos se dirigían hacia la costa. DeBois entró de un portazo a la habitación de Edric.

--¡Nos atacan! —exclamó DeBois.

Edric se apresuró a tomar sus pantalones, camisola y luego abrió su armario en ella estaba el peto y las grebas de cobre de su armadura. El muchacho se apresuró a vestirse y tomó la cimitarra que tenía colgada de la pared y la aferró a su cinto.

--¿Tienes idea de quién puede ser? —le preguntó DeBois a Edric.

-Vi una galera en la costa hacía unos días, no tenía una bandera que yo haya visto antes, por lo que creo que han de ser piratas. —respondió DeBois.

--¿y qué es lo que quieren aquí? —preguntó el muchacho.

--No lo se, ¿Vino? —preguntó DeBois.

--Las fuerzas del Sha y de Al Mutah Alim no llegarán hasta dentro de tres días. Tendremos que hacerles frente nosotros mismos. —respondió Edric Bardo.--¿Cómo están las tropas?

--No esperes mucho de ellas, pero la Guardia Mameluca podrá encargarse de ellos. —dijo DeBois.

Los dos bajaron al recibidor. Las fuerzas que había entrenado De Bois estaban listas, habría cuando menos unos cuatrocientos de ellos, la mayoría seguían viéndose como campesinos mal nutridos en armaduras de cobre. Dos caballerangos le trajeron a Edric y a De Bois sus monturas. Amid y el resto de la guardia mameluca estaban ya montados sobre sus camellos.

--¡Señor Edric! —exclamó la voz de una chica. Era Tala, la hija de Jusseff.

--¿Qué es lo que quieres tú? —le preguntó De Bois. Pero la chica le ignoró y se reunió con Edric.

--Señor Edric, por favor, déjeme pelear con ustedes. —dijo la chica.—Se pelear, he estado entrenando todas las noches.

"Sí, más o menos así...recordaba a Pia"

--Regresa a tu casa Tala, tu padre se enfadará si descubre que estas aquí afuera. —respondió Edric. —La guerra es un asunto de hombres.

--Por favor señor Edric, haré lo que sea si me permite pelear con ustedes, déjeme demostrar mi valía en el campo de batalla. —dijo la chica. tirando de la manga de Edric.

"¿Lo que sea?" pensó Edric, entonces sintió como su miembro comenzaba a ponerse viril bajo su pantalón.

--¿Cómo sabes que vivirías al final de la batalla para cumplir con tu parte del trato? —preguntó Edric.—Vale pues, vendrás con nosotros. Pelearas como una de nosotros a ver si después de haber probado la batalla comienzas a aborrecerla como cualquiera de nosotros.

Edric hizo trotar a su caballo, sus hombres le siguieron en largas filas. Caminaron hasta llegar a la bahía, las galeras enemigas se frenaron y comenzaron a descender los piratas en barcas hacia la costa. Los hombres de armas de Edric se formaron en una apretada formación en la playa.

--DeBois, tú defenderás el centro. Yo llevaré a los arqueros al viñedo, desde ahí podremos disparar con más libertad. Amid, tú y el resto de la camellería se ocultarán tras esa duna de arena. —dijo Edric apuntando con su dedo a una duna de Arena que yacía a la derecha alejada del grueso del ejército, cuando de la orden ustedes saldrán y los embestirán por el costado.—respondió Edric.

Luego Edric, se dirigió a Tala quien estaba junto con el resto de los hombres de armas en el grueso del ejército.

--Si sobrevives a la batalla, búscame en el viñedo. —respondió Edric. Y luego el muchacho hizo correr a su caballo hacia la colina donde se alzaba el viñedo, tras el iban los arqueros. Edric posicionó a sus hombres en la cima y espero. Eran 16 barcazas las que eran llevadas contra marea hacia la playa.

--¡Tensen sus arcos! —ordenó Edric. Los arqueros tomaron de su carcaj una flecha y la colocaron en sus arcos. --¡Apunten! —volvió a ordenar Edric. Los hombres alzaron sus arcos hacia el cielo nocturno. Entonces cuando los primeros piratas encallaron sus barcazas en la arena y estos salieron meneando sus sables, espadas, lanzas y hachas. Edric dio la orden. --¡Disparen! —ordenó Edric. Una oleada de flechas cayó sobre los atacantes. Y luego los piratas se dirigieron a atacar a los hombres de DeBois en el frente. Se podía escuchar el grito de los hombres siendo masacrados en la playa. Edric. Continuó ordenando que disparasen las flechas a los piratas.

El joven señor pudo ver como DeBois rugía como si fuese un oso fiero, y lanzaba tajos con su espadón que eran de partir a un hombre. Los hombres huían del combate contra éste gigante, y Edric lo sabía, y la guardia de Edric no tenía miedo, después de haberse enfrentado a DeBois en los entrenamientos, No le temían a un montón de piratas escuálidos. Entonces descendió un hombre en armadura completa, de complexión guerrera, era de caballera pelirroja y de barba cerrada, el hombre blandía a los hombres a distra y siniestra. Y fue el único que se enfrentó a DeBois. El hombre una gracia en sus ataques, muy fluidos para ser un simple pirata. El hombre era más veloz que DeBois pero con ataques más débiles.

DeBois jamás fue subyugado en la batalla del rio del Jordán y él fue capaz de mantenerse en la primera línea contra los sarracenos durante horas cuando la puerta Sofía cayó en Jerusalén. DeBois era en fuerza a lo que Edric en astucia. Pero entonces vio como DeBois comenzó a cansarse. El resto de los piratas estaban logrando romper las primeras líneas de soldados. Entonces Edric tomó el cuerno que tenía colgado en el cinto y lo hizo sonar. Comenzó a escucharse el relinche de la camellería. La guardia Mameluca comenzó la carga, en sus manos hondeaban lanzas y cimitarras. Arcos y flechas con la que envistieron al enemigo por el flanco. Los piratas ni siquiera se dieron cuenta. Y cuando lo hicieron ya era demasiado tarde. Ellos carecían de la instrucción militar que tendrían los ejércitos de cruzados. Y no tenían armadura, más que chalecos, hombreras y rodilleras de cuero endurecido y aquello que habrían podido robar en sus encuentros.

Edric tomó uno de los arcos y puso la flecha y luego dio una larga respiración, el muchacho entonces apuntó hacia el hombre al mando de los piratas. Aquel bastardo ya tenía a DeBois exhausto. La flecha cayó entre su codera de hierro y su peto. Tirándolo al suelo, Edric todavía era bueno con el arco. Su padre le había enseñado a cazar venados en movimiento y disparando a las cabezas de ellos.

Dos de los piratas tomaron al hombre y lo arrastraron hacia una de las barcas, después los piratas comenzaron a correr de nuevo hacia sus barcazas. Huyendo, Edric había logrado expulsarlos de sus tierras, pero aún no sería el fin. Más de ellas regresarían.

Los arqueros comenzaron a guardar las flechas en sus carcajes, cuando apareció Tala, la chica estaba empapada en sangre. La chica traía arrastrando la punta de la espada en la tierra cuando caminó hacia Edric.

--Vaya, entonces sobreviviste a la batalla. —respondió Edric. —Y al menos te ves mejor de lo que yo me vi después de la batalla del Jordán. Tal vez si tengas talento para esto.

--A algunas mujeres les va bien los vestidos y las sedas, a mí me va mejor las armas. —respondió Tala. mientras volvía a enfundar su espada.

Edric se acercó a la chica y puso sus manos en los hombros de ella.

--A las mujeres joven y gráciles como tú, le van mis sabanas, y nada más. —respondió Edric.—Ahora cumple con tu parte del trato.—respondió Edric.

--¿Mi señor?...

Edric entonces le desabrochó el cinturón donde Tala llevaba la espada.

--¿Dime donde conseguiste esta espada? —preguntó Edric. --¿Dónde demonios conseguiste está espada?

--Mi lord, yo la encontré en unas piedras cerca de las granjas. —respondió Tala.

--¿Fue lo único que encontraste? —preguntó Edric.

--Si mi lord. –respondió Tala.

--Discúlpame un momento. —respondió Edric. Y luego el joven señor volvió a subirse a su montura, Edric hizo galopar a su caballo y fue en busca de DeBois, quien estaba junto con los hombres rematando piratas moribundos en la playa, en los primeros rayos del amanecer la playa estaba teñida de sangre de los hombres que habían muerto.

--¿Qué ocurre Edric? —le preguntó DeBois.

--Necesito que vengas conmigo. —respondió Edric.

--¿Porque, qué ocurrió? —preguntó DeBois.

--Es urgente, y trae tu espada...por si acaso. —dijo Edric, DeBois se montó en su caballo y trotó hacia Edric. Luego fue siguiendo a Edric.

--Puede que tengamos un problema. —respondió Edric.

--¿Qué clase de problema? —preguntó DeBois.

--Uno muy grande. —respondió Edric. –Antes de morir Karl Eisenbach hizo un testamento donde le dejaba el palacio y las tierras de Karnak a su hija Ekaterina. Me hizo prometer llevar la carta hasta la ciudad de Bohn, en el Imperio Sacro romano germánico.

--¿Y qué paso? —preguntó DeBois.

--Lo cambié por supuesto, yo quería las Tierras de Karnak, sin embargo, fui descubierto por alguien, Pia.

--¿Quién?

--La chica que quería ser caballero. —respondió Edric.

--Oh ya, la chica que se folló...

--Sí esa mera, no tienes que repetirlo constantemente. Bueno antes de que pudiera avisarle a Ser Orlando yo...le enterré un cuchillo en la espalda y oculté su cuerpo entre unas piedras cerca del palacio.

--¿Y?

--Y necesito comprobar algo...--respondió Edric.

--¿y porque me necesitas a mí? —preguntó DeBois.

--Jusseff, Amid, cualquiera de ellos me clavaría un puñal en la espalda si pudieran, sé que me odian, Tú eres él único en quien puedo confiar DeBois.

--Sí que eres un hombre desesperado, si tienes que confiar en mí.

--Lo se. —respondió Edric.

Entonces llegaron a aquel lugar, grandes rocas porosas de color rojo amontonadas unas sobre otras, tenían que ser piedras que el mar arrojó mucho tiempo atrás, Edric descendió de su montura y De Bois hizo lo mismo, el muchacho corrió de un lado a otro, y luego cuando Edric descubrió aquel funesto lugar se acercó y movió las piedras de un lado a otro, lo único que encontró fue una alfombra mohosa, pero nada más, el cuerpo de Pía tendría que haber estado ahí.

--Esto no puede ser, el cuerpo de Pía tendría que haber estado ahí dentro. —respondió Edric.

--Bueno, no está. —respondió DeBois. --¿Qué se le va a hacer? ¿Ya podemos regresar?

--¿Qué no lo entiendes DeBois? —El cuerpo de Pia tenía la única copia del testamento donde deja como heredera a la hija de Eisenbach.

--¿Qué tal si no la maté bien y ella se liberó? ¿Qué tal si Ser Orlando la encontró?, ¿Qué tal si los Eisenbach se dirigen hacía aquí?

--Edric, tranquilo. —respondió DeBois. —Déjalos que vengan a aquí, Karnak está bajo la protección del rey Saladino. –No enloquezcas por una cosa como estas.

"Si, DeBois tiene razón, yo soy el verdadero señor de Karnak" Fue entonces cuando en la duna vio a tres hombres montados en sus caballos con armadura europea, A Edric se le heló la sangre al reconocer los hombres que estaban sobre las montiuras. "¡Ser Orlando!" El hombre había comenzado a hacer correr su caballo en dirección a Edric. La armadura brillaba con fuerza que le irritaba los ojos a Edric. Así que los cerró, y cuando volvió a abrirlos no estaba ninguno de los tres jinetes.

--No me la creo. —respondió Edric. –DeBois, consígueme cada galera, mercante y de guerra que se encuentren en los astilleros y muelles de Karnak, vamos por esos piratas.—respondió Edric. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top