°17°


Reaper se pone de pie de un salto y me ayuda a levantarme. Tiramos las palas fuera del agujero, y después él me impulsa para que salga antes de hacerlo él.

-Entonces, ¿Aquí vive tu mejor amigo? -pregunta mientras caminamos de vuelta a la funeraria, con las palas sobre el hombro. Yo asiento con la cabeza, y él se rie un poco-. Vives encima de una tienda de muñecas de porcelana, y tu mejor amigo vive en un cementerio. Prácticamente has crecido rodeado de cosas espeluznantes. ¿No hay nada que te de miedo?

Tu.

Me mira a los ojos, casi como si me hubiera leído la mente, o tal vez sea que mi pensamiento está escrito en mi cara.

Me aclaro la garganta.

-Los perros.

-¿Es que alguna vez te ha mordido algun perro?

-No. Pero la idea de que uno me muerda es suficiente.

-Interesante.

-Oh, por favor. No te pongas a analizar esa frase. Los perros tienen dientes afilados y muerden a la gente. -se rie-. ¿Qué hay de ti? ¿Cuál es tu mayor miedo?

Hace girar una de las palas una vez sobre su hombro, pensando. O bien no quiere decirmelo, o bien no tiene ningún miedo considerable a nada, porque tarda un rato en responder.

-La pérdida. Fracasar.

-¿Fracasar en qué?

-En lo que sea. A veces me resulta difícil comenzar algo, porque prefiero no intentarlo siquiera antes que fracasar.

-Pero nunca pasa nada bueno sin correr un poco de riesgo.

-Lo se. Pero aún así...

Llegamos hasta las puertas traseras de la funeraria, y el apoya las palas contra la pared. Me sacudo del pelo, y él hace lo mismo. A continuación me hace girar y me sacude la espalda.

-¿Y aún así, que? -preguntó, cuando no esté seguro de que vaya continuar.

-Y aún así no soy capaz de superarlo.

Sus manos se quedan sobre mi espalda, y yo cierro los ojos.

-A lo mejor deberías permitirte fracasar en algo. Fracasar estrepitosamente. Así ya no tendrías tanto miedo después.

-Entonces, ¿Debería ir a por los perros ahora más tarde...?

-Vale, vale, lo entiendo.

Tiene razón. No puedo decirles que se enfrente a su miedo si yo no estoy dispuesto a hacerlo con el mío. Y no me refiero a mi miedo a los perros.

-¿Te dan miedo solo los perros grandes o también los pequeñitos?

-Tienes perros, ¿A qué si? ¿De los que puedes llevar en un bolso?

-No -dice con voz burlona-. Claro que no.

-Su tamaño no importa. De hecho, a veces los pequeñitos son los peores. Pueden arrancarte un dedo.

-Y lo dice un chico al que nunca lo han mordido.

-La idea, Reaper. Es la idea.

Suelta una risita, y después me da una palmada sobre los hombros como indicando que ya no tengo tierra en la espalda.

-¿Estás listo para marcharnos?

-Si. No, espera. Voy a curarte la mano, será rápido. El señor Crayon tiene cosas dentro. -Llamo a la puerta y después abro una rendija-. ¿Señor Comyet? -Entro en la casa-. Sígueme. Si no recuerdo mal, hay un botiquín de primeros auxilios por aquí.

Bajamos por un largo pasillo y abro la última puerta a la derecha. Me detengo en seco cuando veo que el señor Comyet levanta la mirada desde un cadáver que yace en la mesa que tiene enfrente.

-Lo siento -digo.

El hombre tiene un gran corte en el pecho, sujeto con grandes grapas. Es evidente que le han hecho la autopsia. Tiene la cara hundida, así que no es un muerto reciente, sino uno que el forense habra tenido desde hace varios días.

-No pasa nada, entren.

La habitación está helada, y me recorre un escalofrío.

-Tan sólo necesito un botiquín de primeros auxilios. Unas gasas, y quizás algo de antiséptico.

Señala en dirección a un cuarto de baño pequeño que hay junto a la habitación

-Ahí está.

A continuación, aplica alguna especie de base en la cara del hombre.

Es difícil ignorar el olor que flota en la habitación. No es un olor horrible, sino el de algo que está conservado.

-¿Va a ser un funeral a féretro abierto?

-Si. Mañana.

hay una foto grande del hombre cuando estaba vivo pegada a la pared que hay junto al señor Comyet, que no deja de comprobarla para tomar referencias.

-Necesita un poco de trabajo -digo.

-En eso estamos. -Me tiende un pincel-. ¿Quieres poner algo de color a las  mejillas?

-Reaper, ¿Qué dices? ¿Otra faceta de esta carrera profesional?

Me doy la vuelta, y lo veo paralizado en el umbral de la puerta, mirando el cadáver de la mesa con expresión aterrorizada. su cara parece casi tan pálida como la del muerto que ha atraído su atención.

-Creo qué no.

Voy hasta el, y tarda un momento en mirarme a los ojos.

-¿Estás bien? -pregunto.

-No me lo esperaba. Estoy bien.

-¿Seguro?

-Si.

-Vale, ven aquí. -Lo conduzco hasta el cuarto de baño y cierro la puerta, esperando que dejar el cuerpo fuera de la vista ayude. Le sujeto a la mano bajo el débil chorro de agua, y se la froto suavemente con jabón. Sus ojos no dejan de dirigirse hacia la puerta-. Quédate aquí.

Busco en los armaritos el botiquín de primeros auxilios. Cuando lo encuentro, lo dejó sobre la encimera y lo abro. Reaper cierra el grifo y se seca las manos con cuidado.

Desenroscar el tapón de un antiséptico, y después vuelvo a tomarle la mano y echó un poco de líquido en la herida.

-¿Te duele?

-Tranquilo.

Su aliento me roza la mejilla cuando responde, y me doy cuenta de lo cerca que estamos. Le envuelvo la mano con gasa y levantó la mirada.

-Ya está, como nueva.

El color de su rostro ha cambiado a un enfermizo tono de gris.

-Gracias -masculla, y a continuación se apresura a pasar junto a mí y salir por la puerta.

Le doy gracias al señor Crayon y después me marcho. Cuando salgo al exterior, Reaper se encuentra apoyado con una mano en el edificio y está vomitando en unos arbustos. Esto es un desastre. Entre la ampolla y el vómito, mi jornada de orientación profesional ha sido una mierda.

-Lo siento.

Caminó hasta dónde está y le froto el hombro, qué es lo que siempre hace mi madre cuando vómito. No es que ayude demasiado, pero me gusta saber que está ahí.

-Estoy bien. ¿cuánto crees que se cobra en la carrera de humillación profesional? Porque es evidente que sería muy bueno en ella.

-Nunca habías visto alguien muerto antes, ¿Verdad?

-No...

Se limpia la boca con la manga del Jersey y se endereza.

-Nota mental: Reaper tiene el estómago sensible. Mantenerlo alejado de carreras profesionales que tengan que ver con cosas desagradables.

Al llegar junto al coche, se quita Jersey y está a punto de quitarse también la camiseta con él. Se desprende de los zapatos, los mete en el maletero y los cambia por los otros, los bonitos. Intento no dejar que mi mirada se centre en la franja de piel que sigue expuesta por encima de sus vaqueros y me quitó yo también el Jersey.

-¿Quieres que conduzca? -pregunto, fijándome en su cara todavía pálida. El duda durante un momento-. ¿Es que no confías en mí para conducir tu bebé?

-No es eso... Bueno, vale, sí que es eso.

-Eres un maleducado. -Se mete en el coche, y yo entro por el lado del copiloto-. ¿De verdad no vas a dejarme que lo conduzca? Al aparcacoches del hotel si que le dejaste.

-Pero eso fue en un aparcamiento. Además, si lo extrellaras, no podríamos seguir siendo amigos. Entonces, ¿Qué sería de ti?

-¿No tienes otros tres justo iguales que esté?

-En realidad son cuatro, pero ¿Quién los cuenta?

Creo que está de broma, aunque...

Arranca el motor y se aleja de la acera. Miró el reloj del salpicadero y veo que son las cinco. Me resulta difícil creer que ya hayan pasado cuatro horas.

Reaper cambia el carril derecho y comienza a girar.

-¿A dónde vamos?

-Habia pensado que podríamos ir a cenar. Hay un restaurante francés por aquí que me encanta.

Es evidente que ya se siente mejor.

-No debería ir. Mi madre se ha pasado la mitad del día sola en la tienda. Debería volver y ayudarla a recoger.

-Por una hora más no pasa nada.

-Debería volver ya.

Continúa conduciendo en la dirección incorrecta.

-Venga ya.

Me lanza su sonrisa. Juraría que podría emplearla para acabar guerras.

-Vale. Pero después, a casa.

-Pues claro.

~~ • ~~ • ~~

Hasta que salgo del coche y hecho a caminar hasta el sofisticado restaurante francés, no pienso en la capa de tierra que me cubre la piel. Reaper me ha echado tierra en el pelo, y todavía noto que tengo un poco pegada el cuero cabelludo. Algo cohibido, trato de quitarmela con los dedos. Cuando entramos en el restaurante veo que la gente que espera en el recibidor va muy arreglada. Estoy seguro de que la encargada, que también va muy arreglada, está apunto de echarnos de aquí: después de todo, Reaper tiene una mancha de tierra seca en la frente.

Sin embargo, le ofrece una sonrisa blanca y reluciente.

-Señor Renrink. Sus compañeros ya estan aquí.

-¿De verdad? -La mira inclinando la cabeza hacia un lado-. Entonces, llevenos hasta allí.

-¿Tenías planes? -le preguntó cuando caminamos tras ella hacia una sala trasera.

-Al parecer, han hecho planes sin mí.

No tengo ni idea de lo que significa eso, pero, cuando llegamos a la sala, una docena de personas bien vestidas y arregladas se ríen al verlo. Uno de los chicos se pone en pie y se dirige a la encargada.

-¿Ve? ¿No le habíamos dicho que estábamos con Reaper Renrink?

-No debería haber desconfiado -dice, y después se dirige hacia Reaper-: Me aseguraré de que venga un camarero para tomarle el pedido.

-Gracias.

Reaper entra en la sala y camina hasta una silla vacía.

-Parece qué has estado haciendo servicios comunitarios -comenta alguien, señalando su camisa de franela y su cara sucia.

La confianza de Reaper no se ve afectada. Su postura es más erguida que nunca, y su presencia, más grande que la habitación. Hay un destello en sus ojos cuando dice:

-¿Quién es el estúpido que ha utilizado mi nombre para no tener que esperar?

El chico que ya está en pie, con gafas que estoy seguro de que no necesita y con una piel muy blanca, hace una reverencia.

-Ese soy yo cari.

-Debería haberlo sabido.

-Y además irá a tu cuenta -añade.

Reaper mira a su alrededor, y entonces me ve junto a la entrada.

-Chicos, este es mi amigo Geno. Geno, este es gente que probablemente no quieras conocer, pero que a veces considero mis amigos.

Hay varios gritos de desaprobación, seguido de risas.

No sé si estoy preparado para esta clase de iniciación. Pues apenas he empezado a acostumbrarme a Reaper. Por lo tanto, cuando este aparte la silla que tiene delante y me hace un gesto para que me siente, me entran ganas de salir gritando del restaurante.

Noto como si algo se retorciera en mi estómago una y otra vez, y no ayuda que uno de las chicos del otro extremo me esté fulminando con la mirada. Reaper parece no darse cuenta del hecho de que estoy cubierto de barro y muy mal vestido.

-Geno. Ven, siéntate.

Aprieto fuerte los dientes, porque la frase "¿Te crees que soy un perro?" Estaba apunto de salir por mi boca. Me siento impresionado por haberme detenido a tiempo.

-Tengo que ir al baño -murmuro, señalando el camino por el que hemos venido, y después desaparezco sin esperar su respuesta. Justo cuando ya casi no están al alcance de mi oído, oigo que una voz dice:

-¿Es que ahora acoges vagabundo, Reaper?

Oigo más risas, y se me crispa la mandíbula mientras se tensa más. ¿Por qué estoy tan enfadado? Esto tan sólo confirma todo lo que ya sabía sobre los ricos. Puede que Reaper sea una ligera excepción, pero esas personas de alli son la norma. Cambio de dirección y me dirijo hacia dónde se encuentra la encargada.

-¿Podría prestarme el teléfono? -le preguntó cuando se gira hacia mí.

-Por supuesto.

Llamo a Ink, y el acepta venir a recogerme. A continuación, vuelvo a enfrentarme a la sala por última vez. Observo a Reaper mientras me acercó, antes de que se fije en mí. Está escuchando a alguien al otro lado de la mesa y tiene una sonrisita en la cara, pero no sé cerca siquiera lograr la paz mundial. Casi parece una sonrisa ensayada.

Me digo que debo comportarme cuando llegó hasta la sala privada. Ninguno de los demás da muestra de verme, así que no siento ninguna obligación por hacer otra cosa.  Llegó hasta dónde se encuentra Reaper y me inclino hacia él.

-Tengo que irme. No me encuentro bien.

Me siento el tanto culpable por mentirle, pero entonces recuerdo el comentario sobre los vagabundos que ha hecho su amigo el sentimiento desaparece.

Comienza a levantarse.

-Te llevo a casa.

-No te preocupes, he llamado a Ink. Ya nos veremos.

-Geno...

-No, en serio. Quédate y diviértete.

Le empujó el hombro para obligarlo a sentarse otra vez, y después abandonó la sala.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top