Capítulo 2: Karnak y Edric.



"Si cerraba los ojos podía recordar el miedo, la ira y el dolor. Lord Martin DuPont había sido arrollado en el lecho del rio, Al Mutah Alim entonces ordenó a la caballería musulmana atacar, pero muchos olvidan que, aunque Martin DuPont estuviese muerto, nosotros no flaqueamos, un hombre tomó control de las tropas justo antes de la masacre. El Conde Karl von Eisenbach. El hombre ordenó a los hombres que levantaran sus escudos y resistieran la carga, solo que los árabes no atacaron de frente, sino que se dividieron en dos flancos y dispararon sus flechas contra todos nosotros. Rompieron en un instante la formación de defensa y los jinetes en los flancos aprovecharon el caos para embestir con fuerza a nuestras fuerzas, Al Mutah Alim encabezó el ataque que derribó al conde Karl de su caballo. El hombre pudo haber muerto ahí, asesinado por sus enemigos incapaz de levantarse, por el peso de su armadura. si no fuera porque yo estaba cerca y lo ayude matando a tres soldados que iban tras él. Probablemente mi vida hubiese sido otra"

Los dos jinetes cabalgaron por el camino, levantando nubes de polvo rojo al trote de las monturas. En el blanco corcel iba Edric, y tras él estaba DeBois. Pronto ya no estaban más en el desierto, sino que ahora recorrían por una pradera hacia un gran palacio. a ambos lados del camino había hectáreas de cultivos y canales de irrigación reflejaban el cielo y el sol mientras enmarcaban cada una de las parcelas. Los hombres que estaban arando la tierra alzaron la vista ante los dos extraños.

Cuando llegaron al pórtico fueron recibidos por una partida de jinetes que montaban en camellos. Los caballos de Edric y de DeBois encabritaron asustados de las monturas de los guardias. Los hombres iban tapados con turbantes. Y grandes cimitarras colgaban de su cinturón. por el tipo de montura y por la mezcolanza de razas que había en ellos Edric sabía que tenía que tratarse de jinetes mamelucos.

--¿Quiénes son ustedes? ¿Y qué asunto vienen a tratar aquí en Karnak? —preguntó el hombre. por el acento

--Soy el señor de Karnak.—respondió Edric. Y luego sacó de la alforja de su caballo el pergamino con el lacre roto esmeralda, el sello real de Saladino. El muchacho le pasó el pergamino al hombre, el guardia examinó el pergamino. Edric estaba sorprendido que aquel hombre pudiese leer árabe. A Edric se le había dificultado aprender árabe, había sido solo por insistencia de Lord Eisenbach que Edric aprendiera.

--Perdone mi señor.—respondió el guardia y luego pasó a quitarse el turbante que le tapaba la cara. --Mi nombre es Amíd, y ellos son Hirám y Mohamed, somos sus capitanes de la guardia mameluca de Karnak. No esperábamos que el nuevo señor de Karnak fuese...ya sabe...

--¿Cristiano o europeo? —preguntó DeBois rompiendo el silencio.

--Me malinterpreta ¿Ser...?

--Yo no soy ningún ser, yo no soy caballero ni le sirvo a ningun reyezuelo. —respondió DeBois.

--Aunque, técnicamente fuiste nombrado caballero en el Crac.—Interrumpió Edric.

--¿Dónde está el resto de los caballeros? ¿Ser Friedrich, Ser Orlando, Ser Erwin y los demás? –preguntó Edric. El muchacho miró alrededor pero no podía ver al resto de los caballeros al servicio de Lord Eisenbach, Aunque Edric no esperaba mucho de ellos, la mayoría todavía desconfiaba de Edric, y suponían que había sido el muchacho quien había alterado el testamento del señor germano, claro después de que este muriese al caerse de su caballo al rio y ahogarse en sus aguas. Porque la silla no había estado bien colocada. Pero Edric no había tenido nada que ver con eso, "¿Verdad?"

--Ser Friedrich, Ser Erwin y los demás murieron.—respondió Amid. Se enfrentaron junto con la milicia cristiana a Al Mutah Alim y sus halcones. Y Ser Orlando escapó de regreso a Europa.

"Mejor para mi" pensó Edric. "Después de todo me habrían obligado a tener que ejecutarlos por traicionarme, sin embargo habían demostrado algo en sus muertes sin sentido, lealtad, si hubiesen seguido mi consejo y haber marchado conmigo a Jerusalén para arrodillarse frente a Saladino, seguirían con vida y podrían disfrutar de la vida de un rey aquí en tierra santa que volver a ser guardaespaldas vanagloriados en el nido de ratas al que los mandase a vivir su señor"

--Es una lastima.—respondió Edric. –Oraré por ellos está noche. Ahora, Mi compañero DeBois y Yo estamos cansados, ha sido un largo viaje desde el Crac en Siria y deseamos descansar. Que las sirvientas nos preparen un baño y libaciones.

--Me encargaré que el jefe de Mayordomos tenga listas sus habitaciones.—respondió el guardia Mameluco.

--Gracias.—respondió Edric. Y luego descendió de su caballo y se dirigió hacia el interior del palacio, la piedra blanca brillaba ante la luz de los rayos del sol haciendo parecerlo como un sueño en medio del desierto pintado de rojo.

Grandes arcos moriscos embellecían la fachada del palacio, como si se tratase de un loto por siempre floreciente, el interior de los arcos estaba tapizado con pequeños azulejos del color del mar con intrincados motivos florales dorados. Estatuas romanas que lord Eisenbach había rescatado de las bodegas del palacio de Jerusalén adornaban las paredes interiores pintadas de rojo apagado. Enredaderas y centenas de botones de flores le daban vida al jardín interior. Donde una fuente con estatuas talladas en mármol de ninfas belgas que jugaban en la fuente de agua dulce. Y peces de varios colores nadaban el estanque.

Camastros de cojines mullidos y de rojo satín decoraban los balcones con vistas hacia las parcelas y con vista hacia el desierto rojo. Edric dejó la bolsa de cuero que tenía sobre el camastro y se dirigió hacia el balcón. "¡Todo es mío, al fin todo es mío!" pensó Edric.

DeBois caminó al lado de Edric.

--Debo admitirlo Bardo, conseguiste todo lo que esperabas. Ya tienes un hogar. —respondió el hombretón.

--También tú DeBois, mientras yo viva podrás vivir aquí en Karnak. Fuiste el único que me ayudó cuando nadie más quiso ayudarme. —respondió Edric.

--No pienso ser tu vasallo Edric, ya sabes que no soy bueno siguiendo órdenes. —respondió DeBois.

--No espero que sigas mis órdenes, no eres un vasallo, eres un amigo. —Dijo Edric.

--Entonces como amigo te pido que me pongas al mando de la seguridad de este lugar.—respondió DeBois.

--¿Por qué? ¿Qué no quieres descansar?

--Soy un soldado Edric, no un señor. Yo me uní a las cruzadas para pelear y matar sin consecuencias, para mí matar hace sentido es lo único que hace sentido.—respondió De Bois.

--Está bien.—respondió Edric. –Sí es lo que te hace feliz, adelante.—respondió Edric.

Entonces alguien apareció tras ellos. un hombre árabe de mediana edad con larga barba grisácea con el cabello rizado. El hombre vestía con una túnica de telas claras y brillantes.

--Mi señor...--dijo el hombre dando una reverencia.—Mi nombre es Jussef, soy el jefe de mayordomos, habíamos estado esperando su regreso amo Edric. En su ausencia me tomé la libertad de administrar Karnak mientras usted se encontraba incapacitado por sus deberes con el rey Saladino. Como verá Karnak se encuentra en optimas condiciones, tiene propiedad sobre 800 familias. 650 de ellas musulmanas y el resto judías y cristianas. También, hemos aumentado el cultivo de berenjenas y pepino, así como arboles frutales de mandarinas, naranjas y limas. También cultivos de menta y tomillo para alimentar a las ovejas y cabras.

--Has hecho un buen trabajo..¿eh, cual era tu nombre?

--Jussef, Jussef Ibin Alad.—respondió el hombre.

--Maestro de Mayordomos Jussef, sin embargo necesito que liberen una parcela, quisiera que se encargaran de cultivar uvas.—respondió Edric.

--¿uva?

--Para crear vino.—respondió Edric. –Desde que Saladino se convirtió en el rey de Tierra Santa, ha prohibido la creación de vino tinto.

--Mi señor no quiero contradecirle, pero eso sería ilegal. Una orden en contra del rey además está prohibido por el Coran las bebidas fermentadas de la uva.

--No es para todos nosotros, la mayoría de los barriles de vino serán para exportarlos a los reinos cristianos de Anquitoquia, Constantinopla y Acre.—respondió Edric.

--Pero mi señor, los reyes cristianos son nuestros enemigos.—dijo el hombre.

--Con más razón pagarán más por vino.—respondió Edric.—Además solo es ilegal si el rey Saladino se entera. Y por si no fuera poco, cambiara la perspectiva de los reyes cristianos contra Karnak, ningún enemigo del rey Saladino se atreverá a atacar Karnak pues es la única región que produce vino para ellos.

--Se lo que hago.—respondió Edric.—Ahora si me permite, mi baño me espera...ah por cierto tenemos alguna lavandera disponible.

--¿Lavandera mi señor?

--¿Una puta? —preguntó Edric.—¿no?, ¿Una cortesana?, ¿una hija de molinero? ¡Una prostituta pues!

--Mi señor, la prostitución está prohibida en todo territorio bajo la ley musulmana.—respondió Jussef.

--Bueno Jussef entonces esto es lo que va a hacer amigo mío, buscará a una mujer joven de grandes tetas y buen culo, y me la traerá a mi baño para que digamos... me ayude a bañarme.—dijo Edric.

--Eh...sí mi lord como usted ordene. —respondió Edric.

Edric entonces se dirigió al baño, el cual era inmenso una tina llena de agua caliente. El muchacho se desvistió y entró con mucho cuidado al agua, estaba en el punto perfecto. El muchacho se quedó un momento de silencio... "Tal vez debería construir un burdel, sí vamos a vender vino, más vale ofrecer el servicio de prostitución después de todo "las putas y el vino van de la mano" pensó Edric.

Entonces Jussef apareció en el marco de la puerta del baño, a su lado había una mujer de piel cobriza cubierta en telas claras.

--Mi señor, la sirvienta que pidió. —dijo el hombre

--Gracias Jussef ahora retírate.—dijo Edric haicendo un ademán con la mano para que el hombre se alejara. La chica hizo una reverencia.

--Me llamo...Farida—dijo la chica con voz temblorosa.

--No me importa cómo te llames. —respondió Edric, quítate la ropa y encárgate de esto.—dijo la chica. La chica entonces se quitó la ropa. Mostrando su cuerpo de reloj de sol.

"Perfecto" pensó Edric. La mujer entro temblorosa al baño con un paño húmedo y comenzó a limpiar los brazos y piernas de Edric. Entonces Edric le tomó de la muñeca y guió la mano de la mujer a su miembro.

--No--respondió la sirvienta,--No puedo, yo estoy casada.—dijo la chica.

Edric rio.

--No te estoy preguntando, te estoy diciendo que te encargues de esto.—le ordenó Edric. Pero la chica se negaba.

--No puedo...--dijo la chica.

Entonces Edric le agarró del cabello y la sacó de la tina, después la arrojó al suelo y el muchacho se encimó sobre ella. tomó su miembro y lo insertó en el sexo de la chica. la mujer comenzó a gritar y a llorar. Edric continuó.

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