Mark y yo terminamos el 27 de diciembre, lo recuerdo perfectamente. Recuerdo que  dijo:

—De unos días para acá, ya no lo estoy disfrutando.

Y así quedó todo. Fue la primera vez que le dije que saliera de mi vida y él me dijo: ok, si tú quieres que salga, yo saldré.  Y yo salí de su vida, él no de la mía; faltarían 22 días para que lo hiciera.

¿Sabes qué es lo peor de llorar o lo peor de llorar sola? No haber derramado ninguna lágrima por muchos años, y luego de allí para acá, parecer una magdalena, y por supuesto, llorar sola.

Está el sentimiento de tristeza, el sentimiento extraño de llorar, el sentimiento de soledad, el sentimiento de perder al amor de tu vida, el vacío en el diafragma, el sabor salado de las lágrimas, las promesas rotas. No lo sé, pero cuando crees en todas tus promesas, y te ves en ese futuro, y piensas en ese futuro, al lado de esa persona, y esas promesas se rompen, quedan inconclusas; de alguna manera pesan, y pesan muchísimo, y no te preocupas más por saber que pierdes al amor de tu vida, sino por saber que esas promesas no se cumplirán y saber que ya no hay vuelta atrás; saber que no viajarán juntos, que no estarán en la misma casa,que  no verán las mismas cosas.

 Entonces, cuando te das cuenta de que estás llorando, no lo haces por la razón original, lo haces por la suma de todas tus tristezas, no por una en particular.

Yo esa noche lloré por todas las vidas futuras que había matado, y por todos los lugares donde no iba a estar. Por eso lloré; lloré para no llorar más en el futuro, lloré porque lo necesitaba, lloré porque era lo único bueno que podía hacer, y lo único que sabía hacer era llorar.